La caracterización de la política como una esfera masculina es la principal barrera para la incorporación de las mujeres a sus actividades y organizaciones. Para entender la especificidad de la participación política femenina hay que partir de la división sexual del trabajo y sus consecuencias al delimitar un ámbito público propio de los hombres y un mundo privado femenino, introduce un trabajo elaborado por el Instituto Social y Político de la Mujer (ISPM), que preside la diputada nacional María José Lubertino.
Según ese texto, el desinterés de las mujeres por el poder público no es más que un mito: El paradigma femenino del poder sería el poder oculto, ejercido entre bambalinas para lograr que los hombres satisfagan sus deseos. El mito, entonces, aparecería como un instrumento para mantener a las mujeres en lugar de sometimiento.
La presencia de mujeres en las máximas instancias de los tres poderes del Estado es variable. En el Poder Ejecutivo, de los 12 ministerios sólo el de Desarrollo Social está encabezado por una mujer. En la actualidad, todos los integrantes de la Corte Suprema de Justicia son hombres y, en su historia, sólo una mujer ha formado parte de ese cuerpo: Margarita Argúas (1970 a 1973).
El caso del Poder Legislativo es diferente. En la Cámara de Diputados rige la ley de cupo femenino desde las elecciones de 1993, por la cual los partidos deben componer sus listas con al menos 30% de mujeres. En el Senado, esa misma ley fue aplicada por primera vez en 2001. Hasta entonces la representación había resultado tan desigual como en los otros poderes.
Esa misma situación se replicaba en otros ámbitos de la vida política: el de los espacios de representación gremial, tanto sindicales como empresariales. Según el documento del ISPM, universalizar el acceso al poder transforma las relaciones de poder. Sin embargo, agrega que la democracia representativa no produce por ella misma la representación de una sociedad de individuos, y que las acciones positivas en los lugares de decisión son las que permiten avanzar hacia esa universalidad.
Con ese propósito fue creada en 1998 la Comisión Tripartita de Igualdad de Trato y Oportunidades entre Varones y Mujeres en el Mercado Laboral, en el ámbito del Ministerio de Trabajo. Allí interactúan representantes de organismos gubernamentales y de los sectores sindical y empresarial, con fin de desarrollar estrategias de acción tendientes a fortalecer la concertación y el diálogo de los actores sociales.
Nuevo concepto de ciudadanía
Sin lugar a dudas, los mayores avances se han dado en el campo sindical, pues a fines de 2002 se sancionó la ley de cupo femenino en las organizaciones sindicales mediante el cual las trabajadoras ocuparán al menos un tercio de sus conducciones. No obstante, el protagonismo de las mujeres en algunos de los gremios es previo a la sanción de esa ley. Es el caso de la docente Marta Maffei (antes había sido Mary Sánchez), la azafata Alicia Castro y la modelo Noé Ruiz. Elena Palmucci, número dos del Sindicato del Seguro, es la primera mujer en ocupar un lugar en la conducción de la CGT, como vocal suplente.
Según Estela Díaz, secretaria de Equidad de Género e Igualdad de Oportunidades de la CTA, la cuestión de la representación femenina resultó de gran importancia desde la propia creación de la organización, en 1991. Un significativo avance fue la reforma estatutaria que se realizó en 2000, cuando se incorporó un cupo femenino de 20%, afirma. No obstante, para que esos temas hoy formen parte de las agendas, ha sido esencial el papel de las organizaciones internacionales y también el de los movimientos de mujeres que desde hace años vienen dando lucha, haciendo visibles los derechos vulnerados y luchando por lograr un nuevo concepto de ciudadanía.
En el caso de las cámaras empresariales, en tanto, la asimetría es más notable. Es el reflejo de la reducida participación de las mujeres en los directorios de las empresas industriales, de servicios, construcción y entidades bancarias.
Olga Hammar, presidenta de la Comisión Tripartita, opina que la representación femenina se muestra más avanzada en espacios sindicales antes que en los empresariales por una cuestión de práctica. Con la vuelta de la democracia comenzaron a conformarse los primeros ámbitos de organizaciones no formales de mujeres sindicalizadas, donde se planteaba la problemática específica de su relación con el poder, su misión y sus roles, recuerda. Y asegura que en las luchas de aquellos años tuvo su origen la actual ley de cupo sindical femenino. Para Hammar, la dinámica propia de las organizaciones sindicales es la que lleva a las trabajadoras a alcanzar los objetivos que se proponen. En tanto, opina que las empresarias advirtieron más tarde los beneficios de asociarse y de articular acciones para conseguir beneficios y disputar con los hombres los espacios de poder. Se trata de un proceso más reciente, pero que está presente, aclara.
Codos de acero
Irene Kampel, de la Confederación General de la Industria (CGI), sostiene que, en su caso, la activa participación en la Comisión Directiva de esa institución le permitió contactarse de manera directa con representantes sindicales y empresarias, todas generadoras de propuestas que impulsan los modelos de desarrollo de emprendimientos para dar lugar a mejores fuentes de trabajo e igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres.
Para destacarse en una actividad, según Kampel, hay que tener capacidad, aspirar llegar al objetivo con determinación, tener una pizca de suerte y, sobre todo, codos de acero. Y, a su criterio, faltan mujeres que incorporen ese concepto y se animen a participar en los ámbitos de las gremiales empresariales. Necesitamos más mujeres que, con determinación, hagan escuchar sus propuestas, plantea.
En su experiencia, Kampel que también forma parte del Consejo Consultivo del Fontar relata que cuando las mujeres llegan a las reuniones gremiales, los hombres se sienten observados, como si se los estuviera calificando en lugar de estar trabajando junto con ellos. Asimismo, deja entrever su disconformidad cuando cuenta que los proyectos que demandan mucho tiempo y esfuerzo son delegados a mujeres, pero cuando llega el momento de realizar acuerdos de políticas mayores, los encargados de llevarlas al terreno de las decisiones finales son los hombres y, así, se priva a la mayoría de las empresarias del contacto con los líderes de gobierno y se las condena al anonimato.
En sintonía con Hammar, que destaca la experiencia de las sindicalistas, Kampel sostiene que las empresarias deberían imitar el trabajo que las mujeres han realizado desde las diferentes organizaciones sindicales, con el propósito de convencer y estimular a otras mujeres a participar para conseguir mayores logros.
Julita Maristany, prosecretaria de la Mesa Ejecutiva de la Cámara Argentina de Comercio (CAC), señala que una de las claves pasa porque las mujeres empresarias tomen conciencia sobre cuál es su rol y se asuman y trabajen como tales. Hay una cantidad importante de mujeres empresarias que son las principales artífices de las empresas donde actúan, pero menosprecian su papel de manera sistemática: cumplen las funciones de una empresaria pero no se reconocen como tales, asegura.
Hammar y Maristany coinciden en que la técnica de la negociación es uno de los puntos débiles de las mujeres frente a los hombres. La diferencia es que el hombre puede tomar distancia de la cosa a negociar, mientras que a la mujer le cuesta mucho no involucrarse emocionalmente, lo que concluye en una mala negociación por no estar dispuesta a resignar ni lo más mínimo, explica la dirigenta de la CAC.
Las acciones positivas como la ley de cupo femenino suponen que en algunos casos se torna conveniente instrumentar mecanismos especiales que tiendan a garantizar una igualdad real de trato y de oportunidades. Ello resulta esencial a efectos de desterrar las desigualdades en contextos donde la discriminación de género y la jerarquía social son la norma.
Sin embargo, para Maristany, la cantidad no garantiza mayor calidad. A su juicio, las mujeres deben ganarse los espacios de la misma manera que se los ganan los hombres. En contrario, el documento del ISPM cita a Lidia Heller, autora del libro Por qué llegan las que llegan, para quien las mujeres exitosas y destacadas, en general, no han tomado conciencia de las limitaciones y condicionantes sociales y defienden el principio de que el mérito y el esfuerzo son el camino al éxito.