Se avivó el fuego de una antigua polémica

    La polémica dista mucho de ser nueva. Se originó cuando en los
    años ’60, el Dr. Atkins –cardiólogo– desarrolló
    una dieta revolucionaria que se oponía radicalmente a las teorías
    establecidas por el dogma oficial de la medicina. Atkins, quien viene defendiendo
    su dieta desde entonces, cree que los carbohidratos y el azúcar –no
    las grasas– son los culpables de la obesidad. Su dieta no pone límites
    al consumo de carne, huevos y ciertos vegetales. En vez de contar calorías,
    dice, hay que contar carbohidratos.
    Atkins explica el descenso de peso de la siguiente manera: las grasas y los
    carbohidratos (frutas y verduras) son combustibles que el cuerpo quema para
    producir energía; pero le resulta mucho más fácil metabolizar
    los segundos que las primeras; por eso, mientras el cuerpo tenga carbohidratos
    para quemar, no va a quemar grasas. Sólo cuando ya no queden carbohidratos
    va a proceder a quemar grasas. Entonces, la clave está en reducir sensiblemente
    la ingestión de carbohidratos para forzarlo a quemar las grasas. Así
    se produce la reducción del peso.
    Este enfoque es exactamente opuesto al que ha venido proponiendo el establisment
    médico durante décadas: una dieta baja en grasas y alta en los
    carbohidratos complejos que se encuentran en alimentos como frutas y vegetales.

    El otro contendiente de la actual polémica es el doctor Dean Ornish,
    también cardiólogo, quien logró fama internacional por
    su lucha contra las enfermedades cardíacas. Durante años combatió
    las dietas con alto contenido proteico por considerarlas un peligro para el
    corazón. Uno de los pilares de su programa para mantener el corazón
    sano es su dieta alimentaria, que sólo permite que 10% de la ingesta
    diaria sea grasa, y en la que no deben figurar carne, pescado, pollo o nueces.

    El plan del Dr. Ornish, que promete comer más y bajar más de peso
    consiste en una dieta vegetariana baja en calorías, en la que se consume
    menos de 10% de grasa (de 15 a 25 g por día). “El deseo de comer
    grasa (dulces) se aprende”, “el deseo de comer carne (productos animales)
    se aprende”, son hábitos creados por el condicionamiento, insiste.
    Ornish se lanzó a una ataque mediático el año pasado en
    cuanto salió publicada una investigación científica en
    The American Journal of Medicine, que convalidaba la teoría de Atkins
    (que la gente baja de peso y colesterol con dietas altas en grasas), aunque
    advertía que hace falta más investigación para determinar
    la seguridad del método en el largo plazo.
    Atkins Nutritionals en Nueva York, empresa hermana de la clínica del
    Dr. Atkins, viene aumentando sostenidamente su gasto publicitario desde hace
    varios años, y ahora lanza una campaña multimillonaria en radio
    y medios gráficos que aprovecha justamente la gran popularidad que volvió
    a adquirir su dieta luego de la publicación de la investigación
    mencionada.
    Por su parte, Lifestyle Advantage, un emprendimiento conjunto entre el Instituto
    del Dr. Ornish y Highmark, una aseguradora de salud con sede en Pittsburgh,
    saca a la venta –con apoyo de una gran campaña publicitaria–
    el programa del Dr. Ornish para combatir las enfermedades cardíacas.
    La campaña tuvo un modestísimo presupuesto original de US$ 1 millón,
    pero Anna Silberman, CEO de Lifestyle Advantage, aseguró que destinarán
    mucho más que eso.
    Esta puja por conquistar compradores tiene más protagonistas. La líder
    en este mercado, Weight Watchers International, que gasta más de US$
    30 millones por año en avisos, y Jenny Craig, una empresa que gasta US$
    20 millones al año, ya comenzaron sus nuevas campañas con mayores
    presupuestos.
    Este año, con el agravamiento de la epidemia de obesidad que asola al
    país, el actual gasto publicitario de toda la industria –US$ 39.800
    millones– seguramente será mayor. Según CMR/TNS Media Intelligence
    de Nueva York, el gasto publicitario para programas y productos para adelgazar
    –con exclusión de alimentos dietéticos, bebidas dietéticas
    y centros de salud– totalizó US$ 241 millones entre enero y octubre
    de 2002 (sólo 10 meses). En 2001, el total había sido de US$ 216
    millones, y en 2000, de US$ 190 millones. M