Ricardo y Nicole se conocieron hace 13 años en San Telmo, al compás del dos por cuatro. Desde entonces, el arquitecto alemán y la diseñadora gráfica holandesa no paran de hacer giras por el mundo. Casi un centenar de ciudades conoce su espectáculo.
Según un estudio de la consultora Booz Allen & Hamilton, realizado para Tango City, el negocio internacional del tango mueve hoy US$ 170 millones anuales. La Argentina, cuna del género, se queda con algo menos de la mitad (US$ 78 millones por año). Pero también son respetables las cifras que exhiben Estados Unidos (US$ 39 millones), Alemania, Francia y Japón (con ingresos algo superiores a los US$ 10 millones cada uno). Los restaurantes temáticos, milongas y shows en vivo, las clases de tango, la discografía y el merchandising son los principales rubros del negocio.
Booz Allen & Hamilton estima que para el 2005 el mercado tanguero mundial podría movilizar US$ 400 millones. Pero la participación argentina se reducirá a 27% de la torta, con ingresos por unos US$ 108 millones. Aparentemente, el mercado argentino de tango, pequeño y sin una industria integrada verticalmente, ya dio todo lo que podía dar. Mientras en el mundo crece la facturación del entretenimiento vinculado con el tango, la mayor parte de los esfuerzos locales, públicos o privados, carece de sinergia y organicidad, y por eso quedan reducidos a intentos individuales o experiencias voluntaristas.
La he visto con otro
La fuerte penetración mundial del tango está, dicen los entendidos, sobradamente justificada. Es una música sensual y nostálgica, con lírica de admirable síntesis y cuidados arreglos que aprecian los públicos de buen gusto y los melómanos. Es un producto de nicho, con una jerarquía parecida a la del jazz entre los géneros musicales clásicos. “En el exterior, se lo ve como algo sofisticado. Lo aplaude gente que no habla castellano”, dice Miguel Angel Zotto, quien bailó en marzo frente a 7.000 personas en el Partenón griego y desde hace 13 años recorre el mundo con su compañía, Tangox2.
Este año se organizaron 29 festivales internacionales de tango. Y Estados Unidos es el mercado más dinámico para el género. En rigor, el fenómeno está siendo alimentado allí desde hace décadas. Rodolfo Valentino ya había bailado un tango en la película Los cuatro jinetes del Apocalipsis, en 1921. Vernon e Irene Castle desencadenaron la fiebre norteamericana del tango en 1913, cuando lo bailaron en una comedia musical y luego establecieron una academia, filmaron películas y hasta escribieron un manual de baile.
Pero fue Arthur Murray quien le dio el impulso fundamental. En 1925 instaló una academia de baile y se dedicó a enseñar a bailar por correspondencia con un método de su invención, que incluía diagramas dibujados de los pasos. Hoy funcionan en Estados Unidos unas 400 academias que llevan su nombre y usan su método.
El mercado norteamericano del tango se alimenta con medio millón de seguidores (entre fanáticos y consumidores ocasionales), según el estudio de la consultora. Esto ha atraído la mirada de muchos emprendedores. Es el caso del argentino Carlos Groppa, quien desde 1996 edita en Los Angeles cerca de 2.000 ejemplares de Tango Reporter, que factura “cinco largas cifras” y llega a cinco países a través de los locales de Tower Records. En este momento, Groppa gestiona la distribución con Blockbuster.
“Básicamente, allí se destina más presupuesto a la cultura y hay más dinero para consumir”, razona Ignacio Vaurchasky, contrabajista y productor del septeto con cantante El Arranque, una verdadera cooperativa de trabajo que va por su séptima gira internacional y tocará por segunda vez en abril con el ex pianista de Sting, Winston Marsalis, y la orquesta Lincoln Center de Nueva York. “En nuestro caso, la relación entre lo que se puede facturar en el país y en el exterior es de uno a cuatro.”
El interés por el tango también se advierte en las casas de música norteamericanas. “Además de incrementar gradualmente la variedad de discos de tango, la mayoría tiene áreas fijas de Gardel, Piazzolla y Pugliese. Y hay más CD de Gardel que de Caruso y Plácido Domingo juntos”, afirma Groppa.
Los discos que llegan al mercado norteamericano proceden, sobre todo, de Finlandia y España, otros países de Europa, e incluso Brasil; muy pocos son editados en la Argentina. Las grabaciones de tango mueven US$ 14,4 millones anuales en todo el mundo, y apenas 9% se genera en la Argentina. La razón reside en que las matrices de la época de oro del tango se vendieron a sellos europeos. Algunas obras poco conocidas de los maestros del tango sólo se consiguen en Europa, Estados Unidos o Japón.
Ultimo tango en París
En Europa hay cerca de un millón de consumidores permanentes de tango y milonga. La avanzada tanguera sobre el Viejo Mundo también la inició Carlos Gardel, con sus viajes a París. Francia se apropió de la música ciudadana porteña, que tiene allí una fuerte impronta y hasta su propio estilo, consumido por casi 200.000 personas. Astor Piazzolla, en los años ´70, fortaleció notablemente el fenómeno.
Pero el principal mercado europeo es Alemania. Allí, según Booz Allen, hay unos 250.000 consumidores habituales de tango. Sólo en Berlín se encuentran 50 tanguerías (dos veces más que en Buenos Aires). Italia, los países escandinavos, el Reino Unido, España, Austria y Rusia -y hasta Turquía- suman otros 250.000 consumidores europeos de elite, con bolsillos bien abastecidos.
Es legendario, por otra parte, el amor de Japón por el tango. La música ciudadana mueve allí US$ 10,2 millones anuales, básicamente en espectáculos en vivo y milongas. Los japoneses han desarrollado sus propias orquestas de tango, con figuras reconocidas, como el cellista Yo Yo Ma, autor de un famoso homenaje a Piazzolla. “Es muy probable que el negocio tanguero lo terminen desarrollando los japoneses, y que Tokio se convierta en la ciudad del tango. La buena noticia es que hay mucho por hacer”, dice Juan Fabbri, directivo de Tango City, que gerencia Tangocity. com y las señales TV Argentina y Sólo Tango.
Los residentes de Tokio pueden milonguear todas las noches. Hay allí algo más de 160.000 consumidores habituales y esporádicos de tango. En el resto de Asia, el fenómeno es menor, pero no deja de ser sorprendente: hay 32 casas de tango dispersas por Singapur, Corea, Hong Kong, Indonesia y hasta en Tailandia, que cobran un promedio US$ 80 por clases privadas. Tango Tang es un club de Hong Kong que se sustenta con cuotas anuales de US$ 200 y US$ 300 para promover el género entre decenas de fanáticos.
Decí, por Dios, que me has da´o
En la Argentina, el verdadero negocio tanguero está en los restaurantes temáticos, que mueven US$ 57,6 millones anuales. En Buenos Aires hay una veintena de esos salones de comidas, algunos producidos al mejor estilo de un show de Hollywood, con mucho brillo, luces y buen sonido. Señor Tango es uno de los mayores, con capacidad para 2.500 personas y un espectáculo de 40 artistas.
“Es el formato con mejores posibilidades en el mundo”, se entusiasma Juan Fabbri, presidente de la empresa de negocios temáticos Tango City, que proyecta exportar el negocio de comidas (ver recuadro). “Te empapás de tango durante las 24 horas: shows en vivo durante la cena y el almuerzo, hay venta de merchandising y hasta clases diurnas de tango”.
En junio, Fabbri abrió el restaurante temático Esquina Carlos Gardel junto a otros cuatro empresarios. El local tiene pantalla gigante, un clon de Carlos Gardel, parejas bailando el tango de salón y fotos del Zorzal hasta en la cocina. El cubierto de la cena show en el ex hotel donde trasnochaba el cantor puede valer entre $ 65 y 100. La idea, ahora, es replicar el modelo en París. Los atentados a las Torres Gemelas llevaron a la suspensión de otros dos desarrollos, en Miami y Nueva York.
Más allá de los restaurantes temáticos con sus espectáculos sensuales para turistas, Buenos Aires no produce mucho más. No ha logrado traducir el simbolismo tanguero en un negocio con perspectivas como Nueva Orleáns lo hizo con el jazz, ni tiene una corporación como Walt Disney que desarrolle toda la cadena de valor a partir de un concepto.
No hay en Buenos Aires un merchandising desarrollado como complemento de la actividad tanguera, ni diseño urbano (fuera de los clásicos barrios de La Boca y San Telmo), ni una empresa discográfica con fuerte impacto externo. Hay más de 50.000 letras de tango registradas, pero “aquí sólo se mueven las diez canciones anglosajonas de moda, existe competencia desleal y manejo monopólico”, argumenta el músico Litto Nebbia, quien lanzó unos 120 títulos de tango a través de su sello discográfico Melopea.
La mayoría de los músicos está obligada a la autogestión y decenas de grupos pululan por las milongas. La escasa industria existente gira en torno a clásicos como Piazzola, Gardel y Troilo, y el género no se renueva. “En Japón vendimos 4.000 discos y ahora los alemanes lo reeditaron para venderlo en Europa, pero aquí hay pocos canales de distribución y de difusión”, dice Vaurchasky.
Hoy por hoy, la idea predominante en el negocio tanguero argentino es acercar turistas al consumo. Daniel Trenner, presidente de International Tango Productions ha vendido algo más de 700 paquetes de shows de tango con viaje a Buenos Aires all included en los últimos cinco años (ver “Atracción turística”).
Según el estudio de Booz Allen, 55% de los ingresos en el sector temático proviene de los turistas, pero el negocio tiene sus bemoles. “El desarrollo no puede basarse en el flujo de turistas extranjeros”, comenta Maximiliano Postigo, gerente de Finanzas Corporativas de Ernst & Young (E&Y), que asesora varios proyectos de entretenimiento. “Varios locales de San Telmo terminaron cerrando por eso”.
Los turistas todavía son contemplados como la salvación de cada temporada, pero no se busca su fidelización. Aun se abusa de ellos, cobrando precios excesivos por productos de baja calidad. “Un turista que viene a Buenos Aires espera darse una panzada de tango cuando llega, y no es así”, argumenta el diputado aliancista Luis Brandoni, quien promueve un proyecto de ley de mecenazgo. “Hay una cierta miopía desde el punto de vista empresario como para generar un fenómeno multiplicador”.
Pero el mercado interno está lejos de poder funcionar como tabla salvadora del negocio. Como no hay una industria desarrollada del negocio tanguero, la oferta carece de atractivos. “Aún sobrevive el mito de que el tango sólo es para jubilados sin dinero y se utilizan clichés melancólicos que no permiten conquistar nuevos consumidores”, se queja Diego Yepes, quien gerencia la revista gratuita El Tangauta.
“El argentino es más un espectador que un partícipe: el mercado del tango para público interno no da para mucho más porque es chico y además no representa la personalidad nacional, porque un tucumano o un cordobés no se identifican con él”, dice Facundo Gómez Minujín, director de Arte BA y asesor de J. P. Morgan. “No hay espacio para desarrollar más la oferta, porque le falta el consumidor base, que es el argentino, y todos están pendientes del consumidor norteamericano.”
Según los empresarios del sector, en la Argentina debería existir
mayor comunicación guiada para que los consumidores internos y externos
accedan a la oferta completa de tango. Desde fileteado en el aeropuerto, convenios
entre privados y gobierno con líneas aéreas, merchandising
en los quioscos y una estética que haga respirar tango, a la ciudad
no debieran faltar. Pero faltan. El benchmarking de Buenos Aires no se
copió de París, la Ciudad Luz.
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“Los acordes del bandoneón no pasan de moda. El tango, un negocio que mueve millones”. La Nación, 16 de diciembre de 2001. http://www.lanacion.com.ar/01/12/16/dg_359655.asp “Un producto de exportación en alza. La ciudad quiere rentabilizar “Vino con sabor a tango“. “El tango y el fútbol, atracciones porteñas para los extranjeros”. “Exportación de tango”. El Cronista, 1º de agosto Tango Reporter. Revista para los amantes del tango. Tango City. Academia Nacional del Tango |
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