Una idea llamada a provocar polémicas fue lanzada recientemente por el economista ítalo-argentino Leonardo Gigli (ver Biografía).
Se trata de convertir a Mercosur en un área de alta productividad mediante la creación de áreas en las cuales empresas seleccionadas no pagarían impuestos ni servicios. No, al menos, de contado: deberían ceder una porción de sus acciones.
En el siguiente diálogo con Mercado, Gigli expone su idea y la defiende de las objeciones que podría merecer:
Crear zonas francas no es una idea muy original.
Una zona franca, por sí sola, no cambia mucho. Yo propongo una red de zonas francas de producción, unidas cada una a un puerto franco. El propósito es que industrias seleccionadas fabriquen allí productos de alto valor agregado, a gran escala y con bajo costo, para competir en el mercado mundial.
¿Qué significa “industrias seleccionadas”?
La zona franca otorgaría importantes beneficios fiscales y financiaría parte de los costes de producción. Estos beneficios no pueden ser otorgados a cualquiera. Cuando yo digo “industrias seleccionadas”, estoy pensando en empresas que desarrollen tecnología y agreguen valor.
¿Quién seleccionaría a esas empresas?
En cada caso, un ente, que administraría la zona.
Es una concepción un tanto burocrática.
No. Estoy pensando en “entes de coparticipación”, en los cuales los Estados tengan la mayoría, pero donde las empresas privadas tengan la posibilidad de integrar capital, intervenir en la asamblea de accionistas y participar en la dirección.
Sería una participación no decisiva.
Depende. Un importante número de decisiones, administrativas y técnicas, pueden ser directamente delegadas en los representantes empresarios. Hay, por cierto, un núcleo de decisiones que pertenecen al Estado concedente.
¿Puede especificar?
La producción de una zona franca no puede ser anárquica. Tiene que haber un plan maestro. Por empezar, la admisión de industrias en la zona no tiene que ser automática ni indiscriminada. El ente debe elegir a aquellas industrias que coincidan con el perfil que se le quiera dar a la zona, y analizar la capacidad técnica, operativa y financiera de cada aspirante. Más aun, el ente no debe tener una actitud pasiva. Es conveniente que salga a buscar y tentar a las industrias más interesantes.
Entonces, en las zonas no regiría la economía de mercado. Todo lo contrario. Existiría en esas zonas una libertad que no existe en otras partes. No habría trabas burocráticas, aranceles, impuestos, tasas ni retenciones. El ente financiaría, por un tiempo, los consumos de energía y comunicaciones. Además, cada ente tendría un banco propio, que otorgaría préstamos con períodos de gracia, plazos largos e intereses bajos.
Eso me mueve a hacerle dos preguntas. Primera: ¿quién paga la fiesta? Segunda: ¿no está proponiendo usted un régimen de subsidios, incompatible con las normas de la OMC?
Déjeme decirle que no habría ninguna fiesta. Financiar el start up, permitiendo la incubación de empresas, no es tirar manteca al techo. El sistema funcionaría de este modo: toda firma que se radicara en una zona, debería ceder al respectivo ente una pequeña porción de acciones. Eso le permitiría al ente participar en los beneficios de todas las industrias de la zona. Con eso recuperaría los adelantos hechos y, de haber excedente, constituiría un fondo de fomento, para encarar obras útiles al conjunto.
Como usted comprenderá, con esto no se viola ninguna norma de la OMC, porque las facilidades que se otorgan tienen contraprestación. No hay subsidio sino financiación.
Infraestructura
¿Quiénes se harían cargo de las obras de infraestructura que demandaría cada zona y cada puerto?
Los Estados.
¿Cada uno por su cuenta?
Yo propicio que todos los países del Mercosur suscriban un convenio constitutivo del sistema de entes de coparticipación, en el cual debería definirse los objetivos y hacerse una distribución de zonas, por especialidad. Ese convenio debería prever la forma en que los Estados participarían en la financiación de la infraestructura que demandará el sistema.
¿Qué haría un ente en caso de dificultad financiera?
Podría acudir a los mercados bursátiles, emitiendo obligaciones o negociando acciones.
¿Qué moneda circularía en las zonas? ¿Sería necesario crear una moneda del Mercosur?
Lo ideal es que funcione la moneda patrón del comercio mundial; la divisa por excelencia. Hoy, sería el dólar estadounidense. Mañana podría ser otra.
¿No afectaría esto la soberanía del país donde se instalara una zona franca?
En absoluto. La creación de la zona franca, y la adopción de la moneda patrón para las transacciones dentro de esa zona, sería una decisión soberana del país huésped. Quien puede lo más, puede lo menos. Un país puede decidir que el dólar sea el instrumento de cambio en todo su territorio; es lo que hizo Ecuador y, de manera indirecta, lo que hizo la Argentina durante la convertibilidad. Tanto más puede resolver que el dólar sea instrumento de cambio, únicamente en una zona especial, dentro de su territorio.
Se crearía, dentro del país huésped, una gran desigualdad. Los habitantes de la zona ganarían en dólares, y las empresas no pagarían los impuestos que todos pagan en el resto del territorio.
Las exportaciones de la zona precederían y prepararían el terreno para las exportaciones generales. Actuarían como puntas de lanza. Hay que tener en cuenta que el mercado interno carece de la escala necesaria para sustentar las altas tasas de crecimiento que necesita un país como la Argentina a fin de alcanzar el desarrollo en un período relativamente breve: 10 a 20 años. Eso sólo puede lograrse con una irrupción de productos argentinos en el mercado mundial; productos industriales, de alto valor agregado. Sin un régimen como el que propongo, me parece difícil lograrlo. Con un régimen así, a la larga se beneficiará todo el país.
Multinacionales
¿Usted aceptaría que una empresa multinacional se instalara en una zona franca?
Cada ente tendría que decidir, en función de sus objetivos y plan maestro. En principio, creo que no debería discriminarse a las empresas por su origen; pero, por supuesto, me parece que las zonas deberían estimular el desarrollo de un capitalismo nacional eficiente.
¿No tiene miedo de que le digan que está tratando de crear factorías, para explotar mano de obra barata?
En absoluto. Usted mismo acaba de señalar que los trabajadores de las zonas francas ganarían en dólares; y yo le he explicado que, para abaratar el costo de producción, la idea es eliminar gravámenes y financiar insumos; en ningún momento hablé de abaratar el costo de mano de obra. En cuanto a la palabra “factoría”, me disgusta, porque se la usa para designar a un establecimiento enclavado en un país colonial. Lo que yo propongo es lo opuesto: es un proyecto de desarrollo autónomo para Mercosur. Colonizados son los países débiles, que nunca pueden financiar, con sus exportaciones agrícolas, todos los bienes y equipos que necesitan para crecer.
¿Hay algún antecedente de su idea en el mundo?
Más de uno. En Venecia, está el histórico Polo Industrial de Puerto Marghera, donde se instalaron –en diez años—131 industrias químicas. El polo, que tiene puerto, es administrado por el Ente Zona Industriale.
Ese ente no parece haber funcionado bien, porque ARPAV [Agenzia Regionale per la Prevenzione e Protezione Ambientale del Veneto] ha señalado a las industrias de Marghera como fuentes de contaminación.
Como habrá notado, yo hablé del polo “histórico”. Las primeras concesiones en Marghera se otorgaron en 1917, y la infraestructura comenzó a desarrollarse en 1922. La gran expansión se dio durante la post-guerra, que es cuando se instalaron las 131 industrias que le mencioné. La conciencia ambientalista, en todo el mundo industrial, se ha formado más recientemente. De todos modos, Marghera tiene, en cooperación con ARPAV, un plan de reconstrucción, para compatibilizar el desarrollo industrial con la protección del medio ambiente.
¿Se trataría, entonces, de copiar el caso Marghera?
No. En primer lugar, yo no estoy proponiendo una zona franca nacional, sino un sistema multinacional, creado por los países del Mercosur. Se trataría de una red de zonas, de acuerdo con un planeamiento que armonizaría la política industrial de la región. Por otra parte, sería absurdo crear ahora un polo para desarrollar las industrias pesadas de antaño. Hoy se trata de promover a empresas que se sitúen en la frontera tecnológica. Mi proyecto incluye la creación de una Universidad Tecnológica del Mercosur, con laboratorios en cada zona franca, para interactuar con las empresas de la zona. La idea es que cada zona sea un mercado de absorción de tecnología.
¿No puede conducir eso a la dependencia tecnológica?
El proyecto requiere que los países del Mercosur acuerden previamente una estrategia tecnológica. Esto es lo que ha faltado en Latinoamérica. Cuando un país o un mercado común no tiene una estrategia, aunque tenga centros de investigación, termina siendo un mero mercado consumidor. A veces, consumidor de patentes y licencias por productos o técnicas que no se adecuan a las necesidades de su estructura productiva.
¿El sistema no puede prestarse a fraudes?
Cualquier sistema se presta a los fraudes. En este caso, los privilegios otorgados a fines de exportar, pueden ser utilizados para exportar y luego reimportar. De ese modo, se abusaría del régimen y se incurriría en competencia desleal respecto de quienes fabrican en condiciones normales para el mercado interno. Una de las tareas de los entes será la fiscalización, y ésa es otra de las razones por las cuales los entes deben tener mayoría estatal.
Pero el ente también puede cometer abusos.
Por supuesto. Por eso he previsto que haya un órgano supranacional de control. Mercosur debería crear esa instancia, para supervisar a los distintos entes y, en su caso, recibir denuncias o quejas.
Por lo que veo, usted cree que el sistema debe desarrollar una serie de instituciones.
Nada funciona sin un marco institucional.
¿Cómo sería la solución de los diferendos? ¿Quién resolvería las disputas entre empresas, o entre empresas y el ente? ¿Deberían recurrir a la justicia del país respectivo?
En línea con la idea de facilitar trámites, evitar burocracia y agilizar el funcionamiento de las empresas, propongo que cada zona tenga un tribunal arbitral. Los árbitros deberían ser nombrados por concurso público y tener estabilidad.
¿Es conciente de todas las resistencias que puede despertar su proyecto?
Por supuesto. Por comenzar, hay una resistencia al cambio, que afecta toda idea de trastocar el orden establecido. Luego, hay miedos: miedo a perder soberanía, miedo a servir intereses extraños, miedo a dividir el país en dos categorías. Además, apostar a un proyecto así es como hacer una inversión a largo plazo: los costos se ven ahora y los beneficios se verán dentro de un largo tiempo. Todo esto hace que, para los políticos, sea difícil tomar esta bandera. Sin embargo, yo creo que esto iniciaría una verdadera revolución en el Mercosur. Por primera vez, la libertad de empresa superaría las limitaciones de las economías internas, pero dentro de un marco fijado por los Estados, con un plan estratégico.
Biografía
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