Venezuela, o el error de Bush

    La mayoría de los argentinos, y de los latinoamericanos, tiene la percepción de que Hugo Chávez no es lo mejor que le ha pasado a Venezuela. Pero nadie duda de la legitimidad de su mandato presidencial. De ahí la reacción unánime e inmediata de condena al golpe de Estado. Lo mismo ocurrió en otras latitudes y en otros continentes.


    Con una notable excepción: el gobierno de George W. Bush en Estados Unidos, quien se apresuró a declarar que todo era culpa de Chávez, quien se lo había buscado con sus actitudes y políticas. Ni una palabra de condena para los que rompieron el orden constitucional, disolvieron la Asamblea Legislativa, destituyeron jueces y encarcelaron ministros y diputados. Más ridículo todavía, cuando Chávez volvió al poder le advirtieron que había que respetar el proceso constitucional.


    Más allá de entender la democracia según el particular gusto y conveniencia del gobierno estadounidense, fue algo realmente insensato. Conspiró contra la estabilidad en la región, que es lo que más necesita hoy Washington.


    La ilusión de los ´ 90 fue que las reformas económicas pro mercado terminarían con el populismo, los golpes militares y las dictaduras en América latina. Hubo en efecto ­con el famoso Consenso de Washington como mentor­ un sustancial proceso de transformación económica y política, aunque con menor éxito del esperado.


    Sin embargo, en 1995 ocurrió el desastre mexicano, que logró superarse con la ayuda inmediata y masiva del gobierno Clinton. El último desastre es la Argentina. Sin embargo, ni México en 1995, ni Brasil en 1999, ni la Argentina hoy, han desestabilizado la región políticamente.


    La democracia no lo hizo tan mal y resultó más robusta de lo que se suponía. Chávez puede ser populista, incompetente, pero su mandato es legítimo. Su retórica antinorteamericana es un fastidio para Washington, pero no una amenaza. La reacción de los demás países del continente, de unánime condena, demostró el error de Washington de alinearse con golpistas incompetentes. Lo peor es que Bush demostró que su gobierno está dispuesto a tolerar la quiebra de la legitimidad constitucional en el patio trasero en tanto le parezca conveniente a los intereses de Estados Unidos (que por cierto no resultaron nada favorecidos en este caso).