La imperiosa necesidad de controlar el riesgo

    Es imposible
    eliminar los riesgos. Lo único que podemos hacer es detectarlos
    y controlarlos. Hasta hace muy poco tiempo mucha gente pensaba sólo
    en términos de riesgo financiero. Hoy somos conscientes, también,
    del riesgo permanente que corre la reputación de una empresa. Nuestros
    clientes, por ejemplo, son casi todos grandes multinacionales. Cuando
    una corporación tiene en diversas partes del mundo subsidiarias
    cuyo accionar cotidiano no controla, se expone enormemente a que un mal
    procedimiento o una mala conducta haga peligrar la buena imagen de la
    marca internacional.”
    Para el jefe de KPMG, hoy hay que trabajar en permanente contacto con
    los reguladores. El reconocimiento de la necesidad de regulación
    se está expandiendo por el mundo entero y las empresas deben dialogar
    con sus reguladores, conocer sus riesgos y prepararse para manejarlos.
    Un mundo interconectado es un mundo interdependiente. Para
    su prosperidad futura las empresas
    dependen de acontecimientos
    que no controlan. ¿Cómo se pueden proteger de la interdependencia?
    Con diversificación. En la medida en que tengan operaciones en
    muchos países tendrán oportunidades y riesgos en muchos
    mercados. Eso reduce parte del riesgo. El riesgo crece cuando uno depende
    demasiado de un proveedor. Como cuando uno depende demasiado de un solo
    país, o de un solo cliente. Entonces es una ventaja tener redes
    globales siempre que se comprendan los riesgos inherentes a cada comunidad.

    A veces una empresa corre riesgos originados en una compañía
    asociada; porque nunca se puede saber, más allá del acuerdo
    particular que hayan firmado ambas, cómo esa otra empresa maneja
    sus negocios cotidianos. ¿Cómo prevenir esos casos?
    Se pueden tomar medidas para mitigar ese riesgo. Cuando un acuerdo se
    hace como corresponde, por ejemplo con un proveedor, uno debe poder pedir
    –y recibir– no sólo garantías de que los procesos
    son correctos sino también la posibilidad de convalidar esas garantías.
    O sea, uno debe poder enviar auditores para revisar las operaciones de
    ese productor, o revisar también sus controles sobre los productos
    que hace. Porque la reputación de las grandes corporaciones depende
    (entre otras cosas) de la honestidad, celo y responsabilidad de sus proveedores.
    Y si el riesgo puede llegar a ser muy alto, se pueden pedir más
    cosas. Por ejemplo, solicitar un chequeo independiente de cómo
    son sus procedimientos de producción, cuáles son sus niveles
    de calidad, cómo manejan el riesgo dentro de la organización,
    etc. Todo eso se puede indagar, y está bien hacerlo.
    ¿Cuáles fueron, en su opinión,
    los acontecimientos de la
    última década que más alteraron
    el mundo de los negocios?
    La hiperactividad de los mercados de capitales en Estados Unidos y otros
    lugares del mundo. Todos esos mecanismos que permitieron que algunos hagan
    mucho dinero en poco tiempo. En aquel momento puede haber parecido que
    estaban bien. En verdad, las conductas innovadoras son algo que nuestra
    profesión alienta. Yo, personalmente, creo que las opciones accionarias
    son un buen mecanismo para motivar a la gente a hacer crecer más
    rápido el negocio y con eso ganar dinero.
    El error fue que se generaron oportunidades para ganar dinero demasiado
    rápido sin una verdadera visión de largo plazo. Muchos comenzaron
    a pensar mecanismos para ganar dinero mágicamente, muchas veces
    con magia legal, pero magia al fin. Y luego pasó lo que pasa con
    todas las burbujas: explota dañando a muchos y todos comienzan
    a preguntarse: ¿cómo se toleró esa conducta?; ¿por
    qué el directorio no la vio?; ¿por qué no repararon
    en ella los reguladores? Y por supuesto, ¿cómo no la vieron
    los auditores?
    En nuestra profesión, que ejerzo desde hace más de 35 años,
    los auditores nos decimos siempre: “quiero usar mi mejor criterio,
    todo mi sentido de honestidad y de ética para ayudar a mi cliente”.
    Y sin embargo en algún momento parecería que perdimos un
    poco el rumbo y comenzamos a decirnos: “lo que tengo que hacer por
    mi cliente es ayudarlo a encontrar la forma, dentro de la legalidad, de
    presentar su situación de la mejor manera posible”.
    Sin hablar de los fraudes espectaculares que luego conocimos, de pronto
    era cada vez más la gente que ingresaba en esa área gris
    y se acercaba a la línea donde se pierde un poco el complejo moral.
    No quiero moralizar, pero el hecho es que en aquel momento había
    gente que decía: “Eso es lo que nosotros tenemos que hacer
    (presentar los números de la mejor manera). Si usted no me ayuda
    –sea auditor, abogado, banquero -–queda afuera y se lo pedimos
    a otros”.
    Por eso, hablando ahora sobre nuestra profesión, tenemos que retornar
    al tema del buen criterio y la experiencia. Nosotros tenemos que ayudar
    a nuestros clientes y nuestro deber es sentarnos con ellos y hablar de
    los riesgos de perder una reputación.
    Tenemos que recuperar la credibilidad porque nuestra profesión
    ha sido dañada. En cuanto a nosotros en KPMG, comenzamos por separar
    la función de gestión de riesgo del resto del negocio. Lo
    mismo hicimos con nuestro asesoramiento en impuestos. Hemos prestado nueva
    atención a la preparación de nuestros profesionales y los
    hemos hecho mucho más conscientes de todos los temas relacionados
    con ética e integridad.
    ¿Algún otro acontecimiento mundial que haya afectado a la
    comunidad
    de negocios en todo el mundo?
    La globalización ha hecho un gran impacto. La velocidad con que
    cambian las cosas y reaccionan los mercados. Una empresa puede estar en
    excelentes condiciones un día y al siguiente, en desventaja competitiva.
    Eso es un verdadero desafío, y a su alrededor hay muchas presiones
    políticas. Los países crean el entorno, pero las que crean
    riqueza para la gente –en todo el mundo –son las empresas. Ellas
    tienen que operar dentro de esferas políticas que reciben el nombre
    de países donde operan cambios que afectan su accionar.
    ¿Cuáles son los principales peligros que usted ve para el
    futuro
    de las empresas en general y de su profesión en particular?
    El mayor es la crisis de confianza. Si no logramos mostrarle al mundo
    –no con mis palabras o las de alguna otra persona– sino con
    acciones, que hemos cambiado, que estamos haciendo las cosas de otra manera,
    que hemos reconocido nuestra responsabilidad con los mercados de capitales,
    no vamos a poder recuperarla. Y cuando digo “nosotros” quiero
    decir todas las personas que mencionaba antes: directorios, comisiones
    de auditoría, CEO, banqueros, abogados y contadores. Si no mostramos
    que hemos cambiado, me temo que va a haber todavía más regulación.
    Y yo soy de los que creen que llega un punto en el que tanta regulación
    tiene un efecto negativo en nuestras economías.
    Me gustaría poder decirle a usted hoy que no puede haber más
    problemas. En noviembre de 2000 yo podría haber dicho que sólo
    se trataba de algunas manzanas podridas. En todo momento siempre ha habido
    1% de pillos. Pero el problema es más profundo. Cada vez es mayor
    el número de gente que entra en esa zona gris cercana al límite
    de lo legal, traspasándola tal vez sin siquiera darse cuenta. Eso
    me desalienta.
    Por otro lado soy optimista. Creo que hoy hay un nuevo compromiso de nuestra
    profesión y de toda la comunidad empresarial. Veo que los directorios
    y las comisiones auditoras saben que son responsables por los mercados
    de capitales y han decidido perfeccionar su actuación. Ése
    es el lado positivo. La gente comienza a pensar en el largo plazo, en
    maneras de compensar al CEO de forma que no lo tiente a inflar el precio
    de la acción para ganar millones al día siguiente. Éste
    es un debate de larga data. Yo estoy en este negocio desde hace muchos
    años y puedo asegurar que antes, estos temas existían pero
    en escala muy pequeña