– En principio parecía -y su gobierno lo dijo- que Chile no sufriría del contagio de la crisis argentina. Luego de que los síntomas aparecieran en Brasil, usted mismo comenzó a advertir sobre un período de turbulencias que podrían afectar a su país. En su opinión, ¿cuáles son las áreas en que Chile es más vulnerable?
– Desde el comienzo de la crisis, hemos estado preocupados sobre su alcance. Sin embargo, no era porque esperábamos un impacto en nuestra economía, puesto que estamos adecuadamente protegidos contra las turbulencias regionales. Lo que nos preocupa son las crisis recurrentes: Rusia en 1998, Brasil en 1999, Turquía en 2000, y la Argentina en 2001. Es evidente que algo anda mal en un sistema internacional, donde tenemos estas crisis saltando a través del mapa año tras año.
Chile está protegido porque tiene sólida situación macroeconómica, una pequeña deuda externa y más de US$ 15.000 millones en reservas, una cifra que, en nuestro caso, significa que podemos cumplir cómodamente nuestros compromisos y exigencias. La tasa de cambio flotante es el mecanismo que nos permitió amortiguar el impacto monetario externo, y se ha movido dentro de valores razonables.
Por supuesto, las inversiones chilenas en esos países son unas de nuestras preocupaciones, pero creemos que nos debemos mover con calma y esperar que mejoren las condiciones. Es lo que hacemos.
– Chile fue capaz de protegerse a sí mismo de previas crisis financieras, introduciendo restricciones al flujo de capitales de corto plazo. ¿Será necesario hacer lo mismo, o algo similar, en la actualidad?
– Las circunstancias son diferentes. Lo que hemos hecho es reformar el mercado de capital para hacer de Chile un país donde el flujo de capital puede entrar y salir con mayor grado de libertad que hasta ahora. En Chile tenemos 4.000 compañías de 64 países con inversiones en bancos, energía, minería, telecomunicaciones, comercio y turismo.
¿Por qué están en Chile? Porque hay estabilidad, porque hay un banco central autónomo, porque hay un estatuto de inversiones extranjeras que estipula la no-discriminación; los inversionistas extranjeros son tratados igual que los inversionistas chilenos. Lo que intentamos es hacer de Chile un país plataforma, donde los inversionistas en el país y también en la región puedan funcionar eficientemente.
– Aunque Chile es considerado como un modelo de lo que se puede lograr con las reformas económicas resumidas en el Consenso de Washington, el país continúa fuertemente dependiente de un sector -el cobre- donde el Estado es dominante, mientras otro sector crítico como el petrolero también permanece en manos del Estado. ¿Usted prevé cambios en esas áreas?
– Hicimos las tareas contenidas en el llamado Consenso de Washington. Privatizamos varios sectores, tenemos una economía abierta y un responsable gasto público. Sin embargo, como dijo el presidente del BID en Guayaquil, es necesario reformar las reformas. Eso significa que, junto al desarrollo de un sector privado dinámico, con claras y consistentes reglas de juego, necesitamos la presencia de un Estado serio, responsable y fuerte; un Estado que trabaje por la cohesión social y promueva las medidas para lograrla.
En este contexto, no hay razón para que Codelco cambie de manos. Es una de las más eficientes empresas del mundo y ha sido manejada con responsabilidad en tiempos en que el precio del cobre fue muy bajo. Esperamos que Codelco doble su valor, entre hoy y 2006, y que su contribución a las arcas fiscales exceda los US$ 1.500 millones. Éstos son recursos clave para apoyar el desarrollo en educación, salud, vivienda, y todas las áreas donde deseamos mejorar la calidad de vida de los chilenos.
Queremos que Codelco se vuelva internacional, para competir en el mundo. Eso es lo que hace y, en el contexto, su relación con el capital privado toma un nuevo aspecto.
Con relación a Enap -la compañía petrolera estatal- la situación es similar. Es una compañía que, además de comprar petróleo para refinar en Chile, busca oportunidades de exploración en América latina, como también en países del Oriente Medio, África y el área del Golfo Pérsico. Se ha abierto imaginativamente al mundo.
– El Mercosur parece mucho menos sólido ahora que cuando Chile se convirtió en asociado. ¿Tiene sentido seguir involucrado?
– Se trata de un gran proyecto que va más allá de la actual coyuntura. No hay duda de que este bloque pasa por grandes turbulencias, y deberán buscarse responsabilidades tanto dentro de los países como así también afuera. Para Chile, para mi gobierno, el Mercosur es mucho más que una unión aduanera. Es un espacio desde donde podemos conducir nuestra política exterior, un ámbito para que nos insertemos en la realidad global desde un acuerdo regional. Además de continuar ligado con este proyecto, mi gobierno fortalece su política de apertura al mundo con América latina en conjunto, la Unión Europea, Estados Unidos y los países del Pacífico asiático.
– A usted lo describen como socialdemócrata. ¿Es correcta la definición?
– Es una descripción precisa, pues aquellos de nosotros que nos vemos parte de un movimiento moderno, progresista entendemos que el poder del gobierno debe ser usado para mejorar la calidad de vida del pueblo, promoviendo una sociedad más justa y libre y una economía más dinámica.
Creo que ser un socialdemócrata en el siglo XXI es crear condiciones para que nadie quede atrás, para que a nadie le falte la oportunidad de usar su imaginación e intelecto. Es extender a todos los ciudadanos el acceso a los bienes públicos, como la educación y la salud, y así las desigualdades no se apilan sobre el mismo pueblo y se transmiten de una generación a la siguiente. Y cuando pensamos en la economía, vemos que el mercado es un gran espacio que dinamiza las inversiones y el consumo.
Creemos que la sociedad no puede resolver sus grandes opciones por vía del mercado, sino a través de la voluntad de sus ciudadanos. Profundizar la democracia y reconciliar las libertades individuales con mejores niveles de equidad: ése es nuestro propósito; es ahí donde descansan mis sueños y utopías.
– ¿Cuándo podremos ver a Chile sin los residuos institucionales de una democracia vigilada que dejó atrás la dictadura de Pinochet?
– La democracia vigilada fue dejada atrás en la vida de los chilenos; los chilenos no viven con temor. Hubo un gran salto en la reconstrucción de la república y la expansión de las libertades. Esta realidad debe ser plasmada lo antes posible en una Constitución con la cual nos sintamos representados.
Ganamos todas las elecciones desde 1988, pero el sistema electoral está tan estructurado que 60% elige a un candidato y 40% elige a otro. La vasta mayoría de los chilenos no consideran esto democrático, pero necesitamos los votos de al menos parte de la oposición para reformar la Constitución. Las reformas son necesarias para hacer consistente nuestra carta básica consistente con la realidad de lo que los chilenos piensan, viven y desean. Esperamos que las condiciones para lograr esto maduren pronto.
Congratulaciones del FMI Chile se ganó las congratulaciones El directorio del FMI predice para este El Fondo aplaudió las políticas Una advertencia final: “factores globales |
© MERCADO/Latin American Newsletters