“Los CEO dejaron de ser la conciencia de sus empresas”

    –La profesión contable gozaba de gran prestigio hasta que se
    produjo el escándalo Enron, que confirmó la advertencia de Arthur
    Levitt cuando era presidente de la Securities and Exchange Commission (SEC)
    en 2000: “Hay un potencial conflicto de intereses en el negocio contable
    porque las ‘Cinco Grandes’ firmas auditoras están asesorando
    a las mismas empresas que auditan”. ¿Qué pensó usted
    entonces sobre eso y qué opina ahora, a la luz de todo lo ocurrido en
    2002?

    –Me alegro que lo pregunte. En realidad, en 2000 nuestra firma respaldó
    la propuesta de Arthur Levitt porque creía que era hora de que las firmas
    dejaran de ofrecer consultoría tecnológica a los clientes que
    auditaban. Nosotros lo apoyamos en su propuesta de separar los roles, pero tres
    de las cinco grandes no estaban de acuerdo. Todavía creemos –y
    yo he hecho públicos mis comentarios– que la prestación
    de grandes proyectos de consultoría, como los que señalaba Levitt,
    es inapropiada. Ernst & Young fue, en realidad, uno de los primeros en nuestra
    profesión en vender hace unos tres años nuestro negocio de consultoría
    a Cap Gemini French Technology. Lo hicimos porque unos cinco o seis años
    atrás nos miramos a la cara y nos preguntamos qué queríamos
    ser. Y decidimos que queríamos ser la firma número uno en provisión
    de servicios de auditoría de transacciones. En aquel momento decidimos
    que no podíamos ser también la mejor consultora.

    –Pero de todas maneras la campaña contra la propuesta de Levitt
    –que prohibía a los auditores actuar también como consultores–
    fue tan fuerte que finalmente ésta debió ser retirada.

    –Permítame aclararle que la campaña no incluyó a
    Ernst & Young.

    –¿No cree que si Levitt hubiera logrado su cometido, Arthur
    Andersen seguiría existiendo?

    –Eso es especular mucho. No creo que los temas que desencadenaron el caso
    Enron y otros similares tuvieran mucho que ver con los consultores.

    –Según su propia experiencia, ¿piensa que el papel de
    las firmas de auditoría es incompatible con el de las consultoras, y
    que desempeñar ambos compromete la credibilidad?

    –Eso depende, a mi juicio, de lo que se entienda por consultoría.
    Yo creo que es inapropiado que las empresas de auditoría brinden también
    consultoría de informática financiera. En cambio, pienso que asesorar
    sobre temas impositivos, o sobre fusiones y adquisiciones, o sobre las operaciones
    de due diligence, por ejemplo, sí es muy apropiado y también ayudar
    a la calidad de la auditoría. Eso es lo que el mercado está diciendo.
    Es importante reconocer que el objetivo de la SEC, de los reguladores y de nuestras
    empresas, es lograr la independencia del auditor, pero no podemos permitir que
    eso conduzca a su ignorancia. Si los auditores no tienen suficiente conocimiento
    de los riesgos que corre la empresa auditada, la calidad de su trabajo decae.

    –Sobre este tema, el investigador Don Moore considera inevitable que
    haya “parcialidad inconsciente” en auditoría y consultoría
    porque los auditores tienen interés personal en la interpretación
    de la información que revisan. Sostiene que las personas procesan la
    información de modo tal que llegan a la conclusión que desean
    alcanzar, sin ser conscientes de eso e insistiendo en que pueden ser imparciales.
    ¿Qué opina de esta teoría?

    –Para mí lo importante es que el mercado comprenda el compromiso
    de la profesión en cuanto a brindar calidad, integridad e independencia.
    Ernst & Young mantiene los más altos estándares de independencia.
    No podemos tener interés financiero en nuestros clientes: no podemos
    tener acciones, ni figurar en directorios, ni trabajar juntos en otros negocios.
    Así, la única relación que mantenemos con esos clientes
    es que nos pagan por los servicios que brindamos. Por experiencia propia, creo
    que nuestra profesión –no sólo Ernst & Young sino toda
    la profesión– opera con gran independencia; es más, envía
    sistemáticamente mensajes que los clientes no quieren oír. Si
    el mercado supiera la cantidad de veces que hacemos cambiar los informes, la
    cantidad de veces que decimos a los clientes que si no hacen A, B o C nosotros
    renunciamos o cosas por el estilo, tendría una visión totalmente
    diferente de la profesión.

    –Nada de eso sale a la luz…
    –Ni debería. Es la naturaleza de nuestro negocio; ésos son
    asuntos confidenciales que conversamos con nuestros clientes.

    –En el ambiente empresarial de Estados Unidos –y de otros países–
    nadie cree hoy en los balances aunque hayan sido revisados por las más
    prestigiosas firmas de auditoría. Se perdió la confianza por falta
    de transparencia y seguridad. Confianza, transparencia y seguridad: tres pilares
    sobre los que descansa el capitalismo moderno. ¿Cómo se pueden
    recuperar?

    –Sin duda se perdió la confianza. No sólo en las empresas
    sino en los directores, asesores y auditores. Aunque a muchos les gustaría
    encontrar una solución rápida y simple para restaurarla, creo
    que eso se va a lograr sólo cuando todas las partes –empresas,
    management, directorios y auditores– se comprometan a brindar un altísimo
    grado de calidad, a desempeñarse con total integridad y en forma pareja
    en el largo plazo. Nosotros siempre fuimos una firma comprometida con la calidad.

    Hace unos dos meses volvimos a levantar la bandera de “calidad en todo
    lo que hacemos”, que utilizábamos hace 17 o 18 años. Hoy
    no es posible ver avisos publicitarios nuestros, ni nada de lo que hacíamos
    normalmente. En este momento, el tema no es marketing. Es definir quiénes
    somos, con qué clientes trabajamos, qué servicio brindamos. Actualmente,
    tenemos que estar seguros de que las 110.000 personas que trabajan con nosotros
    en todo el mundo recuerden todos los días que la calidad debe estar presente
    en todo lo que hacemos.
    Ahora bien, dicho esto, creo que es absolutamente importante que todos los CEO
    se conviertan en el ejemplo de sus organizaciones. A mi entender, la ola de
    escándalos de los últimos meses es producto de una década
    (los años ’90) de increíble crecimiento de las acciones.
    En años como ésos muchos CEO y también CFO [directores
    financieros] prefirieron ser directores de marketing en lugar de la conciencia
    de sus organizaciones. Lo que deben hacer hoy es orientar la brújula
    hacia dos metas: calidad e integridad. Así, todos los empleados sabrán
    lo que se espera de ellos y distinguirán lo que está bien de lo
    que está mal.

    –¿Pueden erradicarse con leyes las conductas no éticas?
    El Congreso acaba de aprobar la Ley Sarbanes-Oxley. ¿Usted cree que esa
    legislación significa un intento serio de purificar el escenario o que
    podríamos estar ante un caso más de “cambiar algo para que
    nada cambie”?

    –Creo que las cosas ya cambiaron, y no necesariamente por la Ley Sarbanes-Oxley.
    Me parece que cambiaron porque auditores, consultores y empresas aprendieron
    que hay que comprometerse con la honestidad de manera tangible si se quiere
    recuperar la confianza. La ley era necesaria, ya que nos permite y nos habilita
    para brindar los servicios que mencionaba antes: asesoramiento impositivo y
    asesoramiento de transacciones financieras, que aumentan la calidad, pero siempre
    bajo el ojo vigilante de una auditoría independiente. Por eso creo que
    es una buena ley, aunque por sí sola no va a cambiar las cosas. Necesita
    el compromiso de los líderes. La conducta de una empresa no la impone
    el Congreso, la contagia la persona a cargo de la organización. M
    María Teresa Lavayén

    MERCADO On Line le amplía
    la información:
    • Versión completa de la entrevista
    http://mercado.com.ar/mercado/
    vercanal_nota.asp?id=274068

    • Versión original en inglés
    http://mercado.com.ar/mercado/
    vercanal_nota.asp?id=274069