¿Un caso emblemático, un modelo a seguir o una excepción interesante?

    Para muchos argentinos, Malasia era un nombre de fantasía. Pertenecía a la antigua literatura de aventuras de Emilio Salgari. Desde hace pocas semanas -ver MERCADO de septiembre, edición Nº 1.017, página 10 – muchos descubrieron que existía en la realidad y que resumía una interesante experiencia en su relación con los organismos financieros internacionales y con los centros globales de poder.


    De ahí en más, como es usual entre nosotros, abundaron las comparaciones: se advirtieron comportamientos malayos en los dichos del ministro de Economía, Roberto Lavagna; se dijo que el país corría el riesgo de quedar excluido del mundo como le pasó a Malasia; o se hicieron pronunciamientos en favor de hacer lo mismo que hizo el gobierno de Kuala Lumpur.


    Nada más desacertado y falto de información. El caso de Malasia es apasionante y bien vale la pena conocerlo, pero nada tiene que ver con la realidad argentina. Sin embargo, los argumentos del líder malayo al explicar su posición en favor del capitalismo y de los mercados abiertos, y al mismo tiempo rechazar maniobras especulativas y pretensiones hegemónicas de países centrales, es una lectura muy provechosa.


    Malasia es una nación que 50 años atrás era una colonia británica. Debió remontar la herencia colonial, adoptar nuevos límites geográficos, luchar por la armonía de una población integrada por 50% de malayos, casi 30% de chinos y el resto de otras minorías étnicas. Y, además, transformar su economía para convertirse en un país con buen crecimiento y bien insertado en el mundo.


    Otros hechos separan al país asiático de la Argentina de 2002:

    1. El gobierno malayo, dirigido hace 21 años por un líder fuerte
      como Mahathir Mohamad, es lo que en estas latitudes -y no en aquéllas-
      se caracteriza como “poco tolerante” o incluso “autoritario”. Por cierto no
      hay -porque no se permiten- disensos en la prensa o en el ámbito político.
      El mayor opositor terminó en prisión bajo cargos de sodomía
      y corrupción administrativa.
    2. Malasia no debía al FMI o al Banco Mundial. Por lo tanto, decidió
      cerrar sus fronteras a la especulación, pegó por un tiempo su
      moneda al dólar, saneó sus finanzas y está ahora en franca
      recuperación.
    3. Un proceder tan heterodoxo implicó que los organismos internacionales
      borraran al país de sus informes y de su literatura. Y tanta osadía
      explica también que, durante esos años, no haya menciones en
      la prensa internacional. Ahora han tenido que recordar el caso cuando las
      calificadoras de riesgo aumentaron la calidad crediticia del país.
    4. Pero Malasia siguió recibiendo inversión extranjera, saneó
      su sistema financiero, aumentó sus exportaciones al mundo, estabilizó
      y preservó su divisa (el ringgit) y reactivó otra vez
      su economía. Se cerró a la especulación y a los efectos
      nocivos de la globalización, pero nunca abandonó su posición
      en la economía mundial y entendió que la globalización
      era irreversible.


    Lo realmente apasionante del caso malayo es la claridad con el que el Premier y el resto del Gobierno denuncian la especulación financiera internacional. Y la oportunidad que un crack inducido proporciona a las multinacionales de unos pocos países para imponer condiciones internas “neocoloniales” a naciones que han cumplido al máximo con la receta sugerida por los grandes centros de poder. Lo notable, también, fue la decisión con que se enfrentó el desafío, el precio que se pagó y el éxito que hoy puede mostrar Malasia.


    Naturalmente, no se pueden extraer conclusiones fáciles de este caso: Buenos Aires no está en condiciones de imitar a Kuala Lumpur. El punto de partida y las circunstancias son totalmente diferentes.


    Este documento contiene algunos textos de lectura imprescindible para entender y sacar provecho del proceso malayo en la medida de lo posible: el que sigue, en formato papel, es el discurso completo de Mahathir Mohamad en 1997 -cuando se cernía la tormenta- en Hong Kong, ante la asamblea conjunta del FMI y del Banco Mundial. Por otro lado, en el sitio de MERCADO en Internet, hay tres textos más. Uno, es la explicación del premier a un diario local, sobre la naturaleza de las medidas tomadas en 1998 para defender la economía del país. El segundo es un apasionado discurso de Mahathir Mohamad en defensa de la globalización, siempre que ésta avance en favor de la humanidad y no en su contra. El tercero y último, es la síntesis de diversos comentarios en la prensa internacional donde se reconoce y admite que ha mejorado la calidad del capitalismo malayo al eliminarse gran parte del “capitalismo amiguista y corrupto”.