El desconcertante dilema de la decadencia argentina


    ¿Qué fue lo que salió mal? Algunos dicen que todo empezó al comienzo de la Primera Guerra Mundial, otros sostienen que la decadencia se hizo evidente con la crisis de los años ´30 del siglo pasado, y otros responsabilizan a la década peronista de 1946-1955.


    Responder a estos interrogantes es el inmenso esfuerzo que aborda el historiador de la economía, Roberto Cortés Conde (*) en su flamante libro La economía política de la Argentina en el siglo XX.


    El proceso de frustraciones reiteradas, ciclos de auge y desarrollo, seguidos de otros de estancamiento a veces difíciles de explicar- es la materia prima de este singular ensayo.


    Lo que sigue es la introducción al segundo capítulo, De la Primera a la Segunda Guerra Mundial, un momento de especial relevancia.



    El período de que se extiende de la Primera a la Segunda Guerra Mundial es extremadamente complejo. Como reacción a las situaciones inéditas que se vivieron guerras, crisis- tuvieron lugar importantes cambios institucionales que se acentuaron durante la Segunda Guerra y se convirtieron en definitivos. Importantes shocks externos incidieron sobre los cambios de las instituciones. El primero fue provocado por la Primera Guerra Mundial y afectó con alcances nunca conocidos no sólo a los países beligerantes sino a toda la economía mundial.


    Es probable que la Grand Guerre fuera la divisoria de aguas entre el mundo abierto al comercio, a los movimientos de capitales y población y el que lo siguió, aunque fue la crisis de 1930 la que concluyó definitivamente con la bélle epoque y creó las instituciones de un mundo distinto.


    La Primera Guerra Mundial tuvo también un efecto intelectual nada despreciable. No sólo los gobiernos habían intervenido en la economía lo que respondía a la nueva noción de guerra total, sino que los dueños del capital y del trabajo, que hasta entonces negociaban sus remuneraciones en el mercado, empezaron a darse cuenta de que podían mejorar o empeorar sus posiciones respectivas (sus precios relativos) apelando a la intervención del gobierno.


    El financiamiento con deuda o con emisión de dinero afectó las remuneraciones reales de trabajadores, ahorristas y capitales y tuvo efectos en los mercados en proporciones hasta entonces nunca vistas. La intervención de los gobiernos en los mercados de mercancías y cambios, (con el establecimiento del control de cambios que se generalizara en los ´30) en las locaciones urbanas, etcétera, creó un nuevo marco que afectó lo que hasta entonces eran decisiones que se tomaban mayormente en los mercados.


    Por otro lado, la guerra había acelerado la creciente participación de los sectores populares, cuyos reclamos empezaron a pesar, de un modo hasta entonces desconocido, en las decisiones gubernamentales. Esto se agravó cuando, finalizada ésta, los millones de hombres que habían expuesto sus vidas retornaron a sus hogares con una noción de sus derechos distinta de la que habían tenido cuando fueron movilizados. El caso más extremo fue el de la revolución bolchevique en Rusia, continuada con el fracasado intento espartaquista en Alemania. En Occidente los reclamos de los sectores populares llevaron a los gobiernos de Francia, Alemania y otros, a partidos de izquierda con proyectos para gravar más la riqueza que el consumo, lo que produjo un notable conflicto (War of attrition en Francia y Alemania) que en algunos países terminó en las salidas fascista y nazi.



    Intervención en los mercados



    La guerra generó la convicción de que el poder político podía intervenir en los mercados modificando los precios. Esto podía ocurrir indirectamente, aunque no de manera explícita, cuando un gobierno se endeudaba produciendo la suba de la tasa de interés o cuando monetizaba el déficit provocando inflación y la caída de los salarios reales. Pero también en forma directa regulando los mercados o por medio de una política cambiaria o tarifaria. No se trataba sólo de la utopía de la propiedad colectiva de los medios de producción, o de la economía planificada, sino de una variedad de medidas que, ensayadas durante la guerra, volvieron a aplicarse en la emergencia de la crisis.


    Si la economía de guerra había provocado que el Estado interviniera en los mercados, se empezó a pensar que también se lo podría usar para subsanar sus fallas.


    Estas transiciones hacia un nuevo marco institucional fueron graduales y sólo más tarde se advirtió la verdadera magnitud de los cambios.


    Pero la suspensión de la convertibilidad el patrón oro-, la intervención en los mercados de cambios en los países aliados para mantener las paridades nominales de anteguerra, el financiamiento en distinto grado con deuda o emisión, la intervención en los mercados de mercancías fijando precios máximos o mínimos-, las regulaciones del comercio y la producción fueron, en distinta medida, fenómenos generalizados. Aunque al concluir el conflicto se trató de volver a la normalidad esto no se logró del todo en los años veinte (el caso más notorio fue el fracaso de los intentos por retornar al patrón oro) y, finalmente, la crisis de 1930 condujo a un nuevo modelo institucional.


    En la Argentina, país no beligerante, la guerra tuvo, sin embargo, consecuencias no deseables. En primer lugar, siguiendo a los países europeos, se decidió, en agosto de 1914, la suspensión de la convertibilidad en la Caja de Conversión. La guerra afectó en forma notable el comercio de importaciones produciendo un shock de oferta: escasez de combustible, materias primas e insumos industriales que incidieron en la producción del país. También afectó a los mercados de capital y trabajo, ya que se interrumpieron los flujos europeos hacia el país que tanta importancia habían tenido en la preguerra.


    Aunque existió también una temprana intervención en los mercados, lo que tuvo mayor efecto fue la suspensión de la convertibilidad y la política monetaria y cambiaria en la descripción y en la siguiente apreciación del peso. En el mercado de trabajo se produjeron amplias fluctuaciones de los salarios reales, no sólo como resultado de los factores que influían en los mercados sino por las medidas del gobierno que llevaron a la depreciación/apreciación del peso.


    Dos circunstancias empezaron a mostrar el poderoso papel que el gobierno podía desempeñar para mejorar las ganancias de los factores (los precios relativos): la posibilidad de mejorar los precios subiendo las tarifas aduaneras que hacían más caras las importaciones y beneficiaba a los productores locales que las sustituían (esto podía hacerse, también, modificando los aforos) y la de mejorar los salarios reales con la apreciación del peso, lo que estaba en contradicción con la primera ya que la apreciación beneficiaba a los asalariados y ampliaba el consumo, a su vez reducía la tasa de beneficio de los empresarios, especialmente aquellos en actividades intensivas en trabajo. Si se quería alcanzar ambos objetivos como se hizo después con el control de cambios- había que evitar que el consumo se desplazara a las importaciones y además, como ocurrió durante el gobierno peronista, intervenir en otros precios para mantener elevados los salarios reales sin subir los nominales (porque ello perjudicaría a los productores de manufacturas locales). Cuestiones como las mencionadas llevaron a una creciente intervención del gobierno en distintos mercados.



    Cambios importantes



    En la Argentina se estaban produciendo cambios sociales y políticos importantes y no ajenos en un país con un enorme número de inmigrantes- a la experiencia europea. No sólo los sindicatos anarquistas, socialistas y comunistas tuvieron un papel hasta entonces desconocido en América del Sur, también el partido socialista influyó en reformas legislativas que hicieron menos fluido el mercado de trabajo (aunque apoyó siempre la estabilidad monetaria) y finalmente, el hecho de que desde 1912 estuviera en vigencia la ley de Sufragio Universal Obligatorio y Secreto llevó una amplia participación popular en los comicios y al partido radical al gobierno. Todo ello despertó expectativas populares que se tradujeron en movimientos sociales y en confrontaciones como en Europa- con quienes se veían amenazados por ellas.


    Aunque los conflictos nunca alcanzaron la magnitud y gravedad que tuvieron en Francia o en Alemania, en los años veinte se produjo una redistribución de ingresos hacia los sectores asalariados que se revertiría en los treinta. Sin embargo, alentó tendencias que irían a presionar la intervención del Estado en los mercados. Su influencia intelectual sería notable. El mundo de la bélle epoque, había terminado.



    (*) La economía política de la Argentina en el siglo XX, de Roberto Cortés Conde, 354 páginas, editado por Edhasa.