Se avecina el fin del techo de cristal

    Años de investigaciones sobre liderazgo fueron descubriendo que las mujeres
    en funciones directivas opacan a sus colegas varones en casi todos los parámetros
    comparados. El dato curioso es que los estudios no se proponían establecer
    diferencias de género; sólo buscaban detectar las características
    de un buen líder y averiguar quiénes las demostraban.
    Veinticinco años después de que las mujeres comenzaron a incorporarse
    a las filas empresariales tratando de imitar a los hombres en todo –desde
    el traje sastre hasta el golf– nuevas investigaciones demuestran que son
    los hombres los que deberían imitarlas a ellas. A esa conclusión
    llegan cada vez más estudios de management realizados por consultores
    en Estados Unidos para todo tipo de empresas, desde alta tecnología hasta
    manufactura y servicios para el consumo. En general, los estudios muestran que
    la ejecutiva mujer –cuando es evaluada por sus pares, subalternos y jefes,
    obtiene mejores calificaciones que su colega varón en parámetros
    como, entre otros, calidad de trabajo, metas y trato con los empleados.
    Lo curioso es que ninguna de las investigaciones se proponía hacer comparaciones
    de género. Los investigadores buscaban detectar las cualidades que hacen
    de una persona un/a líder eficiente, para lo cual compilaban y analizaban
    cientos de evaluaciones rutinarias de desempeño. Así, tropezaron
    con un descubrimiento no buscado: las mujeres salían mejor paradas que
    los hombres en casi todas las habilidades medidas.
    A finales del año 2000 Business Week, en un artículo titulado
    “En liderazgo, mandan las mujeres”, decía: “Nuevos estudios
    descubren que las mujeres empresarias superan a sus colegas varones en casi
    todos los aspectos”. Simultáneamente, tres empresas en problemas
    –emblemáticas todas– apostaban todo o nada y ponían
    mujeres al timón para superar sus problemas (ver recuadro).
    Lo que ocurre es que el famoso techo de cristal, esa barrera invisible que detiene
    el ascenso de la mujer, ha sufrido algunas fisuras importantes. Durante 2002,
    en Estados Unidos las mujeres ocupaban uno de cada 13 puestos de poder en las
    500 mayores empresas del país. En 1995 la proporción era de una
    cada 40 y sólo había una CEO en las 500 de Fortune. Hoy, son siete.
    Basándose en la tendencia, Barron’s estima que para 2010 uno de
    cada siete puestos de poder estará ocupado por mujeres.
    Con el aumento de mujeres en la sala de mandos, dice un coro de expertos, la
    cultura empresarial va a experimentar un cambio favorable. Será más
    solidaria y menos competitiva, más incluyente y menos elitista, más
    flexible en la manera de manejar el entorno laboral. Como colofón, el
    ambiente de trabajo será más productivo.

    Los obstáculos persisten

    Pero el sexismo sigue fuerte, opinan muchos ejecutivos, cuando se trata de los
    cargos de la más alta jerarquía. Hasta ahora la mujer venía
    ocupando posiciones de alto nivel sólo en sectores dirigidos a mujeres;
    la novedad está en los nuevos territorios, especialmente los tecnológicos;
    esos que últimamente han sido conquistados por Carleton Fiorina (Hewlett-Packard),
    Patricia Russo (Lucent Technologies) y Anne Mulcahy (Xerox). También
    hay que mencionar a Meg Whitman, CEO de eBay, que todavía no aparece
    mucho sólo porque su compañía no integra las 500 de mayores
    ingresos.
    En el mes de mayo, Anne Fudge fue nombrada presidenta y CEO de Young & Rubicam
    y se convirtió en la primera mujer negra que dirige una gran agencia
    de publicidad.
    Son grandes conquistas. Pero voceras de movimientos femeninos dicen que el avance
    es todavía demasiado lento. Una investigación del grupo Catalyst
    descubre que los puestos ocupados por mujeres están concentrados, no
    a nivel CEO, sino un escalón más abajo: el de la vicepresidencia
    ejecutiva, cargo desde el cual no se pueden generar ni ganancias ni pérdidas.

    Las mujeres exitosas suelen, además, provocar la ira de los sexistas.
    Deborah Tannen, catedrática de la Universidad de Georgetown, dijo a Barron’s
    que el sexismo puede ser muy sutil: “El hombre presenta sus opiniones como
    hechos. Pero si es una mujer quien hace eso mismo, la gente la juzga agresiva,
    dominante y varonil. Si, para evitar esos juicios, ella trata de hablar como
    se espera que hable una mujer, entonces le dicen blanda o incapaz. No hay salida.”

    Ideas versus realidad

    Dos años atrás, Unilever –el grupo que se enorgullece de
    su política pro diversidad de género– invitó a su
    plana mayor a un retiro de dos semanas para elaborar estrategias junto al mar.
    Viajaron 99 hombres. La número 100 era una señora que se excusó
    del raro privilegio de ser la única mujer del selecto grupo. “¿Cómo
    puede ser –se preguntó el vicepresidente– que busquemos tanto
    la diversidad de género sin que el esfuerzo se refleje en los altos mandos?”.
    M

     

    Tres mujeres que se
    mueven en un mundo de hombres

    Carly Fiorina
    es presidenta y CEO de Hewlett-Packard desde el 19 de julio de 1999. Al
    momento de asumir su cargo, H-P exigía una transformación
    radical. Identificada casi exclusivamente por sus impresoras, y con competidoras
    formidables como IBM o Sun Microsystems, debía adaptarse a la nueva
    manera de hacer negocios que había nacido con Internet. Fiorina
    se concentró en la Red y apostó a la investigación
    y la innovación. En octubre de 2001 planteó la unión
    de la empresa con su rival Compaq, operación que se completó
    en 2002 luego de una titánica disputa con los herederos. Como líder,
    tiene un toque personal que inspira una intensa lealtad. Cuando en AT&T
    (donde trabajó dos décadas) se gestaba la escisión
    de Lucent Technologies, se quedó toda la noche trabajando junto
    a Jim Lusk y otros empleados para asegurarse que el folleto de la oferta
    no tuviera un solo error. Su cargo de presidenta de Lucent no le impidió
    involucrarse cuando cayó enferma la esposa de un alto ejecutivo:
    se ocupó personalmente de buscarle asesoramiento médico,
    segundas opiniones, atención de primera y apoyo emocional.

    Anne Mulcahy. En 2001, después de 27 años
    en Xerox, Mulcahy se convirtió en CEO de la compañía,
    que atravesaba su segundo año consecutivo de pérdidas serias.
    Lo que la catapultó al cargo más alto fueron las inteligentes
    decisiones que tomó estando al frente de la división de
    equipamientos para oficinas. Una de ellas, la compra de la división
    impresión a color de Tektronix Inc., una nueva y prometedora fuente
    de ingresos.
    Emprendió una reestructuración de la compañía
    que redujo US$ 1.700 millones en gastos; vendió activos secundarios
    por valor de US$ 2.300 millones para reducir a 9.200 millones la deuda
    de 15.600 que el grupo tenía en 2000. Saneó a la empresa
    de embarazosos problemas contables señalados por la SEC y levantó
    la moral del personal visitando, en su primer año, una por una
    las diversas oficinas Xerox en todo el mundo.
    En 2002 Xerox volvió a tener utilidades. Generó un ingreso
    neto de US$ 91 millones sobre US$ 15.800 millones en ventas.
    “Ella ha creado una nueva y mejor Xerox: hoy hay más estabilidad
    gerencial, más transparencia y más foco en el cliente”,
    dice David MacDonald, un ex alto ejecutivo de Xerox. Se cuenta que en
    una reciente reunión de directorio uno de los miembros logró
    emocionarla diciéndole con sentimiento: “Debo confesar que
    no imaginaba que volvería a sentir orgullo de integrar esta comisión.
    Usted, señora, lo ha logrado”.

    Patricia Russo se granjeó el respeto del sector
    luego de reconvertir la unidad de servicios empresariales de AT&T,
    que perdía US$ 200 millones al año a principios de los ’90.
    En febrero de 2003 fue llamada para ocupar el cargo de CEO de Lucent Technologies,
    la mayor empresa de venta de equipos telefónicos que sufría
    el impacto de la caída de la demanda y, en los tres últimos
    años, había registrado pérdidas por valor de US$
    29.000 millones.
    “Lo primero que hizo fue visitarme y escuchar”, dice Paul Lacouture,
    presidente del Network Services Group de Verizon , cliente importante
    de Lucent . Desde 2001, la compañía ha reducido 75% sus
    gastos operativos y eliminado 67.500 empleos (64% de la fuerza laboral).
    Ahora está tratando de volver a crecer. Los ingresos aumentaron
    16% en el primer trimestre con respecto al mismo período el año
    anterior. Para este 2003 la expectativa es arrojar ganancias. Muchos observadores
    dicen que si alguna persona puede lograrlo, ésa es Patricia Russo.