Entretanto,
el problema más grave –envejecimiento de la población
y resultante predominio de gerontocracias– nunca fue encarado en
serio. No obstante, en 2003 y parte de 2004, surgían síntomas
de recuperación. Pero, como apunta un reciente informe, la tercera
economía del mundo muestra este año señales poco
tranquilizadoras. ¿Por qué? Porque aquel problema de fondo,
el envejecimiento, no figuraba entre las preocupaciones de la dirigencia.
Antes o después de la burbuja de 2003-4, en efecto, las trabas
son las mismas. Para explicarse la seriedad del problema y la peligrosa
autocomplacencia cifrada en la “magia tecnológica”,
basta con observar un tonto prototipo de robot desarrollado por Toyota.
Puede caminar o tocar la trompeta, pero no armar un coche ni operar una
correa transportadora. Este humanoide, en verdad, ha sido diseñado
sólo para asistir a ancianos.
¿Sol
renaciente?
Desde el crac bursátil y financiero de 1989, Japón ha tratado
–a menudo infructuosamente– de recobrar impulso. Pese a algunos
signos preocupantes, el presente marco parece más promisorio. Recientes
reformas lanzadas por el Banco de Japón (central) han estabilizado
los medios de pago y mejorado la oferta crediticia, lo cual contribuye
a los resultados del sector privado.
De ahí que muchos analistas locales y del exterior hayan dado la
bienvenida a la guerra entre dos gigantes financieros (bancos Sumitomo
y Mitsubishi) para quedarse con otro líder. Asocian el enfrentamiento
a reformas que, de un modo u otro, promueven un tipo de competencia infrecuente
en el país. Con todo, esa pugna empalidece ante la desatada, en
marzo, cuando Livedoor –una emprendedora en Internet– inició
una batalla en los tribunales para comprar Nippon Broadcasting System.
“La reactivación es real, pese a vaivenes recientes”,
sostenía Hiroshi Yoshikawa –profesor de Economía en
la Universidad de Tokio– en un panel organizado por la Escuela de
Negocios Wharton. Pero, tras aludir al avance del producto bruto interno
(de 3,1 a 3,5% anual entre 2003 y 2004), puntualizó que para 2005
no se estima más de 1,5 a 2%. No obstante, “hay tres factores
positivos a mediano y largo plazo: capital humano, tecnología y
China”.
Cambios
y management
No sólo el Gobierno necesita hacer más cambios. También
los exigen el entorno y la cultura de negocios, que deben generar un clima
propicio a innovaciones. Japón tiene apenas 4% de firmas emprendedoras,
la menor proporción entre las economías industriales.
Por otro lado, el comercio minorista se halla estancado en alrededor de
US$1,4 billón, mientras su contraparte estadounidense se ha doblado
en unos diez años. Muchas firmas se han estereotipado y ni piensan
en cambios, por lo cual urgen reformas de fondo.
“Para lograr una recuperación en serio, también se
precisa modificar el management, en particular los sistemas de promoción”,
afirma Ikuo Nishioka, ex director de Intel Japan. “Cuando un gerente
alcanza la conducción superior, por lo común tiene más
de 70 años y quiere que lo dejen en paz. No le gustan los cambios.
No es casual que Sony haya optado por un director ejecutivo galés…”.
El mercado para capitales de riesgo también impone restricciones,
originadas en su propio auge. Durante la burbuja tecnológica local
(años ’80), las inversiones en ese campo generaban retornos
espectaculares. Pero casi no hubo reinversión. Ahora, apunta Nishioka,
“hay déficit de capitales emprendedores”.
A menudo se dice que el imperio abarca dos economías. Por un lado,
operadores estelares de alcance mundial, por ejemplo Canon, Toyota, Sony
o los bancos líderes. Por el otro, una masa de empresas menos exitosas,
cuando no directamente mediocres. George Fields, experto en marketing
y asesor del Gobierno, suele citar un amplio estudio sobre la industria
nipona (2003), según el cual las manufacturas exportadoras tienen
índices de productividad que casi doblan el promedio general. “El
problema –advierte– es que ese sector dinámico representa
apenas 10% del total. Entonces, es cierto: Japón es dos países”.
Japón
y China
Como ha ocurrido en siglos de historia, nuevamente China es clave para
el futuro de Japón. Ahora, el gigantesco vecino plantea disyuntivas
económicas, políticas y sociales, magnificadas por el lento
ritmo de la economía insular, aunque su producto bruto por habitante
sea aún varias veces superior al chino. Pero, mientras la cantidad
de japoneses en edad laboral tiende a reducirse, la de chinos activos
mantiene leve tendencia a aumentar.
Por desgracia –y como se ha consignado–, las buenas señales
de recuperación en 2003-4 se debilitan este año y el desempleo
vuelve a subir. En abril, su tasa (4,8% de la población activa)
fue la más alta en ocho meses y venía rebotando desde febrero.
Eso hace temer que la recuperación del bienio previo haya durado
demasiado poco.
Otro síntoma preocupante para la actividad en general surge de
un sector básico, el consumo. En marzo, el gasto familiar cedía
casi 4% respecto de un año antes. También en este plano,
la tendencia negativa data de febrero. Por el contrario, China vive un
auge de mercado apoyado justamente por el gasto del público, si
bien dista de ser una economía de consumo (objetivo políticamente
ajeno al actual modelo de Beijing).
Menos
gente y más vieja
Pero el punto más inquietante no reside en las estadísticas
económicas sino en las sociales, donde –de nuevo– la
clave remite al envejecimiento y su correlato, la disminución de
población activa. Entre otras cosas, esto explica que suba el índice
de desempleo y baje el consumo.
La cantidad de gente en edad laboral (15 a 64 años) viene descendiendo
desde 1995. Hacia 2050, la masa de población activa se habrá
achicado de 87 a 54 millones (53%). Al mismo tiempo, los mayores de 64
pasarán de un quinto a un tercio de la población total.
En ese contexto –e imitando al gobierno alemán–, el
primer ministro Junichiro Koizumi presentó a la Dieta, en junio
de 2004, un programa de reformas jubilatorias absolutamente impopular.
Hasta ahora, ha creado más problemas que soluciones. En esencia,
su objeto es equilibrar un sistema que –como era normal en buena
parte del mundo– se basa en aportes de trabajadores activos. Dado
que éstos hoy son menos, Koizumi pretende elevar sus contribuciones
y, al jubilarse, cobrar menos y recibir menos prestaciones. Vale decir,
se copian reformas hechas en Chile o la Argentina y propuestas por George
W. Bush o Gerhard Schröder.
En medio de los debates parlamentarios, surgieron varios escándalos
relativos al sistema jubilatorio. Por ejemplo, se supo que influyentes
legisladores, dirigentes políticos y empresarios habían
estado diez años sin aportar a sus cajas. Esto llevó a las
renuncias de miembros del Gabinete y de la oposición.
Papel
global
Al margen de problemas internos, Naotaka Matsukata (Hunton & Williams,
Nueva York) cree que hay amplio margen para que Japón recobre peso
internacional. Por supuesto, nadie duda de que conserva plenamente un
papel decisivo en el Pacífico occidental.
Tras subrayar las inestables relaciones entre Washington y Tokio, el analista
consultado por Wharton sostiene que los partidarios del libre comercio
tienden a imponerse a los conservadores proteccionistas en el “Sol
naciente”. Casi lo contrario sucede en el gobierno de Bush.
No obstante, de visita por Asia oriental, en marzo, Condoleezza Rice –secretaria
de Estado– destacó los aportes japoneses a escala mundial.
De paso, respaldó las gestiones de Tokio para tener un asiento
permanente en el Consejo de Seguridad. El mismo que pretende Brasil, viejo
socio comercial de Japón. En realidad, como luego demostrarían
sus críticas a Vladimir Putin en Moscú, Rice cree que –en
un escenario de tensiones– la segunda y la tercera economía
debieran respaldarse mutuamente.
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