Cuatro certezas de la macroeconomía 2004

    Pronosticar, en materia económica, es una de las actividades más riesgosas que existen, como lo demuestra el abultado número de predicciones erradas en la materia. Muchas reputaciones han quedado lesionadas por practicar este ejercicio, y si el daño no es mayor se debe a que la memoria colectiva suele ser bastante frágil.
    Como ocurre con la predicción del tiempo, los anticipos sobre qué puede ocurrir con la economía, tienen valor preventivo: así como uno sale con paraguas cuando se anuncia lluvia, aunque después haya sol radiante; avizorar el futuro económico permite tomar ciertas providencias. Pero a diferencia del primer ejemplo, donde si el augurio resultó equivocado se perdona más fácilmente, lo contrario ocurre en el segundo caso.
    Tal vez ello explica la actual inusitada prudencia de los pronosticadores profesionales. Está demasiado fresca la memoria de los desaciertos.
    Por nuestra parte, estamos seguros que hay certeza al predecir que durante todo el año próximo habrá cuatro temas centrales que emergerán continuamente en la discusión sobre el acontecer económico: el primero, relacionado con el tipo de cambio; el segundo, con el debate y la interacción entre el Fondo Monetario Internacional, el gobierno argentino, y la actitud del G7, el grupo de países más ricos. El tercero se vincula con el nivel de inversión que se registra en nuestra economía y cuál será el nivel necesario que deba exhibir para garantizar crecimiento sostenido. El último, aunque hoy parece distante, el efecto que tendrán las elecciones intermedias de renovación parlamentaria durante 2005.

    El tipo de cambio competitivo

    El debate reciente más intenso ­en la órbita de la economía, claro está­ ha sido en torno a la política cambiaria, y el arco de opiniones va desde la perspectiva de quienes sostienen la necesidad de mantener un tipo de cambio real alto, a los que creen que debe ser más bajo, ya el actual nivel ­dicen­ entraña riesgos.
    Queda claro que el equilibrio entre un tipo de cambio alto, que promueva las exportaciones y la sustitución de importaciones ­objetivo declarado del Gobierno­, y la mejora en la distribución del ingreso ­objetivo explícito­, es bastante delicado.
    La pregunta que cabe formularse para el corto plazo es, ¿por cuánto tiempo el aumento de la demanda de base monetaria permitirá sostener esta estrategia?.
    En el mediano plazo, sigue siendo cierto que cuanto mejor nos vaya, mayor será la presión para que la moneda se aprecie.
    Hay superávit cambiario porque existe diferencia a favor entre lo que cobramos por exportaciones y las remesas financieras que provienen de otros países (en buena parte enviadas por argentinos que viven en el exterior), y lo que pagamos por nuestras importaciones.
    Una parte de ese superávit alimenta la fuga de capitales. Otra parte la compra el Banco Central. Si no lo hiciera, esa porción iría al mercado y presionaría hacia la baja en el valor del dólar expresado en pesos. Como es precisamente lo que el Gobierno quiere evitar, puesto que es notorio que prefiere un tipo de cambio cercano a los $ 3 por dólar, el ente emisor se ve obligado a actuar continuamente.
    Desde junio de 2002, salvo raras excepciones, ésa fue la regla: adquirió todos los excedentes de dólar ofertados. Para hacer las compras emite pesos con lo cual expande la base monetaria. Para neutralizar el posible efecto de esa expansión ha recurrido a las Lebac.
    Sin embargo hay que decir que, a pesar de la gran expansión, se está en línea con lo acordado con el FMI.
    Este mecanismo funciona bien para el Gobierno, por dos razones: mantiene el valor cambiario en los valores que quiere, y no se registra mayor inflación doméstica. Pero en el futuro, esta situación puede cambiar con la consabida consecuencia inflacionaria.
    Es posible decir que la parte fácil de la tarea ya está cumplida. Ahora viene lo más difícil.
    El Gobierno (y el Banco Central) tienen tres opciones:

    1. Mientras haya superávit de cuenta corriente se siguen comprando dólares, y emitiendo moneda doméstica, con lo cual se avanza hacia niveles de inflación más altos. Lo difícil en este punto es determinar cuál es el porcentaje de inflación tolerable, y cuándo hay amenaza cierta de que se desate una puja distributiva.
    2. Al par que comprar dólares se recurre a mecanismos como los que dispone el Central para esterilizar, como las Lebac o las Novac. El riesgo es un aumento excesivo del déficit cuasifiscal (ya hay $ 10.000 millones en esos instrumentos).
    3. El Banco Central se retira como comprador activo y deja que baje la tasa de cambio real.

    En este último caso, los exportadores de bienes transables no estarán felices. Pero en cambio los acreedores externos lo verán muy bien puesto que la deuda será más pagable. Estos dos intereses contrapuestos explican el debate detrás de la política cambiaria.
    Para el ministro de Economía lo ideal es la primera opción. El titular del Central preferiría menor valor del tipo de cambio real y también menor inflación. Hoy no existe conflicto. Pero podría existir en tiempos no muy lejanos.

    Hacen falta tres para bailar el tango

    El Fondo firmó con la Argentina por la presión del G7, el grupo de países ricos donde además de Estados Unidos, están Alemania, Francia, Gran Bretaña, Italia y Japón, países todos interesados en avanzar en la negociación de la deuda externa privada y ­varios de ellos­ en el aumento de tarifas a las empresas de servicios públicos privatizadas.
    Pero los cuadros superiores del FMI están desde entonces molestos con el gobierno local. Les fastidia que esos circunstanciales apoyos europeos ­y de Washington­ les torcieran la muñeca.
    Ahora encuentran una veta ideal para vocear su descontento ya que estos países ricos reciben la presión de sus electores por avanzar en el campo de la deuda en default.
    Pero la verdadera motivación del staff del Fondo, es otra. Se vieron obligados a firmar ­al menos para el primer año­ y contentarse con que se pague con el superávit fiscal equivalente a 3% del PBI. En verdad, aspiran a que sea por lo menos 4% en 2005 y algo más en 2006. Algo que desde la perspectiva del Gobierno y de la opinión pública es imposible, so pena de abortar la evidente recuperación económica.
    Pero entre septiembre y octubre el punto será crucial en la discusión. En lo que se refiere al tipo de cambio real, el organismo internacional prefiere que sea menor. Así se podría destinar más dólares a los pagos externos.
    En este contexto apoyan que el Banco Central deje de comprar dólares y, por lo tanto, de emitir más pesos.
    En Buenos Aires, la posición oficial es irreductible: ni una milésima por encima de 3%.
    Si para ese entonces hay avances en materia de tarifas de servicios públicos y en la negociación con los acreedores externos, es altamente probable que nuevamente los integrantes del G7 hagan lobby dentro del FMI a favor de la posición del gobierno de Kirchner.
    La danza es entre tres protagonistas y el ritmo puede variar según la circunstancia.

    La inversión, como en El hijo de la novia

    El ritmo de la inversión está en la dirección de crecer. Llegará seguramente a 17% del PBI. No es suficiente; lo ideal es entre 20 y 25%. Pero es más que en el pasado reciente.
    Resulta evidente, a pesar de lo espectacular de algunos anuncios, que las grandes empresas no solamente no invierten sino que, además, desinvierten. Las sumas comprometidas para los próximos meses no alcanzan, en muchos casos, para cubrir costos de amortización y mantenimiento.
    No hay nada perverso en ello. El número uno local de una multinacional acude a su casa matriz con un buen proyecto de inversión en este país.
    La primera pregunta tendrá que ver con la tasa de retorno esperada. Aun cuando ésta fuera buena, en el conjunto de negocios globales de esa multinacional, no es relevante el resultado en términos porcentuales. Pero, en cambio, los organismos calificadores de crédito obligarán a esa multinacional a pagar tasas de interés más altas por invertir en un país en default.
    Muchos recuerdan la anécdota final de la película El hijo de la novia, donde el protagonista vendía su restaurante porque recibía un buen precio y se preparaba para abrir otro negocio similar en las cercanías.
    En distinta escala, es lo que ha hecho la familia Werthein en Telecom, o los ex dueños de Freddo con Persicco. De oportunidad, con visión, o como estrategia de largo plazo ­como se prefiera­ la mayor parte de la inversión de este año provendrá de capitales nacionales.

    Las distantes elecciones

    El Presidente, que llegó al poder con escasa base de sustentación, ha logrado fortalecer esa posición inicial. En 2004 no habrá elecciones. Pero la sombra de las elecciones de renovación parlamentaria en 2005 planeará sobre el escenario económico.
    Néstor Kirchner deberá revalidar títulos y porciones de poder, tarea nada sencilla después del natural desgaste de dos años de gobierno.
    Con vistas a este desafío deberá acreditar dos cosas:

    1. que es un verdadero renovador de la política, depositario de las consignas populares del tipo que se vayan todos (tarea ímproba, si las hay);
    2. que ha logrado encauzar a la economía en la senda del crecimiento sostenido.

    Esa perspectiva que hoy parece muy lejana, irá definiendo la actitud y el comportamiento de la oposición, a medida que avance el año, pero muy especialmente el fragor del combate será en el seno del propio partido de Gobierno.