Responsabilidad del Mercosur en la crisis del empleo

    Responsabilidad
    del Mercosur en la crisis del empleo

    A pocos meses de cumplirse diez años de la creación de la
    Unión Aduanera regional, es previsible que el debate se reavive: ¿El Mercosur
    fue una buena idea? ¿Sirvió a los fines para los que fue pensado?

    ¿Creó
    empleo?, ¿aumentó el comercio en la región, o sólo fue negocio para el socio
    mayor y para algunos sectores locales?
    Más allá de la decisión política expresada en los últimos tiempos, de replantear
    algunos aspectos del proceso integrador, no existen respuestas uniformes
    a tales preguntas desde el ámbito privado, en principio, porque está claro
    que la experiencia ha dejado ganadores y perdedores.
    Desde lo estrictamente comercial, sobra información acerca de la importancia
    del Mercosur como dinamizador de las exportaciones, pero también como principal
    origen de las importaciones nacionales y factor de desvío de las inversiones.
    En cambio, hay escasa o nula información del impacto del bloque sobre la
    creación de empleo, una variable que no sale beneficiada del proceso integrador.
    Según algunos especialistas, el tema fue descuidado en su momento por los
    negociadores locales, por entender que a las mayores exportaciones les correspondería
    un correlato directamente proporcional de los niveles de ocupación.
    “Creo que la problemática laboral se omitió porque aquí hubo un gobierno
    que no estaba convencido del proceso de integración y al que sólo le interesaba
    la apertura unilateral de los mercados y la mejora de la competitividad.
    Los grandes problemas vinieron por la concepción ideológica de que lo productivo
    y la integración no formaban parte de los planes, lo que se reflejó en la
    destrucción de la economía. Igualmente, hay que decir que Brasil tampoco
    mostró una gran vocación integradora y si se asoció fue para posicionarse
    mejor y negociar con el mundo como país líder de un bloque regional”, dice
    Jorge Todesca, ex viceministro de Economía y miembro activo de Fundación
    Crear, entidad que reúne a conocidos empresarios y economistas.
    Precisamente, un reciente trabajo de esta institución echa luz sobre el
    tema y demuestra el error que significó acelerar el proceso sin los mecanismos
    de defensa de intrazona, como los que aún hoy mantienen otros procesos de
    integración.
    Para Pedro Migueles, director ejecutivo de Fundación Crear, “el Mercosur
    ha dado mejores resultados desde el punto de vista comercial que del laboral.
    Aunque, en rigor, corresponde decir que el efecto del intercambio con el
    bloque regional sobre el trabajo, fue menos malo que con el resto del mundo”.

    Según el informe de esta fundación, en el período 1991-2001, las ventas
    totales de la Argentina crecieron 122% y las destinadas al Mercosur se expandieron
    277%. Como consecuencia de ello, los empleos generados por los embarques
    a la región crecieron 185%, mientras que los creados a partir de las ventas
    al resto del mundo se incrementaron 65%.
    Ricardo Molinero afirma: “Es un error pretender que el actual patrón exportador
    se transforme en motor de recuperación del empleo: la industria petrolera,
    una de las que más exporta, genera 12 puestos de trabajo por cada $ 1 millón
    exportado. Mientras que para exportar calzados por $ 1 millón se requieren
    60 empleos”.

    Exportaciones y empleo
    “Consideramos que el Mercosur es un camino maravilloso pero no como se ha
    venido desarrollando hasta ahora, como una forma de resolver pequeñas situaciones
    y circunstancias del día a día. Ha faltado el tratamiento de los temas estructurales
    que se requieren para solucionar la problemática del bloque, que tiene en
    la escasa creación de empleo uno de sus puntos flojos”, asegura Horacio
    Losoviz, presidente de Indra, ex titular de Adefa (Asociación de Empresas
    Fabricantes de Automotores) y presidente de Fundación Crear.
    En buena parte, los resultados del intercambio con el bloque regional responden
    al acuerdo sobre el sector automotor que, junto con combustibles y cereales,
    constituyó el grueso de la canasta exportadora de la Argentina. Sin embargo
    el estudio revela que los puestos de trabajo por millón de dólares exportados
    en ese lapso pasaron de 33 a 28 empleos en el caso de las ventas al bloque,
    y de 35 a 31 en el total de destinos. Esto, asegura el informe, implica
    que los bienes exportados tanto hacia el Mercosur como hacia el resto del
    mundo, requieren cada vez menos mano de obra intensiva.
    “Es cierto que, como lo evidencia el cálculo de la cantidad de dólares por
    tonelada exportada, es mayor la mano obra involucrada en las exportaciones
    hacia Brasil que hacia el resto del mundo. Pero al mismo tiempo, las importaciones
    procedentes del vecino país también poseen mayor valor agregado, y eso se
    traduce en costo de oportunidad”, dice Molinero.
    Según el estudio, el grado de complejidad o de valor agregado de los bienes
    del intercambio, está dado por la cantidad de dólares por tonelada comercializada.
    Así, se menciona que entre 1991 y 1994 -o sea, antes de instaurarse el Arancel
    Externo Común-, el valor por tonelada exportada al Mercosur se ubicaba en
    US$ 327, mientras que al resto del mundo era de US$ 304. Pero a partir de
    1995 la brecha fue creciendo hasta el punto que en el 2001 los valores fueron
    de US$ 418 por tonelada en las ventas hacia Mercosur y US$ 262 para el resto
    del mundo. El dato le permite a Fundación Crear concluir que las exportaciones
    a los socios de la región fueron incluyendo más mano de obra y complejidad
    técnica que las ventas al resto del planeta.
    Sin tener en cuenta las ventas al bloque regional, los embarques argentinos
    al mundo entre 1991 y el 2001 crecieron 88%, con la particularidad de que
    el aumento se concentró en sólo tres rubros del Nomenclador Común del Mercosur:
    el capítulo 27 (petróleo, gas y derivados) representó 28% de aquel crecimiento;
    el capítulo 23 (harina de soja y otros alimentos para animales) representó
    15%; y el 10 (cereales), significó 9% del aumento total.
    Por su parte, las exportaciones al Mercosur -que crecieron 277% en ese período-
    tuvieron como principales protagonistas al sector automotor, combustibles
    y cereales, que representaron 58% de aquel incremento. Tan importante resultó
    el peso de estos rubros en las exportaciones al bloque que, si se excluyeran,
    el balance comercial con la región habría arrojado un resultado fuertemente
    negativo, en lugar del saldo positivo obtenido en la realidad.
    El informe consigna que los bienes exportados que siguen en importancia
    a aquellos tres grandes rubros son, mayoritariamente, manufacturados: plásticos
    y sus manufacturas; reactores nucleares, calderas, máquinas y artefactos
    mecánicos, entre otros. Aquí también se establece una diferencia importante
    con los capítulos que siguen a los más dinámicos en las exportaciones de
    extrazona: comprendieron, entre otros, pescados y crustáceos, moluscos,
    grasas, minerales metalíferos y manufacturas de fundición, como única excepción
    a la lista de productos de escaso valor agregado.

    Importaciones y costo de oportunidad
    En materia de importaciones, el trabajo de Fundación Crear asegura que en
    el período estudiado las compras totales aumentaron 154%, mientras las realizadas
    al bloque regional se incrementaron en 237%. Pero de modo inverso a lo ocurrido
    con las estadísticas sobre precio por tonelada en las ventas externas, las
    importaciones argentinas procedentes del Mercosur en el 2001 promediaban
    los US$ 561 por tonelada y US$ 1.704 por tonelada las adquiridas fuera del
    bloque.
    “El costo de oportunidad en términos de empleo, es un buen ejercicio para
    determinar el impacto de las importaciones en el mercado laboral. Aunque
    es difícil hablar de valores absolutos, el indicador demuestra claramente
    que cada vez estamos importando más mano de obra”, dice Pedro Mígueles.
    Entendido, a grandes rasgos, como el índice de empleos perdidos en el mercado
    local por incidencia de las importaciones, el costo de oportunidad creció
    170% entre 1991 y 2001 para las compras realizadas al mundo y 239% con respecto
    a las procedentes del Mercosur Pero profundizando el análisis, también aquí
    se advierte un cambio en la composición de las importaciones de cualquier
    origen, al registrarse una caída del costo de oportunidad por millón de
    dólares importado: de 7% entre 1993 y 1998, a causa del poco valor agregado
    de los diez primeros rubros adquiridos. Y entre 1999 y el 2001 se produce
    una recuperación de 4% del indicador, vinculado a un mayor peso de productos
    mano de obra intensivos en las compras argentinas, señala el informe de
    Fundación Crear.
    En cuanto al intercambio con el bloque regional, el índice del costo de
    oportunidad, muestra una fuerte caída entre 1991 y 1994 por el aumento de
    las compras del sector automotor y otros como petróleo, químicos básicos,
    materias primas plásticas. Por el contrario, a partir de 1995, se registra
    un repunte, que dura hasta el 2001 y que se explica por la disminución en
    las compras en los rubros automotriz e industrias básicas del hierro y el
    acero.

    Convertibilidad y después
    Si bien a lo largo de la convertibilidad el intercambio comercial, medido
    en dólares, fue relativamente parejo o levemente positivo para la Argentina
    y no se produjo la tan mentada avalancha de productos brasileños, es cierto
    que algunos sectores locales se vieron fuertemente perjudicados por la competencia
    del vecino país. “El patrón de comercio en ese período, a excepción del
    sector automotor, presentaba un sesgo concentrado en productos primarios
    y, por lo tanto, una débil dinámica de empleo. Mientras que las exportaciones
    brasileñas hacia la Argentina contenían mayor valor agregado y pegaron fuerte
    en algunos sectores locales”, dice Fernando Martínez, ex subsecretario de
    Comercio Exterior, quien además recuerda que en 1995 en Ouro Pretto, el
    ministro Domingo Cavallo se opuso a la instrumentación de mecanismos de
    salvaguardia de intrazona, que hubieran evitado el daño en esos rubros.

    Algunas ramas metalmecánicas y electrodomésticas y las industrias textil
    y del calzado, estuvieron entre los damnificadas y sufrieron el cierre o
    el desplazamiento de infinidad de fábricas, allende la frontera.
    “Ignorar la brecha de competitividad entre la Argentina y Brasil en varios
    sectores, es una ingenuidad. Pero corregidas algunas políticas de orden
    más agregado, han quedado al desnudo los problemas de índole estructural.
    Por eso hay que reconocerle a este gobierno cierta vocación por restablecer
    una política industrial”, agrega Martínez.
    Para el especialista, el viaje que pocas semanas atrás realizó el ministro
    Roberto Lavagna a Brasil, para explicar por qué la Argentina no iba a seguir
    adelante con el acuerdo sobre automotores, y el posible restablecimiento
    de fórmulas de salvaguardias, abre un compás de esperanza sobre un eventual
    reordenamiento del bloque comercial.
    Por su parte, el presidente de Fundación Crear, Horacio Losoviz, asegura:
    “Claramente, los niveles de ocupación se han visto afectados a lo largo
    de este tiempo, por lo que es necesario reformular el proceso de integración
    tendiendo hacia un nuevo esquema de producción, más racional y equitativo”.

    El papel de las Pymes

    En Fundación Crear reconocen que las pequeñas y medianas
    empresas exhiben los mejores cocientes de producción y empleo, pero destacan
    como un error buscar que estas empresas reemplacen la posición de grandes
    firmas, que explican más de 90% de las exportaciones del país. “Decir que
    las Pymes podrían encargarse de ciertas exportaciones y con eso mejorar
    los niveles de empleo, es falaz, porque en muchos sectores se perdería productividad.
    De hecho, cada sector tiene una cierta productividad razonable y competitiva.
    Por lo tanto, en muchos casos, no hay lugar para las empresas más pequeñas”,
    sostiene Oscar Cuattromo.
    Según el trabajo de la fundación, el valor de las exportaciones de Pymes
    durante el año pasado, se ubicó en US$ 716,5 por tonelada, mientras que
    el de las grandes empresas estuvo en torno a los US$ 290. Por otro lado,
    cada millón de dólares exportado por las Pymes generó 41,9 puestos de trabajo,
    en tanto el registro en las grandes empresas ascendió a 25,9 empleos.
    Aun así, pequeñas y medianas empresas tienen una escasa participación en
    las exportaciones totales, lo que el informe adjudica a la fuerte dependencia
    que este segmento tiene del Mercosur y al patrón de especialización de las
    ventas externas locales, donde predominan los productos primarios.
    Con todo, los empresarios y técnicos nucleados en Crear admiten, como una
    gran contribución a la recuperación del empleo, que las Pymes participen
    de las cadenas de valor de las grandes compañías exportadoras.

    COMERCIO
    EXTERIOR CON EL MERCOSUR E INCIDENCIA SOBRE EL EMPLEO
     
    1991
    1995
    2001
    Exportaciones
    en US$ miles
    1.976.835
    6.769.354
    7.448.014
    Toneladas
    exportadas
    6.039.088
    16.408.304
    17.805.310
    Dólares
    por tonelada
    327,3
    412,6
    418,3
    Empleos
    por tonelada
    14,7
    14,1
    14,2
    Importaciones
    en US$ miles
    1.795.460
    4.593.598
    5.909.439
    Toneladas
    importadas
    3.811.380
    8.395.789
    10.537.201
    Dólares
    por tonelada
    471,1
    547,1
    560,8
    Costo
    de oportunidad empleos
    69,483
    159,269
    235,512
     
    IMPORTACIONES
    QUE MáS CRECIERON Y SUS REQUERIMIENTOS DE EMPLEO
    RUBROS
    (Variación absoluta 1991-2001)
    Variación
    (US$ miles)
    Empleos req.
    c/US$ 1.000
    Productos
    medicinales
    207.527
    0,020
    Química
    básica, fertilizantes y plaguicidas
    153.597
    0,018
    Mat.
    plásticas, caucho sintético, otros
    149.829
    0,024
    Prendas
    de vestir, teñido de pieles
    149.648
    0,057
    Papel
    y cartón, envases de papel-cartón
    148.950
    0,027
    Motores,
    turbinas, bombas y compresores
    144.714
    0,030
     
    EXPORTACIONES
    QUE MáS CRECIERON Y SUS REQUERIMIENTOS DE EMPLEOS
    RUBROS
    (Variación absoluta 1996-2001)
    Variación
    (US$ miles)
    Empleos req.
    c/US$ 1.000

    Mat. plásticas, caucho sintético, otros
    552.406
    0,024
    Cereales,
    oleaginosas y forrajeras
    489.170
    0,027
    Química
    básica, fertilizantes y plaguicidas
    387.480
    0,017
    Vehículos
    automotores, carrocerías, autopartes
    211.252
    0,018
    Ind.
    básicas de hierro y acero – Fundición
    193-153
    0,023
    Motores,
    turbinas, bombas y compresores
    125.073
    0,030
     
    EXPORTACIONES
    QUE MáS DECRECIERON Y SUS REQUERIMIENTOS DE EMPLEOS
    RUBROS
    (Variación absoluta 1996-2001)
    Variación
    (US$ miles)
    Empleos req.
    c/US$ 1.000
    Buques,
    locomotores y aeronaves
    -631.611
    0,029
    Cultivos
    industriales
    -386.459
    0,136
    Pesca
    -221.105
    0,033
    Elaboración
    y conservación de pescado
    -186.041
    0,041
    Ganado
    y producción de leche, lana y pelos
    -178.691
    0,057
    Madera
    y sus productos
    -111.816
    0,069
    Fuente: Fundación Crear.
    Un camino maravilloso,
    pero no así

    Por Horacio Losoviz

    Superada la etapa de
    la convertibilidad, y con la orientación del actual gobierno, se dan ahora
    las condiciones para establecer un sendero de crecimiento, condición imprescindible
    para avanzar en un proceso de integración. Esto significa imaginar la Argentina
    en un futuro de mediano y largo plazo, definiendo sectores y actividades
    sobre las que basará su crecimiento. Lo importante hoy es que nuestras autoridades
    comprenden que el problema es de índole estructural y, por lo tanto, requiere
    cambios importantes.
    La inserción en un proceso de integración como el Mercosur requiere una
    clara definición, en el nivel nacional, de los objetivos estratégicos y
    los medios tácticos para alcanzarlos. Luego se debe analizar su coordinación
    y compatibilidad con los restantes socios del acuerdo.
    Sin estas definiciones, mal puede pretenderse que las consecuencias de la
    integración sean vistas como satisfactorias.
    Hay que observar la realidad europea, donde la integración se basó en la
    especialización con mecanismos de compensación y tiempos suficientes, tratando
    de evitar desplazamientos no deseados de la producción.
    Esto requiere una estrategia común con relación a otros mercados internacionales:
    la idea es que en el Mercosur “uno más uno debe ser más que dos”.
    Nos quejamos demasiado de Brasil, pero la verdad es que fue un suicidio
    querer avanzar en un proceso de integración con un tipo de cambio fijo (además,
    hasta tuvimos la ingenuidad de intentar que Brasil también lo adoptara).
    Asimismo, es cierto que Brasil genera asimetrías, pero ellas en general
    son el resultado de sus políticas de apoyo al sector productivo, que aquí
    no existen y que urgentemente deben ser definidas y luego acordadas con
    Brasil.
    Existe abundante evidencia de que nuestro principal socio en el Acuerdo
    (Brasil) ha interpretado con muchos grados de libertad las restricciones
    a la formulación de políticas activas (especialmente al establecimiento
    de mecanismos de fomento), sin avances en los procesos de coordinación que,
    indudablemente, serían necesarios y obligatorios conforme a la letra y el
    espíritu de la normativa Mercosur.
    Mientras en Europa los países más fuertes ayudaron a los más débiles para
    impulsar su crecimiento, aquí Brasil parece avasallar permanentemente al
    resto. Debemos cambiar significativamente el Mercosur, estableciendo mecanismos
    y políticas comunes, en busca de un crecimiento coordinado, equitativo y
    más justo.
    El caso automotor es el ejemplo de la falta de una política común. Lo que
    intentó ser la primera política industrial del Mercosur, terminó siendo
    una política de administración de comercio. Las diferencias en sus políticas
    de “apoyo” en ambos países, sumadas a nuestra absurda política de convertibilidad,
    llevaron a que importantes inversiones se ubicaran en Brasil, descompensando
    la situación regional y perjudicando a la Argentina.
    Las líneas de acción para el tratamiento de las políticas directas e indirectas
    a nivel Mercosur deberían seguir las siguientes instancias, que pueden desarrollarse
    en paralelo:
    Recobrar, en lo que fuere necesario, la libertad de establecer políticas
    directas e indirectas de desarrollo en el ámbito nacional.
    Crear mecanismos mutuos de información sobre los instrumentos de política
    que se desarrollen.
    Establecer, en el Mercosur, instancias de coordinación de las medidas que
    se dicten, sobre la base de discusión de objetivos y herramientas, y la
    fijación de disciplinas acerca de los instrumentos que se utilicen.
    Por último, desarrollar políticas comunes, directas e indirectas.