Creado por artistas que casi siempre buscan temas subversivos, se difunden luego
a través de sitios en Internet desde donde la gente los baja para después imprimirlos
y pegarlos en cuanto lugar se les ocurra.
Hace poco menos de dos años, las calles de Los Ãngeles se vieron de pronto tapizadas
con un sticker que mostraba la imagen del Che Guevara pero al estilo de un soldado
de La Guerra de las Galaxias. Se lo veía pegado en buzones, en paredes, en carteleras.
La imagen del argentino guerrillero llevaba los clásicos colores, tan vistos
en remeras y pósters, pero se combinaba con el personaje de ficción que dominó
la última parte del siglo pasado.
Derek Fridman y Heather Alexander, creadores del sticker y directores del sitio
urbanmedium.com, lo llamaron Che Trooper (mezcla de Che y soldado). Aprovecharon
la popularidad de esa cara que tanta gente lucía en sus remeras, sin saber quién
fue ni qué hizo. Lo hicieron, lo pusieron en la Web y la gente comenzó a bajarlo,
imprimirlo, intercambiarlo en clubes y pegarlo en todas partes.
Poco a poco se fue creando toda una serie Che Trooper al estilo de la famosa
Marilyn (Monroe), según el revolucionario artista estadounidense Andy Warhol.
Muy pronto comenzaron a recibir e-mails de gente de Japón y Australia que había
descubierto el Che Trooper pegado en los postes telefónicos de Kioto o Melbourne.
Había nacido un fenómeno. Inspirados por un lado en los graffiti y pósters callejeros
y, por otro, en la cultura comunitaria de la Web, los stickers hoy se están
convirtiendo en el último fenómeno artístico, según profesionales y académicos.
Las imágenes dibujadas a mano, con stencil o impresas en pantalla, flotan luego
en Internet a disposición de quien quiera bajarlas, imprimirlas y pegarlas en
lugares que ni siquiera los autores podrían imaginar. Y a medida que dan la
vuelta al mundo, de buzón en buzón de e-mail, de un contexto cultural a otro,
su significado se va transformando.
La banda ancha ayuda
Ahora que los usuarios de banda ancha, cada vez más numerosos, pueden enviar
grandes archivos gráficos en instantes, los stickers se difunden a gran velocidad.
Se puede crear uno un lunes a la mañana en Nueva York, enviarlo por e-mail a
un extraño en París y, en las primeras horas de la tarde, aparecerá pegado en
algún tacho de basura en los Champs-Élysées.
“Es ideal para las ciudades caminables”, dice Alice Twemlow, directora del American
Institute of Graphic Arts y especializada en cultura visual. “La gente que camina
ve los stickers, mientras que la gente que maneja, no”.
Scott Rettberg, académico especializado en nuevos medios, atribuye el resurgimiento
de las etiquetas engomadas al abaratamiento de las impresoras a chorro de tinta
y a la ubicuidad de la red global. “Las impresoras baratas dan a los artistas
la posibilidad de producir masivamente las obras que crean para consumo del
público y los stickers son más fáciles de colocar que los graffiti”.
Muchos artistas especializados en el nuevo medio estiman que fue el éxito de
la cultura de la patineta (skateboard) lo que permitió este último desarrollo,
“porque los chicos eligen los stickers que más les gustan para pegar en sus
tablas, y cuanto más subversivos mejor”, opina Zarathustra James, director del
sitio bomit.com, que pone stickers a disposición del público. “Al principio
los usaban para decorar la parte de atrás de la tabla, pero después pasaron
a pegarlos en lugares urbanos más visibles: postes de luz, de teléfono, carteleras,
etcétera”.
Como los stickers en vía pública están lógicamente expuestos a los elementos
además de a las brigadas de limpieza, aparecieron los sitios Web con el objeto
de documentar una forma pasajera de arte. En el 2002, Marc y Sara Schiller,
de Manhattan, fundaron un sitio dedicado al arte callejero (woostercollective).
“Existía una gran necesidad de conectar entre sí a los artistas que ponen arte
en la calle. El sitio ofrece a todos la posibilidad de cruzar continentes, edades
y generaciones”.