Decadencia y resurgimiento del director ejecutivo

    Las grandes
    empresas vuelven a buscar liderazgo estratégico y operativo en
    marketing. Así, resurge una función que había dejado
    de existir hace varios años: el director ejecutivo de marketing.
    Según reciente encuesta al respecto entre las “500 de Fortune”,
    las firman que han tomado CMO lo necesitaban para cumplir misiones más
    complejas de las que se esperan de gerentes convencionales. En particular,
    cuando está en riesgo la reputación de una marca o una compañía,
    el director ejecutivo (CEO) requiere de alguien que maneje la crisis.
    Además, un CMO contendrá el gasto en medios, servicios de
    marketing, procuración e investigaciones de mercado. En general,
    una vez reorganizada la planta y la cadena de abastecimientos, hará
    falta un marketing más efectivo. Entonces, el CMO se hará
    cargo de la reorganización.
    Pero los resultados obtenidos de la función son dispares. De acuerdo
    con un reciente estudio de Spencer Stuart, reclutadora internacional de
    ejecutivos, la duración media de un CMO en Estados Unidos es de
    apenas 23 meses. Compañías como Starbucks, FedEx o Coca-Cola
    los han cambiados hasta cinco veces en seis años. En otras, aguantan
    varios años. ¿Por qué? Por varias razones.
    En Harvard pasaron revista a 120 empresas y hablaron con dos docenas de
    CMO y CEO de grupos globales. Así, dedujeron que personalidad,
    responsabilidades, expectativas, aptitudes y necesidades son factores
    críticos.

    Alta rotación
    El señalado arriba, o sea la rotación excesiva, es muy común
    y responde a cinco motivos:
    Demasiado protagonismo: La buena química con el CEO es esencial
    y el CMO no debe ocupar el centro de la escena todo el tiempo. Mucho menos,
    monopolizar espacio en los medios. Por el contrario, ha de trabajar en
    equipo.
    Responsabilidades insuficientes: Una compañía cambia seguido
    de CMO cuando el CEO se mete demasiado y, en realidad, sólo precisa
    alguien que ejecute sus planes. Cuando el CEO nombra un CMO ágil
    y capaz, pero no le da bastantes facultades, éste se frustra y
    acaba yéndose. En el otro extremo, un CEO distante del CMO también
    le creará problemas a la función.
    Expectativas desmesuradas: A menudo, la alta rotación ocurre si
    el CMO no obtiene resultados lo bastante rápido. Un CMO que deba
    perder mucho tiempo “vendiendo” sus ideas internamente no tendrá
    bastante para ponerlas en práctica, se desilusionará y se
    pondrá irritable. Dado que el CMO suele estar a cargo de un núcleo
    de costos, será vulnerable a la crítica de los gerentes
    de línea que deben controlarlos. Máxime si proviene de afuera.
    Escasa pericia: Algunos CMI que fracasan suelen ser marketineros sin proyección
    ejecutiva. Son buenos en creatividad pero no, por ejemplo, generando retornos
    sobre inversión, trabajando con gente de TI o poniendo en práctica
    sistemas para gestión de relaciones con clientes (CRM).
    Necesidades poco claras: La legitimidad del CMO se deteriora velozmente
    si su necesidad no es clara. Si, por el contrario, existe en la empresa
    conciencia de que los activos de marca exigen quien los cuide, el CMO
    tendrá mejores posibilidades de éxito.

    Funciones
    múltiples

    La variedad de responsabilidades plantea modelos diversos. Un trabajo
    difundido el año pasado por la Association of National Advertisers
    y Booz Allen Hamilton se centra en tres de ellos.
    1. Ejecutivo para servicios de marketing: Opera un centro o núcleo
    de costos compuesto de profesionales y suele ser un “vicepresidente
    para servicios de marketing” (VPpSM). No obstante, los gerentes de
    línea pueden procurarse servios afuera, en tanto los VP desarrollan
    y supervisan orientaciones en materia de marcas, logos y patentes. Esta
    función puede coordinar relaciones con agencias de publicidad y
    otros servicios, pero la responsabilidad final en los tratos sigue en
    manos de un centro de procuración o la gerencia de finanzas.
    ¿Qué condiciones debe reunir un VPpSM? A saber, ser administrador
    eficaz, pero no necesariamente estratega, preferir la “función
    de apoyo” a la mentalidad “de estrella”, mostrar pericia
    e influir en los demás.
    2. CMO clásico: Este modelo asegura que la conducción superior
    tenga en cuenta problemas de marketing y desarrollo de marca en el largo
    plazo. Debe seguir de cerca las actitudes de consumidores o usuarios,
    actuar como su vocero e interpretarlos, de modo de generar nuevos productos
    o servicios. Por tanto, el modelo clásico será persuasor
    paciente y tenaz, evitará peleas estériles con la sección
    ventas y eludirá la figuración, salvo si representa a la
    empresa en reuniones o ante proveedores de servicios.
    3. Súper CMO: El modelo clásico puede mutar en “súper”,
    con mucha mayor autoridad. Generalmente es un ejecutivo superior, con
    experiencia, respetado dentro y fuera de la firma, capaz de discutir estrategias
    de negocios, asuntos financieros y toda la gama de marketing. También
    maneja presupuestos. Esta clase de CMO ha de ser hábil, seguro
    de sí mismo, dúctil para tratar con instancias hacia arriba
    y hacia abajo en la jerarquía, agencias de publicidad y otras compañías.
    También debe contar con la total confianza del CEO.

    Papel
    en evolución

    Si bien el papel del CMO ha vuelto a ponerse en boga, muchas empresas
    crean el cargo sin idea definida sobre su necesidad ni sobre los problemas
    que debiera afrontar. Eso conduce directamente al fracaso.
    En cualquier estructura moderna y compleja, la función del CMO
    es relativamente nueva y requiere tiempo para desarrollarse. Su éxito
    en grupos líderes como IBM, Pepsi o Procter & Gamble pone en
    evidencia que su papel debe integrarse y evolucionar en la organización.
    Las investigaciones de BAH y Harvard indican que existen tipos diferentes
    de CMO, con funciones, responsabilidades, jerarquías y aptitudes
    también diferentes.

    Ocho formas
    de tener éxito

    1. Objetivos y responsabilidades claras: La necesidad de CMO debe ser
    fuerte y su cometido quedar claro ante la cúpula ejecutiva, la
    junta directiva y la línea gerencial.
    2. Imbuir en la organización una cultura de marketing: Evitar,
    por ejemplo, un CMO centralizante si la compañía se orienta
    al marketing de numerosas marcas, sin paraguas protector, a menos que
    el designado tenga sólidas conexiones internas y profesionales.
    3. Elegir un CMO compatible con el CEO: Cuidado con un CEO que quiera
    contratar un CMO pero sin delegar control sobre el aparato de marketing.
    Por lo mismo, el CEO debe asumir la imagen de la marca, pero admitir la
    guía del CMO.
    4. Las estrellas no tienen éxito: El CMO debe trabajar para que
    el CEO tenga éxito, no para ocupar el centro de la cartelera.
    5. Compatibilizar personalidad con tipo de CMO: El marquetinero jefe requiere
    de entrada aptitudes y personalidad afines al modelo que debe llenar.
    No hay tiempo ni tolerancia para entrenarse ya en el cargo.
    6. Privilegiar a los gerentes de línea: Estirando presupuestos,
    un CMO pude mejorar la productividad de la división y ayudar a
    los gerentes de unidades a mejorar ingresos.
    7. Infiltrar la línea: El CMO debe poder transferir profesionales
    de marketing a funciones departamentales o de línea. Eso le permitirá
    disponer de inteligencia interna.
    8. Tener aptitudes creativas y técnicas: Los CMO eficaces deben
    poseer ambos tipos de competencia, ser buenos políticos y conductores.
    En compañías que hayan sufrido ya una alta rotación
    de CMO y actúen, en realidad como puertas giratorias para directores
    de marketing, la única esperanza será un drástico
    cambio en la propia dirección superior. Por el contrario, un CMO
    que encaje bien en el estilo de una firma, tenga objetivos claros y exhiba
    las aptitudes necesarias, puede generar transformaciones de largo alcance.
    No sólo en la función de marketing.