“El diseño ha dejado de ser una variable de la que se puede prescindir. Crear y mantener una imagen fuerte y memorable hoy es fundamental en toda estrategia comercial”, afirma Lorenzo Shakespear. Primogénito de Ronald, el fundador, comparte con sus hermanos Juan y Bárbara el trabajo cotidiano de un estudio que cumple 40 años y los celebra con una muestra en el Museo Nacional de Bellas Artes.
Más allá de que la invitación a ocupar ese ámbito habla de la estatura del trabajo realizado en estas cuatro décadas, la exposición “es muy interesante porque, sacado de contexto, el objeto marcario se resignifica”, comenta Shakespear.
La generación joven ocupa un lugar prominente en el desarrollo de la empresa. “Juan se ocupa de los objetos, el área 3D (señales, mobiliario urbano), Bárbara está a cargo de la arquitectura empresaria, y yo me dedico a la identidad corporativa, diseño editorial, packaging y Web”, cuenta Lorenzo Shakespear, quien aclara que su padre “sigue ocupando el lugar del capitán que define el rumbo general”.
Desde su perspectiva, “las estrategias de identidad de alta exposición a nivel mundial, regional y local, convierten al diseño en una herramienta decisiva del management y lo asocian directamente con los resultados”.
“A la mayoría de las empresas le resulta cada día más difícil diferenciarse de su competencia a través de recursos como innovación, disponibilidad o precio. Conscientes de la incidencia del diseño en sus negocios, están tomando el control del componente visual de sus acciones comerciales.”
Trajes a medida
Shakespear tiene muy claro que una identidad se construye: “Es el producto de una serie de operaciones calculadas, una decisión, una producción estratégica y, en gran medida, un efecto visual. Como comunica la razón de ser, la filosofía y los objetivos de una compañía a los sectores claves clientes, empleados, accionistas, inversores, se constituye además en la interacción, en el diálogo. Por eso es fundamental que la empresa conozca a sus interlocutores, sepa cómo es percibida y qué se espera de ella”.
Ese conocimiento de los clientes o del target al que apuntan las empresas que acuden al estudio resulta crucial para trabajar sobre su identidad: “Arranca con algo tan elemental como el manejo de los códigos visuales: no tiene nada que ver el de ¡Uyuyuy! (un proveedor gratuito de Internet) con el de Mercedes Benz”, señala Shakespear.
En este punto, el joven diseñador expresa sus dudas sobre la superioridad de algunos grandes estudios internacionales: “Muchas veces se imponen más por su background de negocios, ya que tienen detrás el peso de enormes grupos de comunicación. Nosotros somos un grupo de profesionales que manejan los temas de negocios. Y seguimos creyendo que lo que hacemos son trajes a medida porque es lo que corresponde, y también en el trato uno a uno. Hubo un momento en que habíamos crecido demasiado, ya no podíamos atender personalmente a nuestros clientes, y allí volvimos a lo básico. A ser una empresa de familia”.
El estudio tampoco se deja seducir por el mero encanto de la estética. “Diseño Shakespear interviene estratégicamente en las necesidades relacionadas con la identidad visual a partir de una premisa clara: la verdadera medida del éxito de cualquier trabajo de diseño no es su presunto valor estético, sino su capacidad de incidir en la audiencia para la que fue concebido”.
Cambiar con inteligencia
Una vez que se ha construido una identidad visual, la oportunidad de hacer un rediseño styling es algo que requiere más de una reflexión, no sólo en cuanto a su aspecto formal o pertinencia. “Cómo se comunica el cambio a la audiencia, cómo se implementa y, especialmente, cómo se mantiene en el tiempo constituyen etapas cruciales”, afirma Shakespear. “En la mayoría de los casos, el cambio debe ser comunicado claramente como una expresión de orden, como una brisa de aire fresco, como si la empresa estuviera aclarando su voz“.
Claro que el peligro latente es que la brisa termine convirtiéndose en un tornado que erosione o incluso transforme en escombros la identidad que quizá llevó tanto esfuerzo construir. “Por supuesto, hay que estar muy atento al peso específico: a mayor peso de marca, mayor lentitud en el cambio”, advierte Shakespear. “En esos casos hay que trabajar en procesos de mutación paulatina. Y tener muy en cuenta que el área más peligrosa para los cambios es la del packaging. De todas maneras, cuando las cosas se hacen bien, al resignificar su identidad visual, renovada y ordenada, una empresa tiene la inusual oportunidad de explicar otra vez cuál es su misión, de dónde viene, adónde va y cómo va a llegar allí”.
Otra situación de alto riesgo, en su opinión, es la carencia de un plan maestro previo a cualquier tipo de comunicación. “En esos casos, la producción de material de comunicación institucional provoca una imagen fragmentada, potencialmente contradictoria y generadora de confusión”.
A punto de instalar la producción de cuatro décadas de un estudio que amaga transformarse en dinastía en el marco del Museo Nacional de Bellas Artes, el joven Shakespear sintetiza la relevancia de su trabajo: “La ruta más efectiva hoy para diferenciarse y segmentarse, es adquirir preeminencia en el escenario urbano, edificar una reputación a través de la marca y agregar valor mediante un buen uso de ella”.
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