El dólar, responsable de sus propios problemas

    En general, los analistas creen que el problema es la extrema vulnerabilidad del dólar, no la fortaleza del euro, el franco suizo, la esterlina o el yen. Si no ­se pregunta Nomura Securities­ ¿por qué el yüan renminbi sigue tan bajo?.
    Por encima de US$ 1,22 el euro ­ya tocó US$ 1,25­ es un riesgo para sus 12 adherentes (Eurolandia). Tampoco es cómodo para el Banco de Japón (central) comprar miles de millones de dólares para que esta moneda no se desplome a menos de ¥ 100 por unidad. Por su parte, Londres no quisiera una libra a más de US$ 1,60 y ahora roza 1,75. Sólo Suiza, por sus peculiaridades ­economía física pequeña, enorme sector financiero globalizado­, no pierde el sueño con un dólar barato.
    Alan Greenspan, CEO del Sistema de Reserva Federal (SRF), insiste en lo que él mismo llama negligencia benigna. Vale decir, una política de tasas referenciales exiguas (apenas 1% anual, piso desde 1958), orientada a sostener un incipiente repunte económico. Por lo menos hasta los comicios de noviembre, pues todo tiende ­en Estados Unidos­ a la obsesión reelectoral de George W. Bush.
    Mientras Irak y Afganistán dejen de parecerse a Somalía y Osama bin Laden siga actuando, Washington dispone sólo de la captura de Saddam y relativos éxitos económicos para mantener o conquistar votos. Pero los bajos intereses estimulan un desmedido consumo interno basado no en el ahorro, sino en el endeudamiento vía dinero plástico, crédito hipotecario, etcétera.
    A esos factores se agrega un déficit fiscal proyectado en medio billón para el ejercicio 2004 (octubre último a septiembre) y uno de US$ 5,5 billones (millones de millones) en balanza de pagos. Todo eso desalienta la inversión externa directa (IED) en una economía que precisa US$ 1.700 millones diarios para financiar sus rojos sistémicos.
    Greenspan, cuya imagen como banquero serio viene licuándose desde agosto, afirma que la blandura monetaria estimulará la económica, debido al aumento de productividad. Pero este fenómeno deriva del alto desempleo relativo (5,9%, contra 4,2% al asumir Bush), no a la inversión: las empresas recortan costos despidiendo gente, produciendo o tercerizando en el extranjero.
    Las proyecciones para el próximo año indican que la economía estadounidense puede crecer 4% y la tasa de desempleo descenderá, aunque lentamente, y hay consenso acerca de que sólo un aumento de la inversión permitirá que la recuperación actual se transforme en un crecimiento sustentable.
    Hasta ahora el indicador más relevante de la primera economía mundial parecía ser la tasa de desempleo, en proceso de leve pero sostenido descenso.
    Históricamente, cuando bajaba el desempleo y crecía la economía, aumentaba la inflación y, por lo tanto, era necesario elevar las tasas de interés.
    Esta vez todo puede ser distinto. En la Reserva Federal advierten que la mejoría económica ­y el modesto incremento del empleo­ conviven con baja inflación. Tan baja que no logra aventar el riesgo de una deflación.
    En ese contexto, los expertos de la Reserva Federal creen que elevar las tasas puede abortar la modesta recuperación que se registra. Por tanto no hay intención de subir los intereses.
    Casi todas las economías industriales muestran tasas de inflación de 2% anual o algo más. Sólo Japón sufre aún una suave deflación. Inclusive áreas tradicionalmente proclives a alta inflación la han acotado sustancialmente. Así, muchos países latinoamericanos tienen tasas bien por debajo de 10% anual y muy pocos mantienen más de 20 ó 30%, guarismos otrora comunes.

    Ahora bien, ¿qué pueden hacer los grandes bancos centrales mientras el SRF siga acompañando la campaña de Bush? Poco, si su instrumento es sólo la compra de dólares, ya que ésta tiene límites. No todos pueden imitar a Tokio, que terminará el año con US$ 175.000 millones más en caja. Bien visto, Japón habrá aportado US$ 479,5 millones diarios, o sea, 28,2% de aquel hueco en IED.
    Los monetaristas ortodoxos identifican debilidad del dólar con solidez de la economía estadounidense, pero confunden fortaleza con la volátil euforia en Wall Street o indicadores no siempre fiables. El propio comité de mercado abierto (SRF) estima ­contra la opinión política de Greenspan­ que recién a fines de 2005 habrá repunte firme del empleo.
    En cuanto a los otros emisores, su capacidad de comprar dólares no es ilimitada, ni mucho menos. El bloque Japón-Surcorea-Taiwán-Hongkong reunía casi US$ 600.000 millones a fines de noviembre. En conjunto, los bancos centrales del mundo acumulaban US$ 2,9 billones. Esto y la masa de bonos de Tesorería (deuda federal por US$ 1,3 billón) en poder extranjero demuestran que la hegemonía estadounidense se cifra en tres planos ­militar, tecnológico, empresario­, pero que no se proyecta al monetario.