Paz financiera y Mercosur

    En octubre quedó claro que 2002 sería inolvidable: se estimó
    que la actividad económica caería alrededor de 12%. La fuga de
    capitales que había comenzado en 2001 continuó hasta septiembre,
    cuando se afirmaba que el superávit comercial, que según los analistas
    superaría 12% del PBI, no sería atesorado por el Banco Central
    sino que financiaría esa fuga.
    Pero también quedó claro que, desde lo más hondo del pozo,
    había comenzado una leve reactivación debida a tres factores:
    la estabilización del tipo de cambio nominal permitió un mayor
    consumo de quienes lo habían evitado por el temor de principios de año;
    el aumento de $ 100 en los salarios formales que impactó en la franja
    de menores ingresos; y la depreciación de la moneda, la cual estimuló
    la sustitución de importaciones en muchos sectores.
    A pesar de la ausencia de crédito y la demora en la reestructuración
    de la deuda externa privada, entre otros factores, ningún economista
    argentino hubiese imaginado en enero que octubre sería tan calmo. Esa
    calma permitía algunos lujos, como el análisis del contexto global
    y su eventual impacto en la Argentina. Se observaban las bajas expectativas
    de crecimiento en Estados Unidos y Europa, lo que sería perjudicial para
    las exportaciones argentinas.
    En cuanto a Estados Unidos, tal vez como medida keynesiana para reactivar la
    economía, comenzó a hablarse por esos días de un concepto
    que se agitaba como una bandera: “guerra preventiva”. En la Argentina
    esta idea generaba inquietud por el efecto que podría tener sobre el
    aumento en el precio del petróleo, su exportación, y la inflación
    que podría generar.

    Cifras y futuro regional

    Desde junio crecían los depósitos de los particulares en los
    bancos, que ya superaban los $ 31.000 millones. Las reservas internacionales
    acumulaban un aumento de US$ 644 millones desde agosto llegando a los US$ 9.630
    millones, nivel que no registraban desde junio.
    Pero la economía real no mostraba indicios claros de recuperación.
    Se discutía si las actividades productivas habían tocado fondo
    y ya comenzaban a reanimarse, o si aún descansaban en el fondo del pozo.
    El indicador industrial de septiembre en términos desestacionalizados
    había caído 1% en relación con agosto.
    Se afirmaba que las exportaciones –y la inversión– serían
    el motor reactivador que reemplazaría al consumo interno. Hasta tal punto
    que varios analistas aseguraban que 10% de crecimiento en las exportaciones
    implicaba un aumento de 2 a 3% en el PBI. Algunos economistas argumentaban que
    las ventas al exterior pesaban poco en el Producto Bruto Interno, lo que era
    cierto antes de la depreciación monetaria. Pero las exportaciones representaban
    ya casi 30% del PBI, entre US$ 25.000 y US$ 30.000 millones.
    Hasta la devaluación, el Estado argentino debía US$ 144.000 millones
    (54% del PBI). En octubre, con un tipo de cambio a $ 3,60 por dólar –y
    un producto de alrededor de US$ 100.000 millones según varios economistas–,
    la cifra ascendía a casi 145%. “La deuda pública se ha tornado
    definitivamente impagable”, aseveraron distintos especialistas. Además,
    en esos días el Gobierno dejó en claro que no pagaría al
    BID y al Banco Mundial los vencimientos de octubre –y casi seguramente
    de noviembre– si para eso debía usar las reservas del Banco Central.
    No era una estrategia de negociación: si se pagaba con reservas las mismas
    se agotarían antes de que termine el primer semestre de 2003.
    El debate sobre el aumento de las tarifas de los servicios públicos privatizados
    ganaba temperatura. Las audiencias públicas para tratarlos fueron suspendidas
    y todo hacía prever que un decreto del Gobierno las elevaría alrededor
    de 10%, con la sensación de que el Poder Ejecutivo patearía el
    problema para la siguiente administración. Octubre, con 0,2%, exhibió
    la inflación más baja del año y el costo de vida acumulado
    ascendió a 40%.
    En tanto, el 27, los defensores del Mercosur vieron revitalizados sus objetivos.
    En la segunda vuelta, Lula –un defensor del mercado regional– se
    convertía en el presidente de Brasil, lo que permitía pensar en
    una nueva vía de negociación con vistas al Alca. M