Por Javier
Rodríguez Petersen
Sebastián
Bagó –presidente de Laboratorios Bagó y Compañía
de Seguros Victorica, director de Química Montellier, profesor
de la UCA, vicepresidente de la Asociación Empresaria Argentina
y miembro activo del Consejo Empresario de América Latina–
aporta su análisis de la economía local y su convicción
sobre la necesidad de modificar algunos paradigmas de la producción.
Bagó, distinguido en España y Francia por su desarrollo
como empresario, es dueño –junto con su hermano Juan Carlos–
de la Organización Bagó, cuyas empresas dan trabajo a casi
4.500 personas.
¿Cómo analiza el recorrido de la economía argentina
en las últimas décadas?
En el mundo, hasta los años ’60, se producía para un
mercado que había que abastecer. En esa década empieza a
aumentar la producción ante una demanda que crece a un ritmo menor.
Eso fue limitando la inflación, salvo en los commodities. En la
Argentina, sin tener muy claro esto, fuimos cambiando de políticas.
Generalmente tuvimos etapas en las que el Estado intervino demasiado y
algunas en las que intervino muy poco. Hubo un período en el que
se fue generando capacidad de producción nacional y otros en los
que la inflación interna provocó estragos en el criterio
empresarial de mediano y largo plazo. Finalmente, llegamos a una etapa
en la que se decide incorporarnos al mundo y aceptar las reglas de juego;
en la que quizá se vio bien la parte macro y se dejó de
lado cómo orientar la parte micro para hacer sustentable el proceso.
De ahí pasamos a la situación actual, donde muchos sectores
hicieron un gran esfuerzo para lograr productos de calidad mundial con
una renta adecuada porque era la única manera de sobrevivir. Hoy
se habla de que hay mayor competitividad pero, en muchos sectores, somos
competitivos sobre la base de salarios muy bajos, y hay que ver qué
definición tomamos: si decidimos ser un país de salarios
altos o un país de salarios ba jos.
Esa definición, ¿qué implica?
Los salarios altos no se logran por arte de magia ni por decreto; se pueden
tener en la medida que intercambiemos con el mundo productos con la renta
suficiente. Si la estructura de lo que cambiamos con el mundo es la misma
de hoy y de las últimas décadas, no lo vamos a lograr, porque
es una estructura de productos no diferenciados que no dejan renta alta
ni permiten pagar altos salarios. El incentivo virtuoso es que se pueda
hacer un producto diferenciado; y la gente, con el ánimo de tener
una mejor calidad de vida, se capacite para hacerlo. Ahí viene
otro tema importante: un sistema educativo que permita a la gente capacitarse
para obtener este tipo de productos.
¿Qué debería cambiar para ser un país de salarios
altos?
Hay tres paradigmas que, creo, tenemos que cambiar. Uno es el de pensar
más en producir que en el mercado, cuando en realidad hay que analizar
primero qué necesita el mercado para ver qué productos demanda
que tengan más contenido de inteligencia que de materia prima.
Los otros dos cambios son pensar más en la calidad que en la cantidad
y en productos diferenciados más que en materias primas. Muchas
estructuras, tanto agrarias como industriales y de servicios, mantienen
los paradigmas de pensar más en la producción, en la cantidad,
y en hacer un producto sin diferenciación. Aunque varios cambiaron,
deberíamos ser muchos más. El día que 80% de los
productos que intercambiemos con el mundo cumplan con estos nuevos paradigmas,
vamos a tener más renta. En una muy buena definición [el
ministro de Economía, Roberto] Lavagna habló de la “desmaterialización”
del comercio internacional para señalar que es cada vez menor el
contenido material de lo que venden los países que más participan
en el escenario global, y es mucho mayor el de inteligencia.
¿El valor agregado?
Es más que el valor agregado. Agregar mucho valor genera ocupación
y eso es bueno. Pero si la parte de renta del valor agregado es chica,
hay ocupación sin alta calidad de vida. Si el valor agregado tiene
un alto componente de renta se logra ocupación y alta calidad de
vida. Lo importante es lograr una diferenciación que haga que el
comprador pague más por el producto por algún valor percibido,
que no necesariamente es tecnológico. Para eso hay que ser creativo
e inteligente y pensar en qué necesidad hay en el mercado; o crearla,
y no importa si el origen es metalmecánico, biotecnológico,
agrario o agroindustrial.
¿No hay algún conflicto con el agro?
No, porque no es un problema del origen de la producción –ya
que hoy puede haber computadoras que sean un commodity, como los clones,
cuya renta es bajísima– sino de paradigma. La Argentina podría
vender cortes de carne que no existen en el mundo, de animales criados
a pastura y con otras cualidades, a cinco veces el precio al que lo vende
hoy, que es el mismo valor de otros países con carne de menor calidad.
Eso requiere una gimnasia de salir al mundo, golpearse y buscar que el
otro pida determinado producto. Con un producto indiferenciado, aunque
sea muy elaborado, el negocio lo hace el que lo diferencia y le pone la
marca. Lo malo es tratar de ser competitivo sobre la base de pagar bajos
salarios. También hay que atender las situaciones puntuales y no
hacer desastres; no hay que destruir sino construir desde lo que tenemos.
La antinomia no está en el origen del producto sino en qué
paradigma se usa, y hay sectores industriales que usan los paradigmas
malos y sectores derivados del agro que usan los buenos.
¿Entonces la principal responsabilidad le cabe al empresariado?
A todos, porque se requieren inversiones de largo plazo. Es mucho más
caro imponer una marca que hacer un buen producto. Las dos cosas son necesarias,
pero es más fácil hacer un buen producto que lograr que
el cliente pida el tuyo. Una bodega puede hacer un buen vino en un año,
pero lograr que en el mundo alguien pida una marca es un trabajo de 10
o 15 años con una inversión 10 o 15 veces superior a la
que hizo la bodega. El vitivinícola es un sector que se está
moviendo muy bien, que está logrando calidad y en el que algunos
están logrando diferenciar el producto.
¿A qué atribuye la cantidad de marchas y contramarchas de
la macroeconomía en las últimas décadas?
Tiene muchos orígenes. Pero hay algo que deberíamos tratar
de hacer como comunidad: tener una estrategia consensuada y negociada
entre la sociedad, los empresarios, las autoridades, las ONG. Los argentinos
no somos muy buenos trabajando en equipo y debemos desarrollar más
habilidades para hacerlo. También tenemos que poder generar entusiasmo
entre nosotros. Con una situación muy mala pero con trabajo en
equipo y entusiasmo por mejorarla, las cosas se van dando naturalmente.
¿Qué estrategia llevaría por un camino al crecimiento
sostenido?
Para mí es muy simple y gira en torno a dos o tres conceptos. Somos
un país con excelente recurso humano. En un marco en el que la
globalización es un hecho, hay países que estructuralmente
van a ser de salarios bajos por muchos años. Nosotros no tenemos
necesidad de ser uno de ellos. Si no es necesario y es mejor vivir en
una sociedad en la que la gente tenga mejor calidad de vida y mayor poder
adquisitivo, me defino por esa posibilidad y por tratar de impulsar la
producción con los tres paradigmas buenos. Paralelamente, es muy
difícil tener un producto diferenciado y con calidad para convencer
a otros mercados si en el mío la gente no lo puede consumir y no
me exige la misma calidad. No puedo tener la esquizofrenia de hacer un
producto malo para el mercado interno y uno bueno para el externo. Si
el mercado interno no puede exigirme calidad, es muy probable que se tienda
a cerrar la frontera para que no entre otro de calidad similar o mejor
costo. Y querer competir con quienes tienen salarios bajos estructuralmente,
lleva a una sociedad de salarios bajos. No es fácil, pero creo
que tenemos condiciones para hacerlo, en un marco de regulaciones y de
orden. No podemos pretender una posición internacional respetable
si los demás creen que no cumplimos lo que decimos. Tenemos con
qué explicar (los incumplimientos), pero nos va a costar un tiempo
demostrarle al mundo que una vez que damos la palabra podemos cumplir.
¿Cree que nos encaminamos a ese marco de credibilidad?
Soy optimista y creo que sí. Pero hay que dialogar más.
Decir que de ahora en adelante vamos a cumplir más con los compromisos
que asumamos es bueno. Lo que hay que hacer es cumplirlo defendiendo lo
que a nuestra población le conviene, que estoy convencido que es
hacer el esfuerzo para cambiar la estructura de comercio exterior.
¿Beneficiarán al país las asociaciones comerciales?
Primero hay que tomar la decisión de que se quiere estar en el
juego internacional con las reglas que funcionan, lo que creo que para
la Argentina es conveniente. Eso exige tener tratados, asociaciones y
relaciones preferenciales. Lo que debemos hacer es buscar un equilibrio,
reglas de juego que contemplen la solución de nuestros problemas
de crecimiento y el lugar desde dónde parte cada uno.
Paradójicamente, la Argentina tomó unilateralmente varios
pasos que favorecen esa integración. Personalmente, mañana
firmaría que Europa y Estados Unidos tengan la misma apertura para
nuestros productos que la que nosotros tenemos con los de ellos. Lo que
no me parece bien es que pidan que sigamos abiertos a cambio de una pequeña
cuota más de algún producto. No haría ningún
acuerdo que fuera poco mejor que la situación de hoy pero muy insuficiente
en cuanto a lo que debería ser, porque sería casi convalidar
la actual situación. Mi sensación es que eso es muy difícil
de lograr.
¿Incluso desde el Mercosur?
Sí. El Mercosur es una realidad muy conveniente para la Argentina
y para Brasil también. Obviamente tenemos que mejorar la relación.
Hay que negociar, ver qué papel le cabe a cada uno y qué
reglas vamos a usar para limar diferencias. Para la Argentina es absurdo
pensar un mundo sin el Mercosur. Brasil y la Argentina tienen una dimensión
tal que es conveniente ir juntos. Si el mecanismo no está funcionando
del todo bien hay que mejorarlo, pero romper con el Mercosur no es una
opción viable. También creo que es bueno intentar un acercamiento
con los países asiáticos, y que la principal señal
estratégica que dio el presidente Néstor Kirchner fue la
de ir con muchos ministros y empresarios una semana a China. Quizá
los empresarios chinos sólo quieren comprar materias primas, pero
tenemos que tratar de venderles productos diferenciados. Y tenemos mucho
para ofrecer en software, biotecnología, razas animales, mejora
de tecnología agraria, educación, enseñanza de idiomas,
turismo y muchas otras áreas.
¿Cuáles piensa que son hoy los principales problemas del
país?
El primero es el que hablábamos antes: tenemos que llegar a un
consenso de qué país queremos. [El ex vicepresidente, Carlos]
Chacho Álvarez hizo una tarea interesante al buscar consensos entre
análisis desde diferentes posturas, y encontró que es muy
claro el que hay en torno a cambiar la estructura de producción
para lograr más valor agregado. Si tenemos una visión compartida
es mucho más fácil. Luego tenemos que cumplir una cantidad
de normas, vivir con más orden, seguridad, una justicia más
rápida, un grupo de reglas de juego que son ni más ni menos
que reglas de cómo una sociedad puede vivir defendiendo a quienes
se portan bien y castigando a quienes delinquen. Estoy convencido de que
tenemos todas las posibilidades para ser un gran país en el futuro.
Somos un gran país, pero entiendo que, para serlo en serio, la
gente tiene que estar bien. Y no podemos basarnos en el salario bajo para
ser competitivos; devaluación y salario bajo son dos caras de la
misma moneda
|