El retador

    Cuando en 1999 Holderbank, ahora Holcim, adquirió y fusionó Corcemar y Juan Minetti, parecía que para el mercado cementero argentino ya estaba todo dicho. O casi todo. En realidad, faltaba saber cómo se distribuiría la torta con Loma Negra, líder de la plaza desde hace 70 años.


    Sin embargo, el momento elegido por el gigante suizo para concretar la unión no pareció haber sido el mejor: durante el 2000 la construcción cayó 18% y los despachos de cemento registraron un descenso de 15% con respecto a 1999. Otro tanto ocurrió con la industria hormigonera a raíz del congelamiento de la obra pública. Las ventas de hormigón elaborado mermaron 40% y, como si eso fuera poco, los precios también se redujeron 9%.


    En ese contexto, el ahora grupo Minetti mostró un balance con un botton line en rojo por $ 48 millones en el último ejercicio del siglo veinte. Paralelamente, Loma Negra vio caer estrepitosamente sus ganancias de $ 21 a $ 3,5 millones. Ambas se encontraron con que, además, alguien les comía su queso.


    En efecto, un tercero en discordia, Cementos Avellaneda, capturaba 16% del share, cuatro puntos más que en el ejercicio anterior, según los datos vertidos por la Asociación de Fabricantes de Cemento Portland (AFCP). Lo significativo es que desde la misma competencia se reconoce que el avance de esta firma no fue ocasional. “Es una empresa pequeña, pero muestra una participación creciente año tras año”, analiza Demetrio Brusco, director de Relaciones Institucionales de Minetti.


    También Jorge Heller, director de Cementos Avellaneda, explica la evolución de la empresa a través de la cronología. “Hace más de una década no llegábamos a 6% del mercado; hoy, según el mes, alcanzamos 18%. Dos años atrás no estábamos en la industria del hormigón; sin embargo, en la actualidad tenemos 20% del negocio”, detalla el ejecutivo de la firma cuya facturación consolidada fue de $ 134 millones durante el año que pasó.


    Lo cierto es que Cementos Avellaneda no es nueva en la plaza. Nació hace 75 años en Olavarría. A partir de 1980, pasó a formar parte del Grupo Internacional Cementero, una sociedad formada por las catalanas Corporación Uniland y CeMolins Internacional, ramificación del grupo Molins. La nueva gestión significó el traspaso de know how internacional y, sobre todo, un proceso de inversiones que superaron los $ 300 millones.


    Los nuevos dueños apostaron a la expansión. Adquirieron y modernizaron la planta El Gigante, en San Luis, con el objetivo de atender al mercado cuyano. En 1996 compraron por medio de la filial argentina la Corporación Uruguaya de Cemento Portland, la cual ingresó en 1999 al segmento del hormigón mediante la adquisición de otras plantas. Desde hace un año la empresa oriental responde directamente a la casa matriz.


    Una apuesta a largo plazo


    Cementos Avellaneda también incluye en su portafolio al negocio de la cal, cuya producción declaran liderar en la Argentina con el despacho de 240.000 toneladas anuales. Pero, no conformes con su parte, los catalanes van por más.


    A mediados del año pasado anunciaron inversiones por $ 75 millones para reemplazar su planta de San Jacinto, en Olavarría. Según informan, las nuevas instalaciones comenzarán a funcionar durante este segundo semestre de 2001, con una capacidad instalada de 3.000 toneladas diarias, lo que representa un volumen 43% mayor al actual, de acuerdo con los datos de la AFCP. Para tener en cuenta: sólo ese incremento equivale a 10% del consumo interno de cemento que se produjo durante el año 2000.


    “Este desembolso se realiza en el marco de un plan de inversiones a cinco años”, estima Heller. “También están previstos una nueva planta de homogeneización y un nuevo molino que significarán inversiones por $ 10 millones más en tres años”, completa.


    Para los directivos de la sociedad catalana, la Argentina debería tener una demanda anual entre 350 y 450 kilogramos de cemento por habitante. Pero, de acuerdo con los datos de la AFCP, los despachos al mercado nacional no alcanzan a los 200 kilos per cápita, menos que los registrados en Chile, Brasil o México. “El consumo argentino está muy por debajo de lo que correspondería por su PBI”, asegura Heller.


    No obstante estas cifras, la empresa tiene expectativas a largo plazo, lo que en parte explica las inversiones, tanto realizadas como proyectadas. Además, a la hora de las decisiones, en Cementos Avellaneda tienen en cuenta el ritmo propio del sector en el que se desempeñan. Según razonan, el cemento es un commodity con una demanda muy sensible al precio y, en ese marco, las diferencias de productividad pueden ser definitorias en la disputa por el mercado. “La inversión es una apuesta tecnológica. En la industria del cemento el que no invierte, muere”, subraya el director de la firma.


    Este razonamiento fue ­es­ compartido por otras empresas de este segmento que comenzaron a realizar fuertes inversiones promediando los ´90, cuando las proyecciones presentaban una duplicación del consumo para el fin de siglo. Sin embargo, la recesión las dejó en posición adelantada. Hoy, la capacidad instalada es excesiva ya que, según informa la Asociación de Fabricantes, la infraestructura existente puede producir 14,5 millones de toneladas, pero el mercado registra una demanda de sólo 6 millones.


    Aunque algunos especialistas ponen en duda las cifras vertidas por la entidad (según dicen, estos números no tendrían en cuenta las plantas retiradas de la actividad), los expertos coinciden en que deberán pasar muchos años hasta que la producción se equipare con la oferta. “El sector crece dos puntos por cada uno del PBI”, explica Raúl Hermida, presidente del Instituto de Investigaciones Económicas de la Bolsa de Comercio de Córdoba. “Se necesitaría que la Argentina crezca diez años seguidos 5% para que la industria evolucione 50%”, profundiza, no sin cierto escepticismo.


    Más allá de las estimaciones, lo cierto es que el primer trimestre del 2001 mostró un volumen de producción 9% inferior al año anterior. Los costos financieros y de amortización de las obras, en un marco con un cash flow reducido, terminaron traduciéndose en magros o malos resultados.


    Clientes con respuestas


    “Las empresas van a rivalizar por todos los medios cada punto del share y se van a posicionar las que muestren mayor eficiencia”, analiza Raúl Hermida, desde el Instituto de Investigaciones Económicas.


    En ese sentido, la empresa retadora tiene algo más que un crecimiento relativo en el mercado. Obtuvo 10% de rentabilidad contra 1% de Loma Negra y el rojo del grupo Minetti. Su productividad evolucionó durante la década pasada de producir 1.000 toneladas por empleado, a 15.000. Medida en facturación, la productividad es la mejor del mercado: $ 181.000 por empleado, superando a Loma Negra, $ 134.000, y Minetti, $ 164.000.


    “No es una empresa agresiva en sus ofertas, pero sí es ágil. Pueden tener listos los pedidos en 24 horas de manera real y no teórica”, apuntan en la gerencia de compras de Benito Roggio, coincidiendo con otras constructoras consultadas y con la misma empresa que, de hecho, se jacta por el contacto que establecen con sus clientes. “Tenemos 2.000 cuentas que atendemos directamente”, asegura Jorge Heller. “La mayoría de nuestros clientes tiene trato con el directorio y los máximos gerentes comerciales de la firma. Es una forma de mantener la fidelidad”, remata el directivo.