Quien por estos días resulte elegido primer mandatario de la Argentina
tendrá entre sus asignaturas pendientes la reestructuración del
sistema financiero. Ya sea por pedido del Fondo Monetario Internacional (FMI)
o bien por la propia necesidad del país de restablecer los vínculos
entre los bancos y la sociedad, lo cierto es que el nuevo gobierno no podrá
eludir el tema que, además de planificación a escala técnica,
involucra una alta dosis de decisión política.
Junto al Congreso, el presidente electo deberá, entonces, resolver la
compensación al sector por la salida del corralón, los amparos
judiciales, la asimetría de la pesificación y la redolarización
de los depósitos, en tanto que el Banco Central de la República
Argentina (BCRA) define, el mes que viene, las fusiones, ventas o adquisiciones
de entidades, entre otras medidas que apunten al saneamiento del sistema.
Escuetamente, éstas son las variables que delimitan a cortísimo
plazo el futuro del sector; futuro que, además, se encuentra condicionado
a un negocio cuya consistencia, al menos hoy, no parece quedar establecida.
A quién le prestan las entidades el dinero que toman y por el cual pagan
altas tasas de interés; hasta dónde pueden las comisiones ser
aquellas que las sustenten; y cuál es el límite del ajuste de
sus costos para, de esa manera, seguir participando en la plaza local son sólo
algunos de los interrogantes que surgen a simple vista, con un primer pantallazo
sobre el actual mapa bancario de la Argentina.
Un perfil que se delinea
“Durante 2002, el sistema funcionó al mínimo para poder cumplimentar
con los aspectos del día a día de las empresas”, explica
Marcelo Katz, socio de BDO Consulting, para quien al menos 50% del negocio bancario
pasa hoy por lo transaccional, aspecto que tradicionalmente encarnaba 30%. “Las
entidades que antes eran universales, ahora están tratando de hacer más
eficiente la bancarización compulsiva, para tratar de sacarle más
jugo al negocio”, detalla el ejecutivo.
Así, el cambio de divisas –un salvavidas importante para muchas
entidades medianas y chicas que para el año 2001 tenían dificultades
con su rentabilidad– junto al fogoneo de los créditos personales
a corto plazo y con tasas altas –¿qué otra cosa representa,
si no, la financiación del consumo alentada a través de herramientas
tales como las tarjetas de crédito y de débito?–, alcanzan
para delinear el perfil adoptado por el sector durante el año que pasó
y lo que va de 2003.
El juego La clasificación |
Por cierto que esta primera radiografía no estaría completa si
dejara de mencionarse la elección que realizan las entidades bancarias
que cuentan hoy con liquidez para colocar sus fondos y que, aun cuando su rentabilidad
es muy baja, recae en las letras que emite el BCRA. Así lo indica Javier
Casas Rúa, socio a cargo de servicios financieros en Sudamérica
de PricewaterhouseCoopers (PwC). “La falta de rentabilidad es un problema
a escala mundial”, recalca el directivo. “De todas maneras, en la
Argentina los bancos deberán recrear el crédito porque, si no,
el negocio no funciona. Aunque será difícil hacerlo si no colocan
el dinero en activos rentables”, razona Casas Rúa, al tiempo que
acerca un diagnóstico a corto plazo para el sector.
Transición y después
Hasta aquí, las características de la transición por la
que atraviesa el mercado bancario en la Argentina; transición que traerá
aparejado un reacomodamiento del que participarán tanto la banca privada
–nacional y extranjera– como así también la pública.
Algunos números respaldan la predicción: de acuerdo con una alta
fuente del Banco Central que pidió reserva de su nombre, hay US$ 25.000
millones involucrados en el proceso de reestructuración del sistema.
Además, de las cerca de 110 entidades que conforman el mercado actual,
las primeras 10 concentran 80% del negocio. “El sistema podría funcionar
con 40 o 50 nombres”, subraya, a propósito, Javier Casas Rúa
desde PwC.
Si bien estas cifras permiten per sé palpitar los cambios que se avecinan
en el sector, no son los únicos indicativos de la reformulación
que viene. En definitiva, se tratará de identificar a aquellos bancos
saludables, y de distinguirlos de los que no lo son. “La crisis golpeó
más en entidades de determinado perfil –comentan en el BCRA–.
Se trata de bancos grandes, tanto nacionales como extranjeros, cuya cartera
de créditos estuvo repartida entre el sector público y las grandes
corporaciones y que, por esta razón, hoy están muy golpeados por
la morosidad”, destacan.
Las entidades extranjeras que se retiraron durante el primer semestre de 2002
se ubican en este primer grupo de bancos identificado por el Central que, de
acuerdo con la autoridad monetaria, protagonizará gran parte de la movida
que viene. De hecho, el corolario de este retiro –o huida, según
el caso– estará dado por la venta del Bisel, el Suquía y
el Bersa, hoy administrados por el Nación.
Por otro lado, el BCRA distingue un segundo grupo, entre los que ubica a ciertos
bancos públicos como el Nación y otras firmas privadas como el
Galicia, “que recibieron apoyo durante los últimos meses y que fueron,
también, golpeados por la morosidad”. Finalmente, la autoridad monetaria
identifica a una tercera categoría de bancos de capitales nacionales,
a los que califica de inmunes –“tenían fondos cautivos y no
estaban lanzados a un plan de inversiones al momento de la crisis”–,
entre los que podría ubicarse al Macro-Bansud y al Comafi. “Probablemente,
de esta tercera tanda surgirán el o los compradores de los bancos que
deben transferirse al sector privado”, profetizan en el Central.
Cada cual a su juego
Las operaciones de compra y venta de entidades bancarias llevadas a cabo durante
2002, sumadas a las que esperan concretarse en el transcurso de este año,
ponen de manifiesto un claro avance de la banca privada nacional por sobre los
bancos de capitales extranjeros, vedettes indiscutidas de la plaza en los ’90.
Así y todo, un escenario posible está dado por la adquisición
de los bancos en cuestión por parte de fondos mixtos, que provengan,
en su medida y armoniosamente, tanto de la Argentina como del exterior.
De esta manera, es posible vislumbrar cuáles son los rasgos que darán
forma a la fisonomía bancaria de los próximos años, la
cual tendrá, además, otras señas particulares. “Es
probable que, por un lado, quede una banca meramente transaccional y, por el
otro, una banca muy especializada en negocios de nicho y una banca de inversión
que, de algún modo, pueda regenerar el circuito crediticio en la Argentina,
asumiendo determinados riesgos”, retrata Marcelo Katz desde BDO.
En este escenario, además, quedará redefinido el rol de la banca
pública, la cual, más allá de las aspiraciones del FMI,
gozará de buena salud al menos en el corto plazo. “La sociedad tiene
confianza en los bancos públicos, y no se los puede matar porque sí”,
afirma Casas Rúa, sin dejar de mencionar que la redefinición de
este segmento específico estará dada por la transparencia, por
servir en aquellos mercados que, por falta de interés, no sean contemplados
por el sector privado y por la utilización ajena a la política
que se les dé a estas entidades en el futuro cercano.
“Las mejores prácticas”
Como condición sine qua non para el saneamiento del sistema, los directivos
de BDO y PwC coinciden en señalar que la Argentina deberá encarar
un proceso gradual que apunte, por un lado, a la recomposición de la
relaciones con las entidades crediticias internacionales y, por el otro, a las
mejores prácticas, eufemismo que los analistas del sector utilizan para
indicar que la banca tendrá que tener cuidado a la hora de decidir tal
o cual préstamo.
“Hasta tanto no se recompongan las relaciones y se puedan tener líneas
de financiamiento más económicas y una tasa de riesgo país
más baja, producto de haber empezado a abonar los títulos defaulteados,
no se podrá percibir el reacomodamiento del sector”, puntualiza
Marcelo Katz, quien prevé que a partir del segundo semestre de 2003 comenzarán
a verse los primeros movimientos en este sentido. “Volviendo al principio,
la tasa de riesgo país es un componente intrínseco en las tasas
de interés. Con los acuerdos, estas tasas debieran tender a bajar, lo
que también será un aliciente para el tomador de crédito.”
“Por lo pronto, los bancos tendrán una actitud más conservadora”,
desarrolla Casas Rúa. “Las entidades serán más cuidadosas
al momento de otorgar sus créditos y ya no regalarán plásticos
aquí y allá para tener mayor volumen de negocio. En definitiva,
será aquello que en la jerga denominamos las mejoras prácticas,
lo que determine el perfil del negocio”, remata el directivo de PwC. M
Relación banco-cliente:
¿vínculos que se restablecen?
* Por Nora D’Alessio y Marina Venosa
En una confrontación no deseada ni por bancos ni por clientes, diciembre
de 2001 marca un quiebre en la relación entre unos y otros. Hace 22 años
que medimos los vínculos existentes entre el sistema financiero y sus
usuarios y no habíamos registrado en ningún momento este distanciamiento
del público. Febrero de 2002 marca el punto más bajo en la confianza
de los clientes sobre el sistema: 4% de lo bancarizados que consultamos nos
dijo que pensaría en volver a invertir en una entidad, cifra que se duplicó
dos veces a lo largo del año pasado (de 4% a 7% entre febrero y abril,
y de 7 a 16% entre abril y octubre).
Sin embargo, esta tendencia parece haberse detenido. De hecho, el pasado abril,
19% de nuestros entrevistados contestó que pensaría en un banco
para invertir su dinero ¿Qué fue lo que incidió para que
lentamente se recuperara la confianza? Pues bien, el año 2002 se caracterizó
por una ola de inseguridad institucional que repercutió en numerosos
y diversos ámbitos de nuestro país. La salida de la convertibilidad,
el corralito, la alta proporción de desocupados, el crecimiento de la
pobreza y la delincuencia se tradujeron en manifestaciones de angustia, miedos
y pánico.
Cuando consultamos a 5.209 personas acerca de cuáles son los miedos que
han surgido a partir de 2002, encontramos que el dinero, ya sea tenerlo o perderlo,
conforma el núcleo central de preocupación de los argentinos.
Son significativas las menciones que reciben los miedos vinculados a la inseguridad
física y a la delincuencia, que suman 95% de las menciones. En este marco,
aparece apuntalado el vínculo positivo entre el banco y sus clientes
que, además, es complementado por una mejora en las tasas de interés,
las cuales evidentemente colaboran pero no podrían explicar por sí
solas que los acorralados hayan dejado una parte del dinero “recuperado”
en el mismo banco donde oportunamente habían efectuado la inversión
original.
Por cierto, en uno de los trabajos que terminamos en abril de este año,
encontramos que la búsqueda de precio (comisiones y tasas) ha aumentado
de 37 a 59% en seis meses. Pero el dato verdaderamente sorprendente surgió
cuando preguntamos a los clientes si invertirían en su banco si éste
les ofreciera 2% menos en las tasas de plazo fijo: 63% nos contestó que
podría pensarlo.
En tanto, la actitud indiferente que algunos de los entrevistados dejaban entrever
cuando se les preguntaba cuál era la clase de bancos que preferían,
también parece comenzar a evaporarse. En el último trimestre del
año pasado las preferencias se repartían entre aquellos que se
orientaban hacia la banca nacional (37%) y los que se inclinaban por la extranjera
(29%). Durante este período, 34% de entrevistados sostenía ser
indiferente al origen de los capitales de un banco, cifra que cayó a
24% durante el primer trimestre de 2003, lo que indica que los clientes han
comenzado a orientarse hacia una u otra opción.
De aquí se desprende que actualmente existen oportunidades para ambos
tipos de banca: la nacional, porque recibe un nuevo grupo de bancarizados dispuestos
a elegirla; y la extranjera, porque mantiene un sector significativo de usuarios
que continúa prefiriendo su respaldo.
* Vicepresidenta y directora de Proyectos de D’Alessio/ Irol, respectivamente.