Por Daniel Alciro
El 8 de junio, en el estadio Monumental, Argentina le ganó 3 a 1 a Brasil y se aseguró su participación el Mundial de Alemania 2006.
Apenas 21 días después, en Francfort, Alemania, Brasil le ganó 4 a 1 a Argentina y se adjudicó la Copa de Confederaciones.
Los dos partidos no hicieron sino marcar la paridad histórica en los enfrentamientos argentino-brasileños.
Brasil puede ser pentacampeón, y la Argentina tener sólo dos títulos mundiales. Sin embargo, en el frente a frente, no podrían ser más parejos:
CAMPEONATOS MUNDIALES |
Ganados por Brasil |
5 |
Ganados por Argentina |
2 |
PARTIDOS ARGENTINA-BRASIL
A LO LARGO DE LA HISTORIA |
Jugados |
90 |
Ganados por Brasil |
34 |
Ganados por Argentina |
34 |
Empatados |
22 |
Goles de Brasil |
140 |
Goles de Argentina |
148 |
El fútbol da una lección que sería conveniente aplicar a la política y la economía.
Un país puede ser más fuerte que otro en el orden internacional, sin que eso impida una relación bilateral paritaria.
Si se lo analiza bien, esa es exactamente la situación de Brasil y Argentina en más de un orden. Es absurdo enojarse cuando un dirigente internacional sea Bush o Hu Jin Tao sostiene que Brasil es el país más importante de la región.
Los grandes indicadores superficie, población y producto convierten a Brasil en líder indiscutible de la región (ver cuadro 1).
La fuente de esta información es World Develompent Indicators 2005, publicación del Banco Mundial. Se la eligió porque todas las dimensiones están calculados allí con igual método, y ofrece cifras de cada país para el mismo período. El IBGE (INDEC brasileño), asegura que en enero de 2004 la población de Brasil ultrapasó los 180 millones).
Sin embargo, cuando se toman en cuenta otros parámetros, se comprende por qué la relación bilateral es mucho más paritaria de lo que sugieren esos grandes números (ver recuadro 2).
En economía importa la demanda efectiva. El PIB per cápita indica que, en poder de compra, un argentino equivale a un brasileño y medio.
Por otro lado, el hecho de que Brasil tenga 5 veces más analfabetos, supone que (en términos porcentuales) la Argentina debe tener una masa laboral de estándar más elevado.
Cuando se compara la esperanza de vida al nacer y los índices de mortalidad infantil, es forzoso concluir que la Argentina tiene mejor salud pública.
Por último, las diferencias en las emisiones de dióxido de carbono, muestran que el medio ambiente está mejor preservado aquí.
Estos factores son índice de mayor productividad y competitividad: algo que no depende de los kilómetros cuadrados, ni de los millones de habitantes ni del PIB total.
No hay que extraer de esto la conclusión equivocada: no es que los argentinos seamos menos pero mejores. Lo que debe entenderse es que los dos países tienen ventajas complementarias.
Nueva dimensión del mercado interno
La dicotomía mercado interno/mercado mundial es tan falsa como la dicotomía campo/industria. No hay posibilidad de desarrollar el mercado interno sin integrarse a la economía mundial; y no hay posibilidad de integrarse a la economía mundial desentendiéndose del mercado interno.
La experiencia asiática muestra la interacción del mercado interno con el comercio exterior. En el caso de la Argentina, la primera necesidad es ampliar su mercado interno. Para eso, la integración regional es la clave.
Argentina y Brasil son la base de un mercado interno ampliado: Mercosur, que no puede quedarse en la eliminación concertada de aranceles. Debe servir para crear un espacio económico sin fronteras económicas interiores. La unión permitirá ganar escala. El PBI sumado de la Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay es US$ 638.800 millones de dólares. Más que el PIB sumado de 13 de los 25 países de la Unión Europea: Finlandia, Portugal, Irlanda, República Checa, Hungría, Eslovaquia, Eslovenia, Luxemburgo, Lituania, Letonia, Chipre, Estonia y Malta (todos juntos, US$ 626.900 millones).
Una unión efectiva de Argentina y Brasil, más los otros países del Mercosur, dará origen a un mercado de casi 189.400.000 personas: más habitantes que Italia, Gran Bretaña y Francia juntas (176.700.000). Inversiones que hoy no podemos atraer, se sentirán atraídas por ese mercado ampliado. Cambiar de dimensión es cambiar de posibilidades.
Mucho más si el Mercosur que nació del acuerdo entre Argentina y Brasil– da lugar a la formación de una comunidad económica, no limitada a los países que hoy están comprometidos a integrar Mercosur.
Se ha avanzado mucho en ese camino, ya que varios países han adquirido el carácter de asociados, mediante la suscripción de los llamados Acuerdos de Complementación Económica con Mercosur:
Chile (1996)
Bolivia (1996)
Perú (2003)
Colombia(2004)
Ecuador (2004)
Venezuela (2004)
México (2004)
Sin perjuicio de ello, el 8 de diciembre de 2004 se constituyó en Cuzco (Perú) la Comunidad Sudamericana de Naciones.
La integran:
Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay).
La Comunidad Andina de Naciones (Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela)
Chile
Guyana
Surinam
Los 12 países de Sur acordaron impulsar 31 obras de interconexión vial, ferroviaria y energética, como punto de partida.
El enviado de La Nación no pudo evitar el comentario suspicaz: La Comunidad Sudamericana representa para Brasil un proyecto estratégico para afianzar sus sueños de liderazgo internacional. Otros comentaron que fue ésa la verdadera razón por la cual alegando problemas de saludKirchner no viajó a la antigua capital de los incas.
Era la historia menor.
Si la Comunidad logra superar la retórica y la declaración de intenciones, potenciará a todos sus miembros.
Fortalecer el Mercosur
Antes, Argentina y Brasil tendrán que fortalecer el núcleo, que es Mercosur.
Por otra parte, hay que crear una autoridad comunitaria que impulse y supervise la unión. Una Comisión Ejecutiva y un Parlamento sudamericano son imprescindibles.
Hasta ahora, sólo ha habido remedos.
Se creó el Consejo del Mercado Común, la Secretaría del Mercosur, la Comisión Parlamentaria Conjunta y el Foro Consultivo Económico y Social y, fines de 2003,la Comisión de Representantes Permanentes del Mercosur (CRPM).
Es ésa la comisión que preside el ex presidente argentino Eduardo Duhalde. Sus funciones son casi las de un asesor:
Asistir al Consejo del Mercado Común y a la Presidencia Pro Tempore del Mercosur, en todas las actividades que le sean requeridas por cualquiera de estos.
Presentar iniciativas al Consejo del Mercado Común sobre materias relativas al proceso de integración del Mercosur, las negociaciones externas y la conformación del Mercado Común.
Afianzar las relaciones económicas, sociales y parlamentarias en el Mercosur, estableciendo vínculos con la Comisión Parlamentaria Conjunta y el Foro Consultivo Económico y Social, así como con las Reuniones Especializadas del Mercosur.
Para que haya un verdadero mercado común es necesario:
Armonizar las leyes de los distintos países-miembros,
Uniformar el régimen impositivo,
Coordinar políticas cambiarias y monetarias.
Una unión construida de ese modo se traducirá en un verdadero mercado común.
El consecuente cambio de escala económica servirá, entre otras cosas, para desarrollar la microelectrónica, la informática, la ingeniería de materiales, la biotecnología.
Estas actividades ofrecen pocas posibilidades en el ámbito restringido de los mercados nacionales. Si queremos que cada uno de nuestros países tenga todas esas industrias, ninguno va a tenerlas.
La comunidad económica permitirá que, instalada en uno de los países miembros, una industria disponga del mercado de todos y, contando con esa base, pueda proyectarse al mercado mundial.
Esto nos permitirá acceder a niveles de desarrollo industrial que hoy nos están vedados.
Hay un error que debemos evitar: creer que el primer mundo está dividiéndose en tres espacios autárquicos: NAFTA, la Unión Europea y Asia. Ese error lleva a creer que un país como la Argentina debe optar por vincularse a uno de esos tres espacios, en detrimento de su relación con los otros dos.
Ninguno de esos tres espacios es concebido como una fortaleza. Al contrario, uno de los objetivos de la integración de diversas economías es adquirir mayor competitividad en el mercado mundial.
Los espacios, por lo demás, están interpenetrados. Firmas japonesas representan un porcentaje creciente de la producción, el comercio interior y el comercio exterior de la Unión Europea.
Ni Estados Unidos, ni Europa ni Japón reclaman relaciones exclusivas o “fidelidad” comercial. Tampoco valoran (ni premiarán) la decisión unilateral de un país que opte por privilegiar la relación con uno de ellos.
La Argentina -como tal y, en caso de conformarse Mercosur, en nombre de este mercado sudamericano- debe buscar socios comerciales en todo el mundo.
La UE, sin fronteras
La Unión Europea ya ha borrado las fronteras internas. Hoy da lo mismo que una empresa esté en Sevilla, Atenas, Dusseldorf o Glasgow: tiene un solo mercado, leyes comunitarias y una autoridad supranacional, sita en Bruselas.
Aquellos que siempre reparan en las dificultades, más que en las posibilidades, pronosticaban que este momento nunca llegaría. Ahora, creen que la crisis del Sistema Monetario Europeo paralizará a la Comunidad.
Es inevitable que un proyecto tan ambicioso como la unidad europea atraviese dificultades, sufra retrocesos y tenga períodos de estancamiento o de marcha en zig-zag.
Lo importante es lo que ya Europa ya logró, y qué condiciones crea ese logro para el resto del mundo; en particular, para nosotros mismos.
La Unión Europea ha menguado pero mantiene -al igual que Estados Unidos- subsidios agrícolas que afecta a nuestros intereses.
Sin perjuicio de nuestras negociaciones como parte del grupo Cairns y en la Organización Mundial de Comercio, debemos -en las relaciones con Bruselas y, también, en las relaciones bilaterales con los gobiernos de los 12 países comunitarios- procurar la solución del problema.
Esa solución resultará tanto más fácil y provechosa cuanto más claro tengamos que el objetivo no es, simplemente, remover una barrera opuesta a nuestras exportaciones tradicionales: se trata de establecer bases equitativas de intercambio y convertirnos en socios de la nueva Europa.
El fin debe ser multiplicar el comercio con Europa, abrir nuevos mercados, acceder a tecnologías, integrar joint ventures y atraer inversiones.
Junto con Estados Unidos y la nueva Europa, Japón dominará por mucho tiempo el comercio mundial. Esta potencia de primer orden depende del petróleo y los alimentos importados.
Sudamérica es fuente de petróleo y alimentos. Es, además, un mercado importante. Japón, a su vez, es exportador de capital y tecnología. La complementación interesa tanto a Japón como a Sudamérica.
El escenario asiático
Las nuevas economías industriales del Asia (los cuatro “tigres”: Corea, Taiwan, Hong Kong y Singapur, así como las naciones de ASEAN: Malasia, Indonesia, Filipinas, Tailandia y Brunei, además del mismo Singapur) están caminando, también ellas, a la formación de un mercado común.
Japón es el referente natural en el Asia, pero -como nos ocurre a nosotros con Estados Unidos- la disparidad entre la economía japonesa y las otras economías del área es muy grande.
En muchas actividades habrá integración con Japón. En otras, los países asiáticos deberán buscar socios comerciales fuera del área.
El intercambio sudasiático-sudamericano ofrece múltiples posibilidades.
La formación de una Comunidad Sudamericana puede dar lugar a un sistema bi-oceánico. Chile -que hoy se prepara para una integración regional- ganará un vínculo atlántico con la nueva Europa, a la vez que afianzará su posición en el Mercosur. Nosotros ganaremos un vínculo con el Pacífico.
La costa oeste de los Estados Unidos, Japón, China, las nuevas economías industriales del Asia, Australia y Nueva Zelanda serán actores principales del comercio mundial.
Diplomacia comercial
El mercado interno no podría sustentar, por sí solo, el crecimiento que buscamos. Tampoco bastará con un incremento paulatino de nuestro comercio exterior. Debemos multiplicar las exportaciones. Irrumpir en el mercado mundial.
Eso exige armonizar normas con otros países, superar conflictos, entrar en negociaciones bilaterales, participar en negociaciones multilaterales.
Hay quienes hablan de apertura pero todo lo que propugnan es eliminar aranceles, desproteger a nuestra industria, no negociar nada y sentarse a esperar que nos inunden. La apertura unilateral y abrupta tiene efectos contraproducentes: perjudica al agro y a la industria, crea déficit comercial, genera deuda, termina en recesión y, por último, obliga a cerrar nuevamente para hacer frente a la crisis.
Es cierto que la libertad para fijar paridad, otorgar exenciones impositivas a las industrias que se quiere promover, proteger a los sectores incipientes y premiar las exportaciones, se ve restringida por razones internas e internacionales.
Muchos de esos mecanismos son incompatibles con el proceso de liberalización del mercado mundial, a la cual está comprometida la OMC. Sin embargo, todos los países exportadores utilizan los mecanismos postulados, en algunos casos hasta extremos como los alcanzados por la Unión Europea y los Estados Unidos, que subsidian su producción agropecuaria -para protegerla de las importaciones provenientes de países de mayor productividad- y se exceden de tal forma en el subsidio que provocan sobreproducción y terminan exportando excedentes subsidiados, a precios de dumping.
Esos mismos países están interesados en la libertad de comercio, como lo estamos nosotros, que necesitamos una apertura masiva de mercados. Pero esos países saben (y nosotros debemos aprender) que la liberalización es un proceso negociado, en el que cada cual trata de negociar desde posiciones de fuerza y nadie renuncia unilateralmente a los recursos aptos para mejorar su posición en el mercado mundial.
Esa negociación será prolongada, tendrá marchas y contramarchas, y exigirá moverse con gran habilidad. Nosotros -que luchamos contra el proteccionismo, efectivo y grosero, de los poderosos-, debemos poner en la mesa de negociaciones la necesidad de que se admita cierto grado de protección, selectiva y transitoria, en los más débiles.
En todo caso, lo que debemos tener siempre presente (cuando discutimos en el exterior y cuando tomamos decisiones domésticas) es que la prioridad, el objetivo más importante, la condición de nuestro crecimiento y, por lo tanto, de nuestra sobrevivencia, es la irrupción de la Argentina en el mercado internacional como exportador de productos industriales, con creciente valor tecnológico agregado. Esto tiene que convertirse en una obsesión nacional.
El modelo expuesto exige, ante todo: definir metas de productividad y exportación, a mediano y largo plazo, estimular el desarrollo de nuevas ventajas competitivas y fijar la apertura de mercados como la principal misión de la política exterior.
Un tratado sin cláusulas
Para afianzar la paz y la seguridad en la región, Julio Argentino Roca fue el primer presidente argentino en ejercicio que visitó Río de Janeiro.
Roca entró en el puerto un mediodía de 1899 en el buque más moderno de la escuadra argentina.
Allí lo esperaba el presidente de Brasil, Manuel Ferraz de Campos Salles, con grandes homenajes. Días después, Roca se marchaba diciendo:
Es la manifestación de una verdadera alianza moral, afirmada en sentimientos que están en la conciencia de una y otra nación.
En octubre de 1900, el presidente Campos Salles retribuyó la visita. En Buenos Aires, su presencia fue motivo de festejos memorables.
Viajaba en la comitiva el senador y ex ministro de Relaciones Exteriores de Brasil Quintino Bocayuva, quien describió el encuentro con estas palabras:
Argentinos y brasileños acabamos de suscribir un tratado sin cláusulas.
Dos años después, durante el bloqueo de las potencias europeas a Venezuela, una intervención financiera conjunta de la Argentina, Brasil y Chile logró aliviar la crisis.
Y en el reconocimiento a Panamá se realizó la primera acción del triángulo llamado ABC.
[Tomado del libro RIO/BUE, editado en 2004 por el Banco de Inversión y Comercio Exgterior (BICE), de Argentina; y O Banco do Desenvolvimento (BNDES), de Brasil]
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Nombres brasileños
Las callecitas de Buenos Aires
La nomenclatura urbana es un índice de los valores que prevalecen en la sociedad. Durante el siglo XIX y la primera parte del siglo XX, los nombres dados a las calles de Buenos Aires reflejaron una actitud universalista y, en particular, pro latinoamericana.
Héroes y e hitos de la independencia de otros países se incorporaron a la toponimia porteña. El reconocimiento no se limitó a la historia, sino que se brindó también sitios y personalidades contemporáneas de países vecinos. En las últimas décadas, casi todos los bautismos han revelado a una sociedad más ensimismada, menos dispuesta a que sus calles hagan nuevos aportes a la confraternidad regional.
Entre el siglo XIX y la primera parte del XX, la ciudad puso nombres brasileños a varias de sus calles y avenidas:
BOCAYUVA, Quintino [Entre Yapeyú y Treinta y Tres Orientales, en el barrio de Almagro]. Antes se llamó Estebarena (por los dueños de la finca que atravesó al abrirse) y Artes y Oficios (por la escuela salesiana así llamada, que estaba en el 1887 de esa calle). Se le impuso su actual nombre en 1912, al morir Quintino Ferreyra da Souza (llamado Bocayuva; 1836-1912). Este prominente brasileño comenzó como tipógrafo y terminó siendo el Príncipe de la Prensa en Brasil. Periodista y político, sirvió como senador y presidente del Estado de Río de Janeiro. Sincero amigo de la Argentina, fue embajador de su país en Buenos Aires.
BONIFACIO, José [Nace en Av. La Plata 851 y termina en Av. Olivera 502, en el barrio de Caballito]. Antiguamente se la conoció como 9 de Julio y Convención. Se llama así desde 1921. Honra al Patriarca de la Independencia de Brasil, que junto con su esposa la princesa Leopoldina de Austria– instó a Dom Pedro a dar el grito de Ipiranga (Independência ou morte; San Pablo, 7 de septiembre de 1822). Graduado en filosofía y en derecho civil, Bonifacio realizó estudios de matemáticas, abrazó los ideales de la Revolución Francesa y tradujo las Odas de Virgilio.
BRASIL, Avenida [Nace en Av. Don Pedro de Mendoza y termina en Av. Sánchez de Loria 2100]. A principios del siglo XIX se llamó Cabieces (por un héroe de Reconquista) y Patagones (por el fortín). Pero a mediados de aquel siglo ya se llamaba como hoy. En Brasil 315 está la Iglesia Ortodoxa Rusa. En Brasil 1039 estaba la casa de Hipólito Yrigoyen, saqueada por una turba el 6 de setiembre de 1930.
CAMPOS SALLES [Nace en Av. Del Libertador 7102 y termina en Av. Cabildo 3301]. Antes se llamó Apipé. Desde 1921 recuerda a aquél presidente brasileño que intercambió visitas con Roca: Manuel Ferráz de Campos Salles. Abogó por la abolición de la esclavitud en su país, participó en el destronamiento de la Casa de Braganza y fue gobernador de San Pablo. Llegó a la presidencia de su país en 1899 y uno de sus primeros actos fue recibir a su colega argentino.
CURITYBA [Nace en Araujo 1327 y termina en Corvalán 1234, en el barrio de Mataderos]. Se la bautizó así en 1933, en homenaje a la capital del Estado de Paraná, Brasil.
CHAGAS, Carlos [Nace en Marcos Sastre 4587 y termina en Nogoyá 4558]. Desde 1937 recuerda al médico brasileño Carlos Justiniano Ribeiro Das Chagas (1879-1934), descubridor del tripanozoma crucis, causante de la enfermedad que lleva el nombre de este investigador. Dado que el estudio de ese parásito fue continuado por el médico argentino Salvador Mazza, en nuestro país se habla del mal de Chagas-Mazza. Sin embargo, Mazza no tiene una calle y Chagas sí.
ITAQUÃ [Nace en Av. La Plata 2499 y termina en Av. General Paz 16.100]. Ex San Pedro, lleva desde 1893 el nombre de esta ciudad de Rio Grande do Sul, ubicada a la vera del río Uruguay, frente a Corrientes. En la calle Itaquí están la plaza Sud América y la Capilla de Nuestra Señora de Copacabana.
NATAL [Nace en Salvigny 1352 y termina en Av. General Francisco Fernández de la Cruz 1463, en el barrio de Nueva Pompeya]. Desde 1933, se llama así en honor de la capital del Estado Río Grande del Norte.
RÃO DE JANEIRO [Nace en Av. Rivadavia 4599 y termina en Av. Ãngel Gallardo 100]. Antes se llamó Gran Chaco, pero en 1897 una ordenanza municipal le dio el nombre de la (entonces) capital brasileña.
SANTOS DUMONT [Nace en Soldado de la Independencia 600 y termina en Warnes 1601]. En 1935 se le impuso este nombre en homenaje al ingeniero y aviador paulista Alberto Santos Dumont (1873-1932), constructor de dirigibles y aeroplanos. Es uno de los precursores de la aviación mundial.
Hay otras calles que aluden a batallas ganadas por Argentina en la guerra con Brasil (1825-1827), como Yatay o Ituzaingó; ó a batallas ganadas por Argentina, Brasil y Uruguay contra Paraguay, en la Guerra de la Triple Alianza (1865-1870). Afortunadamente, desde hace más de 200 años, esta es una de las regiones más pacíficas del mundo.
[Las referencias catastrales y sobre las fechas de las ordenanzas están tomadas del libro de Vicente Osvaldo Cutolo, Buenos Aires: historia de las calles y sus nombres]
Convergencia
Lección europea
El tratado de Maastricht fijó cinco “criterios” que todo país miembro debía cumplir si quería sustituir, en 1999, su moneda nacional por el euro. El más urgente comenzó a regir en 1993.
Cada vez que los productos brasileños se vuelven baratos en la Argentina, aquí se clama por las asimetrías dentro del Mercosur.
Lo mismo ocurre en Brasil cuando se abaratan los productos argentinos.
Si las asimetrías fueran resultado de la mayor eficiencia de un país, no habría nada que objetar: no sería legítimo pedir subsidios o trabas para igualar a ambos países al nivel del más ineficiente.
El problema es que las asimetrías derivan de diferencias cambiarias, fiscales e impositivas.
Cuando Brasil devaluó, en 1999, se hizo de golpe más eficiente que Argentina.
Tres años más tarde, Argentina se volvió de la noche a la mañanamás eficiente que Brasil.
Es esta inestabilidad la que impide consolidar un mercado común.
La Unión Europea es un éxito porque sus arquitectos advirtieron la importancia de la convergencia . El tratado de Maastricht fijó cinco “criterios” que todo país miembro debía cumplir si quería sustituir, en 1999, su moneda nacional por el euro. El más urgente comenzó a regir en 1993:
Equilibrio cambiario. Los miembros debían incorporarse a un exchange rate mechanism (ERM) y atar su signo monetario a una moneda virtual, la European Community Unit (ECU, en inglés). El marco, la peseta o el franco no quedaron “irrevocablemente fijos” al ECU hasta 1998, pero la fluctuación autorizada era mínima.
Para los otros cuatro criterios, había plazo hasta 1997. Los países miembros tenían, así, cinco años para completar este cuadro “macroeconómico”:
Equilibrio fiscal. Déficit no superior al 3 por ciento del PBI.
Deuda limitada. Deuda pública no mayor del 60 por ciento del PBI.
Bajas tasas de interés. Sólo 2 puntos por encima de un promedio: el formado por los tres países de la Unión Europea donde el crédito de largo plazo fuera más barato.
Precios estables. Una tasa de inflación similar a la de los tres miembros con mayor estabilidad: a lo sumo, 1,5 por ciento más alta.
El tránsito no fue fácil. Hubo incontables obstáculos, conflictos y retrocesos. Pese a todo, el 1º de enero de 1999, once países pudieron reemplazar sus monedas nacionales por el euro.
Aunque las situaciones sean distintas, la construcción de la Unión Europea ha dejado enseñanzas que pueden ayudar a crear, a partir del actual Mercosur, un verdadero mercado común sudamericano.
No se trata de iniciar un galope frenético: en Europa pasaron cuarenta años entre la creación de la Comunidad Europea del Carbón y el Acero, embrión de la Europa única, y el Tratado de Maastricht.
Tampoco se trata de mantener un trote pausado: la globalización obliga a que las relaciones internacionales tengan hoy un ritmo distinto del que los países se permitían antes de los años ´90.
Quizás el tema más urgente es la convergencia cambiaria. En Europa empezó mucho antes de Maastricht. Fue en 1971, cuando se creó la EMU , que tenía dos objetivos: la estabilidad cambiaria y la integración de los mercados de capitales.
Un año más tarde, apareció “la serpiente”: ninguna moneda podía “subir” más de 1% ni “bajar” más de 1%. Los leves movimientos cambiarios se asemejarían a los de una serpiente dentro de un tubo muy angosto.
Hubo, es cierto, interrupciones y fracasos. Ningún país se resignaba a perder su autonomía cambiaria.
En 1979, se puso en marcha un sistema más refinado: el Exchange Rate Mechanism (ERM), Fue entonces cuando nació el ECU, que resultaba de poner todas las monedas europeas en una “canasta” y sacar un promedio.
Cada moneda nacional tenía su valor en ECU y muy poco margen para fluctuar: las más fuertes no podían “subir” o “bajar” más de 2,5%; las más débiles, hasta 6%. Sin embargo, en caso de ascenso o descenso irreprimible había una solución: la proveía el Fondo Europeo de Cooperación Monetaria. Este fondo compensador salía a comprar cuando una moneda caía demasiado, y a vender cuando subía más de la cuenta. Con la firma de Maastricht, el ERM se tornó obligatorio.
Europa decidió equiparar monedas y, una vez logrado esto, homologar índices macroeconómicos. En el Mercosur, hay quienes creen que se debe recorrer el camino inverso: asegurar la disciplina fiscal, preservar la estabilidad, contener el endeudamiento y dejar para lo último la discusión sobre las paridades. Algunos hasta piensan que, asegurado el equilibrio macroeconómico, las diferencias cambiarias no tendrían importancia. Es una fórmula para el desastre.
Teniendo en cuenta la experiencia europea, parece indispensable crear un mecanismo de nivelación cambiaria.
Los europeos procuraron asegurarse, entre sí, términos de intercambio equitativos y estables. De ese modo, unificaron sus mercados. Eso permitió que aun países “débiles”, como España o Irlanda, a los cuales se suponía incapaces de cumplir los criterios de Maastricht, llegaran a 1997 con las mejores calificaciones.
El equilibrio macroeconómico no fue sólo consecuencia de los ajustes fiscales que los signatarios de Maastricht hicieron entre 1992 y 1997. El mercado único aceleró el crecimiento y aun las economías menos promisorias vieron fortalecidas sus finanzas públicas.
Las metas de Maastricht fueron muy rigurosas. Tanto que, hoy día, hasta
Alemania y Francia tienen dificultades para cumplirlas. Sin embargo, por lo
mismo que exigieron mucho, permitieron alcanzar niveles que de otro modo
nunca se habrían logrado.
La silla de la discordia
En la Argentina se piensa que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas tiene una vacante, y que esa vacante debe ser cubierta por el Mercosur. A partir de ese error, se sostiene que Brasil quiere arrogarse el derecho exclusivo de representar al grupo, y la Argentina propone una representación rotativa. Esto revela un profundo desconocimiento de lo que se está discutiendo en las Naciones Unidas. A continuación, una breve historia del Consejo de Seguridad, y una síntesis del complejo problema que plantea actualmente el proyecto de recomposición. El tema es de estricta actualidad, interesa a todos los países del mundo, y deberá ser resuelto por la Asamblea de la ONU en septiembre.
En 1941, Roosevelt le hizo una propuesta deshonesta a Churchill. Descontando que Estados Unidos e Inglaterra ganarían la guerra, le dijo que ambos países deberían formar y conducir una organización internacional para monitorear a los vencidos.
Churchill advirtió que si bien los vencidos no podrían decir nada– los aliados no verían con buenos ojos una nueva Liga de Naciones, manejada sólo por Washington y Londres.
Sin embargo, Roosevelt insistió en su criterio: o pax anglo-americana o caos.
Cuando advirtió la importancia del frente oriental, decidió sumar a Rusia y no pudiendo despreciar al otro gigante orientaltambién a China.
En 1943, los cuatro países diseñaron en Teherán la futura ONU.
Habían encontrado, por fin, la fórmula para satisfacer el principal objetivo de Roosevelt: la organización tendría muchos miembros, pero el poder verdadero recaería en un Consejo Ejecutivo, más tarde rebautizado Consejo de Seguridad.
China sería parte de ese Consejo; pero cuando la guerra se aproximaba a su fin, Chan y Mao estaban más preocupados por China que por el mundo.
Los detalles de la futura ONU fueron arreglados, en Yalta, por Roosevelt, Churchill y Stalin.
De Gaulle no fue invitado. El trío entendía que Francia no había vencido a Alemania sino que había sido rescatada de los alemanes.
La cólera de los franceses produjo resultados. Cuando se constituyó la ONU (San Francisco, 1945) los dueños de la nueva organización eran los Cinco Grandes: Estados Unidos, Inglaterra, Rusia, China… y Francia.
Cada uno tendría un asiento permanente en el Consejo de Seguridad, con poder de veto.
Los otros 45 países sólo estarían representados en la Asamblea (un foro sin poder) y se rotarían para ocupar seis sillas en el Consejo, como miembros no permanentes sin derecho a veto.
El Consejo fue el lugar donde se neutralizaron Occidente y el mundo no capitalista. Al menos, cuando no decidieron hacer un by pass a las Naciones Unidas y trenzarse en Corea o Vietnam. Entre 1945 y 1990 el poder de veto fue empleado 240 veces. La URSS lo usó en 118 ocasiones, Estados Unidos en 69, Inglaterra en 32, Francia en 18 y China sólo en 3.
En años recientes, distintos países del mundo comenzaron a decir que el Consejo refleja la estructura de poder de 1945, y que la nueva realidad no se arreglaba ampliando el número de miembros no permanentes (que en 1965 pasaron de seis a 10).
Los adalides de la reforma eran los vencidos de 1945 principalmente Alemania y Japóny las potencias emergentes de un Tercer Mundo profundamente transformado por los procesos de descolonización y globalización.
A fines de 2004, un panel de la ONU, designado al efecto, presentó dos modelos de ampliación del Consejo:
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La cronología de la discusión desatada por ambos modelos es elocuente, y demuestra que el asunto está lejos de ser un problema argentino-brasileño.
Diciembre de 2004. El panel presenta sus dos modelos.
18 de febrero de 2005. El grupo Unidos para el Consenso, liderado por Italia, Corea del Sur, Pakistán y Argentina, expresa que básicamente apoya el modelo B. Este es el sindicato de los números 2. Es obvio que, si se adoptara el modelo A, la representación de Europa corresponderá a Alemania; la de Asia-Pacífico, a Japón; y la del Hemisferio Occidental, a Brasil. Se descuenta que un actual miembro del Consejo de Seguridad, China, se opondrá al modelo A, para bloquear el ingreso de Japón al Consejo.
8 de marzo. La Unión Africana (UA) emite un documento titulado Common African Position on Reform of the United Nations. Demanda al menos dos asientos permanentes en el Consejo de Seguridad para pases africanos, con poder de veto, más seis puestos no permanentes. Quiere, además, que sea la propia UA la que designe a los representantes del continente.
21 de marzo. El Secretario General Kofi Annan insta a que se adopte uno de los dos modelos propuestos por el panel.
1º de abril. Un web site chino reúne 22.000.000 de firmas contra la admisión de Japón como miembro permanente del Consejo.
Italia lanza una nueva propuesta: que se divida al mundo en 10 regiones, no en 4, y que cada región elija su propio representante. Ofrece dos modelos:
Modelo Verde. Se agregan 10 nuevos miembros no permanentes. Períodos de 2 años, no renovables.
Modelo Azul. Períodos de 3 a 4 años, con reelección.
28 de abril. Se divide el bloque africano. Los candidatos a ocupar un asiento en el Consejo son: Egipto, Kenya, Libia, Nigeria, Senegal y Sudfrica.
13 de mayo. Alemania, Brasil, India y Japón (el llamado G4) presentan su propio proyecto de ampliación del Consejo: 25 sillas, incluyendo las de 6 nuevos miembros permanentes con derecho de veto. Francia apoya. Estados Unidos dice que debe estudiar la propuesta. Se sabe cuál es la posición de Washington: por un lado, no quiere más miembros con derecho de veto; por otro lado, no tiene una excesiva preocupación por un organismo al cual está dispuesto a ignorar cuantas veces considere necesario.
2 de junio. El embajador de China ante la ONU, WangGuangya, anuncia formalmente en Nueva York que su país bloqueará todo intento de Japón, Alemania, India, y Brasil de obtener un asiento permanente en el Consejo de Seguridad.
China se resiste, ante todo, al ingreso de Japón: el enemigo de guerra que nunca se arrepintió de su conducta durante la ocupación del territorio chino. Además, Tokio tiene una actitud pro-Taiwán. Beijing, que en 1971 reemplazó a Taiwán como representante de China en el Consejo de Seguridad, no admite el reconocimiento del gobierno de Taipei en forma alguna.
La cuestión ha alejado a Beijing de los brasileños, pese a que hace unos meses el Presidente Hu Jin Tao proclamó una alianza estratégica entre China y Brasil.
Wang dice que su país prefería el proyecto promovido por Italia, Pakistán, Corea y Argentina, que quieren un Consejo de Seguridad de 25 miembros, sin nuevos derechos de veto.
9 de junio. Ante el escaso apoyo que obtuvo su propuesta, el G4 introduce una modificación que se prevé insuficiente: los nuevos miembros no tendrán derecho de veto por 15 años. La India no está de acuerdo, pero acepta el criterio mayoritario.
Los cancilleres de la Unión Africana (UA), mientras tanto, no logran ponerse de acuerdo sobre los países que deberían representar al Ãfrica.
En la ONU, la cuestión queda planteada como un reclamo del G4, resistido por la mayoría del Consejo de Seguridad (excepto Francia) y por los países que no podrían competir con Alemania, Japón, India y Brasil.
Según el diario indio Dainik Jagran, sobre la base de casi todos los parámetros, India y Japón son los candidatos más probables de la región Asia-Pacífico, Brasil del Hemisferio Occidental y Alemania de Europa. Los dos representantes de Ãfrica serán seguramente elegidos entre Sudáfrica, Egipto y Nigeria. Esto ha llevado a Pakistán a unirse a los países descontentos; es decir, aquellos que difícilmente obtendrían un asiento en el Consejo de Seguridad expandido, como Argentina e Italia.
Como se ve, esto no es una interna del Mercosur. Es una discusión global, en la cual Brasil es protagonista, en tanto parte del G4: el grupo de potencias actuales o emergentesque basan sus aspiraciones en su tamaño físico, la magnitud de su población o su producto.
La decisión debe tomarla la Asamblea, en septiembre, pero se necesita el voto favorable de 128 países: dos tercios del total de miembros de la ONU.
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