Foto: Diego Fasce
Hereford Steak House
Avenida 9 de Julio 1465 (y Posadas)-La Recova
Tel. 4394-4888 / 4322-0746
Todos los días de 12:00 pm a 01:30 am
Estacionamiento sin cargo.
Tarjetas principales.
Las vacas, aunque no lo sepan, forman parte de la mitología nacional,
esa que se nutre de un territorio extenso cuya abundancia es eterna. “Estamos
condenados al éxito”, dijo algún presidente y en esta rara
condena, las vacas nos ayudan y mucho.
Las vaquitas, sean nuestros o ajenas, son sinónimo de riqueza en todos
los sentidos y, por supuesto, también de satisfacción. Nada ni
nadie puede suplirla –tal vez, el fútbol, pero no es lo mismo–;
seremos ricos por las vacas o directamente no seremos.
La apertura de un nuevo restó donde se rinde culto al sagrado mamífero
nacional, entonces, no puede ser más que celebrada. En este caso no sólo
por cuestiones rituales, sino por varios motivos más. Hereford Steak
House es una elegante parrilla, cuya ambientación está acorde
con el micro polo gourmet conformado en La Recova de Posadas.
Una buena disposición de mesas cuya distancia permite darse tranquilo
al ritual colectivo del comer. La iluminación correcta, no molesta ni
tampoco promueve el juego del gallito ciego. Todos los requisitos de comodidad
y calidez están cumplidos con buen gusto, lejos de cualquier barroquismo
kitsch –léase estilo Faena–.
Ahora pasemos al asunto principal de esta sección que son las cosas del
comer. Antes una aclaración no menor. La carne presentada, obvio la vacuna,
proviene de la raza Hereford y está certificada por la Asociación
Argentina de Criadores de Hereford y, como si fuera poco, el INTA juega de auditor
externo.
De entrada, para templar el espíritu, nos entregamos a unos rolls
de jamón crudo ($14) que envolvían un petit atadillo
de espinaca, rúcula y albahaca. Todo ello con una vinagreta de mostaza
que de haber sido menos fuerte habría alcanzado su sencilla perfección.
Ipso facto llegó un camembert ($14) rebozado con semillas
de amapola y sésamo. Logrado efecto en el crujiente de las semillas con
la untuosidad del queso apenas caliente. Sabroso plato para compartir.
Con un buen timing llegaron las achuras: mollejas de ternera ($ 25),
chinchulines de ternera ($12) y de cordero ($21). Sabrosas las de cordero, vienen
trenzadas, crocantes pero sin excesos. Arte difícil el de la molleja,
debe estar bien cocinada más no seca –al menos así dice
el manual, luego uno las come como más le gusta–, y así
estaban.
Mientras la noche se alargaba y el cinturón se acortaba, el breve lapso
antes del arribo de los platos principales, fue acompañado por un sorbete
de cítricos y menta (trocitos de hoja). Necesario refresco que Hereford
ofrece para contrarrestar la untuosidad de las achuras.
Por simple curiosidad o para confirmar el manejo de parrilla, una de las elecciones
recayó en salmón rosado con salsa tártara ($28). No hubo
sorpresa alguna, exquisito en todas sus dimensiones: punto de cocción,
textura, sabor. Cerramos la ceremonia con un imprescindible bife de chorizo
(400 grs.- $26). Se respetó el punto solicitado –algo que siempre
hay que valorar– y de sabor correcto.
Para los postres, un clásico remozado: selva con helado ($15). Buen equilibrio
entre la acidez de frutos pequeños rojos y negros y la cremosidad del
helado.
La propuesta de Hereford Steak House se complementa con una buena carta de vinos
(desde $25, también hay por copas), seleccionada por un sommelier
quien también está presente para sugerir cuando las dudas nos
acechan. El servicio gentil, preciso y con conocimiento de causa cada vez que
se preguntó por tal o cual plato.
El balance fue positivo. Debemos también reconocer que los precios tienen
una relación terrenal con lo presentado. No obstante debemos entender
que para llegar a la excelencia todavía falta un trecho. Distancia que
la gente de Hereford, sin dudas, está dispuesta a recorrer. M
M. C.