Un modelo dado vuelta

    Antes, se definía una estrategia de negocios electrónicos y, de inmediato, se diseñaba el sitio Web. Ya no. Van pasando los tiempos del buscador y de la información recogida y reorganizada mediante portales. Esos recursos representan una parte cada vez más pequeña de lo que la economía en la Red ofrece en términos de ventajas competitivas.


    Quien se enfoque solamente en una arquitectura de Web, quedará al margen de los nuevos dispositivos, interfaces y tecnología de software que proliferan a ritmo acelerado. Más allá de la crisis en telecomunicaciones y redes inalámbricas, la tendencia proseguirá y, al mismo tiempo, los parámetros convencionales en intercambio de datos continuarán extendiéndose y evolucionando.


    Ese proceso resultará en un estallido de nuevas oportunidades para transmitir datos entre todo y acerca de todo. Pocas cosas en la vida –y los negocios– son tan predecibles como estas tendencias. En síntesis, la Web se desintegra y la clave de una estrategia efectiva no es el diseño del sitio, sino la flexibilidad de toda la arquitectura informática.

    ¿Usuarios esquizofrénicos?


    Al ingresar en la siguiente generación, algunas firmas pioneras de Internet descubren que sus interfaces basadas en la Web son impedimentos. No funcionan como debieran. De paso, advierten que si el televisor jamás fue sólo una radio con imágenes (como solía decirse hace 50 años), tampoco es una PC sin disquetera (como los fabricantes de computadoras siguen describiéndolo).


    Los nuevos dispositivos en la Red y sus aplicaciones no son diferentes sólo por diseño y fines, sino –además– porque la mentalidad del usuario influye en sus interacciones. Uno no puede meter una página web en el visor de un celular porque, aun si fuese posible, no tendría sentido. Los datos transmitidos vía teléfono móvil son distintos de los que pasan por la PC: las páginas Web son para uso sedentario, reflexivo, en tanto el celular es para lo urgente y breve.


    En cierto sentido, ha comenzado una época de “esquizofrenia tecnológica”, donde la misma persona cambia de perfil según el dispositivo que emplea y cómo lo emplea, según sostiene Larry Downes, el recordado autor de Killer App, en un ensayo reciente.


    Cada usuario se adapta al dispositivo y a los diversos requerimientos en cuanto a profundidad, tiempos, interactividad y velocidad de datos. Cada papel que desempeñe el navegante exigirá una interfaz diferenciada.

    Los espías de la Web


    Desde tiempo atrás, varios emprendedores desarrollan tecnología para atender a esos “usuarios esquizoides”. Una de esas firmas, Spyonic, ha dado vuelta el “modelo buscador” para enfocarlo ya no en la Web, sino en la información subyacente y su aplicación. Esta tecnología permite a los usuarios especificar qué datos les son relevantes, qué cambios en la información necesitan conocer, cómo y adónde enviárselos.


    Por ejemplo, un comprador potencial puede crear “espías” para monitorear varios sitios de remates y hacerle saber cuando sale a oferta algo que le interesa o cambia la modalidad de una subasta en particular. Ese espía notifica por e-mail, por una página web personalizada o por un asistente digital, porque el canal será a medida del usuario y su papel. Entonces, si ha pedido ser notificado por celular, el espía “sabe” que el mensaje será muy breve.


    Las e-companies también pueden aplicar esa tecnología para profundizar o consolidar relaciones con socios y aliados. De esa manera, Morningstar –un gigante de la e-finance– ha instalado espías que les permiten a los clientes indicar cómo y cuándo quieren ser informados sobre cotizaciones o cambios en sus carteras de inversión.


    Éste es un primer paso hacia una arquitectura informática donde la búsqueda (browsing) no corre por cuenta de individuos, sino de “programas agentes” que observan una variedad de condiciones o situaciones e informan al instante sobre cualquier cambio o novedad. A partir de esta aplicación, lo natural será encomendar a ciertos agentes virtuales acciones más allá de la mera notificación. En el futuro cercano, un espía será capaz de “averiguar” si determinada película se dará por TV, cuándo y cómo (versión original, versión doblada o con subtítulos, etc.) y programar el videograbador –o la PC– para grabarla.

    La importancia de la plataforma


    En esa Web “deconstruida”, no importará el diseño de sitio sino el de la información. Más y más datos se estructurarán en abstracto, se almacenarán en formatos regularizados, se incorporarán a plataforma de hardware y software capaz de abarcar grandes grupos de usuarios y enormes flujos de intercambio informático. Ese tipo de plataformas aumentará las posibilidades de sustentar estrategias en negocios electrónicos.


    En parte, todo ello ocurrirá gracias a que nadie sabe realmente qué aplicaciones irán apareciendo en Internet. Con frecuencia, aun sus inventores se asombran ante los usos imprevistos que se desarrollan, a veces rápidamente. En general, se empieza creyendo que una novedad sólo mejora algo existente, pero el uso o la experimentación “descubren” aplicaciones absolutamente inéditas.


    Hace un año, PlanetRx entregó a algunos clientes lectores manuales adaptados a códigos de Symbol Technologies (SBL). Era una experiencia en interacciones. Los usuarios aplicaban códigos de barras para generar listas de compras, se las enviaban a PlanetRx, ésta confeccionaba la orden de compra y la ponía en marcha.


    Amén de poner cabeza abajo las ventajas del minorista físico (ubicación), esta aplicación también iniciaba un proceso de recolección de una nueva masa de datos en forma regular. Por tanto, si una plataforma se emplea bien, PlanetRx –o cualquier otro emprendedor– descubrirá y aprovechará las aplicaciones que vayan surgiendo por sí solas. De ese modo, los datos podrían rebotar por la cadena de abastecimientos mejorando las proyecciones de producto (de semanas a minutos), su desarrollo –qué ha dejado de usarse o qué se compra– o hasta los pedidos de insumos. Eventualmente, productos y servicios se reordenarán por sí mismos.

    Subirse a la ola


    En tanto, las empresas virtuales se replantean estrategias y siguen algunas recomendaciones para que el valor agregado no quede preso en un sitio web:

    • Comprender los distintos papeles del mismo usuario ante dispositivos y
      aplicaciones diferentes y desarrollar interacciones apropiadas a cada uno.
    • Diseñar el flujo de datos en forma separada de la interfaz. De hecho,
      empezar con la arquitectura informática general, no con el sitio.
    • Incorporar las aplicaciones en sí a plataformas de hardware
      y software en escala adecuada. Presuponer que surjan aplicaciones imprevistas
      y éstas se conviertan en ventajas competitivas.