Los tres autores que se reseñan se empeñan en alentar a los ángeles
y reducir el impacto de los demonios. Eso quiere decir –en esta condensada
versión tomada de strategy+business , la publicación de Booz Allen
Hamilton– que procuran ver cómo se puede hacer para que el capitalismo
global sea un poco más justo para todos.
Jeffrey D. Sachs: The End of Poverty: Economic Possibilities for
Our Time (Penguin Press, 2005).
El autor, director del Earth Institute de la Universidad de Columbia
y asesor económico en Bolivia y Polonia donde ayudó a diseñar
e implementar reformas de liberalización económica, parecería
tener todo el derecho a exaltar las virtudes de la inversión extranjera
y la liberalización de los mercados. Y sin embargo, Sachs ha reflexionado
mucho desde entonces.
Comienza su relato recordando que cuando en 1994 se encontraba dando una conferencia
en la India sobre los beneficios de la globalización, advirtió
miradas torvas entre el público que lo escuchaba. Fue entonces cuando
recordó un hecho central en la historia del país: la India había
sido en el pasado “propiedad” exclusiva de una empresa privada,
la East India Company, que luego transfirió el país entero
a la Corona Británica.
La globalización no es un fenómeno tecnológico moderno
impulsado por Internet o pasajes aéreos baratos. Es, más precisamente,
un comercio entre países cercanos o distantes que se viene aceitando
desde hace siglos y se manifiesta de diversas maneras según los tiempos
y creando en cada instancia ganadores y perdedores.
En The End of Poverty, Sachs afirma que con buenas políticas
se puede hacer mucho por terminar con la pobreza en la tierra. Como ya ha sido
contado por diversos autores, dice, los miles de millones de dólares
en asistencia para desarrollo invertidos durante los últimos 50 años
tuvieron resultados diversos. Los primeros esfuerzos de desarrollo durante la
posguerra se concentraron en proyectos de capital intensivo, como diques, caminos
y fábricas. La teoría era que los países pobres contaban
con mucha mano de obra pero les faltaba capital. La ayuda externa, entonces,
tenía como misión cerrar “la brecha financiera”.
Cuando esos esfuerzos no lograron producir los resultados esperados, los políticos,
inspirados en nuevos modelos de crecimiento económico durante los años
70 y 80, se dedicaron a desarrollar capital humano mediante capacitación
y educación, otra vez con resultados diversos. Un tercer frente en la
guerra a la pobreza tomó la forma de la “revolución verde”,
una teoría impuesta por el Premio Nobel de la Paz 1970, Norman Borlaug,
que decía que las mejoras en las técnicas agrícolas ayudarían
a poner fin a la hambruna en países como la India. A pesar de algunos
éxitos en el sudeste asiático, China e India, los problemas de
la pobreza crecieron en muchos países.
Sachs compara las modernas políticas y prácticas desarrollistas
con la medicina curandera del siglo 18. Lo que se necesita con urgencia, sugiere,
es el equivalente económico a la medicina clínica, con sus cinco
axiomas fundamentales: el cuerpo humano es un sistema complejo (la causalidad
nunca es simple); la complejidad exige un diagnóstico diferencial (síntomas
similares pueden tener causas diferentes); toda la medicina es medicina familiar
(no hay balas mágicas); el monitoreo y la evaluación son esenciales
para un tratamiento exitoso; y la medicina es una profesión que requiere
normas fuertes, ética y códigos de conducta.
Sobre su trabajo en Bolivia, Sachs cuenta su sorpresa cuando leyó en
el texto de un colega que muchos de los problemas bolivianos se originaban en
su ubicación mediterránea y montañosa que elevaba los costos
de transporte, ambos factores totalmente ignorados por el FMI. A diferencia
de las políticas talle único del FMI, él dice que el conocimiento
en el lugar y la atención a los síntomas localizados son esenciales
para el éxito de un programa de desarrollo.
Mientras muchos tienden a negar potencial económico a regiones del mundo
que parecen irremediablemente sumergidas en la pobreza y la corrupción,
Sachs recuerda que cuando Adam Smith y John Maynard Keynes escribieron sus famosos
tratados económicos, la pobreza era endémica en Europa. La clave
del éxito posterior, como también en las Américas y Asia,
fue la combinación de medidas políticas y económicas sensatas
y la cancelación de deuda impagable. Eso mismo, dice Sachs, puede traer
resultados similares en las regiones más pobres del globo.
John Perkins: Confessions of an Economic Hit Man
(Berrett-Koehler, 2004), es una interpretación de la globalización
relatada por el autor en primera persona. Perkins cuenta su experiencia en los
años 70 y 80 como economista jefe de la firma de ingeniería Charles
T. Main. Junto con otras dos empresas estadounidenses –Bechtel y Fluor–
Main llevó diques, electricidad y caminos al mundo en desarrollo. Perkins
vivía una vida a lo grande como ejecutivo internacional, volando de país
a país, hablando con presidentes de naciones emergentes y durmiendo en
los hoteles más exclusivos del globo.
El libro fue inspirado por la muerte en circunstancias misteriosas de dos amigos
personales: el presidente panameño Omar Torrijos y el presidente ecuatoriano
Jaime Roldós Aguilera. Afirma que el gobierno de Estados Unidos, trabajando
en sintonía con las firmas estadounidenses, promocionaba proyectos de
capital que generaban negocios para esas compañías mientras sumían
a los países subdesarrollados en una deuda aplastante. Uno de los beneficios
para el gobierno de Estados Unidos era que la deuda resultante ataba a esos
países al mundo occidental.
El libro de Perkins no describe la globalización tal como se vive ahora
sino más bien como una especie de colonialismo a la vieja usanza y política
de guerra fría. El autor dice que la globalización tal como la
promocionaron Estados Unidos, el FMI y el Banco Mundial estuvo imbuida de intenciones
imperialistas.
Su receta para una fórmula sostenible de desarrollo invita a las empresas
a trabajar con organizaciones no gubernamentales y grupos indígenas en
lugar de recurrir a grandes proyectos de capital que deben ser financiados con
deuda.
Pietra Rivoli: The Travels of a T-Shirt in the Global Economy:
An Economist Examines the Markets, Power, and Politics of World Trade
(John Wiley & Sons, 2005).
Profesora de la Universidad de Georgetown, Rivoli hace el seguimiento de la
vida de una remera de algodón. Comienza con la cosecha de algodón
en Tejas, sigue con la fábrica de costura en China, la importación
en Estados Unidos hasta su reventa final como ropa usada en África. Cuenta
en el prólogo que decidió escribir el libro luego de escuchar
las protestas de un grupo de estudiantes que denunciaban la globalización.
Convencida de los beneficios del comercio libre, se dispuso a demostrar que
los estudiantes estaban equivocados. Pero lo que descubrió es que si
bien los beneficios de la globalización son reales, comercio libre y
mercados libres son una moneda más rara de lo que podríamos suponer.
Desde los campos de algodón en Tejas hasta las fábricas en China
o los corredores del poder en Washington, la autora descubrió que el
negocio de las remeras, más que ejemplo de comercio libre, muestra que
las empresas exitosas evitan los mercados libres cada vez que pueden.
The Travels of a T-Shirt (Los viajes de una remera) describe el mundo
bizantino de los aranceles internacionales a la ropa codificados en sucesivos
acuerdos comerciales internacionales. Rivoli no encuentra un verdadero mercado
libre hasta que la famosa remera es exportada por Estados Unidos a África
como ropa de segunda mano.
Además de probar su tesis –que las ganancias suelen resultar de
la protección de los gobiernos– el libro hace una interesante pintura
de la economía global en acción, especialmente las descripciones
de la fabricación en China y el mercado residual para la exportación
de ropa de segunda mano. M
En la encrucijada Es innegable que el sector privado tiene un rol esencial en mejorar el |