Así admiten John Odling-Smee y Poul Thomsen. El primero encabeza el Departamento Europa oriental y fue representante en Moscú durante aquella crisis. El segundo lo sucede en esta función. Apoyado en exportaciones de minerales, metales e hidrocarburos, el producto bruto interno (PBI) se habrá expandido, a fin de 2003, más de 30% en un quinquenio (y 6% sólo este año). Es el mayor ritmo desde antes de la primera guerra mundial. En bancarrota al terminar 1998, la economía exhibe hoy reservas duras por más de US$ 60.000 millones.
Nada es fácil
Pero tantos logros no excluyen grandes dificultades. Pese a las reformas hechas durante la transición de una economía centralmente planificada a una de mercado (1991 en adelante), el Estado y su burocracia mantienen vigencia, hay corrupción y arbitrariedad.
Además, la enorme disparidad entre Moscú o Petersburgo y el resto del país se acentúa en lo económico: una docena de nuevos oligarcas controla casi medio PBI vía petróleo, gas, minería y metales. Frente a ellos, hay 40 millones de pobres sobre 145 millones de habitantes (Estados Unidos tiene 34 millones sobre un total de 240 millones). La tasa de natalidad es negativa y la población disminuye 600.000 personas anuales; dos factores en realidad positivos, porque el PBI aún es apenas 70% del promedio en la era soviética.
Por supuesto, Odling-Smee, Thomsen y afines sostienen que el presidente Vladyímir Putin debe llevar al extremo las reformas pro mercado. Pero, además, tendría que promover el surgimiento de empresarios fuera de las actividades extractivas, eliminar burocracia, reglamentaciones y… oligarcas.
Resulta curioso que gente del FMI emplee esa palabra cuando habla de potentados rusos, pero nunca si se trata de sus equivalentes latinoamericanos. De hecho, Thomsen teme que una drástica desregulación económica cree más oportunidades para gente que ya está podrida en dinero (sic).
Otro clima
Aun los monetaristas más inflexibles admiten que la atmósfera actual no se parece casi nada a la de 1998 y la deuda del Estado con el FMI ha sido reducida más rápido de lo previsto. Los grandes perdedores de aquella crisis fueron, mayormente, fondos extranjeros dedicados a la especulación pura. Los mismos cuya acción objeta hoy el Fondo en la Argentina o Brasil.
También los rusos vieron evaporarse sus ahorros. En ese caso, porque los oligarcas no vacilaron en dejar secos sus propios bancos para pasarse a activos capaces de capear la crisis (básicamente, hidrocarburos). Poco les importó la suerte de sus depositantes.
Obviamente, el petróleo entró en un auge de precios por factores internacionales. El barril de crudo promedio subió de US$ 14,50 en 1998-9 a US$ 27 en 2000-1y rozó picos de US$ 40 ya en 2002. Ese año, el sector representaba 15% del PBI ruso, 55% de las exportaciones y casi la mitad de los ingresos fiscales. Bajo Putin, que sucede a Boris Yeltsin en 2000, disminuye velozmente la salida de divisas. Los ingresos por exportación recomponen las reservas en moneda dura, ya mejoradas por crecientes superávit presupuestarios.
Presiones políticas
La cuadruplicación del dólar (o sea, el 75% de depreciación sufrido por el rublo) en 1998 estimuló la sustitución de importaciones aplaudida por el mismo FMI que sigue objetándola en Latinoamérica y la producción industrial. Con la economía a favor, Putin arrinconó a sus oponentes políticos. Se descuenta su reelección en 2004 y otro avance oficialista en la próxima renovación de la Dumá (diciembre).
Por supuesto, intrigas y golpes bajos son normales, mayormente por influjo de Putin mismo (ex jerarca de la KGB) y sus amigos del mismo origen. Este grupo está detrás de las investigaciones a ejecutivos del gigante petrolero Yukos. Tampoco ellos están libres de pecado, pues se los vincula a sobornos, robo de activos y hasta asesinatos ligados a privatizaciones durante los primeros años de los 90.
En medio de todo, el Gobierno ha proseguido con reformas tendientes a estabilizar las finanzas. Entre ellas, una tasa única a los réditos (13%), un régimen tributario más simple, recortes en trámites burocráticos, etc. También intenta ejercer más autoridad sobre los indisciplinados gobiernos locales.
El sector privado ha encarado reformas propias, empezando por pagar impuestos, contratar asesores y expertos externos, nombrar directores independientes en las juntas y mejorar transparencia contable vía auditorías acordes con pautas internacionales. Ello explica las crecientes preocupaciones en el exterior sobre la persecución instrumentada por el gobierno central contra Yukos y otros conglomerados.
Tareas pendientes
Mientras tanto, la salida de capitales que promediaba US$ 30.000 millones anuales en tiempos de Yeltsin se detuvo durante el segundo trimestre de este año. De ahí el aumento de precios inmobiliarios y cotizaciones bursátiles. Paralelamente, los inversores internacionales vuelven a fijarse en Rusia. Así, British Petroleum inició un emprendimiento conjunto por US$ 6.750 millones con TNK, propiedad parcial del mismo grupo que controla Alfa Bank.
Pero queda mucho por hacer si el ingreso nacional debe doblarse hacia 2010. Tras un excelente bienio 2000-1, la inversión externa directa cedió a 2,6% del PBI en 2002 y le costará volver a 4% este año. La inversión por habitante promediaba US$ 50 en el quinquenio 1989-2002, contra US$ 1.000 en Polonia.
Los neoconservadores advierten contra excesivos aumentos salariales, porque implican menos productividad y rentabilidad. Pero esta misma receta está frenando el repunte en Estados Unidos y ha generado 34,8 millones de pobres contra 40 millones en Rusia (cuya población total equivale a 60% de la norteamericana).
Los conversos moscovitas creen indispensable privatizar el Sbyerbank, versión rusa del Banco de la Nación, bête noire de sus equivalentes argentinos. También hay presiones para vender ferrocarriles algo poco sensato en esa geografía gas, electricidad e industrias militares.
Pero eso quizá no sea la solución. Alfa Bank estima que apenas 12 grupos controlan 60% de la economía. En mucho porque Rusia no imitó a Polonia y otras ex economías planificadas, que desmonopolizaron antes de privatizar, como un ex ministro polaco le aconsejaba al gobierno argentino en 1989, sin ser escuchado.
¿Qué hacer con los oligarcas?
Según se señalaba, al promediar 1998 una docena de potentados controlaba algo más de 50% del PBI. Cinco años más tarde, dos viven en exilio, tres pasaron a retiro y los restantes tuvieron que abandonar ilusiones políticas.
Como dice Yégor Gáidar, ex viceprimer ministro, un grupo de siete a diez personas era el gobierno real. Hasta podían cambiar su cúpula. Putin forzó un cambio, en efecto. Pero un puñado de hombres poderosos ha sobrevivido adaptándose.
Ergo, la economía sigue en manos de muy pocos. Con Míjail Jodoskovskiy (CEO y accionista dominante de Yukos) acosado por la justicia, vuelven al tapete viejas dudas o certezas sobre esta nueva clase. Sus fortunas se hicieron mediante contactos con altos funcionarios de la ex URSS y burócratas del viejo Partido Comunista (la célebre nomyenklatura). Así ascendieron Alyexánder Smolyenskiy (SBS Agrobank), Vladyímir Vinográdov (Inkombank) o Vitaly Malkin (Rossiskiy Kryédit), tres víctimas de la crisis de 1998.
Pero otros, particularmente Jodorkovskiy, Míjail Fridman (TNK) o Vladyímir Potanin (níquel) se salvaron incursionando en petróleo o metales. Rehicieron imperios aprovechando el alza internacional de productos primarios a partir de 1999. A su vez, una nueva generación prosperaba merced a actividades exportadoras y fuertes lazos con el gobierno. Esta élite incluye, entre otros, a Roman Abramóvich (petrolera Sibñeft) y Ólyeg Dyeripaska (aluminio).M