Gran La Plata
Lo que el viento se llevó
A fines de la década de 1980, los grupos ambientalistas de La Plata, Berisso y Ensenada tenían mucho trabajo. Sus críticas apuntaban al polo petroquímico que allí se asienta, particularmente a la destilería de YPF, en la zona del puerto de la capital provincial. Por entonces, algo más de 5.000 personas trabajaban en la refinación del crudo y cuando el viento soplaba desde el río, los habitantes de las ciudades costeras se quejaban por la invasión de olores nauseabundos.
La producción llegaba a sumar 27.000 metros cúbicos por día. Y cuando el viento no soplaba, era el río el que se quejaba por los derrames de petróleo.
En esos tiempos, alrededor de las destilerías florecían otras industrias, una flota de buques petroleros estatales, el astillero Río Santiago, con 2.600 empleados (uno de los últimos armadores integrales, en el que se fabricaban desde el casco hasta el motor), y un taller ferroviario que en sus mejores momentos contaba con un plantel de 1.400 trabajadores.
Pero cuando las reformas estructurales del Estado se hicieron sentir en esa parte de la ribera sur, y se privatizó YPF, sólo quedaron 600 empleados en la destilería, que bajó su producción a 6.000 metros cúbicos diarios.
Berisso y Ensenada padecieron, desde entonces, una sobreoferta de noveles remiseros y quiosqueros. Y los ambientalistas comenzaron a ser menos requeridos ya que, con la baja de producción, el impacto de los olores perdió su constancia.
En el partido de La Plata, unos 3.000 retiros voluntarios se tradujeron en 3.500 aperturas de nuevos establecimientos comerciales durante 1992, exactamente el doble de los que se habían registrado el año anterior. Claro que en ese mismo año las bajas sumaron 4.300, cuando en 1991 no habían superado las 700.
Vías muertas
También languidecen los talleres ferroviarios del Gran La Plata. Sin nuevas vías que emplazar, sólo se asoma, de vez en cuando, un guardia que procura impedir que alguien se lleve las pesadas máquinas que acumulan herrumbre en la oscuridad.
Astilleros Río Santiago no tiene mejor suerte. De los 2.600 empleados que tenía en 1990 quedan sólo 1.800. El gobierno provincial no consigue contratos para la fabricación de buques. De hecho, “el astillero exhibe el triste promedio de construcción de un buque cada ocho años y medio”, se lamenta Angel Cadelli, al mando de la delegación local de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE).
Al igual que los de Aerolíneas Argentinas, los empleados de Astilleros Río Santiago tienen un plan para reactivar las maquinarias de la factoría de buques. Encargaron un estudio de mercado en el que detectaron que el negocio de los fletes mueve en la Argentina algo más de US$ 3.500 millones al año y que hay 25 empresas con 75 barcos que practican derroteros de cabotaje e internacionales que necesitan renovar su flota.
Mientras tanto, las maquinarias del astillero son utilizadas para otros menesteres, como la fabricación de las vigas de un nuevo estadio cerrado que se está construyendo en La Plata, o la reparación de la caída cruz de la Catedral de Luján.
Frente al astillero, se recorta en el horizonte la silueta de lo que fuera el Frigorífico Swift. A mediados de siglo, por la cercana calle Nueva York, de Berisso, circulaba más gente que la que transita hoy por la porteña Florida. Las ruinas del frigorífico albergan a una decena de pequeñas y medianas empresas que aprovecharon la designación de ese lugar, por parte del gobierno municipal, como el Polígono Industrial de Berisso. Pero en él no trabajan más de 200 empleados, la mayoría de ellos hijos de los 5.000 obreros de Swift, quienes se consuelan pensando que, cuando sopla el viento del sudeste, el agua llega al cuello, pero no ahoga la esperanza.
Ruta 2
La rotonda de McDonald´s
Los primeros kilómetros de la Ruta 2 están flanqueados por galpones industriales. Si se conduce por el carril que va a Mar del Plata, a la izquierda se encuentra el complejo que utilizaba Sevel cuando fabricaba los automóviles Fiat, y a la derecha, laboratorios que solían cambiar de nombre periódicamente, por razones fiscales.
Cuando la automotriz de los Macri dejó de tener el apoyo de los italianos, sus 2.500 empleados se quedaron en el medio de la ruta sin mucho que hacer. El complejo se transformó en un parque industrial privado y uno de sus primeros clientes fue la autopartista Diasa, que cerró hace poco más de un año. Eso sí, el parque industrial viró a centro de logística y el courier holandés TNT se hizo un espacio.
Algo por el estilo ocurrió unos kilómetros antes de llegar a la Ruta 2, sobre la continuación del camino Calchaquí, en lo que fue la planta de Pepsi, en el partido de Florencio Varela, ocupada ahora por la firma AdeA, que deposita allí los archivos que le encomiendan otras empresas.
El corredor de la Ruta 2 es, a su modo, una vitrina de los tiempos que corren: los servicios han desplazado a las industrias.
La prueba está en el lugar donde empieza la ruta, la rotonda Juan María Gutiérrez, tradicionalmente conocida como la rotonda de Alpargatas, en referencia a la fábrica lindera, que ahora está cerrada.
Pero así como la economía cambia, también se transforman los íconos del lugar. Sobre la rotonda pasa ahora un puente que une a la autopista Dardo Rocha con la Ruta 2 y que oculta en parte los carteles de la legendaria factoría de zapatillas. Es por eso que las nuevas generaciones de habitantes de ese espacio que se parece a una triple frontera, porque linda con los partidos de Berazategui, Florencio Varela y La Plata, no tienen esperanzas de insertarse, como sus mayores, en la fábrica, sino en el restaurante McDonald´s que domina, con sus arcos dorados, todo el horizonte.