Mientras
proliferan en el mundo temores sobre la escasez de oferta y los precios
se mantienen firmes, las compañías destinan escasos montos
a su tarea básica: perforar en pos de hidrocarburos. Al contrario,
durante el segundo año de rentabilidad en alza, hubo demasiados
recursos y muy pocos yacimientos atractivos. Por tanto, las ganancias
vuelven a los accionistas.
Por ejemplo, Exxon Mobil –la mayor petrolera– ganó más
de US$23.000 millones en 2004 e invirtió 9.950 millones recomprando
acciones. Royal Dutch/Shell, cuya obligada revisión de reservas
infladas irritó a accionistas e inversores, igual prometió
repartir US$10.000 millones en dividendos este año. British Petroleum,
que hizo US$16.200 millones el año anterior, devolverá hasta
23.000 millones a los accionistas, entre este año y el próximo
(mayormente en dividendos).
En conjunto, las utilidades de las diez principales petroleras en 2004
subieron más de 30%. O sea pasaron de US$80.000 a US$104.000 millones.
Los ejecutivos del negocio rechazan la idea de que no invierten lo suficiente,
apuntando a nuevos yacimientos en Angola o Kazajstán. Esos campos,
los de África occidental y el Caspio en realidad subrayan otro
fenómeno: la actividad va cediendo en Norteamérica y el
mar del Norte
En otro plano, las empresas suelen recordar que, hace apenas seis años,
los crudos se transaban a menos de US$15 el barril. Ningún ejecutivo
y ningún país exportador quisieran volver a esos precios,
claro.
No hay
nuevos descubrimientos
Existe otro motivo por el cual los gastos en exploración declinan:
hay menos reservas potenciales en áreas libres para la actividad,
en tanto el grueso de las conocidas o sospechadas están en zonas
vedadas a inversores extranjeros. Particularmente, en Levante.
Hace unos 25 años, si los precios hubiesen alcanzado las cotas
recientes, medio Estados Unidos se habría lanzado a buscar petróleo
hasta en el patio de atrás. Si algo así no sucede, es porque
ese tipo de fáciles bonanzas se ha agotado mucho tiempo atrás.
El año pasado, las mayores petroleras integradas destinaron 24%
de su efectivo a dividendos, 12% a recompras de acciones, lo mismo a pago
anticipado de deudas, 32% a operaciones –mantenimientos, salarios–
y apenas 20% en gastos de capital. Como parte de los gastos relativos
a producción, durante los últimos 15 años (1991-2004)
la exploración fue insumiendo cada año menos. Así,
descendió de 30% a 20%.
Dos tercios de los pozos perforados en el mundo de 1997 a 2003 se hallaban
en el norte de América, donde la producción está
bajando. En tanto, Levante representaba apenas 2% de las inversiones globales
en esa actividad. Éxitos iniciales en Alaska y el mar del Norte
–áreas desarrolladas a fines de los ´70 y en los ´80–
comienzan a declinar en rendimiento, pues sus reservas van agotándose.
Al mismo tiempo, el golfo Pérsico, donde existe el grueso de reservas
de petróleo convencional cubicadas en el planeta, sigue cerrado
a capitales extranjeros. De un modo u otro, Arabia Saudita, Irán,
Kuwait, Irak, Qatar, Omán y la Unión de Emiratos Árabes
imponen restricciones a las compañías internacionales.
Por otra parte, los altos precios impelen a los gobiernos a replantear
contratos en pos de mayores regalías. Así sucede en Venezuela.
En Rusia, el Estado asume cada vez mayor control sobre hidrocarburos y
retiene casi toda la renta por encima de US$ 25 el barril. En similar
postura, otros países ponen límites a las ganancias de las
empresas privadas si los precios sobrepasan determinadas cotas.
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