China e India, ¿cómo Gran Bretaña hace un siglo?

    Pronto el planeta tendrá 6.500 millones de habitantes. Casi 40% vivirá en China e India. El ingreso, en esa zona, crece a razón de al menos 7% anual. Más allá de la profusa literatura sobre el desplazamiento del poder mundial a la esfera del Pacífico, y la emergencia de nuevas probables superpotencias, a la Argentina le interesa otro costado de la cuestión. Esas economías reclaman con avidez productos básicos como los que produce y exporta el país. Para el futuro previsible, está garantizado que la soja y otros granos, la carne, alimentos y minerales tendrán creciente demanda y permitirán aumentar en forma sostenida las exportaciones y generar las divisas que se necesitan para achicar la deuda externa y mantener superávit comercial.


    Con esta perspectiva y recurriendo a una analogía histórica no es exagerado imaginar que estos países asiáticos puedan cumplir, durante los próximos años, el mismo papel que tuvo Gran Bretaña a finales del siglo XIX y principios del XX en la economía nacional.


    ¿Significa que estamos condenados a ser otra vez granero del mundo, vendedor de productos básicos y renunciar a un modelo industrial exportador? De ninguna manera.


    Pero el hecho concreto es que habrá demanda de commodities que la Argentina puede producir con eficiencia y en cantidad. Es simplemente un punto de partida, desde el cual garantizar un creciente volumen de ventas externas. Por lo demás, Estado y sector privado deberán consensuar el tipo de desarrollo industrial que podemos tener para insertarnos en forma conveniente en la economía global. Una nueva oportunidad que no debe ser desperdiciada.


    No está claro el resultado del debate acerca de si en la Argentina y en la región se ha instalado un nuevo paradigma económico (ver nota de página 30), pero sí parece evidente que estamos en una etapa de crecimiento que puede prolongarse.


    Un estadista tan cauto como Roberto Lavagna se siente confiado como para pronosticar que tendremos crecimiento sostenido hasta 2010, año del bicentenario de la Nación. Naturalmente, no se crecerá a las tasas de los dos últimos años y tampoco a la de 2005, pero si la economía crece 4% anual se logrará avanzar en la lucha contra la exclusión social y la desigualdad del ingreso.


    En esta materia, algo importante acaba de suceder, y no parece que se haya percibido con nitidez. Hemos pasado por una negociación salarial libre que logró aumentar el nivel de los sueldos. Sin embargo, todavía estamos entre 15 a 25% menos (según quien haga los cálculos) del valor real de los salarios medidos en dólares de 2001.


    Por una vez, la puja distributiva se mantiene dentro de cánones deseables y no desencadena una carrera de precios y una estampida inflacionaria, como en otras oportunidades de nuestro pasado reciente.


    Es un cambio institucional relevante, y una muestra afortunada de que los sindicatos no tienen ya un poder omnímodo.