Las tarjetas de crédito regionales ganan terreno

    Durante la
    crisis, muchos individuos postergaron sus necesidades de consumo. Sin
    embargo, a medida que se asienta la recuperación económica,
    comienzan a concretarse varias de las decisiones de compra que en algún
    momento fueron relegadas y aumenta la demanda de financiamiento de corto
    plazo. El crecimiento de las tarjetas de crédito regionales es
    una clara manifestación de ello.
    “La gran diferencia que tenemos con respecto a los emisores tradicionales
    reside en la atención al cliente. Decimos que somos regionales
    a pesar de tener un alcance casi nacional, precisamente porque tratamos
    de adaptar nuestro sistema a cada región”, apunta Alejando
    Asrin, director de Tarjeta Naranja, una de las emisoras de plásticos
    líderes en provincias como Córdoba, Santa Fe, Tucumán,
    con 1,3 millón de clientes y una facturación mensual en
    comercios de $180 millones. “Hoy el crédito es un commodity,
    cualquiera lo da. El tema es cómo darle valor agregado. En ese
    aspecto tratamos de trabajar nosotros”, sentencia.
    En Santiago del Estero, por ejemplo, la compañía retrasó
    la fecha de pago de la tarjeta, debido a que los empleados públicos
    de esa provincia sufrieron atrasos en el cobro de sus salarios. En su
    momento, cuando en el país existían casi tantas cuasi-monedas
    como provincias, la compañía, al igual que muchas de las
    emisoras de carácter regional, aceptaba recibir bonos como parte
    de pago, cosa que no hacían los operadores internacionales de tarjetas.
    Así, las emisoras de plásticos regionales llegaron a operar
    con Patacones, Lecop, Cecacor, Quebracho, para nombrar sólo algunos
    de los tantos títulos que se transaron en el país mientras
    duró la crisis.
    Una menor cantidad de requisitos, también hizo a estos medios de
    pago más accesibles que cualquiera de las tradicionales tarjetas.
    En promedio, para obtener una tarjeta regional se debe contar con un sueldo
    de entre $200 y $250 y, en algunos casos, tener una antigüedad laboral
    de entre seis y ocho meses. Al tiempo que las grandes marcas internacionales
    exigen ingresos de entre $750 y $1.000, como mínimo.

     

    Alianzas
    de peso

    Muchos de los emisores de plásticos regionales también tienen
    alianzas estratégicas con las marcas internacionales para proveerles
    a sus clientes de mayor poder adquisitivo: un plástico que pueda
    ser utilizado en cualquier parte del mundo, con lo cual en muchos casos
    las tarjetas logran un alcance internacional.
    Asimismo, según asegura Luis Armentano, gerente de producto del
    Banco de Córdoba y responsable de la emisión de la tarjeta
    Cordobesa, estos plásticos están más cerca de los
    comerciantes. “Podemos hacer gestiones y alianzas que ellos (las
    tarjetas grandes) no pueden hacer. Los cuatro principales shopping centers
    de Córdoba están trabajando con nosotros y también
    tenemos beneficios en las cadenas de supermercados Disco y Libertad. En
    ese sentido, nos movemos más ágilmente que los gigantes.
    Además, ellos dejan de lado todo lo que son comercios chicos”,
    afirma.
    De esta forma, quienes demandan tarjetas como Naranja, Cordobesa, Provencred
    (Mendoza, Salta y Córdoba), Nativa (Mendoza), Tarjeta Nevada (Mendoza),
    Calden (La Pampa), Tarjeta Sol (Santiago del Estero), o Credimas (norte
    del país) no sólo son individuos que no pueden acceder a
    las grandes marcas internacionales, sino también aquellos que con
    una Visa, Mastercard o American Express encuentran en estas marcas regionales
    una segunda tarjeta o producto a medida que les permite obtener beneficios
    puntuales en los lugares en los que residen.
    Para Armentano, existe además en estos casos un componente subjetivo,
    que hace que los clientes se sientan más identificados con las
    marcas regionales. Según reconoce, el nombre “Cordobesa”
    fue clave a la hora de salir a impulsar la tarjeta entre los habitantes
    de la provincia.
    Los resultados están a la vista. Con una antigüedad de 12
    años en el mercado, Tarjeta Naranja creció, en promedio,
    cerca de 30% en el 2004 y su cartera mejoró en más de 25%,
    con un nivel de mora que actualmente está por debajo del registrado
    en los años ’90. Mientras que Cordobesa, que nació
    el 5 de mayo de 2003 con apenas 4.000 plásticos, sumaba a fines
    de 2004 más de 150.000, y una facturación mensual en comercios
    de $18 millones. Según anticipó Armentano, la idea sería
    llegar a unos 250.000 clientes para fines de 2005.
    También tuvo una excelente recepción en el mercado la tarjeta
    creada por el Banco Nación: Nativa. La entidad estatal lanzó
    su tarjeta en Mendoza en 2003, con el objetivo de extender su cobertura
    a las demás provincias en el largo plazo. Y la prueba piloto parece
    haber sido mucho más exitosa de lo esperado. En apenas un año,
    la marca reunió 45.000 afiliados y ya ofrece sus servicios en más
    de 8.500 comercios adheridos, según datos otorgados por la entidad
    financiera que preside Felisa Miceli.
    “Creemos que va a seguir este ritmo de crecimiento. La demanda de
    crédito al consumo está muy sólida. Entre los potenciales
    clientes hay muchos que no tienen tarjeta o que se van reincorporando
    al mercado laboral”, confía Asrin, quien además anticipó
    que la compañía espera abrir 14 sucursales nuevas en Bahía
    Blanca, Necochea y Tandil, entre otros lugares.

    Los desafíos
    hacia adelante

    Uno de los obstáculos con los que, sin embargo, deben aún
    lidiar las marcas del interior son las altas tasas de interés.
    Si bien en el último tiempo los costos que cobran las emisoras
    por la financiación de saldos se redujeron en más de 30%,
    en la mayoría de los casos, todavía están por encima
    de los intereses que aplican las principales marcas.
    De acuerdo con los datos relevados por el Régimen de Transparencia
    del Banco Central (BCRA), las tasas de este segmento van desde 19,9% anual,
    como en el caso de la tarjeta Nativa del Nación, hasta 64% anual,
    mientras que las marcas internacionales cobran entre 21 y 25%, en promedio.
    Y es que las emisoras tienen mayores costos de fondeo que las grandes
    tarjetas que son siempre emitidas por entidades financieras. Mientras
    que estas entidades cuentan con los depósitos de sus clientes,
    muchas de las emisoras regionales deben salir al mercado de capitales
    a fondearse a través de la emisión de deuda, ya sea mediante
    la colocación de obligaciones negociables (ON) o a través
    de la formación de fideicomisos. En ambos casos, la tasa de fondeo
    suele acercarse a cifras del orden de 15% anual, contra 4% que pagan los
    bancos por un depósito.
    Con todo, las tarjetas tienen un mercado más que interesante para
    desarrollarse, sobre todo en un momento en el que el interior del país
    está disfrutando del auge de las actividades agropecuarias. Aunque
    muchas de las emisoras no están sólo enfocando su negocio
    en alguna provincia puntual, sino que están lentamente acercándose
    ya al Gran Buenos Aires e incluso a la capital federal.