Los fierros que mueven al campo

    Cuando se habla de negocios en el campo, inmediatamente se piensa en la cosecha
    récord de 70 millones de toneladas de granos, la reapertura de nuevos
    mercados para las carnes o las divisas generadas por las exportaciones de productos
    primarios y manufacturas de origen agropecuario, que este año superarán
    los US$ 16.000 millones.
    Pero, detrás de esas grandes cifras, existe un sector que no sólo
    da basamento tecnológico a la productividad de los suelos argentinos,
    sino que también permite multiplicar el impacto positivo de la economía
    agraria, generando fuentes de trabajo y oportunidades de inversión a
    lo largo y ancho de la Argentina interior.
    Ese sector es el de la industria de la maquinaria agrícola, integrado
    por casi un millar de empresas fabricantes de equipos y partes, en su mayoría
    Pymes familiares de capital nacional.

    Perspectivas y pronósticos

    Según las proyecciones del Inta-Manfredi, durante este año las
    ventas de maquinaria agrícola nueva sumarían $ 1.391 millones,
    lo que representa un crecimiento de 45,4% con respecto al nivel registrado en
    el ejercicio 2002.
    Claro que el año pasado no fue un ciclo ideal para establecer comparaciones
    consistentes. En el primer cuatrimestre de 2002, la incertidumbre macroeconómica
    general, sumada a la parálisis de operaciones agroexportadoras, redujo
    a niveles insignificantes la comercialización de maquinarias. Como contrapartida,
    en el segundo semestre las fábricas se vieron desbordadas por la fuerte
    demanda y la escasa provisión de insumos críticos, como los derivados
    del acero, lo que se tradujo en sobreventas y retrasos en las entregas.
    De cualquier manera, el fuerte repunte previsto para este año permitirá
    al sector equiparar, a precios constantes, el nivel promedio de ventas observado
    en la última mitad de la década pasada, estimado en $ 1.441 millones
    anuales.
    Si la cuenta se hace en dólares, el mercado de maquinarias en 2003 movería
    US$ 465 millones, muy por encima de los US$ 319 millones de 2002, pero lejos
    de los US$ 913 millones de 1997.
    Por cierto, la actual capacidad de compra de maquinarias por cada dólar
    en el bolsillo del productor es 40% superior a la vigente durante la convertibilidad.
    Los expertos vaticinan que en el mediano plazo la industria podría volver
    a facturar US$ 1.000 millones anuales, impulsada por el aumento de la superficie
    agrícola, especialmente en el norte del país.
    Entre las actividades de fabricación, venta y mantenimiento de equipos,
    el sector de la maquinaria agrícola emplea a 46.000 trabajadores, con
    la particularidad de que esa demanda de trabajo se disemina en un amplio territorio
    de la denominada Pampa Gringa.

    Trayectoria

    La Argentina es un país
    con larga tradición en los fierros del campo. La primera cosechadora
    nacional fue fabricada en 1875 por el italiano Bartolomé Long,
    aunque se trató de un producto para uso particular, que no fue
    ni patentado ni comercializado.
    En 1920, Juan y Emilio Senor presentaron la primera cosechadora de América
    del Sur producida en serie.
    En 1929, Alfredo Rotaina, oriundo de Italia, patentó en el país
    la primera cosechadora automotriz del mundo, combinando en una sola máquina
    las tareas que hasta entonces requerían el uso de la espigadora,
    la trilladora y el tractor. Este producto se adelantó 15 años
    a equipos similares que después se lanzarían en Estados
    Unidos.


    Según datos del Centro de Desarrollo Empresarial de Rafaela, existen
    665 empresas fabricantes de maquinaria agrícola con más de cinco
    empleados. Dentro de ese lote, la provincia de Santa Fe concentra 47%, seguida
    por Córdoba (24%) y Buenos Aires (20%).
    Otro rasgo distintivo en la historia de esta industria ha sido la capacidad
    de reaccionar rápidamente ante contextos favorables en el sector agropecuario.
    En esa línea, un relevamiento realizado recientemente entre 20 Pymes
    industriales ubicadas en las localidades santafesinas de Las Parejas, Armstrong,
    Las Rosas, Arequito, Bustinza y Tortugas, señala que la facturación
    de esas compañías pasó de $ 2,8 millones en enero de 2002
    a $ 40 millones en diciembre. En el mismo lapso, el empleo creció más
    de 30%.

    El histórico factor tech

    El país cuenta con una larga tradición en producción de
    maquinaria agrícola (ver “Trayectoria”) y un nivel de desarrollo
    tecnológico que ha permitido catapultar la productividad del campo argentino.

    La cosecha récord de más de 70 millones de toneladas ha sido posible
    gracias a la extensión de la frontera agrícola y al desarrollo
    de equipos aptos para resolver eficientemente las demandas de un segmento en
    crecimiento.
    El sector vivió una profunda transformación durante la época
    de la convertibilidad. Por un lado, el contexto cambiario condicionó
    los márgenes de rentabilidad de la cadena de negocios vinculados al agro,
    lo que se tradujo en el cierre de muchas empresas nacionales. En la misma sintonía,
    se verificó el avance hegemónico de productos importados en rubros
    claves como cosechadoras y tractores, que mueven casi 50% de las ventas totales
    del sector.
    Por otro lado, el dólar barato favoreció la introducción
    de tecnologías de avanzada, proceso que permitió a las empresas
    locales desarrollar productos de clase mundial. Segmentos como sembradoras,
    pulverizadores y acoplados tolva, por caso, asistieron a una vertiginosa actualización
    tecnológica, protagonizada por firmas nacionales que conservaron su protagonismo
    en el mercado gracias a la flexibilidad para encontrar soluciones específicas
    para las demandas de los suelos argentinos.
    Con la devaluación, obviamente las reglas de juego cambiaron de manera
    drástica.
    El ajuste cambiario dio nuevos bríos a la actividad agropecuaria, lo
    que rápidamente se tradujo en mayores pedidos de equipos a las fábricas
    del sector.
    La competitividad de precios de los modelos nacionales reorientó el mercado
    hacia las firmas locales, que en muchos casos habían bajado sus persianas
    en la segunda mitad de la década pasada o sobrevivían con una
    actividad mínima.
    En tractores, por ejemplo, cabe mencionar la reapertura de la ex planta de Zanello
    (otrora líder absoluta del mercado), ahora bajo el nombre de Pauny, más
    el lanzamiento de T&M-Grossi, Agrinar y TracZa, el nuevo emprendimiento
    de Luis Zanello. En los próximos meses, la firma Belarus, de Bielorrusia,
    comenzará a fabricar sus modelos en la provincia de Córdoba.
    En cosechadoras, al crecimiento de Don Roque, que había quedado relegada
    a 12% del mercado, se suman la vuelta de Senor, Bernardín, Agrinar y
    Reingeniería Agraria, entre otros proyectos.

    Tendencias, en sintonía con la demanda

    La suerte de la industria de los fierros agrícolas siempre ha estado
    ligada a los vaivenes del negocio rural en el país, máxime cuando
    las experiencias en exportaciones de equipos recién están dando
    los primeros pasos firmes.
    De allí que las proyecciones de mediano y largo plazo necesariamente
    están acotadas a las perspectivas de precios internacionales de los granos,
    la evolución del tipo de cambio, la política de retenciones a
    las exportaciones agropecuarias y demás factores que inciden sobre el
    campo.
    Desde el costado productivo, los pronósticos son optimistas. Las previsiones
    de producción agrícola hablan de una cosecha de 100 millones de
    toneladas anuales para dentro de 10 años, y ello supone mayor cantidad
    de máquinas trabajando en la siembra, protección de cultivos,
    cosecha, logística y demás actividades rurales.
    Por el lado tecnológico, está claro que la mira ya no está
    puesta en presentar el “último grito” de la vanguardia mundial,
    sino más bien en desarrollar de soluciones locales para sustituir piezas
    y equipos importados. No obstante, tanto la industria como los productores agropecuarios
    tienen en claro que el terreno avanzado ya no vuelve atrás, por lo que
    los nuevos modelos que se presentan parten de un piso tecnológico en
    condiciones de competir en el mercado mundial. Máxime teniendo en cuenta
    las posibilidades que se abren para la exportación.
    En cuanto al perfil de la demanda, la concentración de explotaciones
    rurales registrada en la década pasada trasladó el mercado hacia
    equipos de mayores dimensiones. Del total de la superficie cultivada en la Argentina,
    70% no es sembrado por los dueños de los campos, sino por pooles de siembra,
    fondos de inversión y grandes empresas agropecuarias. Sin embargo, el
    repunte de las cotizaciones de los granos tras la devaluación devolvió
    poder de compra para un segmento de productores medianos, lo que rápidamente
    se tradujo en el lanzamiento de modelos dirigidos a esa franja.
    Por último, las mayores incertidumbres corren por el lado macroeconómico.
    Las maquinarias agrícolas son bienes de capital y, como tales, requieren
    de un horizonte de previsibilidad a la hora de justificar su inversión.
    Los vaivenes en materia tributaria, tanto hacia el agro como hacia la propia
    industria de los fierros, modifican día a día las reglas de juego
    y eso ha condicionado históricamente la consolidación del sector.
    M
    Néstor Sargiotto

    MERCADO On Line le amplía la
    información:

    • “Evolución del mercado de la maquinaria agrícola
    en la Argentina”. Proyecto Agricultura de Precisión del Inta.

    http://www.agriculturadeprecision.org

    • “Análisis de la inversión en equipos de cosecha”.
    Proyecto Agricultura de Precisión del Inta.
    http://www.agriculturadeprecision.org

    • “A sembrar con inteligencia”.
    http://www.agrositio.com
    • “En cuatro meses se vendieron más cosechadoras que en
    todo 2002”.
    http://www.e-campo.com