El tema central instalado en la agenda económica es, desde hace pocos meses, el aumento en el nivel de inflación. Tener dos dígitos de alza anual en los precios, no es asunto para subestimar. Pero sí para poner en perspectiva. Tras una devaluación de 200%, la inflación acumulada desde 2002 es de 60%. No hubo disparada alocada de precios en todo este lapso, y lo que es más importante, nadie se acordó de la temible indexación que tantas calamidades trajera antaño.
Se insiste en que el nivel de inversiones es muy pobre. Es una verdad a medias. Está creciendo y recuperando niveles de años de la década pasada. El ministro Roberto Lavagna reclama dos o tres puntos más sobre el actual nivel de casi 20%. Con 23% de inversión anual tal vez se puede crecer a 4% anual lo que no es nada malo visto el historial de nuestro país- aunque a ese ritmo no se logre recuperar terreno frente al grupo de países en el pelotón de vanguardia.
También incide, junto con el nivel de inversión, los índices de productividad de nuestra economía. Cuanto más altos, más posibilidad de crecimiento.
Está claro que desde Economía se busca una convergencia de crecimiento en ese orden de 4 a 4,5%, durante un largo periodo. Los impacientes, con razón, reclaman más ahorro y más inversión (amén de más productividad) para crecer fuerte y descontar ventajas con otros países en menos tiempo.
Para clarificar la cuestión, Mercado solicitó que hablaran los datos: se le pidió a abeceb.com, el think tank liderado por Dante Cica, una explicación histórica reciente comparada con otros países de la región y la interpretación de lo que significan los principales indicadores. Es lo que sigue.
Pobre desempeño
La capacidad de sostener tasas elevadas de crecimiento depende crucialmente de la inversión, es decir, de los recursos que se destinan a incrementar el stock de capital, la capacidad productiva y la productividad de la economía. Como se puede observar en el gráfico de la comparación histórica con los principales países de la región, durante las últimas dos décadas, la Argentina presenta un pobre desempeño inversor con relación a dichas economías.
Cuando se realiza la comparación respecto al crecimiento económico, y si se analiza el caso de Chile en particular, queda demostrada la correlación entre crecimiento e inversión. En el gráfico se observa que, durante los años ´90, los niveles de inversión del país trasandino eran superiores a los del resto de las economías y el crecimiento promedio de la década fue de 6,8%.
Lo cual es sustento suficiente para justificar que la discusión económica de los últimos tiempos en la Argentina, gire en torno al tema de las inversiones. Sin embargo, aún no se ha llegado a un consenso, dado que los más optimistas sostienen que los actuales niveles de inversión son suficientes, mientras otros demandan niveles mayores para crecer a tasas elevadas y así reducir el problema de la pobreza.
La inversión en términos del PBI se ha recuperado fuertemente en los últimos 3 años. En el 2002, medido a valores constantes se alcanzó una relación con el PBI de 11,3%, y al primer semestre de 2005 superó 18%.
Si se realiza la comparación a valores corrientes, ya se alcanzó el nivel máximo de 19,9% del PBI observado en 1998. No obstante, a valores constantes aún se está por debajo en dos puntos. Por otra parte, si se observa la inversión en equipo durable, la misma es la que más cayó y aún se ubica 2 puntos por debajo, mientras que la construcción a sólo uno. Existe consenso en que, si se quiere seguir creciendo a altas tasas, es necesario aumentar los niveles de inversión en al menos 2 puntos más del PBI.
Si observamos las importaciones de bienes de capital, un indicador indirecto del nivel de inversiones de la economía, se aprecia una tendencia decreciente a partir de segundo trimestre de 1998, cuando alcanzó el máximo de US$ 2.251 millones. Dicha caída, a la par del menor nivel de actividad económica, llegó a su piso en los primeros tres trimestres de 2002. En ese momento se combinaron el peor momento de la crisis, con su consiguiente bajo nivel de producción, y la devaluación del peso, que encareció el valor de las importaciones. A partir de allí, con la recomposición económica, las compras externas de bienes de capital siguieron una evolución creciente.
En términos generales, las participaciones de los distintos sectores productivos en el total de importaciones de bienes de capital, no presentan grandes modificaciones. Sin embargo, se destaca la caída del aporte en las compras de la industria manufacturera, que pasó de 35,3% en el promedio 1993 – 1998, a 25,2%, es decir, una reducción de más de 10 puntos porcentuales. Como contrapartida, se debe mencionar la suba en la participación de las importaciones de bienes de capital provenientes del agro, seguidas un escalón más abajo por los sectores transporte y comunicaciones.
Con relación al sector público, se evidencia que el gasto en obras del gobierno nacional se recuperó a partir del 2004, luego de los bajos niveles del 2002. Se debe tener en cuenta que, ante la falta de financiamiento, las erogaciones de capital fueron las principales partidas que sufrieron ajustes. En el año en curso, las inversiones del gobierno alcanzan 9% del gasto primario (erogaciones sin considerar el pago de intereses de la deuda), el máximo valor desde 1993.
En cuanto a la composición de las erogaciones de capital, las inversiones reales directas llevada a cabo por el sector público nacional son las que más dinamismo presentan en el acumulado a septiembre de 2005, incrementándose 29,2% con respecto al mismo período del año pasado. En términos de participación en el total, las transferencias de capital, cuyo principal destino son las provincias, son el componente más importante, representando 60,5% del total.