El viajero se sienta en una butaca que parece de clase turista, pero inmediatamente nota que sus rodillas no chocan con el asiento de enfrente, que puede reclinarlo mucho más, y que dispone de conexión para su computadora portátil. La compañía para la que trabaja ya no paga pasajes en business, pero los precios de la nueva clase son bastante parecidos a los de una coach.
Una cabina más adelante, una mujer de negocios extiende su cubículo hasta convertirlo en una cama, y se afloja la ropa sabiendo que una mampara similar a un abanico la protege de miradas indiscretas. No viaja en primera, sino en la nueva clase ejecutiva que British Airways bautizó Club World.
A mediados del año pasado, la aerolínea inglesa inició un programa de reconversión de sus aviones y terminales que concluirá a comienzos del 2003 y que demandará US$ 970 millones. El programa incluye la incorporación, para toda su flota, de una cuarta clase, denominada Worl Traveller Plus (un escalón intermedio entre turista y business), butacas que se convierten en camas en la categoría ejecutiva, el rediseño de interiores del Concorde, centros de atención a los viajeros y una terminal totalmente nueva en el aeropuerto JFK de Nueva York.
La inversión no se decidió improvisadamente. En 1996, British comenzó un profundo proceso de reorganización para ganar eficiencia y concentrarse en los segmentos más rentables de su operación. En el 2000, el éxito de la estrategia se materializó en ahorros por US$ 500 millones.
Los aviones que cubren la ruta Buenos Aires-Londres, serán remodelados a mediados del 2002, y los pasajeros que recorran ese tramo podrán gozar de las nuevas clases en octubre. Gavin Halliday, director comercial de la aerolínea para América latina, explica que la región aporta una porción muy pequeña de la facturación total de la compañía. “Pero el tamaño no importa, porque éste es un mercado muy competitivo, y la región es la de mayor crecimiento proyectado para los próximos años, debido a que tiene poblaciones muy grandes que necesitan conectarse con el resto del mundo”.
Adiós a la clase turista
Aun antes de la conmoción que produjeron en el sector de las compañías aereas los atentados del 11 de septiembre, ya se había iniciado una guerra de tarifas, que son recurrentes en la historia de la actividad. “El desafío de este negocio es dar más servicios por menos dinero”, dice Halliday. Como parte del arsenal utilizado para asumir el reto, cita la incorporación de sets de entretenimiento para el viajero, con películas, terminales individuales de video y juegos, además de shoppings en vuelo. “Cuesta creer que diez años atrás sólo se proyectaba una película para 300 pasajeros”, recuerda el ejecutivo.
Por otra parte, en los últimos dos años, la política de reducción de costos llegó a la mayoría de las empresas, que decidieron hacer viajar a sus ejecutivos en clase turista. Y no pocos de los que atravesaban el mundo en primera, tuvieron que conformarse con la business.
Esto fue lo que decidió a British a lanzar la cuarta cabina, una clase con tarifas similares a la económica, pero más cómoda. Los aviones remodelados muestran que el espacio dedicado a la clase turista está en vía de extinción: ha perdido la mitad de los asientos que antes tenía.
“La clase turista no va a desaparecer. Lo que queremos es limitar la dependencia de la compañía con respecto a esta cabina”, dice Halliday, quien argumenta que distintos clientes necesitan respuestas diferentes y la aparición de una nueva clase refleja las nuevas necesidades de los viajeros de negocios.
Por su parte, la renovada clase business se acerca a una primera, por la comodidad de sus asientos convertibles en camas, y el diseño del espacio que ocupa, que brinda intimidad y la sensación de estar en un living. Los asientos están agrupados de a pares, uno orientado hacia el frente y el otro hacia atrás del avión. Diseñados por la famosa casa Tangerine, cada asiento cuenta con un biombo individual que se puede abrir o cerrar a gusto del pasajero, y tienen asientos adicionales que permiten compartir una reunión de trabajo o placer, mientras se vuela a más de 10.000 metros de altura.