¿Creó
empleo?, ¿aumentó el comercio en la región, o sólo fue negocio para el socio
mayor y para algunos sectores locales?
Más allá de la decisión política expresada en los últimos tiempos, de replantear
algunos aspectos del proceso integrador, no existen respuestas uniformes
a tales preguntas desde el ámbito privado, en principio, porque está claro
que la experiencia ha dejado ganadores y perdedores.
Desde lo estrictamente comercial, sobra información acerca de la importancia
del Mercosur como dinamizador de las exportaciones, pero también como principal
origen de las importaciones nacionales y factor de desvío de las inversiones.
En cambio, hay escasa o nula información del impacto del bloque sobre la
creación de empleo, una variable que no sale beneficiada del proceso integrador.
Según algunos especialistas, el tema fue descuidado en su momento por los
negociadores locales, por entender que a las mayores exportaciones les correspondería
un correlato directamente proporcional de los niveles de ocupación.
“Creo que la problemática laboral se omitió porque aquí hubo un gobierno
que no estaba convencido del proceso de integración y al que sólo le interesaba
la apertura unilateral de los mercados y la mejora de la competitividad.
Los grandes problemas vinieron por la concepción ideológica de que lo productivo
y la integración no formaban parte de los planes, lo que se reflejó en la
destrucción de la economía. Igualmente, hay que decir que Brasil tampoco
mostró una gran vocación integradora y si se asoció fue para posicionarse
mejor y negociar con el mundo como país líder de un bloque regional”, dice
Jorge Todesca, ex viceministro de Economía y miembro activo de Fundación
Crear, entidad que reúne a conocidos empresarios y economistas.
Precisamente, un reciente trabajo de esta institución echa luz sobre el
tema y demuestra el error que significó acelerar el proceso sin los mecanismos
de defensa de intrazona, como los que aún hoy mantienen otros procesos de
integración.
Para Pedro Migueles, director ejecutivo de Fundación Crear, “el Mercosur
ha dado mejores resultados desde el punto de vista comercial que del laboral.
Aunque, en rigor, corresponde decir que el efecto del intercambio con el
bloque regional sobre el trabajo, fue menos malo que con el resto del mundo”.
Según el informe de esta fundación, en el período 1991-2001, las ventas
totales de la Argentina crecieron 122% y las destinadas al Mercosur se expandieron
277%. Como consecuencia de ello, los empleos generados por los embarques
a la región crecieron 185%, mientras que los creados a partir de las ventas
al resto del mundo se incrementaron 65%.
Ricardo Molinero afirma: “Es un error pretender que el actual patrón exportador
se transforme en motor de recuperación del empleo: la industria petrolera,
una de las que más exporta, genera 12 puestos de trabajo por cada $ 1 millón
exportado. Mientras que para exportar calzados por $ 1 millón se requieren
60 empleos”.
Exportaciones y empleo
“Consideramos que el Mercosur es un camino maravilloso pero no como se ha
venido desarrollando hasta ahora, como una forma de resolver pequeñas situaciones
y circunstancias del día a día. Ha faltado el tratamiento de los temas estructurales
que se requieren para solucionar la problemática del bloque, que tiene en
la escasa creación de empleo uno de sus puntos flojos”, asegura Horacio
Losoviz, presidente de Indra, ex titular de Adefa (Asociación de Empresas
Fabricantes de Automotores) y presidente de Fundación Crear.
En buena parte, los resultados del intercambio con el bloque regional responden
al acuerdo sobre el sector automotor que, junto con combustibles y cereales,
constituyó el grueso de la canasta exportadora de la Argentina. Sin embargo
el estudio revela que los puestos de trabajo por millón de dólares exportados
en ese lapso pasaron de 33 a 28 empleos en el caso de las ventas al bloque,
y de 35 a 31 en el total de destinos. Esto, asegura el informe, implica
que los bienes exportados tanto hacia el Mercosur como hacia el resto del
mundo, requieren cada vez menos mano de obra intensiva.
“Es cierto que, como lo evidencia el cálculo de la cantidad de dólares por
tonelada exportada, es mayor la mano obra involucrada en las exportaciones
hacia Brasil que hacia el resto del mundo. Pero al mismo tiempo, las importaciones
procedentes del vecino país también poseen mayor valor agregado, y eso se
traduce en costo de oportunidad”, dice Molinero.
Según el estudio, el grado de complejidad o de valor agregado de los bienes
del intercambio, está dado por la cantidad de dólares por tonelada comercializada.
Así, se menciona que entre 1991 y 1994 -o sea, antes de instaurarse el Arancel
Externo Común-, el valor por tonelada exportada al Mercosur se ubicaba en
US$ 327, mientras que al resto del mundo era de US$ 304. Pero a partir de
1995 la brecha fue creciendo hasta el punto que en el 2001 los valores fueron
de US$ 418 por tonelada en las ventas hacia Mercosur y US$ 262 para el resto
del mundo. El dato le permite a Fundación Crear concluir que las exportaciones
a los socios de la región fueron incluyendo más mano de obra y complejidad
técnica que las ventas al resto del planeta.
Sin tener en cuenta las ventas al bloque regional, los embarques argentinos
al mundo entre 1991 y el 2001 crecieron 88%, con la particularidad de que
el aumento se concentró en sólo tres rubros del Nomenclador Común del Mercosur:
el capítulo 27 (petróleo, gas y derivados) representó 28% de aquel crecimiento;
el capítulo 23 (harina de soja y otros alimentos para animales) representó
15%; y el 10 (cereales), significó 9% del aumento total.
Por su parte, las exportaciones al Mercosur -que crecieron 277% en ese período-
tuvieron como principales protagonistas al sector automotor, combustibles
y cereales, que representaron 58% de aquel incremento. Tan importante resultó
el peso de estos rubros en las exportaciones al bloque que, si se excluyeran,
el balance comercial con la región habría arrojado un resultado fuertemente
negativo, en lugar del saldo positivo obtenido en la realidad.
El informe consigna que los bienes exportados que siguen en importancia
a aquellos tres grandes rubros son, mayoritariamente, manufacturados: plásticos
y sus manufacturas; reactores nucleares, calderas, máquinas y artefactos
mecánicos, entre otros. Aquí también se establece una diferencia importante
con los capítulos que siguen a los más dinámicos en las exportaciones de
extrazona: comprendieron, entre otros, pescados y crustáceos, moluscos,
grasas, minerales metalíferos y manufacturas de fundición, como única excepción
a la lista de productos de escaso valor agregado.
Importaciones y costo de oportunidad
En materia de importaciones, el trabajo de Fundación Crear asegura que en
el período estudiado las compras totales aumentaron 154%, mientras las realizadas
al bloque regional se incrementaron en 237%. Pero de modo inverso a lo ocurrido
con las estadísticas sobre precio por tonelada en las ventas externas, las
importaciones argentinas procedentes del Mercosur en el 2001 promediaban
los US$ 561 por tonelada y US$ 1.704 por tonelada las adquiridas fuera del
bloque.
“El costo de oportunidad en términos de empleo, es un buen ejercicio para
determinar el impacto de las importaciones en el mercado laboral. Aunque
es difícil hablar de valores absolutos, el indicador demuestra claramente
que cada vez estamos importando más mano de obra”, dice Pedro Mígueles.
Entendido, a grandes rasgos, como el índice de empleos perdidos en el mercado
local por incidencia de las importaciones, el costo de oportunidad creció
170% entre 1991 y 2001 para las compras realizadas al mundo y 239% con respecto
a las procedentes del Mercosur Pero profundizando el análisis, también aquí
se advierte un cambio en la composición de las importaciones de cualquier
origen, al registrarse una caída del costo de oportunidad por millón de
dólares importado: de 7% entre 1993 y 1998, a causa del poco valor agregado
de los diez primeros rubros adquiridos. Y entre 1999 y el 2001 se produce
una recuperación de 4% del indicador, vinculado a un mayor peso de productos
mano de obra intensivos en las compras argentinas, señala el informe de
Fundación Crear.
En cuanto al intercambio con el bloque regional, el índice del costo de
oportunidad, muestra una fuerte caída entre 1991 y 1994 por el aumento de
las compras del sector automotor y otros como petróleo, químicos básicos,
materias primas plásticas. Por el contrario, a partir de 1995, se registra
un repunte, que dura hasta el 2001 y que se explica por la disminución en
las compras en los rubros automotriz e industrias básicas del hierro y el
acero.
Convertibilidad y después
Si bien a lo largo de la convertibilidad el intercambio comercial, medido
en dólares, fue relativamente parejo o levemente positivo para la Argentina
y no se produjo la tan mentada avalancha de productos brasileños, es cierto
que algunos sectores locales se vieron fuertemente perjudicados por la competencia
del vecino país. “El patrón de comercio en ese período, a excepción del
sector automotor, presentaba un sesgo concentrado en productos primarios
y, por lo tanto, una débil dinámica de empleo. Mientras que las exportaciones
brasileñas hacia la Argentina contenían mayor valor agregado y pegaron fuerte
en algunos sectores locales”, dice Fernando Martínez, ex subsecretario de
Comercio Exterior, quien además recuerda que en 1995 en Ouro Pretto, el
ministro Domingo Cavallo se opuso a la instrumentación de mecanismos de
salvaguardia de intrazona, que hubieran evitado el daño en esos rubros.
Algunas ramas metalmecánicas y electrodomésticas y las industrias textil
y del calzado, estuvieron entre los damnificadas y sufrieron el cierre o
el desplazamiento de infinidad de fábricas, allende la frontera.
“Ignorar la brecha de competitividad entre la Argentina y Brasil en varios
sectores, es una ingenuidad. Pero corregidas algunas políticas de orden
más agregado, han quedado al desnudo los problemas de índole estructural.
Por eso hay que reconocerle a este gobierno cierta vocación por restablecer
una política industrial”, agrega Martínez.
Para el especialista, el viaje que pocas semanas atrás realizó el ministro
Roberto Lavagna a Brasil, para explicar por qué la Argentina no iba a seguir
adelante con el acuerdo sobre automotores, y el posible restablecimiento
de fórmulas de salvaguardias, abre un compás de esperanza sobre un eventual
reordenamiento del bloque comercial.
Por su parte, el presidente de Fundación Crear, Horacio Losoviz, asegura:
“Claramente, los niveles de ocupación se han visto afectados a lo largo
de este tiempo, por lo que es necesario reformular el proceso de integración
tendiendo hacia un nuevo esquema de producción, más racional y equitativo”.
El papel de las Pymes
En Fundación Crear reconocen que las pequeñas y medianas
empresas exhiben los mejores cocientes de producción y empleo, pero destacan
como un error buscar que estas empresas reemplacen la posición de grandes
firmas, que explican más de 90% de las exportaciones del país. “Decir que
las Pymes podrían encargarse de ciertas exportaciones y con eso mejorar
los niveles de empleo, es falaz, porque en muchos sectores se perdería productividad.
De hecho, cada sector tiene una cierta productividad razonable y competitiva.
Por lo tanto, en muchos casos, no hay lugar para las empresas más pequeñas”,
sostiene Oscar Cuattromo.
Según el trabajo de la fundación, el valor de las exportaciones de Pymes
durante el año pasado, se ubicó en US$ 716,5 por tonelada, mientras que
el de las grandes empresas estuvo en torno a los US$ 290. Por otro lado,
cada millón de dólares exportado por las Pymes generó 41,9 puestos de trabajo,
en tanto el registro en las grandes empresas ascendió a 25,9 empleos.
Aun así, pequeñas y medianas empresas tienen una escasa participación en
las exportaciones totales, lo que el informe adjudica a la fuerte dependencia
que este segmento tiene del Mercosur y al patrón de especialización de las
ventas externas locales, donde predominan los productos primarios.
Con todo, los empresarios y técnicos nucleados en Crear admiten, como una
gran contribución a la recuperación del empleo, que las Pymes participen
de las cadenas de valor de las grandes compañías exportadoras. |
Un camino maravilloso,
pero no así
Por Horacio Losoviz
Superada la etapa de
la convertibilidad, y con la orientación del actual gobierno, se dan ahora
las condiciones para establecer un sendero de crecimiento, condición imprescindible
para avanzar en un proceso de integración. Esto significa imaginar la Argentina
en un futuro de mediano y largo plazo, definiendo sectores y actividades
sobre las que basará su crecimiento. Lo importante hoy es que nuestras autoridades
comprenden que el problema es de índole estructural y, por lo tanto, requiere
cambios importantes.
La inserción en un proceso de integración como el Mercosur requiere una
clara definición, en el nivel nacional, de los objetivos estratégicos y
los medios tácticos para alcanzarlos. Luego se debe analizar su coordinación
y compatibilidad con los restantes socios del acuerdo.
Sin estas definiciones, mal puede pretenderse que las consecuencias de la
integración sean vistas como satisfactorias.
Hay que observar la realidad europea, donde la integración se basó en la
especialización con mecanismos de compensación y tiempos suficientes, tratando
de evitar desplazamientos no deseados de la producción.
Esto requiere una estrategia común con relación a otros mercados internacionales:
la idea es que en el Mercosur “uno más uno debe ser más que dos”.
Nos quejamos demasiado de Brasil, pero la verdad es que fue un suicidio
querer avanzar en un proceso de integración con un tipo de cambio fijo (además,
hasta tuvimos la ingenuidad de intentar que Brasil también lo adoptara).
Asimismo, es cierto que Brasil genera asimetrías, pero ellas en general
son el resultado de sus políticas de apoyo al sector productivo, que aquí
no existen y que urgentemente deben ser definidas y luego acordadas con
Brasil.
Existe abundante evidencia de que nuestro principal socio en el Acuerdo
(Brasil) ha interpretado con muchos grados de libertad las restricciones
a la formulación de políticas activas (especialmente al establecimiento
de mecanismos de fomento), sin avances en los procesos de coordinación que,
indudablemente, serían necesarios y obligatorios conforme a la letra y el
espíritu de la normativa Mercosur.
Mientras en Europa los países más fuertes ayudaron a los más débiles para
impulsar su crecimiento, aquí Brasil parece avasallar permanentemente al
resto. Debemos cambiar significativamente el Mercosur, estableciendo mecanismos
y políticas comunes, en busca de un crecimiento coordinado, equitativo y
más justo.
El caso automotor es el ejemplo de la falta de una política común. Lo que
intentó ser la primera política industrial del Mercosur, terminó siendo
una política de administración de comercio. Las diferencias en sus políticas
de “apoyo” en ambos países, sumadas a nuestra absurda política de convertibilidad,
llevaron a que importantes inversiones se ubicaran en Brasil, descompensando
la situación regional y perjudicando a la Argentina.
Las líneas de acción para el tratamiento de las políticas directas e indirectas
a nivel Mercosur deberían seguir las siguientes instancias, que pueden desarrollarse
en paralelo:
Recobrar, en lo que fuere necesario, la libertad de establecer políticas
directas e indirectas de desarrollo en el ámbito nacional.
Crear mecanismos mutuos de información sobre los instrumentos de política
que se desarrollen.
Establecer, en el Mercosur, instancias de coordinación de las medidas que
se dicten, sobre la base de discusión de objetivos y herramientas, y la
fijación de disciplinas acerca de los instrumentos que se utilicen.
Por último, desarrollar políticas comunes, directas e indirectas. |