El viejo debate sobre el cliente:lo cuantitativo y lo cualitativo

    Lo
    más sensato (insisten en la Wharton Business School) es combinar
    ambos esquemas, “sin desdeñar la TI ni sus instrumentos. Gracias
    a ellos, sabemos mucho más sobre los clientes que hace 40 años.
    Pero, diría yo, no los comprendemos mejor”.
    Eso sostiene Peter Fader, profesor de marketing. A su juicio, “podemos
    meter una orden de compra en el microchip, pero no averiguar qué
    mecanismos internos llevaron a ella”. Por supuesto, los adelantos en
    recolección y procesamiento de datos son impresionantes. No obstante,
    “acabamos atiborrados con pilas de información, nada fácil
    de digerir”.
    De ahí que sea preciso sopesar las ventajas de cualquier nuevo proyecto
    informático en relación con sus costos. “Si no hay rédito
    –cree Fader–, los ejecutivos superiores ya no insistirán
    en entender al cliente y se basarán sólo en datos cuantitativos.
    Por consiguiente, las funciones de marketing se recortarán y sus
    profesionales serán sustituidos por tomadores de órdenes o
    especialistas en manejo de inventarios”.
    El experto subraya el método Wal-Mart, centrado en exprimir la cadena
    de abastecimiento. En este plano, la empresa es clara: los costos están
    por encima de todo. Otras afirman pensar primero en el público, pero
    lo hacen de la boca para afuera. “Una dura competencia –subraya
    Fader– ha llevado a modelos propios de marketing, en lugar de datos
    recolectados por organizaciones sectoriales. Antiguamente, se compartía
    información, había mayor transparencia y los métodos
    eran más simples”.


    El factor intuitivo
    Otro docente de Wharton, George Day, entiende que ciertas prácticas
    cuantitativas –la prospección electrónica de datos,
    o sea data mining, entre ellas– permiten detectar tendencias útiles
    para compañías con productos ya consolidados en plaza. Pero
    “muchas empresas en pos de crecimiento en nuevos mercados o en la
    vanguardia tecnológica tal vez ni siquiera tengan datos. En esas
    áreas, harán falta métodos cualitativos y, aun donde
    primen los cuantitativos, se precisarán enfoques cualitativos para
    interpretar qué pasa”.
    Sin embargo, la clave está en cómo aprovechar las percepciones
    acerca de los clientes, al margen del método elegido para recoger
    datos. Un caso interesante aparece en Whirlpool y Procter & Gamble,
    donde la información sobre clientes se incorpora a “bancos
    conceptuales” que contribuyen a desarrollar productos.
    Esa información, que suele incluir reacciones a ciertos atributos
    del producto o servicio, puede combinarse en forma de nuevos conceptos.
    “Entonces –indica Day–, la firma puede adoptar medidas
    intermedias, más cualitativas, para convertir conceptos en productos.
    Pero todo se basa en intuiciones a partir de datos”.
    Un colega de Day, Americus Reed, también detecta un resurgimiento
    de técnicas cualitativas en investigaciones de mercados. “Hay
    situaciones y tópicos que las personas no desean discutir abiertamente.
    A veces, porque entrañan imágenes negativas de sí
    mismas o, también, porque ignoran las razones de ciertas conductas”.
    Para llegar a la verdad, los marketineros hacen que los sujetos proyecten
    lo que realmente piensan de algo. Por ejemplo, se les enseñan historietas
    con globos mudos sobre los personajes y se les pide llenarlos.
    En lo cuantitativo, varios investigadores registran respuestas a cuestionarios,
    tiempo insumido por pregunta y reacción implícita. Pero
    también ahí surgen personas renuentes a decir qué
    piensan en realidad, como ocurre con respecto a Viagra o a las políticas
    laborales de McDonald’s y Wal-Mart.


    El método Harley-Davidson
    David Reibstein, un clásico de Wharton, aconseja emplear métodos
    cualitativos antes de cualquier investigación cuantitativa, con
    objeto de definir las reacciones a estudiar o la terminología a
    adoptar. “Existen todavía técnicas establecidas, tales
    como grupos de foco o grandes muestras para recoger mayor volumen de datos”.
    El surgimiento de Internet ha facilitado mucho la recolección cuantitativa
    y permite a las empresas analizar más rápido los resultados
    de un estudio. A juicio de Reibstein, “la información cualitativa
    sigue siendo útil, pero no se nota una vuelta total al método”.

    El analista destaca un esquema cuantitativo que da excelentes resultados:
    el uso de redes de cable –en ciertas comunidades– donde se pasan
    avisos diferentes del resto a hogares que acceden a participar. Estas
    familias consignan sus compras y los marketineros pueden determinar qué
    propagandas influyeron en ellas. Por supuesto, “la gente sabe que
    sus decisiones serán evaluadas por terceros”, advierte Patricia
    Williams, otra profesora de la materia.
    Williams se orienta a “comunidades de marca”, donde las empresas
    reúnen grupos de clientes para estrechar nexos. Al respecto, subraya
    el caso de Harley-Davidson, cuyos ejecutivos lucen ropas de cuero negro
    y manejan junto a clientes en competencias auspiciadas por la compañía
    (¿también tomarán Jack Daniel’s?). De paso,
    es un método cualitativo de obtener datos.
    Por su parte, las farmoquímicas han desarrollado comunidades en
    la Web, para que los pacientes interactúen entre sí y con
    la compañía. “No creo que el consumidor sepa siempre
    qué quiere. En estas comunidades experimentales –dice la experta–
    no hace falta hacer preguntas directas. Basta con observar”. Al mismo
    tiempo, existen límites en el tipo de productos apropiados para
    una comunidad de marca (así, el papel higiénico no se presta
    para el método). Por otra parte, “armar esos grupos es costoso
    y, a menudo, se los organiza sólo porque están de moda.
    Un factor que Williams destaca es “hacer bien los números
    y buscar las mejores respuestas. Pero no creo que los métodos cualitativos
    sean necesariamente ideales, aunque es cierto que, tras un eclipse, vuelven
    a ser populares”. En este aspecto, parece haber una alternancia entre
    preferencias cuantitativas y cualitativas.
    Los métodos cuantitativos facilitan el data mining pero, en mercados
    industriales y mayoristas (B2B), aún hace falta una fuerza de ventas
    para conocer a los clientes. En un sentido, el proceso arranca desde la
    automatización y las computadoras. Por ello, el marketing vía
    relaciones con el cliente es una forma evolucionada de lo que las buenas
    fuerzas de ventas han hecho toda la vida.
    Nuevamente, todo converge en la eficiencia de costos. Alcanzar calidad
    “seis eses” (six sigma), donde un proceso genera no más
    de 3,4 defectos por millón de unidades, es una meta admirable,
    pero ¿a qué precio? (se preguntan Day y Fader). Lograr alta
    calidad está bien pero no si se pierde dinero y, aunque se trate
    de contentar al cliente, siempre hay límites en materia de costos
    y beneficios. Con frecuencia, el nivel five sigma brinda más utilidades
    que el superior.


    ¿Juntas de clientes?
    Algunas empresas han creado juntas asesoras integradas por clientes. Una
    firma que las organiza, Geehan Advisory Boards, sostiene: “Los datos
    cualitativos influyen mucho en los gerentes. Quieren detectar tendencias,
    identificar segmentos capaces de generar ventajas sustentables”.
    Los clientes de la firma se manifiestan dispuestos a emplear más
    elementos cualitativos en investigación de mercados. Pero los datos
    suelen ser manipulados por terceros, que no entienden bien las necesidades
    y estrategias de la compañía. Eso significa que falta integración
    entre marketing, dirección superior y recursos como las juntas
    de clientes.
    Para ser útiles, las juntas asesoras deben estructurarse con cuidado.
    A su vez, esos grupos han de representar alguna ventaja para sus integrantes.
    “Una junta de clientes funciona también como usina de ideas
    –señalan en Geehan–, especialmente en el largo plazo.
    Por eso, les preguntamos a sus componentes cómo ven el negocio
    y sus propias perspectivas de ahora a cinco años” š