Peter Drucker, uno de los especialistas en management más escuchados en el mundo de los negocios, afirmó recientemente que ya no vale la pena seguir produciendo alimentos. Aun más, señaló que, si la Argentina va por ese camino, está condenada al fracaso.
Sin embargo, este sector es el único de la economía local que, en lo peor de la recesión, crece de la mano de una performance exportadora muy importante. Contrariando al gurú del management, este dato de la realidad logra convencer a muchos de que el sector debería ser la base para un proyecto de desarrollo económico.
“Se me hace difícil pensar en una estrategia que no parta del sector más competitivo que tiene el país”, dice Gonzalo Stefanell, representante en la Argentina del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA).
“Es obvio que el mundo se mueve hacia los servicios y que la gravitación del sector primario en el PBI está bajando, pero yo no veo cómo pueden salir adelante países como la Argentina, Uruguay o el mismo Brasil, si no se apoyan en su sector más competitivo.”
Un ejemplo de cómo se resuelve este dilema es el caso de Nueva Zelanda, que optó por definirse como un productor de alimentos para el mundo y mantiene una clara estrategia en esa línea, sostenida por una asociación entre el sector privado y el Estado. Naturalmente, una política así no debería abarcar sólo a los granos, sino a todo el sector de agroalimentos.
Precios en caída
Lo cierto es que se requiere una estrategia para resolver un cuello de botella muy complejo. En la última década, la producción de granos de la Argentina se duplicó, al pasar de alrededor de 30 millones de toneladas a los 70 millones previstos para esta campaña. El volumen de exportaciones creció en una porción similar.
Sin embargo, “las exportaciones de origen agropecuario, tomando tanto las primarias como las de manufacturas de origen agropecuario, cayeron en estos diez años de 72% a 55% del total, o sea, casi 20 puntos menos en una década”, advierte Mario Lattuada, un investigador del Conicet, especialista en el tema.
La razón es la disminución del precio de los commodities que conforman el grueso de las exportaciones agroalimentarias argentinas.
Los observadores analizan que la única forma de evitarlo sería agregar valor a las exportaciones. Pero esto choca con el problema del escalonamiento tarifario que utilizan los países para proteger sus mercados. A medida que los productos contienen mayor valor agregado, mayores son las trabas que suelen colocarse para proteger los mercados locales. Un caso muy significativo es el de China y su política para oleaginosas. El gobierno resolvió desarrollar una industria nacional del sector y por lo tanto dejó de comprar aceite; sólo importa poroto de soja sin elaborar.
“Hay que producir lo que se pueda vender. Claro que tendríamos que tratar de vender más procesados, pero eso ya viene atado a una cuestión de negociación internacional, y hay que analizar qué capacidad de negociación tenemos”, dice Stefanell. “De ahí la necesidad de mantener unido el Mercosur. En definitiva, creo que no es uno u otro (commodities o especialidades) sino ambos.”