Tras ganar las elecciones, Blair afronta una campaña en contra

    ¿Debe
    Tony Blair respetar la promesa de dejarle el cargo a Gordon Brown y no
    llegar al fin del mandato reglamentario?
    De ser así, ¿cuándo debiera hacerlo?, ¿en
    el corto, mediano o largo plazo? Por otra parte, ¿cuál será
    la suerte del laborismo y su todavía jefe si las cosas empiezan
    a ir mal en los frentes económico e internacional?
    Periódicos, radios y TV son escenario del abierto enfrentamiento
    entre partidarios y opositores internos de Blair. Éstos arguyen
    que el Primer Ministro debiera salirse del camino antes de que la primavera
    económica se enfríe. Aquéllos sostienen que nada
    obliga a una renuncia antes de tiempo. En medio del lío, la constitución
    europea es un asunto espinoso que debe resolverse antes de 2006.
    Las inequívocas actitudes de los votantes señalan que el
    aliado más estrecho de Estados Unidos en Irak inicia su tercer
    período con problemas exteriores, mientras los ocho años
    de prosperidad que lo sostuvieron empiezan a desvanecerse, no sólo
    en Gran Bretaña. “Cualquiera sabe que no ganamos por mérito
    de Blair”, decía por BBC World Robin Cook, que renunció
    como canciller por oponerse a “esa guerra estúpida y las
    mentiras que buscaban justificarla”.
    Sin duda, Cook es punta de lanza en una puja interna cuyo motor es Brown,
    todavía ministro de Hacienda. Por cierto, la victoria laborista
    fue amarga: su mayoría en la Cámara de los Comunes (compuesta
    de 646 bancas) cedió de 162 a 66 escaños, o sea de 27 a
    10,2%. “Ahora, Blair debe reflexionar no sobre la renuncia, sino
    sobre su oportunidad. Si quiere salvar la unidad del Partido y asegurar
    nuevos triunfos, tiene que irse lo antes posible”, afirma Cook.
    “Sostener que la gente, de pronto, quiere la cabeza de Tony en una
    bandeja, a poco de una victoria histórica y la tercera derrota
    seguida de los conservadores, es un absurdo”. Eso cree Peter Hain,
    un miembro del Gabinete. En verdad, antes de los comicios, Blair dijo
    que serían los últimos de su carrera. Pero “tiene
    apenas 52 años y no sugirió que abandonaría antes
    de cumplir el nuevo mandato”.

    Crisis del laborismo
    El asunto de fondo es otro y hace a un laborismo cuestionado por sus propias
    bases. De ahí la huída de votos hacia derecha e izquierda.
    En realidad, no pocos distritos se salvaron de los demoliberales gracias
    al perverso régimen electoral subsistente, que deja afuera a la
    segunda minoría. Eso impide que el mapa político británico
    adopte la pluralidad típica del continente y se parezca demasiado
    al “contubernio bipartidista” imperante en Estados Unidos.
    “Canadá es más transparente que nosotros”, apuntaba
    Frank Dobson, otro ex ministro. En su opinión, “un primer
    ministro puede marcharse si una porción sustancial de su partido
    lo cree necesario”.
    En general, los observadores de la oposición y varios independientes
    estiman que se ha roto la armonía preelectoral entre Brown y Blair.
    Será muy difícil que se recobre, máximo cuando el
    primer ministro asuma, en julio, la presidencia rotativa de la Unión
    Europea. Al cierre de esta edición, arreciaban los debates en torno
    de la constitución.
    Si Francia votara en contra, la situación de Blair –en Londres
    y Bruselas– será por demás incómoda. En ese
    punto, sobrevendrá la consulta en Gran Bretaña y, con ella,
    el destino del Gobierno.
    Entretanto, van surgiendo señales económicas algo inquietantes.
    Por ejemplo, el ritmo anual de inflación minorista ha pasado de
    1,6% (enero) a 1,9% (en abril). Históricamente no es alto, pero
    es el mayor en siete años.