Las cartas de amor se comienzan sin saber lo que se va a decir, y se terminan sin saber lo que se ha dicho. Con esta cita de Jean-Jacques Rousseau, Alicia Misrahi introduce Cartas Ardientes, Escritos íntimos de sexo, amor y pasión, una selección epistolar de los más célebres escritores de la historia, publicada recientemente por la editorial Océano.
La antología se inicia con las misivas más desvergonzadas o subidas de tono, ordenadas en un ranking según su grado de originalidad y atrevimiento, como las cartas obscenas de James Joyce a su amada Nora, seguido de cerca por las palabras de Paul Eluard a Gala, cuando ella lo dejó para siempre por Salvador Dalí.
Tal vez por lo excesivamente explícito de este primer apartado, la mejor manera de acercarse a él sea remitirse directamente a las páginas del libro, donde asoma un James Joyce inspirado, anhelante, desvergonzado y, según muchos de sus lectores, hasta indecente y sucio.
A continuación sale a escena el viejo Henry Miller, que a los 87 años aún no había perdido sus mañas, como puede advertirse en este pasaje dedicado a Brenda Venus: “…Eres insaciable. Haces toda suerte de movimientos, y en ocasiones gestos que resultan absolutamente delirantes y obscenos. Has perdido la cabeza. Eres sexo y nada más que sexo…”.
Desde el amor y la entrega, hasta palabras henchidas por los celos, la selección no tiene desperdicio, y su relevancia histórica permite conocer facetas muchas veces desconocidas y ocultas de las mejores plumas de todos los tiempos, como este sugestivo final dedicado por Lord Byron a la condesa Teresa Guiccioli: “Dulcísimo bien mío, tiemblo escribiéndote, como temblaba cuando te veía, pero ahora con aquel suave pálpito. Tengo mil cosas que decirte, y no sé cómo decirlas, mil besos que mandarte y, ¡ay de mí!, ¡cuántos suspiros! Ámame, no como yo te amo, porque esto sería hacerte demasiado infeliz. Ámame, no como yo merezco, porque esto sería demasiado poco, sino como tu corazón te dicte. No dudes de mí. Soy y seré siempre tu más tierno amante. PS. ¡Cuánto más feliz que yo será este folio que dentro de pocos días estará en tus manos y quizás incluso lo lleves a tus labios! Con esta esperanza lo beso antes de que parta. Adiós, alma mía”.
Dividida en ocho capítulos agrupados con riguroso criterio, la selección incluye capítulos como Contar el sexo, en el cual saltan a la luz los secretos más íntimos entre Paul Sartre y Simone de Beauvoir, que describían con lujo de detalles cada una de sus conquistas. Entre líneas incluye la famosa carta del vizconde de Valmont (el mismo de Las amistades peligrosas), escrita sobre el cuerpo de su amante, mientras Dominantes, dominados y raros, rinde homenaje al marqués de Sade y Lewis Carroll, testificando la relación de este último con algunas de sus pupilas. Finalmente, el resto del material epistolar se divide en Entre hombres, Entre mujeres, Despechos, abandonos y adioses.
Como señala Misrahi, “son cartas que sirven para conocer mejor a los que las escribieron o las recibieron, que arrojan luz sobre las más vehementes pasiones humanas y que son el reflejo de historias no siempre felices. Son misivas que sirven para soñar, anhelar, sentir, gozar, jugar e incluso copiar para enviar a alguien muy especial”.