La moneda rueda y el Estado se la queda

    Por Rubén Chorny


    La última bola de la ruleta está por rodar. El célebre novelista ruso, Fedor Dostoievski, pasea a su imaginario jugador por la costanera, en un ir y venir desesperado hasta la puerta misma de la sala de juegos. El crispado personaje se aferra a un papel que lleva en la mano, garabateado con números y flechas. Ya no le queda joya por empeñar. Del otro lado de la puerta está la gran revancha: la martingala salvadora. La que siempre soñó. Puede recuperar su identidad si logra traspasar el dintel. La otra opción: girar sobre sus pasos y lanzarse a que el río lo devore.


    La imagen, dramática, lúgubre, pertenece los tiempos en que el juego estaba reñido con el orgullo y el honor.


    Los casinos de este tercer milenio atraen a impersonales mareas de público con tarjeta bancaria. Apelan a la fosforescencia de carteles que señalan hacia un pintoresco barco con una gran rueda a estribor (de esos que en las películas se ven navegar por el río Mississippi). La iluminada nave, cruzada por un enorme cartel de vivos colores que dice Casino, se mece suavemente, anclada en la orilla del viejo canal portuario de la gran ciudad. Parece como si tratara de encantar a los transeúntes con el tintineo de las monedas y fichas que se desparraman sobre las mesas.


    El jugador de hoy no arriesga su vida ni su prestigio en una bola de ruleta o en un pase de naipes, tan sólo un efímero dinero entra y sale velozmente de su bolsillo.


    Este estilo tecno ultramoderno representa la vanguardia del gran negocio que adoptaron los gobiernos para recaudar impuestos en el día a día. Basta con asomarse a las múltiples cajas que generan los casinos, las tragamonedas, los bingos, las carreras de caballos y las loterías de toda especie para que el administrador estatal se convierta en el gran croupier que barre con la parte que le toca, sin haber arriesgado ni un centavo, ni haber destacado ejércitos de inspectores para localizar el tributo por la calle.


    El año pasado, entre todas las variantes oficiales del juego, ingresaron en las arcas fiscales unos $ 5.000 millones ( US$ 1.700 millones). Por derecha, el negocio del juego mueve en total $ 32.980 millones anuales (algo más de US$ 11.000 millones).


    El desglose: la Lotería Nacional sumó 7.400 millones, la Provincia de Buenos Aires 15.580 millones y las demás provincias, 10.000 millones, según estimaciones confiables del sector, a falta de actualización oficial de la información, que data del 2002. El último dato publicado en la página de Lotería Nacional, SE, corresponde al 2002.


    En el nivel nacional, las cifras totales son importantes: totalizan más que lo que facturan individualmente cualquiera de los dos principales conglomerados empresarios del país: Repsol-YPF o Techint.


    Las tragamonedas y las quinielas on line constituyen el antes y el después del marketing de las apuestas. Hoy basta con ingresar en un recinto decorado con vivos colores y efectos electrónicos para estar en categoría. Todo se limita a meter las monedas en la ranura y esperar que las figuras se acomoden para reanudar el ciclo o aspirar a un vómito metálico que transmita la sensación de triunfo. Analistas de sistemas programan esas computadoras para que devuelvan, en general, 95 de cada 100 monedas que se insertan. Quiénes ganarán y quiénes perderán para que esos 5 pesos se queden dentro de la casa de juegos no es un tema que incumba a la cibernética. Sí al Estado, que se lleva 5,4 % de esa ganancia.



    Estatización de las apuestas clandestinas



    Los capitalistas de juego en los barrios explotaban antaño las apuestas clandestinas de lotería y carreras de caballos. Los quinieleros tomaban desde monedas a fuertes sumas entre el vecindario, que canalizaba sus sueños, pálpitos y leyes de probabilidades al alcance de la mano. Las prácticas contaban con la aquiescencia policial, lo cual daba algún viso de tranquilidad a esos movimientos informales de dinero.


    Claro que el Estado, como tal, no veía pasar ni un centavo de esa economía negra que transportaba como hormiga cuantiosos montos.


    El capitalista jamás perdía al final de la jornada, porque siempre los premios representan un porcentaje de lo que se juega. Sí había intermediarios que se fugaban cuando los sorprendían con algún pase en las habituales prácticas de quedarse con los vueltos.


    Para los años ´70, se produjo la gran transformación en la rueda del juego. La aparición del Prode instaló al Estado como gran capitalista en las apuestas relacionadas con un deporte popular como el fútbol. Antaño, su administración era más institucional y se limitaba a las carreras de caballos en hipódromos, a los sorteos de lotería y a los casinos instalados en centros turísticos. O sea que el juego se vinculaba al ocio y no se mezclaba con el trabajo. Por eso estuvo tanto tiempo prohibida la radicación de casinos en Buenos Aires o Rosario, por ejemplo, y hasta el día de hoy no existe el acceso lineal a habilitaciones oficiales.


    El otro gran sorpasso del Estado sobre la economía informal del juego lo dio a continuación del Prode, cuando legalizó la quiniela y se abrieron miles de locales para cosechar con sello oficial las apuestas relacionadas con los sorteos de la Lotería Nacional, y luego de las provinciales. El negocio se tornó transparente y legal, aunque las comadres tuvieron que acostumbrarse a que el Estado les sacara la tajada cuando acertaban algún premio.



    La historia oficial



    Lotería Nacional SE fue creada el 16 de octubre de 1893 por ley del Congreso, que autorizó la realización periódica de una lotería de beneficencias, cuyo objetivo era generar recursos para mejorar las condiciones sociales de la población.


    Los medios recaudados por el juego sirvieron al comienzo para la subvención tanto del desarrollo y expansión edilicios como de equipamientos de la Biblioteca Nacional, del auxilio a la población en las grandes catástrofes naturales, etc. De un total de $ 1.200.970.688 recaudados en 1996 por administrar nueve variedades oficiales (en especial por quiniela, bingo y loto) pasó a $ 1.937.556.255 en el 2002, pero juntando 21 tipos de juego (con el casino flotante como la principal fuente de ingresos). En el 2004 se estima que la cantidad saltó a $ 7.400 millones.


    La Lotería de billetes fue el primer y único juego durante 51 años. En 1944 el Gobierno de la Nación toma a su cargo los Casinos, salas y centros de esparcimiento. La Lotería Nacional de Beneficencia fue la encargada de su administración y explotación. Comienza con las salas existentes en las ciudades de Mar del Plata (Casino Central, Anexos I y II), Necochea y Miramar (Buenos Aires). Se extiende luego a las salas de Iguazú (Misiones), Resistencia y Roque Sáenz Peña (Chaco), Alta Gracia y La Cumbre (Córdoba), Paraná (Entre Ríos), Bariloche (Río Negro), Puerto Madryn y Comodoro Rivadavia (Chubut), Tandil, Monte Hermoso, Sierra de la Ventana y Pinamar (Buenos Aires). Se llegó a administrar un total de 18 salas en forma conjunta.



    Por la senda de los videojuegos



    En los años ´90, la electrónica ingresa con sus efectos especiales en un nuevo universo de jugadores, más masivo, más joven y que incorpora activa y visiblemente a la mujer: aparece el bingo, esa lotería de las mesas familiares donde se llenan líneas en cartones mediante el canto de números de dos dígitos extraídos a ciegas de un bolillero. Se habilitaron a tal efecto amplios e iluminados locales en barrios accesibles al gran público.


    El Estado concesionó la explotación a empresas privadas, que no sólo debían disponer de respaldo para bancar el juego, sino que invertían en instalaciones e infraestructura.


    Los bingos, casi en paralelo a la quiniela oficial, vivieron un auge hasta 1999, en que aparecen los casinos urbanos, como el flotante en la Capital y en el Tigre.


    Los actores de esta escala superior en el movimiento de las apuestas tienen rango internacional y corporativizan el concepto del juego, al incorporarle al negocio de las apuestas inversiones en tecnología. Las tragamonedas son el símbolo de la masificación del juego, ya que combinan la acción de los videojuegos con la velocidad compulsiva en el intercambio de metales. Las máquinas funcionan con un multiplicador programado que mantiene más tiempo a un jugador frente a la máquina y transmite la sensación de que puede doblegarla y arrebatarle el gran pozo de monedas acumulado.


    De la mano de la tecnología ingresaron a la Argentina compañías internacionales como las norteamericanas Boldt y Casino Magic, las españolas Cirsa y Codere, las proveedoras IGT, Electro Chance, Bally, Atronic, Williams, Sielcon y Gravac, y los grupos Casino Club, Roggio, Ivisa y Regency Casinos.


    Todos estos grupos operan concesiones por cuenta de las loterías y los entes provinciales, a cambio de un canon, y son importantes agentes de retención de impuestos. La provincia de Buenos Aires, por caso, recogió a través de su instituto de loterías $ 2.115 millones en el 2004 por una recaudación declarada por sus concesionarios de $ 15.580 millones. La tasa que percibe va de 14,3 % para los hipódromos a 50 % en el casino Trilenium del Tigre, pasando por 20 % que tributan los bingos y 34 % de las tragamonedas.


    Los actores del juego suelen manejarse con bajo perfil y en las penumbras de los despachos influyentes. No es el caso de Casino Club, a cargo del exitoso negocio de los denominados slots en el Hipódromo de Palermo, que hoy tiene una mayor exposición pública por la conocida relación existente de su propietario, Cristóbal López, con el poder. Su contacto visible es el antiguo titular de Lotería de Santa Cruz, y actual director del Banco Central, Waldo Farías.


    López lidera la recaudación del juego en la Ciudad de Buenos Aires, ya que sus slots reunieron en el 2004 $ 3.400 millones. El empresario ya regenteaba un casino en El Calafate, provincia de Santa Cruz.


    Casino Club tiene tres proyectos en Santa Cruz: un casino nuevo en Río Gallegos, otro en El Calafate y tres salas de máquinas tragamonedas en Caleta Oliva.


    Está detrás de la ampliación de sus tragamonedas en el Hipódromo de Palermo, en una controvertida competencia con Antonio Bullrich, titular de la Comisión de Carreras. Ya explota 1.750 máquinas por $ 17 millones mensuales, y tiene autorización de Lotería Nacional para instalar otras 3.000 máquinas más, lo que requiere de más espacio físico que el hipódromo está dispuesto a cederle.


    Casino Club ronda asimismo la reglamentación de la ley de juegos en Santa Fe, aprobada en el 2001, que autoriza tres ruletas: una en Rosario, otra en la capital provincial y la última en Melincué; lo mismo que cinco bingos: dos en Rosario, dos en la capital santafecina y el restante en Melincué. También aspira a la concesión de tragamonedas en San Miguel de Tucumán.


    Otro de los jugadores fuertes, la catalana Cirsa, insiste en que irá a la Bolsa con su buque casino, lo mismo que Codere, que ya posee el Hipódromo de Maroñas en Montevideo y pretende ir por el de San Isidro.

    El multiplicador de las tragamonedas





    El juego representaría más de $ 30.000 millones anuales si en la suma se tomaran los registros que figuran en los contadores de las máquinas tragamonedas. Pero, en realidad, esos guarismos no corresponden siempre a dinero que efectivamente haya entrado o salido con cada jugador.


    La sensación de permanencia frente a la máquina y la tentación del pozo acumulado de cada persona que se le pone adelante termina atrayendo más apuestas, lo cual se refleja en una mejora de la recaudación final de las máquinas. Los programadores de la actividad realizan permanentes chequeos sobre el comportamiento que produce la mayor velocidad en las transacciones. La ecuación prevé más devoluciones parciales de monedas.


    A las que muestran un porcentaje de pagos de 95% se considera que dan 5% de ventaja a la casa. Para una máquina con 90% de pagos, la ventaja sería de 10%.


    Hay una diferencia entre la manera en que el porcentaje de pagos de una tragamonedas se aplica a su juego, y cómo se determina la ventaja de la casa en la mesa de juego.


    Ejemplo: si se estuviera jugando con una tragamonedas de $1 y que tiene $100 para jugar, con este dinero el jugador podría terminar depositando 120 créditos en la máquina.


    La programación es matemática. Para esta sesión de juego, el porcentaje de pagos es de 120/100, o 120%. Si se depositaran $120 en la máquina, que terminó con $78 después de 120 turnos, desde que se comenzó a jugar, la máquina llevaría tomados $220 ($100 + $120) y ha dado $198 ($120 + $78). El porcentaje de pagos es entonces de 90% (198/220). Si el participante continúa con los $78 restantes y al final se queda con $70, el porcentaje de pagos sigue siendo 90%, ya que (120 + 78 + 70) / (100 + 120 + 78) = 268/298 = 90%. Y así el juego acabará con las reservas de dinero. Sin embargo, si durante su sesión cayera el premio mayor en un solo intento, el porcentaje de pagos se remontaría mucho más allá de 100%, y generalmente es allí donde terminaría el juego. Más intentos se hacen, más mejoran las probabilidades para ganar el premio acumulado y alzarse con mucho más de lo que se tenía al empezar.



    La irrupción de los bingos



    El 4 de octubre de 1993, se inaugura la primera sala de bingo, denominada Lavalle. Se lanza el sorteo de billetes No Ganadores del juego Lotería, con gran aceptación del público apostador. Aparece la emisión de Lotería de Resolución Inmediata denominada “9 y 5” que ofreció un 1° Premio de Un Millón de Dólares. Hoy, instalar completo un bingo como el de Lavalle requiere US$ 2,5 millones de inversión total.


    En abril de 1994, Lotería Nacional S.E. implementó un sistema en línea para la captación de apuesta, donde las terminales se distribuyen en la Ciudad y se conectan a un sistema de computadoras centrales (hosts) por medio de una red de comunicaciones funcionando en modo interactivo y en tiempo real.


    El 31 de enero se inaugura la sala de Bingo Belgrano y el 13 de diciembre de ese mismo año, abre sus puertas Bingo Congreso.


    El 1° de octubre de ese mismo año, los casinos que aún quedaban en jurisdicción nacional en la Provincia de Buenos Aires pasan a ser explotados por la provincia.


    El 10 de junio de 1995 comenzó a funcionar la Sala de Bingo Caballito y la Sala Flores fue inaugurada el 21 de setiembre de ese año.


    En marzo de 1999 se comenzó a comercializar La Solidaria, un billete preimpreso de venta callejera. Este nuevo juego incorpora al mercado laboral a personas discapacitadas y minusválidas, quienes son la fuerza de venta exclusiva de dicho producto. En setiembre del mismo año, se producen modificaciones en el billete de Lotería Tradicional, pasando a ser un entero (sin fracciones) de 6 cifras y que se denomina “La Grande de La Nacional”.


    La ruleta griega





    Los dados con flores de azahar grabadas en sus seis caras ya vienen rodando desde la Edad Media: de Siria a Europa. Constituían la expresión de un lujo asiático propio de los Cuentos de las Mil y Una Noches.


    En la cuna de la civilización occidental los recogió Aristóteles y los hizo transitar del fino pensamiento al esoterismo como de la puerta al pértigo. Cinceló entonces tres principios filosóficos pletóricos de puntos suspensivos para definir el azar que, ya sin la hache aramea, importaba la magia oriental a la racionalidad griega:

    1. No existe y revela nuestra ignorancia;

    2. Proviene de causas múltiples;

    3. Es divino y sobrenatural.

    Ni el Oráculo de Delphos hubiera elaborado una sentencia tan poco ajustada a la erudición del gran imperio intelectual.


    Los vecinos franceses heredaron luego la pasión por el juego. Desde que Méré en el siglo XVII le escribiera a Blas Pascal y de la discusión que entablaran con Pierre Fermat surgiera la teoría de las probabilidades, las cartas y los dados pasaron a representar los símbolos de una elaboración científica, que derivó hacia la ley de los grandes números del matemático suizo Jacques de Bernoulli y al teorema de las reglas de multiplicación de la teoría de la probabilidad. Así se llegó a Richard Epstein y a la ruleta, el juego de salón más antiguo, inaugurado en 1765 en París. Eran los tiempos de la revolución francesa.


    Transcurrieron 240 años y un buque-casino revoluciona las aguas de la Ciudad de Buenos Aires.


    Las luces del puerto



    El buque casino atracó en la entrada sur de la Ciudad de Buenos Aires en 1999. Saltó de $ 87.964.207 pesos facturados en el primer año a $ 560.927.718 el segundo. Y con el quiebre de la convertibilidad, el año pasado recaudó, entre los juegos de salón y las mesas de ruleta, $ 2.900 millones, que equivalen a poco menos de la mitad de las ventas totales de la Lotería Nacional.


    La instalación de este negocio acuático en la jurisdicción nacional portuaria dividió las aguas en la polémica abierta sobre el juego en la Argentina: si antes las ruletas sólo estaban permitidas en los centros turísticos, como Mar del Plata, por ejemplo, el buque casino atracado en la dársena sur durante la gestión de Fernando de la Rúa en la Ciudad de Buenos Aires radicó el juego de azar por antonomasia en el corazón mismo de la Capital Federal.


    De ahí al boom de las tragamonedas (o la expresión más tecnológica de las apuestas) hubo apenas un paso. Desde el 2004, los llamados slots saltaron al tope de las ventas, tanto en la Capital como en la provincia de Buenos Aires. Hay 14.500 de esas máquinas instaladas en el radio metropolitano que funcionan las 24 horas del día. La mayoría en el territorio bonaerense. Un slot como el de Palermo, con 20 máquinas tragamonedas, demandaría invertir entre US$ 3 y 4 millones. Cada tragamonedas cuesta US$ 12.000 ya colocada.



    La danza europea de la fortuna



    Si bien semejantes sumas movidas por los juegos de azar son importantes para la dimensión de nuestra economía, en países europeos alcanza niveles siderales: en Gran Bretaña, la industria del juego alcanzó el año pasado US$ 141.000 millones anuales. Se estima que los apostadores perdieron US$ 15.800 millones, a un promedio de US$ 727 por cada uno.


    En ese mismo año, los italianos destinaron US$ 27.900 millones a juegos estatales, como loterías, fútbol y carreras de caballos. Equivalen a 2% de producto interno bruto. La expansión fue impresionante, ya que en el 2000 se habían registrado US$ 17.300 millones.


    En cambio, los españoles destinaron US$ 15 millones el año pasado: la característica principal residió en que las apuestas se hicieron principalmente en páginas web con partidas de póquer, casinos y carreras mediante el uso de la tarjeta bancaria de crédito en Internet, según datos de la Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones (CMT). Así, 6,8% de las compras electrónicas por US$ 250 millones de dólares realizadas desde España no son tales, sino juego puro.



    Internet, multiplicador exponencial



    Según el Christian Science Monitor, en 1996, 30 páginas webs ganaron apenas US$ 30 millones en apuestas. El año pasado se contaban 1.600 páginas webs, y el monto sumó cerca de US$ 7.000 millones. Se piensa que aumentará hasta los US$ 9.800 millones este año.


    Las grandes cadenas de cable, los bancos y aseguradoras internacionales siguen con detenimiento las trabas legislativas que aún opone Estados Unidos al uso de Internet para masificar las apuestas. Tener un público cautivo chateando apuestas desde sus hogares o los ciber multiplica el potencial del juego hacia valores infinitos.


    Las propuestas planteadas hasta el presente al Comité de Actividades Bancarias del Senado de Estados Unidos de imponer regulaciones más estrictas se han quedado en nada. Quizá tengan que ver los más de US$ 9 millones en contribuciones hechas el año pasado a los fondos tanto del partido Demócrata como del Republicano.


    Por ahora, las empresas del sector esquivan la legislación de EE.UU. con sólo establecer sus sedes en paraísos legales. Es el caso de PartyGaming, que opera desde Gibraltar, aunque 80 % de sus usuarios son norteamericanos; Miapuesta.com, web en español del grupo Sportingbet, cuenta con licencia de juego en las islas caribeñas de Antigua y Barbuda; Cassava Entreprises también está registrada en Antigua; GoldenPalace.com sacó su licencia en la reserva Mohawk de Kahnawake (Québec), y así sucesivamente todos los sitios que operan los juegos de azar en Internet. Buscan leyes permisivas, evitar la burocracia y conseguir un permiso con pagos de licencia que no suele superar 12.000.


    La proyección del negocio de abrir juego en la red atrajo también a otras corporaciones más diversificadas, como los almacenes británicos Harrods, cuyo casino online tiene sede legal en las Antillas Holandesas. Y otra sorprendente irrupción ha sido la de la prestigiosa cadena hotelera Hilton, a través de su división de negocio en Internet eGaming.




    Steve Wynn fue a más con Van Gogh y Tiffanny



    El gurú que resucitó Las Vegas



    Cambió la fastuosidad de hacinadas salas cerradas en el medio de la nada que invitaban a probar suerte desde las brumas del alcohol y el cigarrillo, por un concepto integral del buen gusto, el glamour, el arte y la vida sana.



    Steve Wynn es el magnate del juego más reconocido mundialmente. Las Vegas se hundía irremediablemente en los ´80. La derrota tenía su mariscal: el magnate Steve Wynn, quien a los 60 años llevaba construidos los hoteles-casino The Mirage, Treasure Island y el Bellagio. Uno a uno los perdió a todos, pero no se rindió: acaba de volver con The Wynn, un complejo hotelero de Cinco Estrellas que costó US$ 2.700 millones.


    Este emprendedor del juego enterró en el desierto los oasis del juego, representados por iluminados garitos, y los placeres vinculados al tabaco y el alcohol, para instituir una nueva corriente: el golf, el arte, el consumo suntuario, los spa y la vida sana.


    Una vez, cuando estaba en plena etapa de construcción de El Bellagio, este empresario homónimo a una gloria norteamericana del rock leyó en el periódico que la asistencia de público a los museos supera a la de los espectáculos deportivos. Llamó al arquitecto Jon Jerde y le ordenó que dejara sitio en el casino para exponer una colección de cuadros de Van Gogh y Picasso. Se pasó tres años comprando obras originales en subastas: empezó con los impresionistas Degas, Gauguin y Renoir. Y así llegó a la campesina en el campo de trigo de Van Gogh que perteneciera a Nelson Rockefeller y luciera en el Metropolitan Museum. Junto con Jackson Pollock, Jaspers Johns y Willem de Kooning, los maestros del Pop Art (Warhol y Lichtenstein) y Robert Rauschenberg, han sido ubicados lejos del ruido de las tragamonedas. Cobra US$ 14 la entrada al museo y tiene toda la colección en venta. De modo que si alguien gana en el casino puede invertir en un valioso cuadro para llevarse a la casa. Otra forma de concebir el juego: recrea los sabores de Le Cirque en uno de los más selectos restoranes del casino.


    Transcurrieron sólo cinco años desde que Wynn tuvo que venderle el Mirage Resorts al millonario Kirk Kerkorian. Y ya creó una vanguardia en Las Vegas. Posee el único hotel diseñado con campo de golf, con concesionario de Ferrari-Maserati en el lobby, rodeado de un bosque con cascadas y que cuenta con un verdadero centro comercial con tiendas de Dior, Louis Vuitton y Manolo Blahnik, entre otras. Otro promotor es el japonés Kazuo Okada, el mayor fabricante de máquinas de Pachislot, la versión japonesa de las máquinas tragamonedas, en las que no se juega con monedas, sino con fichas que se cambian por premios tales como detergentes o cigarrillos.


    Piensan tener a full los 2700 cuartos del hotel a 270 la noche durante todo el año.


    El imperio de Steve Wynn se extiende ya por Atlantic City y Biloxi, las dos grandes rivales de Las Vegas, ante la impotencia de Donald Trump y compañía, anquilosados en la vieja carcasa del casino-tragamonedas.


    La revista Time eligió hace tres años el complejo de Wynn como “el nuevo icono cultural de América”.


    El año pasado, entre todas las variantes oficiales del juego, ingresaron en las arcas fiscales unos 5.000 millones de pesos (1.700 millones de dólares).


    Por derecha, el negocio del juego mueve en total 32.980 millones de pesos anuales (algo más de 11.000 millones de dólares), el equivalente a 13 puntos del producto interno bruto.


    El desglose: la Lotería Nacional sumó 7.400 millones, la Provincia de Buenos Aires 15.580 millones y las demás provincias, aproximadamente 10.000 millones, según estimaciones confiables del sector, a falta de actualización oficial de la información, que data del 2002. El último dato publicado en la página de Lotería Nacional, SE, corresponde al 2002.


    A nivel nacional, las cifras totales en la Argentina se sitúan en más de la mitad del volumen de facturación que tendrá, una vez que se consolide, el principal holding privado siderúrgico del continente, Siderar.



    Basignana recomienda que no usemos el desagregado de las cifras estimadas de cada uno de los juegos del cuadro, sino una participación porcentual en la torta para comparar la importancia relativa. Por ejemplo: casino casi 40%, slots 40 y tanto por ciento, etc. Aduce que algún sector podría manejar datos más exactos de su propia actividad y cuestionar la estimación de la nota. Según él, de todos modos, los totales se aproximan mucho a la realidad del negocio global.


    En el cuadro cambió su estimación de las provincias de 13 a 10.000 millones. Por lo tanto, mi pecado había sido no cruzar las sumas para que saltara su error de consideración.



    Aconseja no meternos con Cristóbal López porque no hace a la esencia de la descripción cuantitativa del negocio. Mi opinión es que mencionarlo al menos nos permite decirles a los lectores que si no nos metemos es porque no queremos y no porque seamos ingenuos o lo estemos silenciando. Igual mucho no decimos como para que sea comprometedor. Como de costumbre, cualquier respuesta mandala por mis cuentas.



    rdchorny@ciudad.com.ar / rdchorny@speddy.com.ar.