“Hasta ahora, la triple pelea entre los tamberos, la industria y los supermercados
fue ganada siempre por estos últimos, dueños de un poder dominante
que usan adecuadamente para sus intereses”, dice Vitelmo Caglieri, productor
tambero con más de 30 años de actividad, destacando la inversión
realizada por un tambero –que, diariamente, produce de 1.500 a 3.000 litros–
contra la que realiza un supermercado que, además de cobrar por su góndola
de frío por varios conceptos, rota en producto cada dos o tres días
y abona el producto a su proveedor entre 45/50 días después de
facturado.
En 2001, los productores estaban con un costo de $ 0,14 a $ 0,18 por litro,
y la entregaban en tranquera de tambo de $ 0,12 a $ 0,14 , con una verdadera
pérdida. Si bien el costo ha aumentado mucho, hoy la situación
casi se ha extrapolado, hasta tal punto que el precio de venta, siempre en tranquera
de tambo, es de un promedio de $ 0,50 a $ 0,52. Pero, debido a que sólo
representa un valor de 17 o 18 centavos de dólar, el precio se encuentra
a un nivel que está por debajo de los países del mundo desarrollado
y casi a la par de Nueva Zelanda, Australia, Chile, Uruguay y Brasil.
No obstante, el bienestar del momento con respecto a épocas históricas,
el productor de leche se “aborreció” de la actividad del tambo,
por sus conflictos y por su complejidad y, ni bien llegó la fiebre de
la soja, los que pudieron se pasaron a ella con toda velocidad y otros productores
quedaron en el camino con sus pérdidas y sus deudas bancarias, teniendo
que rematar sus tambos. Además, mucha hacienda lechera en etapa de producción
fue destinada para faena.
“La verdad es que el productor agropecuario ve con mucha más simpatía
a la ganadería y a los cereales que al tambo. Debido al cuidado de los
animales en el potrero, las enfermedades propias y frecuentes del animal lechero,
la falta total de vacaciones y los escasos momentos de esparcimiento, esta profesión
es despreciada y, por qué no decirlo, hasta discriminada por la sociedad.
Tantos sinsabores han “mellado” la predisposición del hombre
de campo, hasta generar en algunos casos síntomas de rechazo”, señala
Caglieri.
Esto explica que, ahora a precios rentables, la gente que puede huye de la actividad
y se transfiere a la ganadería y a las cosechas, especialmente la soja,
atrapada por el canto de las sirenas, por cuanto hoy la soja no es más
rentable que la leche, pero el daño ya fue creado y sus consecuencias
también.
Ellas han hecho que los tambos existentes en el país bajaran, desde 1995,
de 25.000 establecimientos a sólo 14.000 en nuestros días; y la
producción de leche se redujera de 10.600 millones de litros/año
en 1999, posiblemente a sólo 7.500 en 2003. M