El Che indígena

    Ilustración: Agustín Gomila

    n la prensa internacional, Hugo Chávez pasó a un segundo plano.
    Claro que, en el largo plazo, el venezolano tendrá una ventaja. A falta
    de Unión Soviética, lo único que puede agigantar a un “revolucionario”
    es el petróleo: ese recurso que en el Zulia abunda como en pocas partes.
    El liderazgo, sin embargo, no se hace sólo con petrodólares.
    Chávez no tiene rasgo original alguno. Se parece a muchos de los militares
    populistas que América latina dio en los años ’50.
    En cambio, el continente exhibe ahora a una figura que (sin petróleo)
    atrae, como nadie, el interés del mundo.
    Es Evo Morales.
    El 20 de enero último, los amautas lo purificaron con agua de un manantial
    sagrado. Luego, esos sacerdotes aymará le entregaron un báculo,
    símbolo de su autoridad sobre todos los pueblos andinos.
    El nuevo presidente de Bolivia estaba ataviado con una túnica, cuyos
    dibujos se habían tomado de archivos arqueológicos. Fue la ceremonia
    de Investidura del Mando Originario, celebrada al lado de La Puerta del Sol
    –símbolo de la cultura amerindia– en Tiahuanaco: la antigua
    ciudad sacra de los aymaras (o collas).

    La puerta del sol
    Es cerca del gigantesco lago Titicaca, a unos 3.800 metros sobre el nivel del
    mar. La mitología amerindia ubica allí el origen del Universo:
    Viracocha, el Señor del Universo, emergió del Titicaca para encender
    el sol, la luna y las estrellas. Creó también unas criaturas –los
    Wari-Wirakocha– que se corrompieron y, en castigo, fueron petrificados.
    Luego, Viracocha dio vida a otros seres. Los modeló en piedra, les pintó
    los trajes que debían llevar, dio color a sus cabellos, les enseñó
    a hablar y a cantar. Por último, dispuso dónde debían vivir
    y se fue caminando por sobre las aguas del Titicaca.

    Morales no es un presidente más, que promete remediar los males heredados
    de la gestión anterior. Para él, la tarea consiste en resarcir
    a los amerindios de todo cuanto perdieron desde que Cristóbal Colón
    llegó a América y, luego, Francisco de Pizarro al Perú.
    No es el primer presidente indígena de América.
    El primero fue Benito Juárez (México, 1861-1872), pero Juárez
    era un hombre del sistema. Antes de ocupar la Presidencia, había sido
    gobernador de Oaxaca, ministro de Justicia e Instrucción Pública
    y presidente de la Corte Suprema de Justicia.
    México, además, no era un país de mayoría indígena.

    A diferencia de Juárez, Morales fue pastor de llamas, panadero y cultivador
    de coca. Como líder, estuvo siempre del lado contestatario. Se destacó
    en la lucha por los derechos de los campesinos, los mineros y los obreros indígenas.
    Participó de marchas, huelgas y piquetes (o plantes, como se los llama
    en su país).
    A diferencia de México, por otra parte, Bolivia es un país de
    abrumadora mayoría amerindia.
    Su nuevo presidente sostiene que los bolivianos padecieron, durante 500 años,
    la opresión de la “élite blanca”. A su juicio, los
    indígenas fueron explotados durante la colonia y, también, “en
    la vida republicana”. Por eso, al asumir, rindió homenaje a Tupac
    Katari, Tupac Amarú y otros venerados indígenas.
    Como si fuera un continuador de aquellos mártires, gritó: “Resistimos
    500 años para tomar el poder por otros 500”. Se sentía el
    vengador de sus antepasados y estaba seguro de inaugurar una nueva dinastía.

    “Si no puedo avanzar, empújenme ustedes. Es posible que me equivoque,
    pero jamás traicionaré la lucha del pueblo”, dijo a los
    millares de indígenas que lo escuchaban con unción.
    Al hablar del medio milenio “oscuro”, eximió a los libertadores:
    Simón Bolívar, José de San Martín y José
    Antonio de Sucre .
    También a Ernesto Guevara, el guerrillero argentino-cubano que murió
    en Bolivia cuando Morales estaba por cumplir ocho años.
    “Vamos a cumplir la lucha que dejó el Che Guevara”, prometió.
    La idea de un aborigen convertido en jefe de Estado de Bolivia –el país
    que fue la tumba del Che– y juramentado a proseguir la obra revolucionaria,
    tiene un atractivo casi universal.
    La prensa conservadora norteamericana comenzó a demonizarlo; y los diarios
    progresistas de Francia, a idealizarlo.
    A nadie le pasó inadvertida la consigna que lanzó Morales al asumir:
    “ Torcerle el brazo al Imperio”.
    Jorge Castañeda, sin embargo, considera que no conviene sacar conclusiones
    apresuradas. El ex canciller mexicano no cree que en América latina haya
    un movimiento homogéneo, capaz de volcar a la región hacia la
    extrema izquierda.
    Ve dos clases de líderes:
    • Los que provienen del comunismo, el socialismo o el castrismo (con la
    excepción del propio Castro), pero aceptan “la economía
    de mercado, la democracia representativa, el respeto a los derechos humanos
    y la geopolítica responsable”, siempre conservando la autonomía
    y la sobriedad. Entre tales líderes ubica a Ricardo Lagos y su sucesora,
    Michelle Bachelet, Lula da Silva y “puede que” Tabaré Vázquez.
    • “Aquellos líderes cuyas raíces se hunden profundamente
    en la tradición populista latinoamericana, como Hugo Chávez en
    Venezuela, Néstor Kirchner en Argentina, Andrés López Obrador
    en México o Evo Morales en Bolivia, tienen un carácter diferente.
    Están mucho menos convencidos de los imperativos de la globalización
    y de la ortodoxia económica, del valor intrínseco de la democracia
    y del respeto a los derechos humanos, y no hay nada que les guste más
    que meterse con la Casa Blanca, especialmente con sus inquilinos actuales”.
    De todos modos, “es poco probable que Evo Morales resucite al Che Guevara
    o se convierta en un Fidel Castro andino. Su país tiene frontera con
    otros cuatro, es trágicamente pobre (aunque rico en reservas de gas natural),
    depende dramáticamente de la ayuda exterior y tiene el peor historial
    de inestabilidad de toda Latinoamérica. Si Estados Unidos actúa
    con serenidad, y si Brasil finalmente asume sus responsabilidades en los asuntos
    del hemisferio, Evo será noticia, pero no hará historia”.
    Hay quienes se burlan de los caracteres folklóricos de Morales. Es el
    caso del periodista español Pablo Molina, que escribió: “Acaba
    de visitarnos la reencarnación indigenista de Ernesto Guevara, a quien
    el presidente boliviano rinde constantes muestras de admiración. Un Che
    Guevara, eso sí, con el jersey de Freddy Krugger. No es fácil
    saber qué da más miedo”.
    Lo que más miedo debería darnos es la frivolidad. Cuando un dirigente
    como Evo Morales asciende con un mandato tan fuerte, sus bravatas son juramentos
    que hace a la masa que lo ungió. La traición podría ser
    más grave que el cumplimiento.
    Para limitar los riesgos que presenta la “nueva Bolivia”, lo más
    prudente es seguir el consejo de Castañeda: “serenidad” en
    los Estados Unidos y “responsabilidad” en Brasil. M

    “ ”

    Mientras no hable con hechos, hay que limitarse a analizar sus palabras.
    Por ahora, Evo Morales hace gala de retórica, pero asoma como un
    pragmático y hasta confiesa que lo alcanza el sortilegio del poder:
    “Ha llegado la hora de liberarnos completamente. Siento que crece
    una ola de liberación por toda América Latina”.
    “Aymaras, quechuas, chiquitaos y guaraníes: por primera vez
    vamos a ser presidentes”.
    “Tendremos una economía basada en la solidaridad y la reciprocidad.
    No despreciamos la presencia de inversiones extranjeras, pero queremos
    inversiones reales, en dinero fresco, para industrializar nuestros hidrocarburos,
    bajo control estatal”
    “No habrá cero coca, pero habrá cero tráfico
    de drogas”
    “Perdono a los de la Casa Blanca por tantas humillaciones. Los perdono
    porque a través del diálogo debemos buscar la paz y la justicia
    social.”
    “Si es el Tratado de Libre Comercio, si es el ALCA, si es el ALBA
    que propone Chávez, si es el Mercosur o la Comunidad de Naciones
    Sudamericanas, eso lo evaluaremos técnicamente, poniendo al mismo
    nivel de igualdad a todos los tratados que se están promoviendo
    actualmente”.
    “Cuando era niño caminaba durante tres semanas con mis llamitas
    desde el altiplano a los valles para poder sobrevivir, ahora gracias al
    apoyo de gobiernos solidarios viajo en avión particular y soy recibido
    en diferentes países con honores militares y me trasladan en limosinas”.

    Ficha personal

    Fuente: abeceb.com en base a INDEC

    En términos históricos, el intercambio comercial entre la Argentina
    y Bolivia mostró resultado positivo para nuestro país. No obstante,
    desde el año 2002 el saldo se ha reducido paulatinamente. En 2005 alcanzó
    U$S 95,9 millones como consecuencia del fuerte incremento de las importaciones.

    Fuente: abeceb.com en base a INDEC

    En términos de grandes rubros, el único que mostró saldo
    negativo para la Argentina fue el correspondiente a Combustibles, siendo además
    el que involucra los mayores valores tanto para las exportaciones como para
    las importaciones. Otro punto a remarcar es que tanto de Manufacturas de Origen
    Industrial (MOI) como de Manufacturas de Origen Agropecuario (MOA), las importaciones
    desde el país boliviano fueron prácticamente inexistentes.

    El Braden de Evo

    Manuel Rocha había pasado tres años manejando, como “encargado
    de negocios”, la embajada de Estados Unidos en la Argentina. El
    14 de julio de 2000, fue designado embajador en Bolivia.
    Su misión en el Altiplano: llevar adelante el Plan Dignidad, impulsado
    desde Washington. A cambio de ayuda económica, Bolivia debía
    erradicar la coca.
    Los cocaleros, como Evo Morales, se 1blema no era la planta de coca –de
    múltiples usos– sino la cocaína. A su juicio, Estados
    Unidos debía controlar el tráfico y consumo en su propio
    territorio. Washington estaba de acuerdo en ocuparse del tráfico,
    pero alegaba que prohibir el consumo era ir contra los derechos individuales.

    Era una posición que irritaba a los agricultores bolivianos.
    El 17 de octubre de 2001, Rocha no tuvo mejor idea que provocarlos públicamente:
    “Si llegara el momento en el cual estos compromisos (de erradicar
    la coca) dejaran de existir, ténganlo por seguro, nuestra ayuda
    será diferente. Los fondos están ahí porque hay un
    compromiso; sin él, la ayuda disminuirá”.
    La amenaza tuvo dos consecuencias:
    1)- El gobierno de Bolivia se apresuró a confirmar que continuaría
    con el plan de erradicación en Chapare: la región de Evo
    Morales.
    2)- Morales se convirtió en un héroe de los agricultores,
    los indígenas y todos aquellos que rechazaban la arrogante intervención
    de los Estados Unidos.
    Ese año, el MAS presentó a Morales como candidato presidencial,
    y logró una espectacular cantidad de votos. Tanto que, ya entonces,
    arañó el triunfo que alcanzaría tres años
    más tarde.
    Durante la campaña, el MAS pegó afiches que preguntaban:
    “¿Quién está al frente? ¿Rocha o
    la voz del pueblo?”.

    Convencido de que el embajador norteamericano era el adversario ideal,
    Morales lo provocaba. Cuando los otros candidatos a Presidente propusieron
    un debate, Evo respondió: “Yo no debato con los payasos.
    Quiero debatir con Rocha, que es el dueño del circo”.
    Como Spruille Braden –aquél embajador norteamericano que
    se convirtió en el punching ball político del coronel Juan
    Domingo Perón en la Argentina de 1946– Rocha permitió
    el entrenamiento de Morales.
    En Washington, muchos acusan al ex embajador de haber “fabricado”
    al actual Presidente de Bolivia.