Ilustración: Agustín Gomila
Francisco de Quevedo, el gran poeta del Siglo de Oro español, sabía
que, quien al lado trae dinero, es hermoso aunque sea fiero.
Esto lo sabe, también, todo aquel que administre fondos públicos.
La lucha por las “cajas” es feroz en la Argentina, donde todavía
no existe la Ley de Coparticipación Federal exigida por la Constitución,
y el Ejecutivo cambia la Ley de Ministerios (o el Presupuesto Nacional) a cada
rato, emitiendo Decretos de Necesidad y Urgencia.
La falta de previsibilidad provoca enfrentamientos entre Nación y provincias;
entre oficialismo y oposición; aun entre ministros del propio Poder Ejecutivo.
La desaparición del Tribunal de Cuentas (reemplazado en 1994 por una
Auditoría General de la Nación que sólo puede emitir opiniones
a posteriori) y la negligencia del Congreso, que no considera los balances
del Estado nacional (el último aprobado es el de 1996) hace que tales
enfrentamientos se desarrollen sin reglas.
Una de las pujas terminó con la expulsión de Roberto Lavagna –el
ministro de Economía que capeó el temporal post-devaluación–
y luego de eso se encumbró Julio De Vido, el actual Super-Ministro.
El 22 de noviembre último, Lavagna denunció que algunos contratistas
del Estado, se ponían “de acuerdo” para cobrar “sobreprecios”.
Según él, los cartels se daban en el sector de la construcción.
La afirmación no fue hecha en un ámbito cualquiera. Lavagna estaba
ante medio millar de empresarios de la construcción, reunidos en la convención
anual de la cámara que los agrupa, la CAC. Frente a ese auditorio subrayó:
“El caso de Vialidad es bien conocido por ustedes y saben que está
siendo investigado por Defensa de la Competencia [dependiente de Economía]
e incluso por el Banco Mundial [que mantiene sus relaciones con el país
a través de Economía]”. Todos entendieron el mensaje: Lavagna
quería auditar a De Vido. En materia de obra pública, no podía
funcionar un cartel sin la connivencia de un sector del Estado.
Esa noche, el Presidente pareció desautorizar a su Ministro de Economía.
Dejó a un lado la confrontación con los empresarios –una
característica de sus discursos– para decirles a los contratistas:
“Queremos que sepan que ustedes forman parte de la columna vertebral de
la economía del país”.
Era un rarísimo elogio, teniendo en cuenta que Kirchner vive descubriendo
conspiraciones, oligopolios, abuso de mercado y manipulación de precios
por todas partes.
“Es un aval a De Vido”, interpretó un miembro de la CAC.
Un poco de historia
Lavagna estaba empeñado, desde hacía meses, en retomar control
sobre la infraestructura y los servicios públicos.
No era el primer inquilino del Palacio de Hacienda con preocupación por
el tema. Durante el gobierno de Carlos Menem, Domingo Cavallo, no cejó
hasta que el Ministerio de Obras y Servicios Públicos quedó dentro
de su órbita.
Con la caída de Fernando de la Rúa y de Cavallo –que había
regresado al gabinete– se reestructuró el Ejecutivo.
Ya no había un ministro de Economía fuerte. El primero que tuvo
Duhalde fue Jorge Remes Lenicov.
Por otro lado, el duhaldismo quería manejar –con vistas a las elecciones
de las cuales surgiría el nuevo gobierno– algunos recursos de significación
proselitista. Las obras públicas e hídricas, el desarrollo urbano
y la vivienda pasaron a depender directamente de la Presidencia de la Nación.
Pero, más allá de los límites establecidos por la Ley de
Ministerios, Lavagna –que el 27 de abril de 2002 sustituyó a Remes–
fue adquiriendo poder por su éxito en la administración de la
crisis. Su peso era tal que Kirchner –ansioso por reforzar sus chances
electorales– se vio obligado a decir, en plena campaña presidencial,
que su plan era confirmar al Ministro de Economía.
Consagrado Presidente, Kirchner cumplió la promesa; pero antes negoció
con Duhalde una modificación a la Ley de Ministerios.
El nuevo mandatario quería tener, desde el primer día, a De Vido
como contrapeso de Lavagna.
Para que ambos asumieran junto con Kirchner, Duhalde debió emitir el
Decreto de Necesidad y Urgencia 1283. Lo hizo 24 horas antes de traspasar el
mando: el 24 de mayo de 2003.
En los considerandos de ese decreto, se lee:
“A los fines de reflejar con mayor precisión las metas de gobierno
fijadas, en especial en materia de planificación de la inversión
pública tendiente a un equilibrado desarrollo geográfico regional
que consolide el federalismo, se estima aconsejable proceder a la creación
de un MINISTERIO DE PLANIFICACIÓN FEDERAL, INVERSIÓN PÚBLICA
Y SERVICIOS, al que, en atención a la especificidad de los cometidos
a asignar, le es transferido las áreas de energía y comunicaciones,
provenientes del actual MINISTERIO DE ECONOMÍA; lo atinente a las obras
públicas, la temática hídrica, el desarrollo urbano, la
vivienda y la energía atómica, entre otras, desde la órbita
de la PRESIDENCIA DE LA NACIÓN; mientras que todo lo atinente al sector
minero y del transporte, desde el actual MINISTERIO DE LA PRODUCCIÓN”.
En teoría, Duhalde también fortaleció al Ministro de Economía,
desarmando el anterior Ministerio de la Producción. A Lavagna le serían
asignadas la agricultura, la ganadería, la pesca, la industria y el comercio.
Sin embargo, ésas eran funciones meramente reguladoras. El Estado no
tiene campos, ni ganado, ni buques pesqueros, ni industrias ni redes comerciales.
De Vido, en cambio, podría autorizar la construcción de presas,
licitar caminos, construir casas, otorgar concesiones mineras o dar subsidios
al transporte.
A la asimetría inicial fueron agregándose otras. Sucesivos Decretos
de Necesidad y Urgencia ampliaron el poder de Planeamiento Federal.
Cuando Lavagna decidió salir a frenarlo, sabía muy bien que estaba
poniendo a Kirchner en una encrucijada.
El discurso frente a la Cámara Argentina de la Construcción tuvo
un significado clarísimo: “De Vido o yo”.
El Super-Ministerio
Cinco días después, Lavagna tuvo respuesta: el Presidente le pidió
la renuncia.
A partir de ese momento, De Vido comenzó a afirmarse como el Super-Ministro.
Desde los negocios con Venezuela –a través de la petrolera fantasma,
ENARSA, que creó el Estado– hasta las tarifas del último
peaje, todo pasa por sus manos.
ENARSA es un sello de goma, pero tiene una enorme capacidad de negociación.
Se constituyó como una Sociedad Anónima, en la cual el Ministerio
de Planificación Federal posee 53% y puede incorporar socios libremente.
Como el Estado ha puesto en cabeza de esta Sociedad Anónima toda la plataforma
submarina, los recursos hidrocarburíferos que haya bajo el Mar Argentino
podrán ser negociados por el Ministerio, vendiéndoselos de manera
directa a Venezuela o cualquier otro socio.
Las dos últimas adquisiciones de De Vido fueron la ex Aguas Argentinas
y la ex Dirección de Fabricaciones Militares.
El 21 de marzo, el Ministro anunció que el Ejecutivo acababa de rescindir
por decreto el contrato con Aguas Argentinas, fundando tal decisión en
incumplimiento, por parte de la empresa, del plan de obras comprometido: un
plan cuyo objeto era la expansión y mejora del servicio. De Vido dijo,
además, que la compañía había puesto “en peligro
la salud de la población”, y respaldó tal afirmación
con datos sobre el nivel de nitratos hallado en el agua en la localidad de Lavallol.
El servicio de agua y cloacas para la Ciudad de Buenos Aires y 17 partidos del
conurbano bonaerense fue asumido entonces por una empresa estatal creada al
efecto: Aguas y Saneamiento Argentinos (AYSA), que actúa dentro del ámbito
de Planificación Federal.
El mercado cautivo que hereda AYSA no es para despreciar. No lo despreció,
por cierto, el consorcio internacional que integró Aguas Argentinas,
encabezado por la francesa Suez (N° 99 entre las 500 de Fortune) y completado
por la Sociedad Aguas de Barcelona, el Banco de Galicia y Buenos Aires, Vivendi,
Anglian Water y la Corporación Financiera Internacional.
AYSA es presidida por el abogado Carlos Humberto Ben, que hasta el día
de la rescisión del contrato de Aguas Argentinas era director de ese
consorcio. El sindicato tiene, como en Aguas Argentinas, 10%; pero ahora su
secretario general, José Luis Lingieri, ejercerá mayor influencia.
La nueva empresa estatal invertirá, en el curso de un año, $349
millones en desarrollar su red. Si se tiene en cuenta el área de influencia
de la compañía, se comprenderá la importancia que puede
tener el tendido de cañerías durante un período electoral,
sobre todo en las condiciones ya anunciadas por el Ministerio de Planificación
Federal: las tarifas permanecerán congeladas y no se despedirá
ni a un solo trabajador.
La Dirección General de Fabricaciones Militares, por su parte, es un
complejo industrial apreciable. Produce armas portátiles, municiones
para armas portátiles, repuestos de pistolas y carabinas, elementos de
recarga; dinitrotolueno, trotyl, nitroglicerina, éter dietílico,
barros explosivos, nitrocelulosas, gelignitas amónicas, agentes de voladura,
emulsiones explosivas; ácido nítrico, ácido sulfúrico,
amoníaco anhidro, nitrato de amonio; separadores de petróleo,
vástagos y contravástagos, asientos y cuerpos de válvulas,
pistones, camisas para cilindros, tanques de acero para almacenajes de combustibles,
calderas, matrices, piezas forjadas y otros productos.
Hay quienes creen que las fábricas militares, en tanto hacen a la defensa,
son ajenas al Ministerio de Planificación Federal. Sin embargo, todo
ese universo de productos significa gran cantidad de negocios. No se trata del
eventual negocio oscuro, que tiene que ver con los famosos “retornos”:
el solo hecho de aprobar o rechazar a un proveedor otorga, a quien ejerce esa
facultad, un poder extraordinario. Aun cuando no haya contraprestación
directa, toda adjudicación tiene un valor potencial.
Poder administrador y político
Es natural que De Vido despierte celos, envidias, sospechas, críticas
a imputaciones. Todo eso se amplificará ahora, cuando el país
se encamina a una nueva elección presidencial.
En Diccionario de Política, una obra conjunta de varios politólogos
italianos, se dice algo que parece definir el rol del Super-Ministro de Kirchner:
“La conquista de las posiciones de poder político y la administración
de los recursos públicos de carácter nacional y local acrecientan
los recursos de los partidos electorales de masas, que mediante aquellas posiciones
pueden satisfacer las demandas de estratos diversos de la población ganándose
su favor”.
Kirchner eligió a De Vido para administrar fondos públicos, confiado
en la probada habilidad de su Ministro para financiar la satisfacción
de determinadas demandas. Dicho de otro modo, para convertir poder administrador
en poder político. M
Cargos específicos El 26 de abril, el Senado convirtió en ley un controvertido proyecto, |
Identikit En el sitio web del Ministerio de Planificación Federal |
Historias de Pago Chico
El amo del feudo
Alguien que lo conoció bien es Daniel Osvaldo Gatti, un ex militante
de la Juventud Peronista, que combatió a la dictadura militar y sufrió
cárcel, entre 1977 y 1982. Al reestablecerse la democracia, Gatti se
radicó en Santa Cruz, donde años más tarde se destacó
en el periodismo político.
Sus programa radiales (“A los Cuatro Vientos”, FM Abril; “Séptimo
Día” LU12 Radio Provincia de Santa Cruz) lograron irritar, en su
momento, al gobernador Néstor Kirchner.
Gatti es autor de una “biografía no autorizada” del actual
Presidente de la Nación, publicada bajo el título “Kirchner,
el Amo del Feudo”. Despojándolo de opiniones personales del autor,
sarcasmos y sobrenombres, creemos interesante tomar de ese libro –inhallable
en librerías– referencias a Julio De Vido; un personaje de cuya
existencia los argentinos, fuera de Santa Cruz, no fueron conscientes hasta
2003. Habiendo omitido o sustituido párrafos inapropiados [lo cual se
indica mediante corchetes] reproducimos a continuación algunos conceptos
de Gatti.
La máquina de cooptar
Kirchner asumió la intendencia de Río Gallegos en 1987. Ese mismo
día, comenzó a trabajar por su candidatura a gobernador. De Vido,
junto con Cristina Fernández, tendría un papel de suma importancia
en su estrategia. Éste es el relato de Gatti sobre la ceremonia inaugural
del intendente Kirchner: “Los bombos hicieron vibrar el salón mientras
Oscar Vázquez […] juraba como secretario de Gobierno; luego Ramón
Alberto Lascano […] en Obras Públicas y Urbanismo; Luis Salvidia, en
Hacienda; y la más aplaudida de todos, Alicia Kirchner, en la flamante
Secretaría de Promoción Social. En tanto, el demócrata-cristiano
Hugo Gárdes, asumió la Secretaría General. [Kirchner] se
encargó de dejar en claro, a los integrantes del Frente Municipal, que
el jefe era él; y luego inició [la tarea de] cooptar cuadros ajenos.
Para ello generó el Consejo de Planeamiento, Asesoramiento y Consulta,
conducido por su esposa Cristina; y por el arquitecto Julio De Vido”.
La caída de dos gobernadores
El gobernador Jaime del Val –quien nunca se recuperó plenamente
de una embolia cerebral que sufrió en 1989– fue destituido en 1990
por corrupción. La acusación fue llevada adelante por Cristina
Fernández. Destituido Del Val, asumió el vicegobernador, Ramón
Granero, y Cristina Fernández, vicepresidente 1ª de la Cámara
de Diputados, quedó primera en la línea de sucesión.
Granero accedió a nombrar a Héctor Icazuriaga como ministro de
Gobierno; Daniel Cámeron como ministro de Economía; Alicia Kirchner
como ministra de Asuntos Sociales; y De Vido al frente de Vialidad Provincial.
La gestión Granero duró poco. Acosado por la crisis económica
y las internas peronistas, el 2 de mayo de 1991 presentó su renuncia.
Cuando De Vido se enojó con Kirchner
Kirchner, lanzado ya a la gobernación, buscó tejer alianzas en
el interior de la provincia. “Uno de los mayores interrogantes era quién
lo reemplazaría en la intendencia. Su hermana Alicia estaba entre sus
anhelos, pero no crecía en las encuestas. Con mejores números
aparecía De Vido”.
“El 12 de abril de 1991, se realizó un acto en el cine Carreras.
El orador inicial fue Felipe Ludueña, un aliado de Kirchner, perteneciente
a la derecha peronista ortodoxa, amigo [del sindicalista] Diego Ibáñez
e impulsor de la intervención federal al gobierno de Jorge Cepernic [quien
estuvo preso durante la dictadura por haber facilitado la filmación de
La Patagonia Rebelde]. […] Entre los presentes estaba Carlos Lemarchand, un
intendente UCR que ese día cambió de bando”.
“Un nervioso De Vido [cosechó pocos aplausos] cuando fue presentado
como el candidato a intendente de Río Gallegos. Titubeante y con la voz
nerviosa, su discurso nunca tomó vuelo. La barra no lo acompañó”.
“La noche siguiente, De Vido le entregó una plaqueta de la Municipalidad
de Río Gallegos al boxeador Locomotora Castro […] y los silbidos de
la popular colmaron el Hispano Americano. Luego, la laguna María la Gorda
se cubrió con volantes [contra] su candidatura [atribuidos a] Rudy Ulloa
Igor, chofer de Kirchner y quien ya manejaba los aparatos movilizadores del
Frente para la Victoria”.
“La candidatura de De Vido fue reemplazada por la de Manuel López
Lestón, un anciano peronista, tío de Kirchner”.
“De Vido reunió a su escasa tropa y acusó a Kirchner de
’autoritario y absolutista’, palabras que volaron hasta los oídos
[del propio Kirchner], quien lo mantuvo bajo castigo hasta diciembre de aquel
año”.
En realidad, lo protegió. “Kirchner había entendido que
De Vido no era representativo hacia adentro del PJ y que en Gallegos había
nacido un nuevo fenómeno: [el radical] Alfredo Freddy Martínez,
que sería el intendente de Gallegos por ocho años. López
Lestón “fue llevado, en un desgaste inútil, a una elección
que se había dado por perdida”.
Mano derecha
La reconciliación no tardó mucho. Kirchner llegó a gobernador
y necesitó tanto la capacidad de cooptación como la habilidad
para administrar fondos que De Vido había demostrado en la intendencia.
A lo largo de los 11 años de gobierno kirchnerista en la provincia, De
Vido estuvo al lado del gobernador.
Fue su ministro de Economía hasta 1999.
Y su ministro de Gobierno hasta 2003. M
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