En teoría, dentro de meses la Unión Europea pasará de 15 a 25 miembros. Pero, terminando septiembre, surgían signos alarmantes. En primer lugar, el debate sobre la futura constitución se trababa por la violenta disputa entre la Comisión Europea (poder ejecutivo de la UE) y Francia. Aquélla le prohíbe a ésta rescatar a Alstom, empresa líder continental en ingeniería y construcciones.
En segundo término, el no sueco al euro también amenaza al esquema constitucional en ciernes. Dadas las normas pactadas, basta que un país se niegue para congelar todo. Además, Gran Bretaña, Dinamarca y Suecia que resisten el euro y los países todavía ajenos a la UE (Islandia, Noruega, Suiza) podrían reconstituir la antigua Zona Europea de Libre Comercio (AELC).
El tercer factor es más volátil: las ex economías planificadas se desesperan por ingresar a la UE pero, al mismo tiempo, son incondicionales de Estados Unidos. Sólo su antiguo núcleo, Rusia, se opone al gobierno Bush (en alianza con Francia y Alemania).
Justamente, recientes contactos entre Jacques Chirac, Gerhard Schroeder y Tony Blair puente a Washington, en pos de limar asperezas, han incorporado a Vladyímir Putin. Para el eje Estados Unidos-Gran Bretaña, en efecto, el fracaso de Cancún (o sea, la ronda Doha), los problemas de la UE Eurolandia, rechazo francés al pacto fiscal, futura constitución, Irak, el terrorismo masivo y Norcorea definen un cuadro por demás inestable.
Las presiones no serían tantas si varios miembros de la Eurozona (los 12) no mostrasen síntomas de estancamiento o recesión, desempleo, inflación y rojos fiscales. Todo mientras un euro caro de US$ 1,105 a 1,135 traba exportaciones.
Para peor, la tarea de armonizar posiciones en tantos frentes le toca a Silvio Berlusconi, presidente semestral de la UE. Un personaje tan poco serio que las conversaciones preliminares lo habían excluido.
En verdad, algunas dificultades provienen de la anterior reunión y su corolario, el acuerdo de Niza. Aún hoy, los socios menores siguen irritados por reformas que los dominantes (Alemania, Francia, Gran Bretaña, España e Italia) les impusieron sin consultarlos.
El tema revierte a una disparidad actual Eurozona versus resto de la UE y a una futura, entre ambos componentes y el bloque de diez nuevos socios. El mayor, Polonia (casi 40 millones de habitantes), sabe ya que tardará años en poder adherir al euro. Por su parte, los económicamente más avanzados (República Checa, Hungría, Estonia, Eslovenia) ven con inquietud el rechazo sueco y la intransigencia británica.
Si se acentúa la implosión de la Eurozona y el futuro constitucional queda en duda, es factible que la primera ampliación de la Unión Europea deba postergarse de 2004 a 2006-7. En cuanto a la unificación monetaria, ni los más optimistas la imaginan ya para antes de la próxima década.
La conferencia intergubernamental tiene otros asuntos espinosos en carpeta. Uno hace a los subsidios agrícolas. Como sostienen en París: Nunca renunciaremos a ellos. Máxime si ingresa Polonia, que exigirá protección para sus campesinos. Tampoco Dinamarca u Holanda desampararán sus tambos y hasta puede haber una guerra cervecera entre alemanes, checos, holandeses, polacos y escandinavos.
Sea como fuere, el previsible colapso de la ronda Doha y su secuela, el eventual fin de la Organización Mundial de Comercio, no desvelan a casi nadie. Tampoco el multilateralismo es una prioridad para la Unión Europea.M