Oscar Lescano elige la franqueza y reconoce que la gente ya no cree en los dirigentes gremiales, aunque sí en las organizaciones que ellos conducen. Y a continuación, en una simplificación tal vez exagerada, define así lo que va de ayer a hoy en el sindicalismo argentino: “Antes a los dirigentes gremiales los mataban. El capitalismo pagaba a los mercenarios que mataban a los Rucci, los Vandor, los Alonso. Cuando alguno molestaba, desaparecía. Entonces, los que asumían venían asustados. Ahora el capital está más evolucionado: te destruye políticamente”.
Lescano es quien lidera el gremio de Luz y Fuerza, cuyo poder sigue siendo importante aunque su número de afiliados cayó una quinta parte en los últimos 20 años, particularmente desde las privatizaciones operadas durante los años de Carlos Menem. Supo conducir la CGT y tiene una crítica visión del papel que está cumpliendo en la actualidad el sindicalismo vernáculo en este marco de mundo globalizado y la Argentina en recesión. No es el único: según encuestas coincidentes, los dirigentes del sector arañan sólo por excepción cifras de dos dígitos cuando se mide credibilidad, y esto se exacerba toda vez que las diversas líneas pujan por mayores cuotas de poder.
Las aguas circulan hoy entre esas márgenes: son dos los sectores que se disputan la conducción del sindicalismo peronista agrupado en la CGT; hay una tercera central que proclama independencia política y virulencia opositora; y una línea ajena a unos y otros que encarna la resistencia al sistema desde la izquierda histórica. En algunos puntos o en ciertas acciones confluyen, aunque desde posturas por lo general inconciliables.
En síntesis:
- La CGT denominada oficialista, que encabeza Rodolfo Daer (Alimentación)
reúne a los principales peso pesado del sindicalismo contemporáneo,
no casualmente denominados “gordos”: Armando Cavalieri (Comercio), Carlos
West Ocampo (Sanidad), Luis Barrionuevo (Gastronómicos), Oscar Lescano
(Luz y Fuerza), Juan José Zanola (Bancarios) y otros. Aunque sostiene
que la postura de diálogo con el gobierno de la Alianza como
lo hizo también con el de Menem debe ser el sustento de la política
a seguir, recurre al paro general como instrumento de presión. Se opone
a todo intento por modificar el sistema vigente de representatividad sindical
y se niega de manera terminante a una agremiación menos regulada, como
lo plantea desde hace años la Organización Internacional del
Trabajo y como lo pretenden el Gobierno y algunos sectores gremiales. En materia
de obras sociales se resiste a la desregulación, aunque casi todos
sus gremios han acordado ya con empresas prepagas la continuidad de los servicios. - La CGT llamada disidente es capitaneada por el camionero Hugo Moyano, un
dirigente combativo que en los ´90 participó en la creación
del Movimiento de los Trabajadores Argentinos (MTA) para oponerse a la conducción
cercana al (o embarcada en el) menemismo. Lo acompañan el mecánico
José Rodríguez, Juan Manuel Palacios (colectiveros y personal
de subterráneos), el cervecero Saúl Ubaldini y otros. Además,
cuenta con el respaldo de Lorenzo Miguel, el histórico dirigente metalúrgico,
y circunstanciales apoyos va y viene entre ambas centrales de
Gerardo Martínez (construcción). No difiere mayormente de la
otra CGT en materia de leyes sindicales, y tampoco en lo referente a las obras
sociales. Sí en cuanto a la postura frente al Gobierno, al cual somete
desde su asunción a una fuerte presión traducida en paros, actos,
movilizaciones y fuertes declaraciones de sus dirigentes. - La Central de los Trabajadores Argentinos (CTA) es la continuidad del Congreso
de los Trabajadores Argentinos que nació del portazo con el que se
despidió de la CGT un conjunto de gremios independientes liderado por
el estatal Víctor De Gennaro, cuyos principales socios son los docentes
(Ctera, Suteba), los judiciales y la Mesa Coordinadora de Jubilados, además
de gremios de menor densidad pero de fuerte presencia regional, como los obreros
de la fruta en Río Negro, la UOM de Villa Constitución o los
periodistas de Buenos Aires. Su postura frente a las dos centrales es crítica,
aunque ocasionalmente opera en coincidencia con la CGT de Moyano. Propicia
reformas a la ley sindical en sintonía con lo planteado por la OIT
y ve con simpatía buena parte del proyecto del Gobierno. No apoya la
desregulación de obras sociales. - La Corriente Clasista y Combativa reconoce como principal referente al
líder de los municipales jujeños, Carlos Perro Santillán,
un dirigente maoísta que saltó a la fama a mediados de los ´90,
y con más presencia tras la Marcha Federal realizada contra la política
de Menem en el ´97. La CCC no cuenta con gremios poderosos en el plano nacional,
pero sí con una gimnasia que le permite actuar en cortes de rutas,
manifestaciones lugareñas y otras protestas de sectores sociales marginados.
Sus camaradas de ruta más destacados son el movimiento de jubilados
que conduce Raúl Castells, Edgardo Quiroga, de la CGT-San Lorenzo,
Luis Garcilazo, de la CGT-Chaco, y ex dirigentes desencantados de la izquierda
partidaria. Sus posturas suelen coincidir en lo operativo con la CGT-Moyano
y con la CTA, aunque con un rasgo distintivo: no pretenden una nueva ley sindical
ni fundan sus virulentas posturas en las obras sociales; su objetivo sigue
siendo la lucha de clases y el cambio del sistema.
Para quienes han observado la ruta del sindicalismo argentino en los últimos 30 años, sólo una cuestión de matices y de tiempos históricos parece haber determinado algunas diferencias: con diversas denominaciones, siempre fueron cuatro las líneas gruesas de la acción político-gremial: participacionista, negociadora, combativa y clasista. En ese orden, habría que colocar a las actuales, descriptas más arriba.
Arturo Fernández es investigador del Centro de Estudios e Investigadores Laborales del Conicet y docente universitario. Confirma que ya antes del Cordobazo un punto de inflexión de imprescindible cita cuando se habla de acción político-gremial “había todo un proceso de conformación de cuatro corrientes, aun dentro de la CGT única”. Según Fernández, el sindicalismo peronista agrupado en ambas CGT, con más amplia capacidad de negociación y presión, hasta ahora está en crisis porque no ha logrado aun operar en el actual marco derivado del achicamiento sufrido por el Estado en las últimas décadas, particularmente durante los ´90: “Este modelo sindical está agotándose, porque se basa en la idea de un Estado que puede actuar a favor de los trabajadores, cuando la realidad es que todos los estados del mundo en particular los de los países emergentes, con grandes problemas de desarrollo están hoy sumamente sometidos a los grandes poderes económicos”. De tal modo, opina, los fundamentos elaborados a partir del cobijo que les dio Perón a los sindicatos ya no existen, y por lo tanto “el sindicalismo tiene que plantearse nuevos objetivos, nuevas formas de organización, aceptando que el Estado no volverá a actuar en su favor y que en el mejor de los casos va a ser un actor neutral en las relaciones profesionales”. En cuanto a la otra central, la CTA, Fernández considera que caracteriza con acierto la actual situación, y que su objetivo de máxima es constituir un movimiento político similar al encarnado por el Partido Trabalhista (PT) brasileño, capaz de constituirse en alternativa de poder y, desde el gobierno, procurar una mejora en las condiciones sociales de sus representados.
¿Cómo se traducen estas diversas posturas en la relación de los sindicatos con el Gobierno? La ministra de Trabajo, Patricia Bullrich, considera que se trata de una convivencia “difícil”, con “algunos momentos buenos y otros malos”, porque “en general los cambios producen crisis y las centrales sindicales les tienen mucho miedo”. Bullrich completa señalando que el Gobierno “necesita realizar muchos de esos cambios porque no puede quedarse atrás en el proceso de transformaciones que se da en el mundo”.
Juan Carlos Schmid, prosecretario gremial de la CGT disidente y titular del gremio de Dragado y Balizamiento, señala: “Estos años de laboratorio social y económico han terminado quebrando la solidaridad dentro del campo sindical y en el país en general”. Y apunta a la central que encabeza Rodolfo Daer: “El estilo que ha signado a la CGT es la creencia de que simplemente preservando cierta estructura y cierto ámbito de negociación se pueden arreglar las cosas, pero hay que tener coraje y vocación para confrontar directamente con este estado de situación”. Schmid alerta, citando a Moyano: “Nosotros somos los que nacemos, vivimos y morimos en este país; no nos podemos ir, y por lo tanto o cambiamos esto o vamos a una situación potencialmente peligrosa para los límites de la democracia. Ha habido sucesos durísimos en los últimos tiempos, que han prendido una luz amarilla muertos, confrontaciones con piquetes, y si no se hace algo, tarde o temprano habrá una explosión como en Salta o en la Patagonia”.
Para la Corriente Clasista y Combativa, esto parece un camino inevitable. “La CCC explica el dirigente rural Amancay Ardura, coordinador de la mesa federal de la agrupación no fue el motor de los levantamientos populares de desocupados en las provincias, sino que tuvo el acierto de investigarlos y captar lo que los políticos negaban: el hambre de la masa empobrecida”. La línea que lidera el jujeño Santillán incorpora un concepto propio de estos tiempos: los desocupados no son marginales sino trabajadores en situación de paro obligado y, por lo tanto, su presencia activa en los cortes de rutas y protestas callejeras reemplaza como formato de lucha lo que otrora fueran las huelgas sectoriales y las tomas de fábricas. Una novedad que este sector que sigue reivindicando el Cordobazo pero niega estar anclado en el pasado suma a otra: según cuáles sean los motivos, acepta compartir acciones con al menos dos de los otros sectores, la CGT-Moyano y la CTA, aunque en menor medida con ésta porque define Ardura “no luchó contra la quita salarial y aspiraba a ser una central oficialista”. Por cierto, al Gobierno le inquietan las posturas ultraístas de la CCC, pero minimiza su envergadura institucional: “En general sintetiza Bullrich tiene un sistema de movilizaciones agresivas pero no una amplia participación gremial”. Sin embargo, es claro que al Gobierno le preocupan los episodios en los que la CCC y la CTA siguen confluyendo al cortar rutas y calles, y aquellos en los cuales Santillán y Moyano comparten la virulencia verbal desde tribunas comunes.
La CGT oficial, por su parte, observa este devenir como una suerte de erupción juvenil que ya pasará, y mantiene las posturas que les han dado a sus dirigentes un poder y un estatus social que nunca imaginaron sus antecesores más destacados. Mantiene, sin embargo, el discurso histórico del peronismo gremial: “Nosotros nos dimos cuenta de que la globalización económica, si no tiene inserta una carta orgánica que incluya la justicia social, sólo sirve a los poderosos introduce Oscar Lescano. Yo creo que la única forma de enfrentarlos es ponerse firmes, pero con propuestas que el capitalismo pueda aceptar para que los argentinos vayamos creciendo despacito, con sacrificio”.
Las posturas de una y otra conducción cegetista parecen inconciliables, pero ambas aceptan que hay entre ellos separación, aunque no divorcio: “Deberíamos juntarnos y dejar de lado los personalismos”, dice Lescano. “El sindicalismo es como los matrimonios, no hay nada irreconciliable”, define Saúl Ubaldini. “En el medio [entre ambas centrales] sólo hay un problema legal y político”, relativiza Schmid. La CTA mira desde afuera y contabiliza su crecimiento descartando todo retorno a la CGT: “Podemos coincidir con muchos de los planteos de Hugo Moyano reconoce Edgardo Depetri pero no en la idea de recuperar la CGT porque eso, como estrategia de poder para los trabajadores, no tiene destino”. La CCC, en fin, no se cuestiona la pertenencia a cualquier estructura: “Nosotros no somos una cuarta central, sino una corriente político-sindical que trabaja en el marco de todas las centrales existentes”, concluye Amancay Ardura.
Con tales posturas y estas definiciones, el futuro inmediato del sindicalismo local y de sus relaciones con el Gobierno y con los empresarios no aparece como muy diferente de lo visto y vivido en los últimos tiempos. Existe, sí, una coincidencia entre dirigentes y observadores. Nada volverá a ser lo que alguna vez fue, y los cambios dramáticos operados en las relaciones laborales durante la pasada década han puesto a la dirigencia en una disyuntiva: elegir entre asumirse como nuevos gerentes poderosos de sindicatos en decadencia o como compañeros de ruta de gentes de origen diverso en crónica protesta social.
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Producción: Valeria Frick y Adrián Martínez