¿Hacia la crisis energética global?

    Por Jorge Beinstein (*)

    A mediados de agosto el precio internacional del barril de petróleo rondaba US$ 65 y se encaminaba irresistiblemente hacia US$ 70. La curva ascendente tuvo un primer envión a comienzos de 2002 pero cuando las aguas parecían calmarse hacia fines de 2003 volvió a subir en una sucesión de saltos atribuidos por los medios de comunicación masiva a factores políticos, militares, logísticos o climáticos del momento (ver el gráfico 1: "La suba del precio del petróleo"). A veces se culpabiliza al crecimiento económico global, voraz consumidor de combustible, sin embargo las tasas de expansión de los países industriales no parece justificar esa acusación. Japón sigue estancado, Alemania crece a tasas muy bajas y Estados Unidos lo hace a un ritmo no muy superior al de épocas recientes. China e India avanzan rápido pero el peso global de sus economías es todavía pequeño.
    ¿Cuál es el límite del alza?. Matthew Simons (director del poderoso banco de inversiones energéticas Simons & Co y asesor del presidente Bush) viene señalando en numerosas conferencias y artículos que pensar para un futuro no demasiado lejano en un barril a US$ 100 es bastante razonable1; y a comienzos de este año Goldman Sachs, el mayor negociante mundial de productos financieros en el área energética sostenía lo mismo2. Según David J. O´Reilly, CEO de Chevron (mega firma petrolera global): “una cosa es cierta: la era del petróleo fácil ha terminado”3, y agregando pólvora Simons concluye que “nos encontramos ante un universo energético que carece de mapa y en el que nadie ha estado antes”4.
    Detrás de la incertidumbre hay una nutrida masa de expertos en problemas energéticos, altos funcionarios de los estados desarrollados y organismos internacionales especializados y directivos de las grandes empresas petroleras que por lo general han preferido recurrir a explicaciones superficiales con el fin de no generar pánico (lo que haría subir todavía más los precios) o bien para seguir sin perturbaciones con sus negocios o rutinas burocráticas. Pero las informaciones serias han empezado a circular más allá de los pequeños círculos de especialistas: las reservas de petróleo y gas no son superabundantes sino limitadas, y todo indica que su flujo tenderá a reducirse en el futuro próximo. Recientemente ExxonMobil, el grupo energético mas importante del planeta, señalaba que “El mundo enfrenta hoy un enorme desafío energético para el que no existen respuestas fáciles”5, por su parte el directivo de Chevron citado anteriormente alertaba contra la sobreutilización del petróleo (“en los últimos treinta años hemos gastado tanto petróleo como en los 198 años anteriores”) y sobre la necesidad imperiosa de actuar para prevenir un futuro desastre6.
    Es lo que empieza a hacer la Agencia Internacional de la Energía que agrupa a las naciones de alto desarrollo y cuya posición oficial tradicional ha sido la de negar la posibilidad de dificultades significativas en el futuro suministro de petróleo. La Agencia hizo sonar la alarma en febrero de este año a través de un “borrador” ampliamente difundido desde su página web7 en el que se detallan programas de emergencia focalizados en el transporte de pasajeros (principal consumidor de combustible) ante posibles caídas significativas del suministro de petróleo o incrementos importantes de su precio. Dichos programas-catástrofe incluyen ahorros en el consumo que van desde fuertes restricciones en la utilización de vehículos privados, la promoción de su uso colectivo, hasta llegar a la gratuidad de los transportes públicos, la reducción de la semana laboral y el desarrollo del trabajo domiciliario. Con ello la Agencia busca impulsar el debate acerca de las llamadas “políticas de restricción de demanda energética”, tema archivado desde los shocks petroleros de los años ´70.

    Un geólogo llamado King Hubbert

    King Hubbert (1903-1989) fue en su tiempo el más prestigioso geólogo especialista en petróleo de Estados Unidos, trabajó en la Shell durante dos décadas y enseñó en las universidades de Stanford y Berkeley. Fue el primero en realizar pronósticos certeros respecto del agotamiento de los recursos petrolíferos8; en 1956 publicó un paper ahora célebre donde pronosticaba que la extracción de petróleo en los Estados Unidos llegaría a su máximo nivel hacia 1970 luego de lo cual comenzaría a descender.
    El vaticinio fue tomado con sorpresa y hasta con cierta ironía por parte de muchos de sus colegas, de las firmas petroleras y de los políticos. Su modelo matemático se basaba en la constatación de que cuando en un pozo petrolífero se ha extraído la mitad de sus reservas originales la producción llega a un pico máximo o cenit (el llamado “Peak Oil”) desde donde sigue una tendencia declinante. Ello se debe a que en el tramo ascendente se extrae el petróleo fácil de menor costo, la caída de la producción corresponde a extracciones técnicamente más complejas y caras, por ejemplo en los Estados Unidos de 1950 con la energía equivalente a un barril de petróleo se podían extraer 50 barriles, actualmente solo se pueden conseguir cinco9.
    El ciclo productivo toma así la forma de una campana ahora conocida como Curva de Hubbert, factores políticos, militares o económicos pueden hacer cambiar su forma, por ejemplo prolongando su etapa ascendente (a veces con el riesgo de hacer colapsar el pozo) pero tarde o temprano la cantidad de combustible extraída descenderá. Hubbert tuvo que esperar más de tres lustros para que su descubrimiento fuera reconocido. Desde 1970 la producción petrolera de Estados Unidos comenzó a caer (ver el gráfico 2: "La declinación de la extracción de petróleo en los Estados Unidos") y hoy su nivel es inferior al existente hacia el final de la Segunda Guerra Mundial. Más adelante extendió sus estudios al sistema petrolífero internacional, seguido por prestigiosos geólogos como Colin Campbell (Universidad de Oxford y Texaco), Jean Laherrére (Total) y otros. Su conclusión fue que el “Peak Oil” global llegaría en torno del año 2010 aunque investigaciones recientes tienden a correr hacia abajo la fecha: el momento de crisis estaría muy cerca a partir del cual caería la extracción y en consecuencia habría una suba irresistible del precio (ver el gráfico 3: "El pico de la producción mundial"). Un factor decisivo es que los descubrimientos de nuevos yacimientos declinan desde comienzos de los años ´60 (ver el gráfico 4: "Cada vez menos yacimientos nuevos"): queda muy poco por descubrir.


    Gráfico 3

    Agotamientos y reservas

    Las cifras reales de las reservas de hidrocarburos constituyen un secreto celosamente guardado por países productores de primer orden como Rusia o Arabia Saudita y empresas petroleras gigantes (como el caso reciente del descubrimiento de la sobrevaluación de reservas propias hecha por Shell). Existen zonas oscuras en el tema generadoras de ilusiones desmedidas e incertidumbre; de todos modos es posible conocer la realidad con un alto grado de certeza. Expertos como Colin Campbell, Jean Laherrére o Kenett Deffeyes10 coinciden en que las reservas globales actuales de petróleo se sitúan entre 950 y 1000 billones de barriles, cifra no demasiado diferente de la difundida por Britsh Petroleum a fines del 2000 y luego algo infladas11.
    Al ritmo del consumo actual (en torno de los 84 millones de barriles diarios) quedaría petróleo para tres a cuatro décadas más, ello partiendo del supuesto difícil de aceptar de un estancamiento indefinido del consumo en el nivel de 2005 gracias al estancamiento del Producto Bruto Global o de muy leves crecimientos combinados con fuertes ahorros de energía (la primera hipótesis significaría entre otras cosas un descomunal desborde de la desocupación). Si extrapolamos la tasa promedio de crecimiento del consumo de la última década deberíamos reducir el horizonte de agotamiento en por lo menos una década…¿pero con qué precios?.
    En realidad cálculos más realistas adicionarían un poco más de reservas en los próximos años (no muchas más) aunque si partimos de la base de que si hasta ahora hemos gastado cerca de la mitad de las reservas existentes desde el inicio de las extracciones de petróleo (a mediados del siglo XIX) nos encontraríamos entonces encima o muy cerca del “Peak Oil”. En consecuencia dentro de poco no podremos siquiera mantener el actual nivel de suministro de petróleo, la producción entrará en su etapa declinante, sus costos subirán debido a las crecientes dificultades en la extracción (estaríamos explotando la parte más difícil de las reservas) y los precios crecerán cada vez más aunque solo sea por razones técnicas. Pero además será imposible evitar las presiones especulativas sobre un producto cada día más caro y difícil de remplazar… el fantasma del estancamiento o la recesión inflacionaria podría regresar desde los lejanos años ´70.
    Peor aún, como lo saben muy bien los técnicos un pozo nunca es explotable hasta su agotamiento total; mucho antes de llegar a ese punto la extracción debe ser abandonada por la desproporcionada suba del costo y el riesgo de colapso.
    Otros datos agregan dramatismo a este escenario: 50 % del suministro mundial de petróleo proviene de 150 grandes yacimientos de los cuales 40 % tienen más de 40 años de explotación y 95 % más de 25 años; además 65 % del gas extraído (energía de reemplazo del petróleo en numerosos casos) proviene de pozos cuya producción es declinante. Sólo 10 % de las reservas petroleras del mundo son sometidas a auditorías completas, el resto solo es examinado en menos de un tercio12.
    Medio oriente dispondría de cerca de dos tercios de las reservas mundiales, seguido por los países de la ex Unión Soviética con algo más de 10 % (en esas zonas se concentra la esperanza de obtener suministros significativos en los próximos años). Sin embargo la información sobre la ex URSS es confusa, como lo señala Simons13; informaciones de los servicios de inteligencia norteamericanos indicaban en 1977 que la producción soviética de petróleo había alcanzado el “Peak Oil” , sin embargo siguió creciendo hasta llegar a 12,5 millones de barriles por día en 1988, pero a partir de allí empezó a declinar hasta llegar a los 7 millones de barriles diarios en 1995. Pero comenzó a aumentar nuevamente desde 1999 para llegar a más de 11 millones de barriles diarios en 200414; al parecer buena parte de sus yacimientos están siendo sobre explotados y un derrumbe productivo similar al de 1995 es probable.
    En cuanto al Medio oriente el grueso de los expertos coincide en que todos sus países petroleros ya han alcanzado el “Peak Oil” aunque también en este caso existe información confusa sobre dos naciones clave: Irak, segunda reserva petrolera del mundo, y Arabia Saudita, primera reserva. Irak sigue en guerra, su producción está permanentemente sometida a los sabotajes de la resistencia y según declaró hace poco Donald Rumsfeld esa situación podría prolongarse durante muchos tiempo. Además su “Peak Oil” data de un cuarto de siglo15; sólo la explotación salvaje de sus recursos podría levantar sustancialmente la producción durante algunos años para luego caer abruptamente (tal vez ese sea el objetivo real del lobby petrolero que promovió la invasión). En cuanto a Arabia Saudita, 90 % de la extracción se concentra en solo seis grandes campos petrolíferos, en primer lugar el de Ghawar que representa casi la mitad de la producción de ese país y entre 6 y 7 % de la mundial. Pero según numerosos estudios técnicos este campo al igual que los otros cinco ya pasó su “Peak Oil” y actualmente estaría siendo super explotado con grave riesgo de colapso16.
    En síntesis, una recorrida por los principales yacimientos del mundo nos llevaría a la conclusión de que el grueso de los mismos (tal vez casi todos) ya han pasado o se encuentran próximos de la producción máxima tecnológicamente sustentable más allá de la cual cabe esperar su declinación equilibrada o extracciones irracionales seguidas por agotamientos rápidos o colapsos. Obviamente son posibles todavía algunas proezas técnicas a bajo riesgo que permitan prolongar por un período no muy largo la actual tasa de crecimiento de la producción mundial pero se va generalizando la convicción de que en materia petrolera estamos jugando en tiempo de descuento, y esa es la explicación decisiva de la suba del precio.


    Gráfico 2


    Gráfico 4

    Petroguerras

    El mapa energético global se divide claramente entre los productores-exportadores y los grandes consumidores-importadores. De este último bando forman parte las tres áreas de superdesarrollo; Estados Unidos, la Unión Europea y Japón al que se han incorporado recientemente dos gigantes emergentes de la periferia: China e India. La atención debe ser focalizada en Estados Unidos y China; desde comienzos de la década actual la suma de ambos representa más de 60 % de los incrementos en la demanda mundial.
    La producción petrolera de la superpotencia desciende desde 1970 y la tendencia se aceleró en los ´80, hoy más de 60 % de su consumo es importado y la cifra asciende rápido (ver el gráfico 5: "El futuro suministro de petróleo de los Estados Unidos"). Esto le confiere un papel único en la escena energética mundial, sus reservas son muy pequeñas (menos de 3 % de las existencias globales), produce solo 10 % pero consume 25 % de la producción global: uno de cada cuatro barriles de petróleo que se venden en el mercado internacional va a parar a los Estados Unidos. Dado su nivel actual de reservas el horizonte de agotamiento del recurso es de 11 años, pero si hipotéticamente debiera apoyar todo su consumo en la extracción local acabaría con las reservas en menos de cinco años. Se trata de un mega devorador de petróleo acosado por los desequilibrios económicos: déficits fiscal y comercial récords, una deuda pública que orilla los US$ 8 billones (millones de millones) y una deuda nacional total (pública federal de los estados y municipios, personal y empresaria) cercana a los US$ 37 billones.


    Gráfico 5

    Su crecimiento económico se apoya en una demanda inflada con créditos y burbujas especulativas (bursátil al final de la era Clinton y ahora inmobiliaria). Pero es necesario considerar también que la norteamericana es esencialmente una “petroeconomía”; uno de los pilares de su prosperidad fue en el pasado el alto consumo energético barato basado en la abundante producción petrolera local. Cuando ésta empezó a declinar pasó a depender cada vez más de los suministros externos, Venezuela y México en América latina y el Medio oriente fueron (y aún son) lugares privilegiados de su abastecimiento. El derrumbe de la URSS le abrió la puerta de la cuenca del Mar Caspio y Asia Central ampliando su espacio de proveedores, pero la creciente competencia por los recursos con las otras potencias desarrolladas y las periféricas en expansión, en especial China, y sobre todo la cercanía evidente del “Peak Oil” global hizo cada vez más agresiva su estrategia de abastecimiento.
    Si trazamos una elipse cubriendo el Medio oriente y la Cuenca del Mar Caspio nos encontraríamos con 70 % de las reservas petroleras del mundo y es hacia esa zona donde se orientó prioritariamente el poderío norteamericano desde los años ´90 asumiendo un perfil claramente militar en la década actual (ver el gráfico 6: "Distribución de las reservas petroleras. El centro de las disputas globales").
    El sudoeste de la región contaba tradicionalmente con presencia militar estadounidense (Turquía, Arabia Saudita y otros países del Golfo); la guerra de Yugoslavia posibilitó hacia fines de la década pasada la instalación de una gigantesca base militar en Kosovo, el flanco izquierdo; la ocupación de Afganistan en 2001 la atenazó desde el flanco derecho, a lo que se agregaron bases y misiones militares en las repúblicas de Asia central de la ex Unión Soviética. La invasión de Irak coronó la ofensiva a la que debería haber seguido la ocupación de Irán. Al controlar el Medio Oriente y la franja eurasiática que va desde Afganistán a Yugoslavia (incluyendo la cuenca del Mar Caspio) los Estados Unidos asumirían automáticamente el dominio de un espacio que contiene 70 % de las reservas petroleras del planeta, surcada por oleoductos de los que depende en buena parte el abastecimiento energético europeo, por ejemplo el recientemente terminado que une Baku al borde de Mar Caspio, Tilbisi (Georgia) y Ceyhan al sur de Turquía, en el Mediterráneo. No sólo Europa, sino también India y China quedarían sometidos a una presión estadounidense avasalladora, situación que abriría la posibilidad de una segunda etapa cuyo objetivo es Rusia.
    La estrategia energética tiene inmediatas repercusiones en el sistema financiero global del que Estados Unidos es todavía un gran beneficiario gracias a que el dólar es aceptado como moneda universal de reserva, comercio y especulación, pero un pilar esencial del poder del dólar es su empleo en el comercio petrolero: la superpotencia está apoyada sobre una masa sideral de petrodólares.
    Aunque ahora la ofensiva del Imperio empieza a flaquear, la guerra de Irak deviene un verdadero pantano, Afganistán se encamina desde hace por lo menos un semestre hacia una suerte de “irakización” con multiplicación de combates y atentados y la invasión a Irán aparece como un objetivo inalcanzable después del fracaso de la tentativa de control rápido de Irak.


    Gráfico 6

    Petroalianzas

    Mientras tanto China prosigue su expansión acelerada (9 % de crecimiento del PBI este año según lo acaba de pronosticar el Banco Mundial), de cada diez barriles de petróleo de demanda adicional 3 corresponden a ese país que todavía representa una parte relativamente pequeña del consumo y las importaciones globales de hidrocarburos (7 % y 6 % respectivamente) pero que antes de una década pasará a ser decisiva. Las primeras escaramuzas serias con el competidor norteamericano comienzan a producirse. China extiende mientras tanto pacientemente sus redes comerciales hacia los suministros de África, América latina (Venezuela), Medio oriente (Irán) y Rusia.
    Por otra parte la ofensiva militar estadounidense ha provocado crujidos y reagrupamientos inquietantes en el tablero político internacional. El rechazo a la guerra de Irak acentuó las relaciones de Francia y Alemania con Rusia, China e India hasta llegar a Japón en una aparente convergencia hacia lo que los geoestrategas de moda denominan bloque o alianza eurasiática opuesta a la hegemonía atlantista (con centro en Estados Unidos), aunque esa coordinación posible está atravesada por numerosas contradicciones y dobles lealtades que solo quedan atenuadas cuando es necesario aquietar de manera conjunta los ímpetus bélicos de la superpotencia.
    Pero lo que sí comienza a emerger como eventual núcleo duro del eurasiatismo sobre bases energéticas es la convergencia entre China, Rusia e Irán, que algunos analistas califican de “Gran Alianza Energética de Asia” destinada a cambiar radicalmente las relaciones económicas y políticas internacionales17.
    Podría operar como catalizador de una compleja trama periférica de intereses abarcando desde Venezuela hasta la India y seduciendo a la Unión Europea y Japón. La integración entre China y Rusia se acelera y la reciente realización de maniobras militares conjuntas después de casi medio siglo de distanciamiento consolida un proceso impulsado por suculentas ventas de armas e insumos energéticos de Rusia a China compensadas con exportaciones industriales. Pero al mismo tiempo se estrechan los lazos comerciales de Irán con Rusia (que incluye el tema nuclear) y China (petróleo, nuclear, productos industriales) acompañados por una densa red e inversiones. Este polo tendrá seguramente un disparador de magnitud con la próxima apertura de una bolsa petrolera iraní funcionando en euros que competirá abiertamente con el duopolio impuesto por las bolsas de Londres (IPE) y Nueva York (Nymex) que negocian en dólares.

    Límites y alternativas

    De todos modos es necesario poner límites a la imaginación ya que la interpenetración económica mundial suele establecer puentes y ataduras que aplacan las rivalidades energéticas. Por ejemplo China compite con Estados Unidos por los recursos petroleros pero al mismo tiempo le envía la mayor parte de sus exportaciones industriales e importantes empresas norteamericanas obtienen hoy grandes beneficios produciendo en ese país de mano de obra barata para vender lo producido en su propio mercado. Además China ha acumulado dólares y bonos del Tesoro de EE. UU por cerca de US$ 650 mil millones (lo que genera una doble dependencia chino-norteamericana), y el segundo comprador de China es Japón que a su vez tiene una gran dependencia de la demanda de Estados Unidos. Podríamos tejer una historia no demasiado diferente entre Rusia y Estados Unidos, y si introducimos en la trama a la Unión Europea el panorama se hace mucho más complicado.
    La interdependencia global unida a la proximidad del “Peak Oil“ y su acompañamiento de alianzas aparentemente estratégicas y aventuras militares están configurando un clima internacional de amistades y enemistades, peleas y reconciliaciones sumamente volátil, cuya teorización económica o geopolítica desborda las concepciones del siglo XX acerca de las disputas entre estados. Que en numerosos casos abrazan el camino militarista mientras navegan en el océano financiero global común: curiosa conjunción de violencia y zancadillas económicas.
    Es dentro de ese contexto que debe ser ubicado el debate sobre alternativas energéticas.
    Ante todo es preciso constatar que la extracción de hidrocarburos está a punto de ingresar en su etapa de descenso (la actual suba de precios lo anticipa) mientras que las reconversiones técnicamente posibles requieren tiempo y capacidad de decisión.
    Las energías solar y eólica solo pueden abastecer el consumo de energía eléctrica que cubre hoy 12 % del consumo global de energía, extender esas alternativas implicaría por ejemplo la reconversión de 75 % del sistema industrial mundial que actualmente emplea energía no-eléctrica, reconversión que además requeriría en si misma mucho gasto de energía disponible, es decir basada en combustibles de origen fósil. La realización de esa obra ciclópea excede los plazos impuestos por la crisis energética en ciernes e incluye la resolución de inmensos problemas de almacenamiento y transporte de energía.
    La reconversión basada en la energía nuclear (obviando los problemas de seguridad ambiental que la misma implica) significaría pasar de las 450 centrales hoy funcionando a unas 8 mil, lo que impondría un esfuerzo de inversión difícil de imaginar. Además su funcionamiento plantearía a mediano plazo el tema del agotamiento de un recurso natural limitado: el uranio cuyo consumo al nivel actual (la energía nuclear cubre 7 % del consumo energético mundial) se agotaría en unos 60 años. Si la producción nuclear llegara a abastecer 50 % del consumo mundial al nivel actual quedaría materia prima para apenas una década. Y su reemplazo por reactores de fusión nuclear controlada no estará a punto desde la perspectiva técnico-comercial durante todavía mucho tiempo (por lo menos medio siglo según los expertos).
    En el caso del hidrógeno la situación es aún peor, su obtención con las técnicas disponibles consume más energía de la que posteriormente genera.
    Todo indica entonces que nos encaminamos hacia un sistema económico global condenado a reducir en un plazo relativamente corto su consumo energético. Ello abrirá el espacio para el desarrollo de estrategias de reconversión que muy probablemente incluirán combinaciones de distintas opciones energéticas: solar, eólica, hidráulica, utilización controlada del carbón, uso muy dosificado de petróleo y gas, ahorro de energía, etc, cuyas consecuencias económicas y sociales serán enormes.
    Un ciclo de casi 200 años de civilización industrial tal vez esté llegando a su fin, y con él sus esquemas de concentración del poder económico y político. Mientras tanto domina el panorama la peor de las opciones posibles, denominada por Richard Heimberg como “Plan Guerra”18: los mas fuertes buscan apropiarse de los recursos escasos (militarismo mediante) para superexplotarlos hasta su agotamiento, es lo que ahora aparece como alternativa dominante encabezada por Bush y sus halcones, sus consecuencias humanas son gravísimas, al final de esa orgía de violencia y despilfarro energético tendríamos un planeta caótico sumergido en la indigencia.

    (*)Economista, profesor de la UBA



    (1) Simons & Company International (www.simmonsco-intl.com).
    (2)Larry Elliott, Heather Long and Samira Sohail , “Is oil heading for $100 a barrel?”, The Guardian, Wednesday August 17, 2005
    (3) Shepherd Bliss, “Chevron, Peak Oil and China”, Peak Oil News, Monday, August 08, 2005.
    (4) Metthew Simons, “An Energy Tsunami Ahead”, 2005 AAPL Anual Meeting, July 1 2005, Banff, Canada.
    (5) Carola Hoyos, “Big Oil warns of coming energy crunch”, Financial Times, 4 Aug 2005.
    (6) Shepherd Bliss, art. cit.
    (7) International Energy Agency, “Saving Oil in a Hurry. Measures for Rapid Demand Restraint in Transport -Review Draft”, 28 February 2005.
    (8) “Tribute to Mr. King Hubbert”, Letter to Members from National Academy of Sciences, Volume 19, Number 4, April 1990 (www.hubbertpeak.com/hubbert/tribute.htm).
    (9) Pedro Prieto, “Un cuento de terrorismo energético”, Crisis Energética, marzo 2005 (www.crisisenergetica.org).
    (10) Ver ASPO, Association for the Study of Peak Oil & Gas ( www.peakoil.net).
    (11) Debido a sobrevaluaciones de las reservas de países de la ex Unión Soviética (Rusia, y las repúblicas petroleras de la Cuenca del Mar Caspio) y algunos del Medio Oriente (como Irak y Arabia Saudita). British Petroleum, The Statistical Review for Worl Energy 2005, 2004 (www.bp.com).
    (12) Matthew Simons, art. cit.
    (13) Matthew Simons, “Energy.A Global Overview”, Stanford GSB Energy Conference, Stanford University, November 10, 2004.
    (14) British Petroleum, op. cit.
    (15) Jim Puplava, “Recognition, Revaluation & Reallocation”, Financial Sense Online, 14 de marzo de 2005 (www.financiancialsense.com).
    (16) Ibid.
    (17) Jim Willie CB, “Energy Alliance & US Isolation”, Financial Sense Online (http://www.financialsense.com/Market/willie/2005/0817.html).
    (18)David Ross, “Plan War and the Hubbert Oil Curve. An interview with Richard Heinberg”, Znet (www.zmag.org).