Hasta hace un tiempo se decía que la Ciudad de Buenos Aires era la excepción dentro de la Argentina, sin embargo en el último año la desocupación creció de 10 a 15% y se espera que en marzo emita un bono, ¿qué provocó esta repentina puesta al día con la situación nacional?
La Ciudad es un distrito de mucho peso en términos económicos, pero de ninguna manera es una excepción a la hora de sufrir los embates de una crisis profunda como la que se está viviendo. Buenos Aires tiene sobre sí una gran demanda que es, en parte, producto del conurbano.
Hay una gran demanda en materia de salud, de educación, de trabajo y de servicios sociales. Y nosotros enfrentamos la situación de crisis con decisiones fuertes, cambiando el eje de gobierno. Este tiene que consistir en ofrecer una fuerte contención social y en asegurar los servicios básicos que se prestan en la ciudad. Esto no es fácil cuando la recaudación cae un 45%. Estamos desarrollando esa política de gobierno, pero sabemos que dependemos de la macroeconomía.
La Ciudad no recibe coparticipación. Con una caída de la recaudación de alrededor de 40%, ¿cómo va a hacer para cumplir con sus obligaciones?
Tenemos una situación realmente desfavorable en relación a la Nación y las provincias. Aportamos mucho y no recibimos prácticamente nada. La Ciudad aporta 26 o 27% a la masa coparticipable. El único distrito que aporta más es la provincia de Buenos Aires, con 34%. Después vienen Córdoba y Santa Fe, con 8%. El resto de las provincias está muy lejos. A la hora de retirar, la provincia de Buenos Aires se lleva 23%, Córdoba y Santa Fe retiran más o menos lo que aportan y la Ciudad de Buenos Aires sólo obtiene una suma fija que equivale a 1%.
Esto quiere decir que lo que se aporta en la Ciudad se reparte en toda la Argentina, menos aquí. Nosotros nos sostenemos con nuestros propios recursos. La caída de la recaudación es un golpe tremendo para nosotros. Pero estamos tomando medidas para salir adelante: renegociamos los contratos con empresas concesionarias de servicios y redujimos los gastos de la administración pública, achicando estructuras y organismos fuera de nivel, cortamos drásticamente los viajes al exterior, los usos de celulares, redujimos a uno por área la flota de automóviles protocolares de la ciudad y también los salarios de funcionarios.
Hay un reclamo generalizado por un ajuste en la política, ¿es verdaderamente crucial reducir los gastos oficiales para combatir la crisis?
Lo que sucede es que reducir estructura puede provocar, en nuestro caso, un ahorro de 20 o 25 millones al año, pero en el mes de enero dejamos de recaudar 150 millones en relación a enero del 2001. En la Ciudad de Buenos Aires el tema pasa principalmente por la caída de la actividad económica. Desde hace 5 años, la ciudad tiene equilibro fiscal. Cuando cae la recaudación en 45%, cae fruto de la macroeconomía. Por eso no es cierto que la crisis obedezca a un tema de equilibrio de cuentas.
Cuando la recesión golpea, golpea brutalmente aún en el distrito que tiene las cuentas más ordenadas, donde tenemos el banco público más solvente y confiable de la Argentina, que es el Banco Ciudad.
Desde un distrito que tiene déficit cero, ¿considera que un ajuste como el que reclama el FMI puede contribuir a la salida del estancamiento económico?
Tiene que prevalecer la idea de que si no se hace rodar la rueda de la producción no hay salida posible. Si los grupos extranjeros o los organismos multilaterales quieren resolver los problemas de las inversiones extranjeras, la economía argentina no va a arrancar más. Si lo que se pretende es hacer un ajuste fiscal que ordene las cuentas sin definir las cuestiones de competitividad, la sociedad no lo va a tolerar.
Me parece que, así como en momentos de “bonanza” algunas empresas se llenaron los bolsillos de dólares gracias a ganancias que no lograban en ninguna otra parte del mundo, hoy es un momento para dejar de ganar tanto y ayudar a salir del estancamiento.
En 2001, la Ciudad dedicó cerca de mil millones, casi un tercio de su presupuesto, a Educación y otro tanto a Salud, ¿este año se manejarán cifras similares?
Sí. A pesar de la caída de la recaudación tenemos la obligación de sostener el sistema de salud y de educación. Somos la última pared en la que se sostiene la salud pública en la Argentina. Estamos dando respuesta a un tercio del país en materia de salud. Y tratamos de no perder de vista la educación pública dentro de las urgencias del dólar y el corralito. Si este año las clases no comienzan el 4 de marzo, no será por un conflicto de los docentes con la Ciudad, porque no lo hay.
Los cacerolazos se originaron en Buenos Aires, ¿cuál es su lectura del fenómeno?
La gente demostró que está viva, que quiere participar y no dejarse llevar por delante. Lo bueno es no quedarse en la demostración de la indignación y la bronca sino también proponer cambios. Nosotros participamos de un buen ejemplo, en la asamblea de San Telmo.
La instrucción que yo di a todos los funcionarios del gobierno es que hay que estar en la calle, aún cuando se liguen una cacerola por la cabeza. A raíz de esta intervención hemos abierto escuelas en San Telmo y otros barrios para que los chicos puedan ir a comer hasta que empiecen las clases. En ese caso, de la bronca se pasó a un hecho concreto. En algunos casos hay quienes buscan apropiarse de las asambleas barriales, orientándolas hacia sus objetivos políticos.
Uno de los reclamos más escuchados en los cacerolazos es “que se vayan todos”. ¿Usted se siente incluído en ese reclamo?
Yo tengo clara mi responsabilidad de gobierno, que dura hasta 2003. Puedo entender ese reclamo como una expresión de la indignación de la gente frente a la realidad, pero tampoco soy ingenuo y no creo que el país pueda salir adelante sin gobernantes. Hay quienes pretenden llevar a una situación de caos porque creen que cuanto peor se esté, mejor para ellos. Creo que la gente puede discriminar y decidir quienes actuaron bien y quienes no.
¿Considera que las cosas mejoraron o empeoraron con el cambio de gobierno?
La situación económica no mejoró ni va a mejorar por mucho tiempo. Tuvimos un vacío de poder muy grande en el gobierno, durante el último período de (Fernando) De La Rúa, y los recambios y la llegada de (Eduardo) Duhalde. Ahora ese vacío de poder no existe, más allá de que la gestión de Duhalde esté cubierta de errores y cosas criticables. Antes, a la situación económica pésima se le sumaba un vacío de poder y una situación de violencia social.
Ya se terminó de imprimir el porteño, el bono de la ciudad, ¿se va a utilizar?
Aunque no nos guste poner en circulación otra moneda, lamentablemente creo que se va a hacer porque la recaudación no tiende a subir. Nuestro plan era emitirlos y tenerlos a mano por si eran necesarios. Si se usan, se van a usar para pagar a proveedores. Estamos autorizados a usarlos para pagar sueldos, pero tratamos de no afectar a la gente más de lo que ya la ha afectado la situación.
Por otro lado, se va a entregar un subsidio en efectivo a jefes de familia desocupados, ¿a partir de cuándo y cómo se cobraría?
Eso viene de fondos que se reciben de la Nación. Son tres meses prorrogables hasta un año. En esto, con este gobierno nacional tuvimos primero una discusión porque nos habían dejado muy abajo y luego con el ministro Atanasof y la propia Chiche Duhalde logramos un acuerdo más o menos satisfactorio. Vamos a comenzar con 7.000 personas y queremos llegar hasta las 30.000. Lo bueno es que esto no se va a manejar de la forma tradicional, para mantener clientela política.
Si una persona cumple con los requisitos, va a recibir este salario. Si no entra, no entra. Hay que ser jefe de hogar, desocupado, con un año de residencia en la Ciudad de Buenos Aires y con hijos en edad escolar. Además, cada beneficiario tendrá la obligación de vacunar a sus hijos, de enviarlos a la escuela y de hacer algún trabajo a cambio del dinero, seguramente algo en las cercanías de su hogar para que no tenga que gastar en viajes.
¿Considera que esto provocará un comienzo de reactivación?
Si el gobierno le da doscientos pesos a un desocupado, esa persona va a gastar los doscientos pesos, no va a comprar dólares ni a ponerlos en una caja de seguridad. Esos son recursos que se inyectan al mercado.
¿Cuál es la posición de la Ciudad frente a la enorme licuación de deudas otorgada por el gobierno nacional?
Ese es uno de los cuestionamientos que hemos hecho a este gobierno. Lo cierto es que muchas empresas beneficiadas están en condiciones de afrontar sus pasivos sin que tengan que ser pagados por toda la sociedad.