De Gaturro a Gaterra

    “Ya me siento una especie de cafishio; vivo de los gatos”, bromea Cristian Dzwonik (Nik, para el público que sigue cotidianamente sus piezas humorísticas). Su oficina abunda en ejemplares felinos confeccionados con los materiales más diversos ­madera, cerámica, plástico­, que reproducen la imagen de su criatura más conocida: Gaturro, el minino presidencial que acompaña con sus comentarios lapidarios a Carlos Menem, Fernando de la Rúa y otros políticos desde las páginas del diario La Nación.


    Las creaciones de Nik circulan también por el mundo empresario. “Algunas compañías quieren darle otra impronta al house organ, a la folletería destinada a los clientes, a la página Web, y recurren al humor de la misma manera que se lo utiliza en los medios de comunicación masiva, para aligerar la realidad cotidiana”, explica.


    Nik admite que el humor está firmemente instalado en la publicidad, “pero sólo se utiliza mucho, quizá demasiado, en la televisión; no en la gráfica. Por eso las empresas recurren a veces a humoristas gráficos para comunicar un producto. Pero también lo usan si tienen que plantearles a sus empleados conceptos difíciles o que difícilmente se registran si se anuncian con los típicos cartelitos del tipo hay que ahorrar papel. Entonces utilizan el dibujo, el humor, para capturar la atención y hacer llegar el concepto”.


    Pequeñas venganzas


    Cuando se le plantea que, si se trata de aligerar la realidad, sus chistes no pueden caracterizarse, precisamente, como livianos, Nik explica: “El humor aliviana en el sentido de que es una válvula de escape, se trata de buscarle a la mala noticia un costado positivo, que es reírse. El chiste es la pequeña venganza; se ríen tanto de nosotros que nos reímos un poquito de ellos. El humor siempre es crítico, en contra de algo, no puede haber humor a favor”.


    ¿Cómo se puede hacer humor a favor de una empresa, entonces? “Es que no hace falta”, argumenta. “Es posible comunicar una idea con humor a través del ejemplo contrario: si la empresa quiere que el personal produzca más, se puede hacer un chiste donde estén todos tirados, derrochando, y plantear esto, no. Queda claro que siempre que uno hace humor en contra de algo o de alguien, otro algo o alguien se está beneficiando”.


    En ese circuito de comunicaciones internas, el interrogante latente es si existe el humor de ida y vuelta, si el management tiene la cabeza abierta como para recibir devoluciones en el mismo tono. “Digamos que todavía no tienen tanto sentido del humor”, replica Nik con ironía; “por ahora son mensajes de arriba hacia abajo”.


    En la relación con los clientes, el humorista destaca el ejemplo del portal Terra. “Ahí tenemos a Gaterra, que en vez de reírse de los políticos se ríe del usuario Web, de los que se pasan horas y horas chateando ­que debe ser un público similar al que mira Gran Hermano­, de las toneladas de mails basura que llegan por día. Ya hace un año y medio que trabajo para Terra, y he descubierto que los problemas que uno tiene en Internet son los mismos del mundo real sólo que con una pantalla adelante; por eso se pueden hacer todos los chistes de la vida cotidiana, pero traducidos al ciberespacio”.


    Humor en una licuadora


    A los 31 años, Nik es un veterano de su oficio: empezó a los 14, cuando publicó su primer chiste en la revista Patoruzú, y a los 22 ya estaba trabajando en La Nación. Reconoce que evita temas como la muerte (“para eso ya está el humor negro”) y aspectos de la vida privada (“no en el caso de Shakira o la Bolocco, quienes ya forman parte de la cosa pública”), y que su personaje estrella ­Gaturro­ difícilmente se meta en el mundo empresario: “Trato de preservar su identidad, su discurso; si alguna marca lo quiere, tendría que ser para transmitir una idea que no contradiga su personalidad, su vocabulario. No va a salir con un cartel que diga tome Cocucha efervescente… Pero me piden algo así como submarcas, como el caso de Gaterra”.


    De todas maneras, como cualquier personaje estelar con vida propia, Gaturro es el protagonista de un proyecto de merchandising que abarca desde carpetas escolares hasta agendas para ejecutivos.


    Abundan, de todos modos, los rivales de Gaturro en el reino animal. “Para el 110 (el número de informaciones de Telefónica) hicimos un perrito cuyas orejas son los dos unos y la nariz el cero; muchas veces se elige tener una mascota propia en vez de tomar una conocida”.


    Nik no duda a la hora de explicar por qué decidió ingresar al territorio de los negocios (más allá del dinero): “Hoy por hoy, como están las cosas en el país, hacer humor de actualidad es muy fácil. La comunicación empresaria en cambio, es un desafío, porque se trata de algo más complicado. Después de haber hecho humor con una percha o una licuadora, es posible hacer cualquier cosa”.