Por Laura
Litvin
Tanto creció
la oferta de restaurantes que hoy, en pleno 2004, Buenos Aires se consolida
como la segunda ciudad de Sudamérica, detrás de la enorme
San Pablo, con mayor oferta gastronómica. Ahora, con el turismo,
el rubro tomó impulso con propuestas que apuntan a captar a los
extranjeros y a ampliar el público local.
Desde 1994 la cantidad de locales aumentó entre 27% y 30,5% en
zonas como Palermo, San Telmo y Monserrat. Según la Cámara
de Restaurantes de la Asociación de Hoteles, Restaurantes, Cafés
y Confiterías de la Argentina, hay en la ciudad más de 14.000
emprendimientos gastronómicos. Muchos de ellos, ofrecen propuestas
de sabores étnicos. Los más nuevos, están ubicados
en el increíble boom que despertó el barrio de Palermo Viejo.
Comparando el Censo Económico 1994 con un relevamiento realizado
el año pasado, en las zonas donde la gastronomía es un fuerte
de la actividad comercial hubo un aumento de locales del rubro: en Palermo
Hollywood, de 305,7 %; en Palermo Viejo, de 227,6 %; en San Telmo, de
82,8 %; en Avenida de Mayo, de 62,4%; en Abasto, de 50,8%; y en Monserrat,
de 27,2%.
A este dinámico movimiento, se suma también la moda: muchos
jóvenes eligen hoy como carrera terciaria, todo aquello que tenga
que ver con la gastronomía y muchos institutos y escuelas de cocina
se abren en todos los barrios.
Buenos
Aires, para todos los gustos
La capital brinda una enorme cantidad de propuestas para disfrutar de
la buena cocina. En muchos casos, los restaurantes ofrecen lo que se llama
“comida de autor” o “fusión”. Pero sin duda,
lo que creció en los últimos tiempos es la posibilidad de
probar exquisiteces de sabores étnicos de gran calidad. Por supuesto,
hay una enorme variedad de restaurantes españoles, italianos y
franceses y en general, hay más de un restaurante por comunidad
o cultura.
Los amantes de la comida griega, celebran la existencia de Dafni (laurel
en griego), en pleno Palermo (Armenia 1231), donde se pueden apreciar
buenos platos de cordero, quesos, olivas, vino y golosinas dulces, que
nunca faltan en las mesas griegas. Los que nunca probaron estas exquisiteces,
pueden optar por una picada de la casa, que incluye domades (paquetitos
de arroz envueltos en hojas de parra), melitsanosalata (un puré
de garbanzos), Tsatsiki (un puré de ajo, yogurth y pepino) y keftedes,
unas albóndigas de carne fritas, con hierbas.
Una novedad es la comida eslava, que llegó a Barrio Norte hace
unos meses, de la mano de El Kozako (Junín 1460), un restaurante
dirigido por cuatro socios descendientes de polacos y ucranianos.
Allí se puede apreciar un menú degustación: arenques
en aceite o con crema marinados con eneldo sobre blinis de papa. También
se puede empezar por zakuski de pescado, de embutidos y patés caseros.
Zakuski es el ritual eslavo, appetizer variados, que puede acompañarse
con vodka o con vino. Además, hay sopas, borscj polaco, y un plato
mítico de esta comida: el kulebiak que consiste en salmón
rosado envuelto en una masa especial, acompañado de rábano
picante. Los dulces, también ofrecen lo más tradicional:
tarta de amapolas con nueces, miel y frutos secos sobre salsa inglesa
de naranja. Una comida en El Kozako puede salir entre $30 y 40, si no
se piden los platos más caros.
Para quienes buscan sabores magrebíes, Buenos Aires también
tiene lo suyo: Bereber, en Armenia 1880, donde se puede comer “merguez”,
esas salchichas parecidas a las criollas, finitas, que preparan allí
mismo con cordero y especias, como en el Maghreb. Acompañan a la
perfección a la versión marroquí de la choutchouka
argelina, con pimientos y tomates confitados, solo que en Marruecos no
añaden huevo a la preparación.
También se puede probar el Brike, un huevo frito envuelto en masa
fila, popular en todos los países magrebíes, pero especialmente
en Túnez. Sin duda, el mayor atractivo es el couscous, preparación
a base de sémola de trigo duro, trabajada y cocida al vapor, en
formulas tradicionales. Se destacan también los guisos (tayine)
como el hamd, pollo cocido con limón y aceitunas; el karmous, con
cordero, higos y almendras y otro de osobuco y ciruelas. Entre los postres
se destaca un pastel de damascos, alfajor de chocolate con higos, snake
con helado de canela y las tradicionales masas marroquíes, una
delicia.
De nuestro
continente
Imix, la siguiente propuesta, es comida mexicana, peruana y caribeña.
Ubicado en Jorge Luis Borges y El Salvador, en este restaurante se pueden
encontrar platos tradicionales como guacamole, frijoles (porotos negros),
cebiche de almejas, tamales de camarón. Entre lo mejor de la carta,
los anticuchos (brochettes), en este caso de lomo, marinadas al estilo
limeño; también pescado liviano del día, con salsa
de frijoles y puerros y cordero en papayas, con guarnición de polenta
rellena.
De los postres, un maravilloso torta de boniato, con mermelada de piña
y crema, muy caribeña. También están las chilenas
sopaipillas, un prensado de arroz con crema de café y buñuelos
en almíbar y salsa de cacao amargo. Una comida completa puede salir
entre $35 y $45, según el vino elegido.
Si lo suyo es la comida asiática, no se pierda “Sudestada”.
En Guatemala 5602, con ambientación despojada y aprovechando los
contrastes del blanco y negro se puede comer por alrededor de $ 30, según
el vino elegido. En la carta se destacan una especie de ravioles o empanaditas
fritas, receta de Singapur con ensalada fresca como guarnición
de brotes de soja y maní. Otra entrada son las croquetas thai de
batatas rellenas con pescado o unos rollos de masa, con relleno vegetariano,
de Malaya.
Como platos principales, un wok vegetariano con nabos crocantes, maní,
jengibre y hongos diversos. También se puede degustar un guisado
tradicional thai, con mariscos y frutas, picante, exquisito.
Sólo a la noche se enciende el grill, de donde salen cosas interesantes:
asado de cerdo con salsa picante de maní, barbacoa viet de conejo
con fritado de papas, por ejemplo.
Por suerte para el comensal exigente, el que sabe apreciar exquisiteces
de aquí y de allá, la oferta no termina aquí. Más
bien se podría hacer una lista larga de nuevos y viejos restaurantes
que tienen propuestas más que interesantes. En Buenos Aires, se
puede comer de todo: sushi japonés, salchichas alemanas, kebab
árabe, goulash húngaro, feijoada brasileña, chow
fan chino, congrí cubano, pastas y pizza italianas, curry verde
thai, guefilte fish judío, paella valenciana. Lo que se le ocurra.
Una tendencia que no para y que crece también al mismo ritmo de
la cocina de autor
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