Comportamientos que aumentan ventas

    Por
    Jorge Carballeira

    Vale
    la pena repasar estos elementos dado su excelente relación efectividad/costo.
    Digo costo porque la gran inversión deberá hacerse mucho
    más en disciplina que en erogación financiera. Digo efectividad
    ya que al estar estos temas tan poco explorados el efecto palanca que
    producirá una mínima atención será sin duda
    relevante.
    Abordaré la aplicación de algunos factores no evidentes
    que se corresponden con la categoría de “formas de comportamiento
    alternativas” que aumentan la productividad en ventas y, consecuentemente,
    la facturación de la empresa.
    Estos temas tienen que ver con la dimensión cultural de la organización,
    o sea aquellos valores y creencias de base que influyen sobre el comportamiento
    del profesional de ventas en el día a día, marcando todo
    el proceso comercial y sus resultados. A contrarius sensu de lo que se
    podría pensar, estos tópicos no sólo tienen que ver
    con los niveles operativos sino que hacen a los niveles gerenciales más
    altos y en muchos casos provienen desde fuera del área comercial.
    Si se encaran cambios recomiendo entonces empezar a analizar cada caso
    desde la Dirección y desde allí ir bajando a través
    del sistema de influencia de la empresa.
    Como se podrá apreciar, la mayoría de estas formas responde
    al sentido común, aunque no sean usualmente utilizadas (mis disculpas
    para las empresas que ya las estén efectivamente aplicando).
    “Valor” antes que “precio”
    Buena parte de las empresas con alto potencial para generar valor agregado
    a sus clientes basan su oferta fundamentalmente en los precios y otras
    condiciones relacionadas (plazos de pago, formas de pago, descuentos,
    etc.). Como diría un director financiero amigo: “En estos
    casos las ventajas competitivas las pone el área financiera y no
    el área comercial; entonces, ¿para qué queremos un
    área comercial?”.
    En negocios no comoditizados, la actitud de basar el éxito de las
    ventas sólo en los precios habla muy mal de la sustancia de la
    marca (ya que demuestra poco aprecio por sus productos) y mucho peor de
    la capacidad del profesional de ventas (ya que demuestra ausencia de creatividad,
    además de falta de conocimiento profundo de “lo que venden”
    y “a quiénes le venden”). En los negocios basados en
    intangibles, el problema es aún peor porque operar con precios
    bajos “rebaja” el valor del producto y deteriora la percepción
    de la marca.
    Si está tan claro, ¿por qué sigue sucediendo esto?
    Porque vender a través de precios es mucho más fácil
    para cerrar ventas en el corto plazo, no requiere mucha sabiduría
    ni creatividad y las comisiones-bonos están seguras. Otro motivo
    son los competidores. Para cambiar este panorama, la alta gerencia deberá
    concientizar en cuanto a vender sobre la base de valor y no de precio,
    comunicarlo adecuadamente y recompensar en consecuencia. Las negociaciones
    económicas deberán migrar desde una terminología
    de “rebaja” hacia una terminología de “inversión/repago”
    o “efectividad/riesgo”.

    Menos controles
    por favor
    Si algo afecta la productividad de los profesionales de venta ejemplares
    es atarlos a cuestiones formales o hacerlos sentir continuamente perseguidos
    por procedimientos y cumplimientos administrativos. Conozco casos en que
    la burocracia es tan grande que el burócrata se vuelve más
    relevante que el mejor gerente de ventas de la empresa, debiendo pedirle
    turno y/o rendirle pleitesía para que pueda liberar una operación
    comercial exitosa. Lo peor ocurre cuando el imaginario del poder empieza
    a pasar por la burocracia; y lo máximo, cuando la efectividad comercial
    empieza a transitar por formas más que por desempeño y resultados.
    Este comportamiento es un mal progresivo que crece peligrosamente alterando
    el foco y las capacidades de la empresa.
    La clave aquí está en aceptar que el eje pasa por lo comercial
    y que el riesgo puede ser manejado de distintas formas (no necesariamente
    con sistemas de control obsoletos). No estoy hablando de dejar de lado
    los controles sino de aplicarlos inteligentemente. La posibilidad de diseñar
    sistemas de control evolucionados –que permitan cumplir adecuadamente
    con las políticas de la empresa, a la vez que potenciar a la fuerza
    comercial en lugar de idiotizarla– es inmensa. Estoy hablando de
    que los sistemas ataquen sólo los riesgos críticos y brinden
    una forma confortable para hacer negocios. Sistemas que tiendan a minimizar
    el uso de formularios (tanto on line como papeles) y la necesidad de aprobaciones
    innumerables; en los cuales el control sea un subproducto, y el soporte
    para hacer negocios rentables sea lo esencial.
    Algunos buenos ejemplos pueden ser: los tableros de comando; los controles
    visuales; la validación de las transacciones, el trabajo en equipo
    (para que los burócratas se conviertan en socios de negocios en
    lugar de porteros; y para que los profesionales de ventas internalizen
    mejor los riesgos); el self-control; los controles de rango; las alarmas
    tempranas; la calidad en el origen; etcétera.

    Más tiempo con los clientes
    Una fuerza de ventas típica gasta casi el mismo tiempo en actividades
    de “no-venta” que en las actividades para los cuales se les
    paga. Esto que parece increíble resulta evidente cuando se hacen
    análisis de distribución de tiempos del trabajo de los vendedores.
    Basta pensar en: traslados, demoras, reuniones internas, tareas administrativas,
    back-office.
    El desafío consistirá simplemente en establecer prácticas
    que maximicen el tiempo de los vendedores en la casa de los clientes (tiempos
    de “cara a cara”) y así tener mayores oportunidades de
    generar ingresos y de desarrollar relaciones efectivas con los clientes,
    además de estar siempre al tanto de sus necesidades y traer “inteligencia”
    que alimente la estrategia.
    Para implantar todo esto puede ser de utilidad hacer algunos cambios operacionales
    tales como: ponerle topes a reuniones internas y tiempos de back-office,
    rediseñar procesos, automatizar el soporte de ventas, repensar
    controles desde una perspectiva riesgo/efectividad, estandarizar reportes
    y reasignar canales.

    Más
    que compensación monetaria
    La clave del éxito en el caso de las empresas en condiciones competitivas
    normales pasa por balancear el corto y el largo plazo (balancing short
    and long). Cuando digo “corto” estoy hablando de tareas tales
    como: visitar al cliente, resolver sus inquietudes, vender, etc.; cuando
    digo “largo” estoy hablando de: relacionamiento, acompañamiento,
    innovación, desarrollo.
    Sin embargo la mayoría basa la compensación de su organización
    de ventas en la generación de ingresos. ¿Cómo esperan
    lograr, entonces, crecimiento sustentable? Es lógico pensar que
    la mayoría de los profesionales de ventas privilegiarán
    el corto plazo. Y pobre e injusta suerte la de aquellos héroes
    que no lo hagan.
    La experiencia nos demuestra que las empresas líderes compensan
    a sus profesionales de ventas no sólo sobre la base de los ingresos
    sino, además, por todo su desempeño en la cadena de desarrollo
    de negocios (desde la captura de información del cliente hasta
    la venta, pasando por la innovación, el relacionamiento, el desarrollo
    de la solución a medida, etc.). Por otro lado, no sólo compensan
    mediante componentes monetarios sino también con el reconocimiento
    ante pares y la organización toda a través de “momentos
    memorables”.

    La clave
    es cuánto ganó
    Hace un tiempo, en una reunión con el gerente general de un cliente,
    escuché un comentario que me pareció memorable por su contundencia
    y simplicidad. Este hombre, cuando sus oficiales de ventas hacían
    alarde de “¡Cuánto vendimos!”, simplemente preguntaba:
    “¿Ganamos?”.
    En la mayoría de los casos que he tenido la suerte de analizar,
    los profesionales de venta se matan por hacer figurar cuánto vendieron,
    cuánto facturaron. Y con ello piensan que ya han ganado algún
    derecho a algo. Nadie les hace preguntas obvias, como cuánta caja
    libre se generó o cuánto bajó el stock de nuevos
    productos (esos que “aseguran el futuro”); y menos preguntas
    no tan obvias, como cuánto se canibalizó, cuánto
    se dejó de ganar, cuánto recurso interno se destruyó,
    o cuánta vida del cliente se dejó de desarrollar.
    La clave en este comportamiento pasa por transformar la mentalidad de
    “vendedores” a la mentalidad de “hombres de negocio”.
    No es para nada fácil y, de nuevo, habrá que comunicar mucho,
    invertir en cambios y, por último, medir en consecuencia.

    La falta
    de reglas
    Uno de los temas más destructivos es la falta de reglas (una herramienta
    muy efectiva de la alta gerencia tanto para destruir como para potenciar
    su organización de ventas).
    La falta de reglas privilegia las formas sin contenidos (aquellas que
    no interesan a los clientes: uno puede ir cien veces con ellas que no
    logrará cerrar nada), genera incertidumbre y destruye los talentos.
    Esto es aplicable a los profesionales de ventas ya que los procesos comerciales
    no están tan estandarizados ni pautados como los operacionales
    o los financieros.
    Toda organización de ventas tiene que tener reglas claras. Los
    profesionales de ventas deben saber perfectamente qué hacer (objetivos),
    cuánto hacer (metas), cómo hacerlo (modelos), cómo
    serán medidos (métricas) y qué deben esperar tanto
    si no cumplen como si exceden el objetivo.
    Muchas organizaciones no definen reglas claras, ya sea por poder (manda
    es la subjetividad de quien está a cargo, no las reglas), por política
    (se puede esconder mejor la improductividad y hasta promover a los amigos),
    por incompetencia (no se sabe armar los modelos) o por temor (puede quedar
    claro que quien dirige equivocó la dirección e hizo perder
    plata).
    El liderazgo debe identificar la falta de reglas y forzar su resolución,
    tomando los riesgos que corresponden. ¡Si hay errores, mejor; porque
    se puede aprender! Si se tapan, nunca existirá aprendizaje y las
    cosas irán cada vez peor no obstante el esfuerzo para aparentar
    lo contrario