Todos los objetos de mayor valor histórico que conviven en Buenos
Aires, estarán concentrados en un mismo ámbito para que puedan ser apreciados
y también adquiridos por los visitantes de Antiqvaria.
Esta exposición de arte y antigüedades que se celebrará en noviembre en el Sheraton
de Retiro está auspiciada por la Asociación de Anticuarios y Amigos de San Telmo,
quienes pretenden que la convocatoria se convierta en un ámbito jerarquizado
donde convivan el interés por la cultura y el clima de negocios.
La muestra comprende cuatro grandes áreas: obras de arte (entre las que se incluyen
pinturas y esculturas), joyería y orfebrería, mobiliario y libros. También habrá
un espacio para el collectable, donde se reúnen los coleccionistas fanáticos
que se dedican a juntar los más insólitos objetos cotidianos que, con el devenir
del tiempo, se convierten en verdaderas joyas históricas. Algunos ejemplos:
un conjunto de autitos de colección en serie, o las ediciones limitadas de botellitas
de gaseosas y otras piezas como lapiceras o envases cuya recolección -tal vez
comenzada como un hobby- termina transformándose en un verdadero patrimonio
especializado.
Según Enrique Pichon Riviere, presidente de Pichon Riviere Consultores: “El
objetivo principal es que el evento se constituya en la feria latinoamericana
de antigüedades número uno de la región y, también, que comience a instalarse
en el calendario internacional de ferias”.
Antiqvaria ya transita por su quinta edición, por lo cual los organizadores
están acostumbrados a ponerse en contacto con infinidad de interesados en este
tipo de preciados objetos. Hombres y mujeres de negocios, decoradores, arquitectos,
fanáticos y curiosos son apenas algunos de los perfiles que esperan recibir
en esta feria. Y no descartan incluir a los grupos que no estén formados en
el arte pero que encontrarán una auspiciosa posibilidad para iniciarse. También
destacan el caso de las empresas, a las que puede resultarles atrayente acercarse
al Sheraton para adquirir un alto volumen de piezas para decorar sus ambientes
ya que requieren que las mismas mantengan un mismo tono o estilo.
Durante estos años en el que fueron perfeccionando su papel como facilitadores
entre los coleccionistas y el público, Pichon Riviere tiene coloridas historias
en su haber. Una de las más llamativas sucedió el año pasado cuando un ejecutivo
estadounidense pidió que abrieran la feria antes de hora especialmente para
él, para no perder su cita en Chile, adonde arribaría con su avión privado.
Realizó un minucioso recorrido por la muestra y a los pocos días hizo su pedido
por Internet.
Circuito de antigüedades
Según Juan Carlos Maugeri, presidente de la Asociación de Anticuarios y Amigos
de San Telmo, que reúne a 280 anticuarios de la Argentina, el mercado de antigüedades
más importante de Latinoamérica se encuentra en Buenos Aires. El barrio de San
Telmo es el circuito en el que se realiza el volumen más destacado de transacciones
del país, al tiempo que recluta las piezas que diferentes coleccionistas fueron
atesorando por años en distintos puntos del territorio, fundamentalmente entre
1880 y 1950.
“Es el único lugar de la región donde se concentran 500 puntos de venta en un
mismo casco histórico”, dijo Maugeri. Aunque también señaló que Recoleta, Barrio
Norte y la zona norte del Gran Buenos Aires son otros puntos de referencia en
este campo. “Cuando llegan los turistas no pueden creer que exista este mercado
en el país más austral del mundo”, coincidieron los entrevistados.
Técnicamente hablando, una antigüedad debe tener por lo menos 100 años de vida,
pero existen dos períodos muy importantes que son el del Art Noveau (1890-1925)
y también el del Art Decó (desde 1925 hasta finales de los ´40) y las piezas
construidas entre 1950 y 1960 que comenzaron a adquirir valor a raíz de que
se dejaron de fabricar. Estas últimas pertenecen básicamente a los rubros de
mobiliario, joyería e iluminación.
Por eso, y para acreditar la antigüedad de un artículo, es fundamental la trayectoria
de quienes están en este metier. “La totalidad de los expositores de Antiqvaria
está compuesta por no iniciados en el negocio, sino que todos tienen reconocida
trayectoria con comercios establecidos hace muchos años en el mercado local”,
explica Maugeri. Y agrega que, en la mayoría de los casos, la segunda o tercera
generación de la familia ya se incorporó al negocio. “Es fundamental que se
exhiban piezas genuinas de la época, por lo cual la seriedad de quienes las
ofrecen es la que otorga la garantía de autenticidad”.
Respecto del perfil de la demanda, Maugeri afirma: “No necesariamente el visitante
que se acerque a este evento tiene que ser un consumidor especializado”. Puede
darse un amor a primera vista con los objetos, tal como le sucedió a él que,
siendo contador, tuvo como primer cliente a un anticuario hace ya hace 30 años.
Fue ése el momento en que entró al negocio, se deslumbró y comenzó un nuevo
recorrido profesional. Por eso, insiste en que justamente el papel de los anticuarios
es asesorar y seducir a nuevos compradores. “El nuestro es un show de antigüedades,
que pretende acercar a la mayor cantidad de interesados posible y apuesta fuerte
a la convocatoria externa”.
Este año, los organizadores estiman que habrá 50% más expositores que el año
pasado, teniendo en cuenta otro dato que no es menor: 80% de los expositores
cerraron operaciones en forma directa durante la edición anterior. Por su parte,
los expositores aseguran: “La muestra ha venido creciendo con los años por lo
cual en el futuro la idea es incluir a expositores de otros países de la región”.
Aunque en ese caso, tendrían que registrar las piezas a exhibir como un movimiento
de exportación y si no las llegaran a vender tendrían que volver a importarlas.
Para eso, se están iniciando negociaciones con la Cancillería.
Aspecto educacional
Los organizadores afirman que la exposición será una especie de museo gratuito
con asesoramiento permanente. “Es la misma forma en que trabajamos todos los
días en nuestros negocios de anticuarios”, dice Héctor Iadarola de Iadarola
Relojes Antiguos. Se refiere a que muchas veces su papel se transforma en el
de un “asesor cultural”, porque mantiene una permanente difusión de la historia
así como del valor patrimonial y artístico de las piezas que mantienen a la
venta. En definitiva, los organizadores coinciden en que muchas veces el servicio
que ofrecen no es valorado suficientemente. De hecho, funcionan como una “verdadera
enciclopedia abierta para todos los visitantes”, lo que confirma el tenor histórico
cultural de cada uno de los negocios de anticuarios que funcionan en Buenos
Aires.
Otro aspecto interesante es que en la mayoría de sus locales, las épocas históricas
se reflejan con claridad a través de los objetos, lo que implica un alto mérito
pedagógico ya que el visitante puede construirse un recorrido imaginario por
las formas en que cada elemento fue marcando una manera de vida.
Para reforzar el papel cultural de Antiqvaria, en esta edición participarán
estudiantes de la Universidad del Salvador y del Museo Social Argentino, donde
se dictan carreras especializadas relacionadas con el arte y la conservación.
Los jóvenes participarán como guías para orientar al público en su recorrido.
El primer reloj oficial
Las historias entre anticuarios desbordan por la riqueza
de su contenido. Muchas veces, se encariñan tanto con los objetos que cobijan,
que no siempre los ofrecen a la venta. Es el caso de Iadarola, que exhibe varios
relojes que forman parte de su colección privada en su local especializado del
barrio de Recoleta. Entre ellos, el primer reloj que dio la hora oficial en
Buenos Aires por un decreto de 1859 firmado por Bartolomé Mitre. Ese decreto
sirvió para que los capitanes de barcos pusieran sus cronómetros en hora orientados
por el meridiano del Puerto de Buenos Aires. En ese momento, los relojeros privados
fueron los responsables de acreditar la hora de manera que les sirviera a los
barcos, a las oficinas metropolitanas, al ferrocarril que recién se iniciaba
y también a la oficina central de correo. Iadarola señala que algunos anticuarios,
además de exhibir, restauran y reparan las obras que tienen a la venta. Y ellos
están orgullosos de definirse como verdaderos relojeros anticuarios.